Nota
Cinco años de Ayotzinapa: el caso que lo cambió todo
Eliana Gilet, desde la ciudad de México para lavaca.org. Fotos de Ernesto Álvarez.
Aunque el espectro de gente que participó de la marcha en la ciudad de México al cumplirse cinco años de la desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa fue muy amplio, puede asegurarse que fue una marcha estudiantil. Cada contingente identificaba su Preparatoria o Universidad, incluso de instituciones privadas. Integrantes de la Coordinadora democrática de trabajadores de la educación, particularmente los afiliados a la sección xxii de Oaxaca, llegaron a la capital mexicana masivamente a marchar junto a los jóvenes, así como el sindicato de trabajadores de la Universidad Nacional (Unam).
Adelante, justo detrás de la fila de los padres de los 43 que encabezaron la manifestación, caminaron los actuales estudiantes de Ayotzinapa, en rigurosa fila india y coreando sin parar consignas que hablaban del socialismo y la lucha; atrasito de ellos, iban otros maestros y maestras en formación en alguna de las 16 normales rurales que aún persisten en México, a pesar de los sistemáticos intentos por aniquilarlas definitivamente.

Manifestantes durante la movilización por los cinco años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Si Ayotzinapa (la Escuela y sus nuevas generaciones de estudiantes) sobrevive a pesar de los magros pesos que el Estado aporta para la manutención de su régimen de internado, es porque la vida cotidiana de la Escuela es gestionada por los alumnos. Desde la limpieza a la cocina, la siembra y cría de animales. Tal vez su trabajo más entrañable sea cultivar cempasúchil, esa naranja y aromática flor que en la tradición mexicana guía a los muertos de vuelta a la tierra de los vivos. Incluso se encargan de recabar la producción floral de varios de los campesinos vecinos para venderla en común en la capital en los días previos al 1 de Noviembre; porque Ayotzi es un poco el corazón de esta zona rural y ejidal que incluye también a Tixtla, un punto clave a considerar en la geografía del estado de Guerrero, dado que durante las últimas dos décadas ha venido construyendo (junto a otros pueblos) un sistema de justicia comunitaria indígena.
En eso estaban los 43 estudiantes de Ayotzinapa el 26 de Setiembre de 2014, acompañados de otros 60 adolescentes más, en su mayoría de primer año, recién ingresados a la prestigiosa escuela: habían salido a la ruta a tomar autobuses de línea para transportarse a la ciudad de México días después, a participar de la marcha del 2 de Octubre, aniversario de la masacre de Tlatelolco de 1968.

Manifestantes durante la movilización por los cinco años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Prensa y extractivismo
Cuando Bernardo Torres llegó a Iguala, los cuerpos de los estudiantes ya estaban en el piso. El ataque policial que vivieron los normalistas se dio en varios escenarios diferentes y en este caso, Torres -un reportero local independiente de 26 años entonces, con apenas dos encima de trabajo periodístico profesional- llegó en la madrugada del 27 de Setiembre a la esquina de Periférico y Juan N. Álvarez.
Allí fueron asesinados dos normalistas, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava y un tercero, Aldo Gutiérrez fue herido en la cabeza y permanece en coma desde entonces. Aldo fue herido en la primera emboscada de la policía y Daniel y Julio, en una segunda ráfaga que recibieron los normalistas en ese mismo punto, cuando cerca de la medianoche intentaban dar una conferencia de prensa para alertar sobre lo que les estaba sucediendo.
No fue en el Periférico donde los policías secuestraron a los 43, sino de una segunda escena de esa noche trágica, ubicada frente al Palacio de Justicia de Iguala. Si, los 43 fueron desaparecidos frente al Palacio de Justicia.
Torres recuerda la confusión de las primeras horas y de cómo realmente creían que los estudiantes desaparecidos iban a regresar en las horas siguientes:
“No dimensionamos los hechos hasta días después. Nosotros sabíamos que esa noche había como 50 estudiantes desaparecidos pero pasó el sábado y el domingo y todavía nosotros decíamos por ahí deben estar escondidos, mañana van a aparecer, mañana van a regresar los chavos. En cuatro días van a estar diciendo que aparecieron todos los muchachos. Y así se nos fueron los días”.

