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Norma Morello: Señora maestra

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A los 31 años fue tapa de la revista Primera Plana por un siniestro mérito: ser la primera desaparecida, en épocas de Lanusse y docencia rural. Ahora, con 67, impulsa un programa para adultos en la villa de Retiro y acepta compartir sus recuerdos porque teme por el futuro de sus alumnos, amenazado por las topadoras macristas.

Norma Morello: Señora maestra

En su primer día de clases como maestra, Norma Morello supo que el ideal sarmientino de la señorita azucarada y sapiente tal vez no había sido hecho para ella. Tenía 17 años, estaba recién salida del magisterio y había conseguido un puesto en una escuela de su ciudad, Goya. El colegio estaba en un barrio marginal y tenía, como suele traer de la mano la pobreza, una buena cantidad de repetidores. Cuando entró al aula para su esperada experiencia inicial después de cinco años de leer teorías educativas, Norma descubrió con un golpe de pánico que los alumnos no eran el sujeto pedagógico esperado, sino unos seres tan altos como ella; incluso más. El aula era un hervidero de murmullos y risitas; tenía su propia vida, ajena a las ilusiones (y pretensiones) de la pedagogía. Los chicos la miraban divertidos. De nada sirvieron los pedidos de silencio que maternalmente formuló con insistencia cada vez más desesperada. Hasta que una de las blancas palomitas se le acercó desde el fondo:
–Tome, señorita, su puntero– le ofreció, en una sutil indicación de orden.
Norma se preguntó cómo iba a usar ese instrumento, ausente en todas las materias que había cursado, y sintió ganas de irse corriendo. Y eso es exactamente lo que hizo dos días después.
–No había tenido la experiencia de enfrentarme al mundo –dice ahora, a medio siglo de distancia.
–¿Y qué hizo?
–Me fui a estudiar peluquería.
Hoy, a los 67 años, usa en los pómulos dos toques de colorete y un peinado bombé que le da un aire de tía abuela. (Sospecho que se peina así para parecer más alta. Mide un metro con cuarenta y nueve; no es raro que los alumnos la sobrepasen.)
Fue ella quien eligió para hacer la nota este bar, El Faro, ubicado al lado de la estación de ómnibus de Retiro, ruidoso, con mesas en mitad de la vereda y rodeado de puestos de venta callejera. La idea es ir después a la cercana Villa 31, donde Norma da clases. Está a cargo del programa de alfabetización para adultos de la villa, una propuesta que mezcla ese aprendizaje con la práctica de un oficio. Y si acepta hablar de esos recuerdos del pasado es porque le inquieta aun más el futuro: el electo Jefe de Gobierno porteño, Mauricio –que es Macri– ya anunció sus planes de erradicar la Villa 31 y llevarse por delante todo lo que en ella habita. Norma sabe que sus clases están ahora en la punta de las topadoras macristas.
Sobre la mesa hay una revista Primera Plana de 1972. La traje porque tiene en la tapa su retrato. Ahí está Norma, a los 31 años. En esa época era maestra rural, militante de un movimiento campesino de Goya, que desembocóa en las Ligas Agrarias. El Ejército la secuestró. Fue uno de los primeros casos de detención ilegal y tortura denunciados en Argentina, durante la dictadura de Alejandro Lanusse, por el que se realizaron masivas movilizaciones. El gobierno la mantuvo un mes desaparecida hasta que la presión social lo obligó a blanquear la detención.
En el 76 Norma volvió a ser secuestrada, ahora junto a su marido. Cuando quedaron libres partieron al exilio. Regresarían recuperada la democracia.
Su trabajo en Retiro lleva 16 años. El programa de alfabetización tiene en la actualidad 7 docentes que ella coordina, y unos 200 alumnos.
Le pregunto cómo superó el fatídico día del puntero:
–Me convertí en una muy buena peluquera. ¡Tuve un éxito bárbaro! –dice–. Trabajé cuatro años y después, sí, me salió un cargo como ayudante de clases prácticas en un colegio secundario. Pero para entonces, yo ya me había metido con el movimiento campesino.

