CABA
Gatillo fácil de Cristian Toledo: una marcha para exigir justicia y parar a la policía
Cientos de personas marcharon con antorchas y velas desde la villa 21 de Barracas hasta el Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad con una consigna concreta: “Basta de gatillo fácil”. Cristian Toledo tenía 24 años y fue asesinado por el bombero de la Policía de la Ciudad Adrián Otero luego de salir a bailar con sus amigos. Otero los persiguió a tiros pensando que eran delincuentes. Qué significa este caso, el incremento de la violencia policial, la discriminación y el racismo, la inseguridad hacia las fuerzas de seguridad y el rol del periodismo.
Hace unos minutos que la columna de cuerpos, rostros, pies y manos con carteles y banderas y remeras partió por la avenida Osvaldo Cruz desde la Parroquia de la Virgen de Caacupé -o de la Caacupé a secas, como le dicen en la villa 21-, y un mar de aplausos la abraza cuando llega al cruce de las avenidas Vélez Sarsfield e Iriarte. Aquí hay otra columna de gente, también con carteles, también con banderas, una misma cara y una misma frase: «Justicia por Cristian Toledo. Basta de gatillo fácil». Los aplausos también llegan de autos que pasan, de las puertas de las casas abiertas, del kiosco de la esquina, de la despensa, de la panadería, de un barrio entero, mientras un carro de tres ruedas con parlantes cuenta el reclamo de esta marcha, que se repetirá a lo largo de 25 cuadras hasta la puerta del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires.
–Basta de gatillo fácil. En este caso el bombero Adrián Gustavo Otero, que se crea dueño de la vida de otro y se la robe un sábado a la mañana. Que se sienta impune y dispare más de 20 tiros por una discusión de tránsito. “Para qué querés una ambulancia si tu amigo ya está muerto”, le contestó el policía a los amigos cuando desde el piso y esposados le pedían por favor que lo llevara a un hospital.
Por los parlantes también se escuchan los hechos:
- Cristian Ramón Toledo Medina, el Paragüita, tenía 24 años.
- Trabajaba en la ferretería que está enfrente a la Parroquia Caacupé.
- Salió a bailar con dos amigos la madrugada del 15 de julio.
- Viajaban en un Alfa Romeo, “viejísimo”, según describe su compañero ferretero Roque Paniagua, 42 años, en medio de la movilización. Con Cristian se pusieron la ferretería hace tres años: “Se ocupaba de todo. Tenía plena confianza”.
- Algunos medios que siguieron el parte policial informaron que era un delincuente, que había discutido con el bombero de la Policía de la Ciudad Adrían Otero, de 45 años, que manejaba un Renault Logan gris. Lo cierto es lo que explica esta marcha: Otero los persiguió a tiros por cinco cuadras hasta que los hizo chocar en la esquina de Vélez Sarsfield y Santo Domingo.
- Uno de esos tiros mató al Paragüita.
- Oficiales de la comisaría 30° encarcelaron a Otero y a los amigos. Luego, el juez Pablo Ormaechea, del Juzgado de Instrucción N°11, ordenó la excarcelación de los jóvenes e imputó por “homicidio” al oficial, que sigue preso.
“El Paragüita era como mi hermano”, dice Fernando, amigo de Cristian, que camina con una de las remeras que vecinos reparten junto a pines con su cara y la misma leyenda de justicia. “Me enteré por teléfono. Me dijeron que había tenido una discusión con un chabón, que los corrió y los mató. Sólo había ido a bailar, ¿entendés? Es algo que no se cree. Él nunca le faltó el respeto a nadie. A nadie. Pero todos te discriminan porque vivís en una villa. O por la vestimenta. Roban adelante de los policías y no pasa nada. Ahora: si te ponés un conjunto deportivo, te paran. Acá es así”.
La voz de las velas
La marcha es en silencio. No hay cantos. Sólo el parlante que a lo largo de diferentes cuadras y diferentes vecinos repite la historia del Paragüita, para que la escuchen todos y todas, mientras pasa canciones de ballenato porque era «la música que escuchaba». Hay muchas remeras, muchos pines, muchos carteles que piden justicia. Algunas personas llevan antorchas. Otras llevan velas protegidas por el cuello de una botella de plástico que sostienen gracias palos de escoba.
La movilización ocupa más de una cuadra. Hay cientos de personas y una de ellas es Romina, vecina de la 21: “Hay mucha violencia policial. Y se agravó más ahora. Ya porque ellos ven a los chicos que les parecen negritos, con gorrita o vestidos de tal forma piensan que son chorros. Y no es así: hay muchos laburantes, pero los detienen por portación de cara. Ok, de última pedile el DNI, pero no la violencia: son muy violentos y asustan a los chicos. Los asustan, y muchos son chicos chiquitos: ¿cómo entonces no van a salir corriendo cuando ven un policía que los quiere parar?”.
Otro de ellos es Manuel, también del barrio. “Es zarpado: nos tenemos hasta que cuidar de salir a divertirnos en auto. Yo ya lo dejé de hacer: hace un tiempo salimos con unos amigos a jugar al pool en San Telmo, y no habíamos terminado de bajarnos que ya teníamos siete monos arriba nuestro. Nos hicieron tirar al piso. Todo un espectáculo al pedo: íbamos a jugar al pool nomás. Cuando salimos, pasó lo mismo”.
