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Lucía Topolansky, de bichos y flores

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Anunció su retiro de la política uruguaya por cuestiones de edad, salud y tecnológicas, para dedicarse a la huerta y al cuidado de las flores junto a su compañero Pepe. Crónica de una visita a la mítica chacra donde se vive simple y habla profundo: el poder, las nuevas generaciones, el planeta, las ciudades, y dónde queda el sueño de cambiar el mundo. Por Ezequiel Scher.

Lucía Topolansky, de bichos y flores
Lucía Topolansky. Foto: Nacho Yuchark

Es raro que alguien espere sin un celular en la mano.

La confirmación aterriza por WhatsApp. Con la imagen de un mapita dibujado a mano con enclaves cartográficos que incluyen una antena parabólica y un tambo. Las calles no aparecen en Google Maps. El chofer de Uber halla en su aplicación una respuesta infantil a la búsqueda del tesoro: “Miren, acá directamente dice Chacra de José Mujica”. La trinchera mitológica de la pareja sobreviviente es un campo real. Con pajaritos y olor a tierra húmeda. 

En una huerta, hay un señor regando unas lechugas. Es el guardia de seguridad. Nos anunciamos como de parte de El Pingüino. No lo conocen. La misión está por fallar. En Uruguay, la originalidad de los nombres siempre ha sido un arte superior. “¿No vendrán de parte de El Gato?” De parte del animal que sea: si llegamos hasta acá, vamos a entrar. 

Un saco azul de lana tejido en otra década. Los pies enfundados en alpargatas, emberenjenados, rasgados por el pasto y el tiempo. Un tacho de agua para perros. Un Nokia 1100 con ringtone de gallo. Una ensalada de árboles jugando de sombrilla. Dos hojas de una paltera que custodian una cabellera más blanca que la ceniza. Lucía Topolansky hablará sin pausa durante dos horas sin sacarse ni las plantas ni los mosquitos del cuerpo. 

“Está ahí”, señala el custodio. A los 77 años, ex senadora, ex vicepresidenta, compañera de un mito, parece estar en trance. Hasta que activa. Aprieta: “Yo no entiendo cómo hacen ustedes para vivir sin ver las estrellas”. Invita a sentarse en un banco hecho con tapitas de plástico. Ahí se apoyaron Juan Carlos de Borbón, Noam Chomsky y un ingeniero que cayó hace unas semanas desde Kazajstán. Los hacen en un hospital neuropsiquiátrico que conoció en una recorrida: “Ese es un caso interesante de qué es la política. Porque lo lleva adelante una chica que es espectacular. Hay leyes y planes del Estado que lo financian. Pero el problema será cuando ella se vaya. A los lugares los sostiene más la convicción de las personas que las formalidades”.

¿Qué tan importante es la rebeldía en el ser humano?

Imprescindible. La rebeldía es el motorcito. De la política y de la vida.

El cine y el Che

Hay dos hechos fundacionales. Su papá era ingeniero civil. Ganó una licitación en Punta Ballenas. Durante unos meses, se mudaron a Punta del Este. Fue su primera vez en el cine. A ver Pinocho. Al salir, encaró a su familia y ladró: “Nunca más me traigan acá”. En su casa, tenía un muñeco de la marioneta de madera. Sentía que la obra de Carlo Collodi lo degradaba. Ese fue su primer acto de rebeldía.

El segundo ocurrió mientras su madre lavaba la ropa. No había electrodoméstico así que ayudaba a combatir manchas gastando uñas y dedos. Necesitaba hacerle una pregunta: “Mami, ¿yo soy linda?”. Un segundo de hielo. De su progenitora brotó una cagada a pedos que concluyó en una ley para siempre: “Eso no importa. Lo que vale es ser buena”. 

¿Desde ahí le empezó a interesar lo de disputar el poder?

No. Eso vino cuando volví al cine. Antes de las películas, ponían un informativo. Vi escenas de la guerra de Corea. Discursos de Evita. El bombardeo a Plaza de Mayo cuando cae Perón. La detención de la pareja Rosenberg, que hacían espionaje atómico. Eso me flechó contra algunas cosas. 