Manifestante es agredido por elementos de la SSC durante la movilización por los cinco años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
También recuerda por lo bajo cómo la televisora a la que envió el material gráfico que había reporteado esa noche tardó un par de días en publicarlo, a pesar de la gravedad del asunto. Esas imágenes de la noche lluviosa, apenas alumbrada por la luz de la cámara de otro reportero como él que a pesar de no entender, sabían que debían estar ahí.
“De repente llegó todo una marabunta de reporteros nacionales e internacionales acá. Y nosotros nos sentíamos pequeñitos, de repente rebasados por la situación, hasta nuestro equipo nos hacía vernos chiquititos, yo cargaba una cámara de foto con la que yo hacía video. Fue muy difícil la cobertura para nosotros”, recuerda.
“Todos los medios cubrieron seis meses más o menos y se fueron. Nosotros igual nos quedábamos con su experiencia, pero el riesgo quedó acá y es palpable en este momento”, señaló el periodista. Es mayor el riesgo ahora, dice, porque 77 de los 142 imputados en la causa (casi todos acusados por los delitos de “secuestro” y “crimen organizado” pero no por “desaparición forzada” aunque muchos de ellos sean policías que estaban en actividad cuando secuestraron a los pibes) fueron liberados recientemente por fallas en el proceso penal. Otros imputados fueron liberados porque argumentaron haber sido torturados para sostener con sus confesiones la versión que el Estado pretendió armar, que se conoció como la “verdad histórica” del caso, falseada por el trabajo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes que fue enviado por la CIDH y gracias al trabajo pericial del Equipo Argentino de Antropología Forense.

Manifestantes durante la movilización por los cinco años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Ahora, el Gobierno del progresista Andrés Manuel López Obrador anuncia que se re-iniciará la investigación “de cero” y creó por decreto una comisión en la égida del Ejecutivo para que coadyuve con la investigación judicial. Los padres reclamaron al Presidente que la Fiscalía General viene rezagada y que necesitan que López Obrador, “como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas las mandate a entregar toda la información que esté en su poder”, explicó Santiago Aguirre, uno de los abogados de los padres de los 43, tras la reunión que tuvieron con el Presidente en el marco del quinto aniversario de la desaparición forzada de los estudiantes.
Aunque las imágenes que Torres grabó en la madrugada del 27 de Setiembre en Iguala, además de otras valiosas escenas del comienzo del movimiento que generaron los padres de los estudiantes (un movimiento que fue acogido primero por el resto del país y luego por el mundo, abriendo brecha como ningún otro en la historia reciente mexicana) aunque ese trabajo haya sido replicado en distintos medios y documentales sin darle el crédito a él y a otros reporteros locales por esa misma prensa que llegó y se fue, Torres reconoce que Ayotzi significó una nueva alianza entre muchos de los periodistas de Guerrero: “aprendimos desde cosas periodísticas a personales. Acercarse a las víctimas cambió nuestra perspectiva y la forma en cómo tratamos a las víctimas de la violencia. Aquí el periodismo ya no se hizo cuestionando a las víctimas”, explicó.
También empezaron a trabajar en equipo, más allá de los medios: “compartirnos la información, no hacer nada solos. El periodismo no es un trabajo individual, de exclusivas, sino más bien un trabajo en equipo en el que hay que estar en coordinación y comunicación constante”, explicó. “No hacemos coberturas aisladas sino en grupo porque si esto le pasó a cien estudiantes, ¿qué nos puede pasar a un grupo de cinco o seis reporteros?”

Manifestantes durante la movilización por los cinco años de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
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La Estela: tierra guaraní en escena

Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.
Por María del Carmen Varela
A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad. La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.
La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.
Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

Foto: Gentileza La Estela.
Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.
El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.
Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.
La Estela
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA
Sábados a las 18 hs, hasta el 27 de septiembre
@laestela.obra
Nota
Litio: nace un nuevo documental

Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.
“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.
Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…
Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco.
LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.
“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.
El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.
LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:
“Esta historia continuará
¿Dale?”.
Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


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