El Padre Toto es una de las personas que encabeza la columna. Antes de salir del barrio dio una misa especial en la Caacupé en la que recordó a Cristian, que había sido bautizado en la parroquia. Ahora habla en medio de la calle. “Vino mucha gente del barrio porque hay una conmoción. El Paragüita era un buen pibe, pero también hay una sensación de desconfianza en la justicia por otros casos en los que, se sabe, los más humildes no tienen quién los respalde y tienen miedo de quedar fuera de la justicia. Es sentar un aviso de que no tiene que haber impunidad. Estamos mostrando que miramos a largo plazo para que esto se resuelva y no se repita a futuro. Hubo otros casos de represión, de abusos de autoridad, de pegarle a pibes sin sentido y hasta casos de tortura que nos llegan, chicos que les pegan hasta que los liberan. Por eso esta marcha: hay en el barrio una inseguridad para con las fuerzas de seguridad”.
La locura es sistémica
Anochece. La marcha enfila por la avenida Regimiento de Patricios para llegar al 1100 donde está ubicado el Ministerio de Justicia y Seguridad. Faltan dos cuadras para llegar y se divisa que hay otras personas que ya están cortando la calle. Hay carteles: «Queremos la libertad de Nicolás Arriola». Un joven explica: “Lo acusan de un robo que no cometió. Y es mentira, lo conozco desde que somos así de chiquitos. Él es del barrio, de acá de la Boca, y nada más estaba caminando por la calle”.
Las marchas se unen y se abrazan. El reclamo es el mismo. Caminan juntas hasta la reja del Ministerio y un funcionario les dice que van a atender a todos. Familiares y amigos del Paragüita ingresan junto al Padre Toto. “Les requerimos el apoyo a la madre y asistencia”, dice Roque Paniagua al salir. “También que los amigos que viajaban con él tengan la tranquilidad de que no van a sufrir ninguna represalia. Nos escucharon. Había gente de todos los sectores, de prensa, de judicial. Le preguntamos por qué habían dicho que los pibes eran ladrones y dijeron que la información no había salido de ellos. El jefe de bomberos nos dijo que Otero tenía un buen legajo, pero que iba a ser juzgado como cualquiera: todos coincidían en que lo que había hecho era una locura”.
Luego, el Padre Toto llamó a una misa y conferencia de prensa para el martes 1 de agosto en la puerta del Juzgado de Instrucción N°11, que lleva la causa.
El Estado cartera
Roque cuenta que hace dos meses Cristian y sus amigos le pidieron si los podía llevar a bailar. “Los llevé a todos. Ni llegamos a bajar del vehículo que nos encerraron cinco policías en Constitución. Siempre lo primero que se ejerce de parte de ellos es la violencia. No se identificaron: los pibes no sabían qué hacer, y casi se agarran a piñas porque no sabían quiénes eran. No estaban de uniforme, estaban de civil. No sabíamos si nos iban a robar o qué, porque a los pibes les pasa lo mismo que a la gente afuera del barrio. Sienten la misma inseguridad. Después los policías nos pedían tranquilidad y nos decían que habíamos reaccionado mal, cuando ellos ni se habían identificado”.
–¿Cómo se puede entender lo que pasó con Cristian en contexto?
-La gente en un barrio como este necesita seguridad, pero que sea coherente y no caiga sobre gente inocente. Por una cuestión de aspecto o una forma de vestirte la gente sufre un maltrato indiscriminado. Acá hay chicos que buscan formas de salir del barrio, de trabajar, de hacer cosas. Por ahí falta una motivación, no sé si de parte del Estado, para incentivarlos. Es un barrio como cualquiera: hay muchos chicos respetuosos, como Cristian, algunos que capaz no les gustó el estudio y buscan algo para hacer. Ahí es donde tiene que estar la presencia del Estado.
-Pero cuando el Estado aparece, la respuesta es represiva.
-Es lo que generalmente pasa en la sociedad. Morochito, un corte de pelo particular, por ahí hasta una forma de caminar: listo, es chorro. Y lo vivimos, porque está estigmatizado. No sé quién lo impuso, pero si yo voy caminando por la calle la señora cubre su cartera automáticamente. Y por ahí siento esa incomodidad. Loco, soy un laburante y laburé toda mi vida. Sentís algo por dentro que te da ganas de agarrar a la señora y explicarle que no se cubra. Está estigmatizado en toda la sociedad. Es racismo. Ok, queremos seguridad para la gente de afuera y de adentro del barrio. A mucha gente de adentro también le roban, con todo su trabajo, su jornal, su paga semanal. No estamos en contra de la policía, el tema es que vean a quién le dan el arma.
La entrevista termina pero Roque pide que prenda el grabador otra vez.
Pide que quede registro de lo que quiere decir.
Y dice: “Lo que a mí me causa incomodidad es cómo algunos medios que tendrían que estar acá no están. Me parece que hay un silencio, como que esto tiene que quedar acá, encerrado en el barrio, y eso te da bronca. Como que quedemos aislados y que esto no repercuta en ningún lugar. Ahí te das cuenta cómo nos sentimos de marginados: sos de un lugar que no importa ni interesa. Nos cansamos de llamar medios y ninguno vino. Salvo ustedes, las radios comunitarias. A todos los demás no les interesa. Acá hay un pibe simple, y se nota que eso tiene poca importancia”.
Roque habla del asesinato de su amigo que los medios quisieron hacer pasar por delincuente para justificar un asesinato policial, en medio de la marcha que exige basta de gatillo fácil y cierra así una semana atravesada por la operación mediática del programa de Jorge Lanata con un niño de 11 años con problemas de adicción, que denunció el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de Lanús.
Por eso Roque pide que quede registro.
No sólo la marcha exigió justicia.
Exigió, también, la dignidad del periodismo.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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