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Kndelah: patear todo

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Performer, cantante y más, Kndelah es inclasificable y hace de eso una bandera: “Hije del siglo 21, generación sin futuro bailando entre los escombros”, canta. Un estilo que no busca agradar sino provocar, y a la vez reivindica al arte. Por María del Carmen Varela.

Kndelah: patear todo

Camina hasta el escenario al compás de la caja, como una seguidilla de latidos de corazón para acompañar su paso lento al inicio de una ceremonia. Se para ante el micrófono y brotan las palabras crujientes de poesía, las canciones transmisoras de la rebeldía urgente en una época de estallido y dispersión.  Dice: “Mi nombre es Kndelah. Esta es una caja chayera porque soy descendiente de diaguita-calchaquí”. Y canta su tema “Negra”, que dice: “Soy negra de alma, de piel y corazón”. 

El teatro, la música, la poesía, la performance, son algunos de los gajos que componen la mixtura artística de Kndelah, cuyo nombre no-real es María Candelaria Spicogna.

Su documento y las enseñanzas de sus veintiocho años de vida revelan que si bien al nacer nos ponen un nombre y certifican nuestro género, también está la chance de elegir que las cosas sean distintas.  

Chiquititas & estudiantazo

En la niñez escribía poemas y firmaba KND hasta en las paredes; el reencuentro con ese registro infantil acuñó una nueva identidad. Canta Kndelah en su tema “Surreal”, con una letra que parece escrita en plena pandemia pero data de un año antes del evento que envolvió a todo el planeta con el estigma de un virus nuevo: “Me preguntan si soy rapera o poeta y les digo no hay pureza ni certeza, yo soy hija de mi siglo 21, generación sin futuro bailando entre los escombros esperando el fin del mundo”.

Nació en Córdoba Capital, “como el Potro Rodrigo”, en un barrio de la periferia llamado Villa Azalais. Padre obrero y madre médica, afirma: “Soy ese híbrido entre la clase obrera y la intelectualidad. Mi viejo no terminó la primaria y mi mamá tiene tres títulos”. 

Como muchas, empezó escribiendo en su diario íntimo desde los 9 y a los 13 se compró su primer libro de poesía. “La primera que me flasheó fue Alejandra Pizarnik, un clásico”, cuenta. “Después conocí a Vicente Luy, un poeta cordobés, y también a Ioshua. Me gustaba la poesía maldita, Rimbaud, Baudelaire. Siempre me atrajo el lado B de las cosas, de los sótanos, de los marginados. Pero no desde el lugar de ‘ah mirá, los marginados’, sino porque yo siempre me sentí parte de eso. Ya sea por tener un cuerpo gordo y habitar mi existencia desde este lugar sin una femineidad”.

Kndelah creció en una casa donde se escuchaba a Quilapayún, Víctor Jara, Violeta Parra, y se hablaba de política. “Mi tío, militante del ERP, fue preso político.  Vengo de la libertad de pensamiento. Yo decía que cada almuerzo era una asamblea, porque mi papá era peronista, mi mamá guevarista, entonces había muchas discusiones”.  

Con un micrófono y varios cambios de vestuario, organizaba musicales en los que era protagonista y cantaba temas de “Chiquititas”, bajo amenaza de “si alguno se levanta para ir al baño, cuando vuelve, empiezo todo de nuevo”. Su madre detectó el gusto por lo artístico y decidió un cambio de escuela. De una donde era “la freaky, la rara, la distinta, en los recreos me lo pasaba leyendo libros sola”, pasó por otra institución donde tenía danza clásica, folclore y teatro. 

Tras  encarnar un protagónico a los 17 años en el Teatro de Comedia de Córdoba, ingresó a la facultad para estudiar actuación y formó parte del grupo Musa de octubre. “Éramos un grupo de teatro callejero. Fue lo primero que hice  colectivamente. En 2012 hicimos una intervención por el aborto. Viví allá el Estudiantazo cordobés y el asesinato de la Pepa Gaitán: son hechos que me atravesaron”. 

En ese contexto cuenta que tuvo dos gratas experiencias: estudiar con Roberto Videla, del “Libre Teatro Libre”, un grupo emblemático de Córdoba, y con Camila Sosa Villada, quien fue su profesora de teatro en el Cine Club Hugo del Carril y elogiaba su hiperlaxitud en el escenario. Cuando le contó que quería irse a Capital Federal a estudiar actuación, Camila le aseguró: “Te vas con la creme de la creme”. 

Batalla en la playa

Con el impulso de la fascinación por el under porteño, viajó sin conocer a nadie y alquiló un monoambiente en Congreso con ayuda de sus padres. “Admiraba a Batato Barea, a Alejandro Urdapilleta, a Virus. Tenía una obsesión con lo under, como Cemento, eso que ya no existe: vine a Buenos Aires buscando algún vestigio”. 

Comenzó a frecuentar lugares a micrófono abierto, actuó en el centro cultural la Oreja Negra con “la Susy” un personaje inspirado en la estética de Urdapilleta, que cantaba temas de Chavela Vargas, tangos y recitaba poemas. “Por un lado estaba la institución (Kndelah ingresó a la UNA) y por el otro me metía en los sótanos a ver qué pasaba. Caí en un lugar donde aprendí mucho, tanto de lo bueno como de lo malo, El Pacha, o La casita de los chasquidos.  Estuve tres años metida ahí y era un lugar donde había mucha poesía, era una casa, alguien te pasaba la dirección, era bien clandestino. Abrías la puerta, había una escalerita y te encontrabas con gente desde las cinco de la tarde hasta las tres de la mañana recitando poesía”. 