El descubrimiento
No era una guerrillera entrenada en Cuba, como creían los militares, sino una militante cristiana. Trabajaba con el obispo Alberto Devoto, un sacerdote enviado a Goya a principios de la década del 60 apenas desembarcó en la provincia, se le ocurrió anunciar que los hijos no eran propiedad de los padres y otros conceptos que rápidamente le crearon tantos odios como adhesiones. “Yo me había entusiasmado a fondo con la Iglesia”, dice Norma. “Era muy militante. Me encantaba ir a visitar a los presos: íbamos al patio de la prisión y nos moríamos de miedo. Fue porque lo vi en la iglesia que me anoté en un curso de maestra rural que resultó un descubrimiento; será porque mi familia vivía en una zona de chacras y era una realidad que conocía. Yo había tenido una mamá de leche guaraní, Clementina, porque la mía había estado enferma y no me había podido amamantar, y me había apegado tanto que era a Clementina a quien decía ´mamá´, y a mi mamá, ´mamá Lucía´. Pero ella un día se fue a vivir al campo con un hermano.
“La extrañábamos, especialmente yo y una de mis hermanas, así que mi papá nos cargó una camioneta y nos llevó a verla. La encontramos en la pobreza total, en una situación mísera. Había tenido un hijo con el hermano y tenía en brazos a ese chico, que había nacido malformado. Fue una cosa muy dura. No sé si fue por eso, pero cuando terminé el curso lo volví loco al obispo con armar un movimiento para los campesinos.
“Creamos el Movimiento Rural Cristiano de Goya (que fue Movimiento Rural Católico, hasta que nos echaron de la Acción Católica). Vivía en un estado de superactividad. Pienso que es un poco lo mismo que hice después en Retiro, embarcarme en una cosa que me fue llevando a otra. A la vez, una parte de mis amigos se volcaba a la lucha armada. Yo no; para mí no era el momento. Eran tiempos muy duros, pero también divertidos.”
¿Por qué los echaron de la Acción Católica?
Decían que éramos marxistas.
¿Y eran?
Norma lo piensa:
Bueno, habíamos entrado en un camino de reflexión y acción que había adoptado el método de ver, juzgar y actuar de las juventudes obreras europeas. Es decir que una vez que analizábamos nuestra situación, a ese análisis tenía que seguir la acción. Mi vida era una locura. Yo trabajaba en la peluquería, a la tarde daba clases en el colegio secundario y a la noche militaba. Hasta que la Iiglesia me pidió que viajara a América Central para ayudar en experiencias similares. Estuve dos años fuera, en Guatemala y El Salvador. Por eso los militares decían que me había ido a Cuba y que estaba en la guerrilla.

La desaparición
No se había sentido bien en Centroamérica, donde extrañó espantosamente los lugares de su infancia. Por eso, de regreso al país, ya en 1971, quiso instalarse en el campo. Consiguió una suplencia en una escuela rural de Goya –una escuela a la que sólo se llegaba a caballo–, y fue después a otra en la estancia La Marta, propiedad de un terrateniente. El poder del patrón se respiraba dentro de las aulas: había cuatro maestras y dos eran nueras suyas. “Yo quería vivir la experiencia de la educación rural, pero me duró poco. A los tres meses me fueron a buscar.”
Un operativo del Ejército la sacó de la estancia a la una y media de la madrugada. La llevaron a la Prefectura y de ahí, con los ojos vendados, la trasladaron en un avión a Rosario. Posiblemente a una granja, ya que oía animales. “Toda la parte de la tortura física, con golpes y picana, fue en ese lugar.”
Los militares querían saber los nombres de los integrantes del grupo rural, que ella se prometió no decir. A la picana siguió una etapa de interrogatorios en los que le hacían las mismas preguntas una y otra vez, mientras amenazaban con matarla.
Estaba desaparecida, pero afuera comenzaron las movilizaciones exigiendo al gobierno por su vida. Un día, uno de los represores la acompañó al baño y le mostró un pedazo de papel de diario. Allí vio una foto de su hermano y la noticia de uno de los tantos reclamos. Cuando la presión sobre Lanusse se hizo demasiado fuerte, la llevaron a una comisaría para “blanquearla”. Había pasado un mes secuestrada y todavía debería pasar cuatro más en una celda de castigo, pero había escapado de la muerte.
La liberaron en abril del 72. No presentaron cargos en su contra ni tampoco le explicaron por qué ahora podía irse.
Perón habló de ella en Puerta de Hierro. The New York Times mandó corresponsales a entrevistarla. “¿Escribiría un tango con su historia?”, le preguntaron en un reportaje a Astor Piazzolla. De nuevo en la calle, Norma se descubrió convertida en una heroína. Señala la tapa de la revista: “Hasta me pintaron los ojos de celeste”. Pero por dentro era otra cosa.
–Cuando salí, yo no sabía que estaba mal. No me daba cuenta; no sólo por mí, sino porque recuperé la libertad en un momento en que había una expectativa impresionante. Era 1972, Perón iba a volver en noviembre. Me acuerdo de que me llevaban a hablar a todos lados y yo en medio de la euforia empecé a entrar en una especie de oscuridad. Me paraban frente al auditorio y no sabía ni dónde estaba. No había todavía una experiencia difundida de la tortura, ni se conocían sus consecuencias. Como se me veía entera se esperaba que me integrara de nuevo a la lucha. Pero yo me paraba frente a la gente y no podía hablar, solamente saludaba, como una estúpida. Tenía la sensación de que no servía para nada. Ya no sabía qué era lo que yo proponía, se me desorganizó la ideología. Empecé a tener momentos de amnesia. De todos mis conocidos sólo una amiga me dijo ‘No vuelvas a Goya’, el resto decía ‘tenés que ir, tenés que volver’”.
La sola idea la aterrorizaba.
–Me llevó 13 años saber quién era yo. Ya estábamos en España, había pasado el segundo secuestro, habían nacido mis cuatro hijas y a la noche me despertaba y escribía. Empecé a hacer un relato cronológico de toda mi vida, desde que nací. Ésa fue mi recuperación. Fue bueno porque empecé a entender y a adueñarme de lo que había hecho. Mucho de todo eso lo pude traer después a Retiro.

