Nota
Agrotóxicos vs. Salud, Capítulo 4: La prueba de la nada
El 12 de enero de 2009 el periodista Darío Aranda llevó a la tapa del diario Página 12 la noticia del primer juicio que prohibió fumigar con agrotóxicos cerca de áreas urbanas. Se trataba de un caso histórico: por primera vez una sentencia avalaba los diez años de denuncias de los habitantes Ituzaingó Anexo, un barrio de la periferia cordobesa rodeado de campos de soja.
Al día siguiente, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo referencia a esa nota en un discurso público y 10 días después creó una Comisión Investigadora en el ámbito de Ministerio de Salud de la Nación para esclarecer casos de contaminación humana y ambiental por el uso de agroquímicos (decreto 21/09). También le encomendó públicamente a la entonces ministra de Salud, Graciela Ocaña, “seguir de cerca el tema”. Ocaña envió un equipo al barrio Ituzaingó Anexo, habilitó una línea telefónica de recepción de denuncias y consultas y prometió la elaboración de un Plan Nacional de Protección Humana respecto del uso de agroquímicos.
Dicho Plan hasta hoy consistió en la nada.
El primer trabajo que confirmó los efectos perjudiciales de los agroquímicos llegaría en mayo de ese mismo 2009 a través del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, realizado por su director, el científico Andrés Carrasco, quien además había sido director del CONICET. Carrasco logró demostrar a través de un experimento en embriones anfibios – modelo extrapolable a los seres humanos- cómo el glifosato afecta el desarrollo genético, con la posibilidad de generar células cancerosas. Difundió ese informe en una entrevista que Darío Aranda publicó en Página 12, antes de que fuera reafirmada por una revista científica, protocolo exigido para dar por válida una investigación. Carrasco nos contó que tomó esa decisión por considerar que era imprescindible que la opinión pública lo supiera cuanto antes, dada la gravedad de su descubrimiento y a pesar de las críticas y descalificaciones que, por cierto, soportó.
Tres meses más tarde –julio de 2009- llegaría el primer informe oficial, elaborado por un Consejo Científico Interdisciplinario creado en el ámbito del CONICET. Dicho trabajo es otro de los nueve informes que remitió ahora a lavaca el Ministerio de Salud en respuesta a nuestro pedido de habeas data. Conocer el contexto de su publicación (los antecedentes de Ituzaingó Anexo – informe de Carrasco) permite contextualizarlo y comprender por qué este informe se plantea como un meta análisis, cuyo objetivo es evaluar “la información científica vinculada al glifosato en su incidencia sobre la salud humana y el ambiente”. Su conclusión: el peligro de los agrotóxicos se limita a una cuestión de buenas prácticas.
Los responsables de este informe madre son:
- María C. Donadío de Gandolfi
- Susana I. García
- Claudio Marco Ghersa
- Adriana I. Haas
- Irene Larripa
- Carlos Alberto Marra
- Alejandra Ricca
- Alicia E. Ronco
- Edda C. Villamil Lepori
Documentos
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Una lectura crítica
La investigación de este “equipo interdisciplinario” carece de definiciones (no categoriza si el glifosato es inocuo o perjudicial) y se preocupa por subestimar y relativizar los hallazgos científicos más preocupantes sobre los efectos del glifosato. ¿Cómo lo hace? Respaldándose en estudios financiados por la propia Monsanto.
Así lo denunciaron distintos médicos, profesionales, investigadores, docentes de laboratorios y universidades nacionales, planteando que el informe era un intento de acallar la ciencia crítica en la Argentina. Una de las notas que compilan estos cuestionamientos fue publicada por Darío Aranda en Página 12 y de forma completa en su web.
Lo más grave es que el informe del CONICET se basa en bibliografía asociada a estudios que financió la principal empresa proveedora de glifosato (Round UP), Monsanto. Esto se explicita en el informe oficial sin tapujos: “Para revisar esta evidencia previa se puede consultar el trabajo de Williams y colaboradores (2000) patrocinado por la compañía Monsanto, en donde existe una larga enumeración de resultados experimentales”.
El informe de Gary Williams, Robert Kroes y Ian Munro se cita más de 35 veces en total, en un informe de 120 páginas. Es decir una vez cada cuatro páginas, como respuesta a los estudios críticos sobre el glifosato.
Dice al respecto Fernando Mañas, becario del Conicet especializado en daño genético producido por glifosato y citado en este informe oficial: “La recopilación de Williams fue patrocinada por la empresa Monsanto. Aun así, en el informe del Conicet muchas investigaciones independientes resultaron invalidadas por las observaciones realizadas por Williams hacia Monsanto”.
Otra voz que se sumó al repudio de esta utilización bibliográfica fue la de Raúl Horacio Lucero, jefe del Laboratorio de Biología Molecular del Chaco: “Williams es Monsanto. Es increíble que para validar la toxicidad o no de un producto se tenga en cuenta bibliografía generada por el mismo actor que lo comercializa”.
Un ejemplo es que en la página 66 se refiere el establecimiento de la dosis letal oral aguda para ratas, que hizo que el glifosato fuera calificado inicialmente como “relativamente no tóxico”, “según lo que reportara el grupo Monsanto”; y en la página 67.
Además del informe de Williams, en la bibliografía se consignan al menos otros 6 trabajos explicítamente firmados por Monsanto, que son utilizados para contrarrestar los resultados de informes independientes que hallan evidencias sobre la contaminación del glifosato en aguas superficiales y subterráneas, sobre mamíferos no humanos, organismos acuáticos y terrestres y sobre la salud humana.
Lo interesante: la conclusión a la que llega este informe es que la peligrosidad de los agrotóxicos está directamente relacionada con las buenas prácticas en su uso. Sin embargo, luego de su publicación el ministerio de Salud no adoptó ninguna medida para garantizar esas buenas prácticas. Al contrario: dos de los informes entregados por el Ministerio a lavaca confirman que hasta la fecha esa falta de información continua, afecta directamente a los trabajadores que aplican agrotóxicos, comprometiendo seriamente su salud, la de sus hijos y la de su entorno.
Parecería ser que este informe cumplió con su interés por contrarrestar las investigaciones que alertaban sobre el daño a la salud de los agroquímicos, pero no alcanzó para concretar políticas sanitarias acordes con su diagnóstico.
Hoy su lectura se convierte así en una contundente prueba.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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