¿Hay algún hecho que la convenció de que había que cambiar el mundo?

En 1961, el Che vino a dar una conferencia a Punta del Este. Era nuevita la Revolución Cubana. Nosotros sentíamos afinidad con él porque tomaba mate y le gustaba el tango. Como no hablaba en cubano, me sentía identificada. El que lo presentó fue Salvador Allende. Que en esa época era un Don Nadie. Había efervescencia en el continente y eso me politizó.

La flor de la vida

Apenas salieron de la cárcel y se reencontraron, Lucía y su eterno compañero llegaron a estas tierras. En la zona reinaba el Partido Colorado. Tradicional y reaccionario. “Era una zona conservadora, pero no de derecha. Estamos hablando de gente preocupada por si llovió o no. Por el precio de la verdura. Algunas discusiones no cabían”, describe. De adolescente, Mujica se había dedicado al oficio de las flores. Buscaron eso. Iban a los boliches de la zona y ni mencionaban la palabra política. Hablaban de cualquier cosa. Hasta que la vecindad conoció a Pepe y se sintió orgulloso de tener un diputado de la zona, y luego un senador, y luego una diputada y una senadora. El día en que ganaron la presidencia y decidieron quedarse allí en vez de mudarse a la residencia oficial el barrio los recibió con una tortafrita gigante: “Pero, a ver si se entiende, no es que había una afinidad política, sino era una relación humana de confianza. Vieron que teníamos coherencia en la vida”. 

Sin problemas de tránsito, las catorce hectáreas necesitan apenas de veinte minutos en auto para aterrizar en el centro de Montevideo. Hay wifi, pero la radio con tangos de fondo es el otro sonido de la casa. Por estos días, Lucía explora al filósofo surcoreano Byung Chul Han.

¿Qué concluye de esas lecturas?

Que creemos que somos autosuficientes pero nos estamos autoexplotando. Todo es estrés. Del WatsApp al Zoom. Tu jefe está contento, te paga un poco más y te comprás algo más. Pero sos un desgraciado. Leí también en los últimos tiempos a Harari -escritor israelí-. Durante tres meses al año se va al Tíbet. Sin celular. Tenemos esta locura de las automatizaciones. Va a llegar un día que va a haber un lote de humanidad sobrante. No pobre o rica. Gente que no va a tener destino. Nunca el mundo ha sido tan rico y nunca ha tenido tanto. Con otro modelo de redistribución podríamos vivir mejor. No es nada tan difícil. Cada vez hay más riquezas y más desigualdad. 

¿Ese es el desafío de la época?

Si el mundo no se para a pensar que puede haber otra forma de vivir posible la impresión que queda es que vas al abismo. Lo vamos a hacer bolsa. Creo que la gente más joven tiene esa enorme tarea de acomodar un poco el timón de este barco Tierra para que no colapse. La juventud tiene la intuición de que le vamos a dejar un mundo de mierda y se está ocupando.

Lucía Topolansky, de bichos y flores
Pepe Mujica. Foto: Nacho Yuchark

El fin de una era

El 20 de octubre de 2020, a los 85 años, Mujica renunció a su banca como senador. Esta entrevista es del verano montevideano y está cargada de pistas que no vimos. Juventud, juventud y juventud, repetía. El 2 de marzo, Lucía anunció que dejaba su lugar en la Cámara por cuestiones de edad, de salud y de tecnología. Las sesiones por Zoom la habían agotado. Mientras acariciaba un perro y los pájaros le zumbaba el oído dejó una frase que da risa, pero que no lanzó como un chiste: “A esta civilización yo no pertenezco”.

¿Qué le enseñaron las nuevas generaciones?

Yo estoy convencida del medio ambiente, de la ecología y de salvar el planeta. Pero los que tienen más claro eso es la juventud. No es una postura frágil o transitoria. Te das cuenta que están convencidos. Ojalá les vaya muy bien en esa lucha. Que no va a ser sencilla. Porque se topan con intereses brutales. Hay intereses económicos muy fuertes. Por eso es una misión histórica.

¿Cuál es la misión?