Teoría y práctica en la Villa 31
Las clases se dictan de dos a cinco de la tarde en asociaciones barriales. Uno de los centros funciona en el galpón de Música Esperanza, otro en el comedor Martín de Güemes. En este último lugar enseñan Juana Alfaro y Darío Callejas. Forman lo que se llama pareja pedagógica, ella como profesora de Bellas Artes –ahora está dando un curso de telar– y él a cargo de Lengua, Matemáticas y todo lo referido a la escolarización. El programa es oficial y ofrece tres ciclos que equivalen a los siete años de la escuela primaria.
En el comedor –techo de chapa y paredes decoradas con murales de Nuestra Señora de Copacabana– hay tres largas mesas con tres grupos. El más cercano a la entrada está formado por mujeres que ahora aprenden telar y que, por lo que se ve en el pizarrón, acaban de estudiar “perímetro y superficie”. En el centro hay un grupo de adolescentes que hacen un dictado. En las mesas del fondo, un tercer grupo teje. Son mujeres que ya terminaron con el programa y ahora tienen un emprendimiento.

¿Cómo se integra la escolarización con el aprendizaje de un oficio? Dicen los maestros:
Darío Callejas: “La primera hora y media se dedica a la teoría y la segunda, a la práctica. Y hay momentos en que se mezclan las dos. Por ejemplo, si hay que proyectar la producción de tejidos. Se calculan los insumos que se van a necesitar, se deciden las cantidades de lana a comprar y se proyecta el estimado de las ganancias”.
Juana Alfaro: “Los adultos llegan con muchas capacidades. Tratamos de enseñar desde esa realidad: cuando empezamos con el telar, encontramos que había mujeres que conocían un montón de técnica. El trabajo docente no es el tradicional Los alumnos llegan sabiendo un montón de cosas, el problema es que no tienen en claro que ese saber vale”.
Callejas: “Algunos de los chicos trabajan y por eso entran un poco más tarde. No hay problemas de disciplina, éste es un lugar valorado”.
Los adolescentes llegan al programa porque se retrasaron en la escuela, o abandonaron. A veces cursan hasta que pueden volver al colegio; otras, es su única opción porque no pudieron inscribirse o por falta de vacantes.
Dicen los alumnos:
Cecilia, 32 años: “No depender de otros es lo más valioso que te puede dar la educación”.
Felisa, de treinta y pico: “Estudiar mejoró la relación con mis chicos, porque les puedo ayudar en sus tareas. Mi mamá también vino: a los 65 años aprendió a leer. Mirá cuánto tiempo le llevó decidirse y resulta que en tres meses ya había aprendido.”

 Tejiendo futuros
En el galpón de Música Esperanza la alfabetización se acompañó creando grupos de tejedoras, que venden su producción en ferias y reciben encargos de comercios. En otro de los centros hay cursos de xerigrafía. Los oficios que se enseñan están dirigidos sobre todo a las mujeres, que son el 90 por ciento de las alumnas, aunque alguna vez también probaron con cursos de electricidad.
En las clases no se habla solamente castellano, sino también quechua y guaraní. Algunos profesores saben algo de idiomas; otras veces, cuando un alumno ha llegado recién a la villa, se busca un compañero que haga de traductor.
El programa depende del Estado, pero tiene a la vez una pata sostenida por los docentes y vecinos, que crearon una asociación (Acción Barrial Educativa) para trabajar con emprendimientos.

Cómo ocurren las cosas
«Queremos sistematizar esto, ir registrando de qué manera unir educación y trabajo”, dice Norma. Le pregunto por qué vino a Retiro.
–Al volver del exilio tenía 44 años. En las escuelas no toman gente de esa edad; acá me hicieron un lugar. Y resultó siendo muy bueno.
No lo cuenta, pero encuentro en el archivo por qué no se jubila: por los años que pasó fuera el país y otras dos cesantías (una en los tiempos de Lanusse y en los de Isabel Perón) no llega a reunir los aportes exigidos para retirarse. Otro maltrato: cuando se presentó a reclamar la reparación económica por su segunda detención –la del 76, cuando estuvo dos días secuestrada– en la Secretaría de Derechos Humanos la mandaron a la comisaría a pedir el comprobante de que había estado privada de su libertad.
–Acá a la villa traje mucho de lo que me había quedado sin hacer –dice ella ahora–. Y creo que esta vez lo hice mejor que en todas las veces anteriores. No con tanto optimismo, sino sabiendo cómo ocurren las cosas. Y pensando para qué. A mí me dan bronca ciertos programas políticos que hablan de construir poder, pero sin dar la discusión de para qué. Si eso no se discute, ¿cómo esperar construir otra cosa que no sea incondicionales del que manda?

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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