 Cursaba, actuaba, realizaba activismo desde el feminismo, pero le pesaba el estancamiento. “Sentía un rechazo hacia los cuerpos gordos en el ambiente teatral, me cansé de ir a castings y nunca quedaba y dije ¿ahora qué hago? Trabajaba en el under pero no lograba crecer. Siempre tuve la idea de que para hacer música había que estudiar muchísimos años y mucha gente –en su mayoría hombres- me tiraban abajo”.  

Pasó algo clave: a los 23 años se fue a Chile con amigues  en 2016 y vio a gente rapeando en la playa. Era una batalla de rap: “Y me metí a batallar. Ya había estado jugando en mi casa con el rap con pistas bajadas de internet. Y les gané, era la única mujer. Entonces dije: yo puedo rapear. Y ahí empecé a escribir cancionesr”.  

La primera experiencia  musical fue “Resakdas” que luego mutó a “Resakdes”, un dúo de rap transfeminista que integraba junto a Carlx Almada. “En ese momento teníamos esa cosa de subir al escenario y romper todo. Mi performance era subirme, sacarme la remera, quedarme  en tetas y tenía escrito ‘muerte a las dietas’. Hacíamos rap pero la actitud era punk.  Era la previa a la ola feminista y llegamos a tocar en Plaza Congreso en el Festival por la absolución de Higui; tocamos con Bife, con Lola Bhajan, con gente que yo admiro”.  

El tema “Vivas” que compuso cuando asesinaron a Micaela García llegó a tres mil reproducciones en cuestión de horas: “Me criticaron siempre por no ser femenina, trataron de bajarme de a poco la autoestima, me regañaron por no depilarme las axilas: nunca fui lo que se espera de una señorita”. 

El arte fast food 

En esta etapa más conectada con lo musical, el instrumento que recuperó de sus ancestros y adoptó para sus composiciones fue la caja. Sucedió en un momento “en que empiezo a buscar mi raíz, de dónde vengo y por qué tengo esta cara, los ojos rasgados, por qué mi piel es marrón. Mi familia materna es de La Rioja, mi bisabuela nació en una casa de adobe en  Vinchina, un pueblito. Era diaguita calchaquí, tejía telar. Mi mamá también es descendiente es pura india. Yo ya soy una mezcla porque mi familia paterna viene de otro lado, pero buscando eso me enteré de que mi bisabuela tocaba la guitarra. Así llegué a la caja y dije: bueno, quiero estudiar con el respeto que se merece este instrumento ancestral”. Lo hizo  con Miriam García, discípula de Leda Valladares, figura icónica del folclore argentino. 

Con esta información recuperada, irrumpieron las fusiones musicales. “En un momento encontré una similitud entre la copla, el rap, el freestyle: hay un cruce ahí, y dije ¿por qué no rapear con la caja? Pensé: me van a odiar todes. Los que vienen del campo popular: ¿qué hace rapeando con un instrumento ancestral? Y los del rap diciendo: ¿qué es esa caja? Pero mi búsqueda es fusionar lo viejo con lo nuevo. Mezclo beats electrónicos con caja y esa mixtura sudaca es la definición de lo que hago. Antes te morías haciendo rock y ahora no, por suerte. Nadie se da cuenta pero Charly García hizo tres raps, el Rap de las hormigas. Estamos en un momento en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Entonces estamos pariendo lo que aun no nace, lo que se viene”. 

Recibió muchas invitaciones para tocar y sobrevino la prisa por componer más temas. Y de pronto llegó ”Surreal”, donde Kndelah toma herramientas del surrealismo para componer. “Me gusta trabajar con la asociación de la palabra rota, poder romper un poco las canciones, tomo eso del método surrealista y esta canción  habla de eso, dice: ‘Prefiero la belleza de la destrucción que la armonía de la forma’. Es un manifiesto que plantea que la realidad no puede ser solamente esto”.  

Kndelah está trabajando en su disco Cicatriz que “tiene que ver con mi historia, es una herida abierta y siento que la música me vino a ayudar a cerrar esas heridas”. Otro de los temas es “Hater”, que desde la afirmación “Yo soy disidente. ¿Y qué pasa?”, responde al condicionamiento de que no podía hacer música porque no sabe nada y replica: “Mirá de quién te burlaste”.

¿De qué habla Kndelah? “De lo que me arde. Tengo algo en el pecho y si no lo vuelco en el papel me estalla adentro.  Mis canciones nacen de ese grito, de ese vómito poético”. 

¿Qué le interesa despertar en el otre? “Quiero abrir, no cerrar. Se da todo muy masticado, es el arte fast food. Démosle a la gente algo que pueda degustar, no le demos música procesada. Hay que aprovechar este momento para decir otras cosas”. 

¿Qué otras cosas?  “Yo creo que el futuro es sin géneros. Es andrógino. Es no binarie. Es queer. Y lo nuevo es romper las estructuras clásicas, en todo sentido. Lo nuevo es ese híbrido y creo que mi generación va a patear todo. 

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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