La esencia del capitalismo es que la máquina tiene que estar produciendo todo el tiempo para generar ganancia. El use y tire. Pero ese tire va a parar a algún lado. Y ahí se generan todos esos plásticos del mar que son islas gigantescas. Todas las pilas, todo ese tipo de producto dañino. Vi en la televisión que la ropa descartable de Europa la prensan y hacen unos cubitos y la mandan para Rumania y la gente la usa en las estufas para calentarse. Y es lo más contaminante porque es nylon quemado. Ahora, ¿es culpa de los rumanos? Rumania es un pueblo relativamente pobre y tiene una historia muy complicada. ¿Es culpa del resto de los europeos? No, es culpa del sistema.

Las cosas que se usan

Desde niña, se había propuesto la independencia a todo trapo. Durante mucho tiempo, profesó el anarquismo. Una tarde, pispeaba una entrevista en la televisión y se enojó. Su compañero anunciaba en televisión que se casarían. Él era el presidente. Lo esperó en la casa y lo retó. “Es que me pareció una buena idea”, le planteó. Rechazar al primer mandatario uruguayo sonaba a lío. Entonces, le retrucó: “Está bien, acepto, pero que sea en la cocina de casa”. 

Se pusieron en pareja en el interludio de las dos detenciones de Mujica en la dictadura. Cuando quedaron en libertad, él tenía 50 y ella, 40. Desistieron: “Eso me dio independencia. Porque me evitaba responsabilidades que veía que otras mujeres tenían”.

Al revés de muchas historias, a Lucía su familia la empoderó. Eran tantos en casa -siete hermanos y hermanas- que había que rebelarse para destacarse: “Me crié en la teoría de que si no vas a los codazos y pecheando no llegás a ningún lado”. Su personaje angular fue su padre. Lo escuchaba y le prestaba atención. Una de sus principales recomendaciones era que tuviera cuidado con los curas. Usaba otro término: los pollerudos.

¿Por qué su padre le marcaba eso?

Era votante del Partido Colorado. Que si bien era conservador había tenido un tipo muy importante para la historia de Uruguay que era José Battle y Ordóñez. El tipo que separó a la Iglesia del Estado acá. El mismo que nos dio el voto, el divorcio y la posibilidad de que las mujeres podamos heredar. Mi padre era anticlerical. De niños, nos decía algo que recién entendí en los últimos años: “Tengan cuidado con los pollerudos”. Yo, la verdad, me olía que había algo detrás, pero no lo explicaba con claridad. Ahora, cuando aparecieron los casos de pedofilia, recordé que siempre tuvo razón.  

¿Cómo se lleva su generación con el cuestionamiento al patriarcado?

Los movimientos como el feminista o el LGTBI tienen la virtud de que por tanto insistir ponen los tema sobre la mesa. Obligan que hasta el más conservador se tenga que definir. No tengo dudas de que la independencia de las mujeres nace de su independencia económica. Porque hay una porción de la sociedad que no tiene oportunidades y más si son mujeres. No es que sea imposible, pero el sistema sigue poniendo muchos límites.

Atardece. No hay gestos de ansiedad en Lucía. Como si no habitara la modernidad. Pregunta si queremos ver al Pepe. “Mientras no le hinchen, no hay problema”. Lo llama. Despeinado y desarreglado, Mujica le roba las palabras a su compañera y se pone a cuestionar a los celulares y la desconexión entre la gente. Ella lo interrumpe: “Cada día que pasa, estamos más cerca de la puerta. Y, por ahora, no sabemos de nadie que se haya ido y haya vuelto. Por eso tenemos que intentar ser lo más felices posibles. A la gente le han metido en la cabeza que la felicidad es tener cosas. Mil cosas que ni usa”. 

Ya jubilada, Lucía se agacha para destapar semillas de girasol que sobraron y que seca para darle de comer a las gallinas. Continuar con la rutina de cuidar la tierra todos los días parece ser su contrapropuesta de existencia. “Múdense a la periferia”, nos reta. Cierra así: “Hay un tango que dice que las luces de la ciudad tapan las estrellas. Es verdad: la ciudad es tan alta que no te deja ver”.

Lucía Topolansky, de bichos y flores

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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