Nota
Hoy no fue lunes
A las 9 de la mañana en el microcentro porteño no vuela una mosca. A pocas cuadras de distancia dos conferencias sincronizadas determinarán los próximos movimientos callejeros. Pero el arbolito Gustavo ya vaticina los resultados: “El dólar se va a quedar por 60 y no van a anunciar ninguna medida a favor de la gente”.
Gustavo lo vende, precisamente, a 60. Y eso que el dólar amaneció en algunas casas de cambio hasta 4 puntos por encima de lo que se durmió el viernes. En el medio, pasó de todo: se fue Dujovne, entró Lacunza, los bonos argentinos bajaron en Wall Street y el riesgo país subió. El furcio de Macri en la asunción de Lacunza tiene entonces bastante sentido: en Argentina el dólar tuvo un lunes de descanso, pero el cambio de Ministro no fue tan bien recibido por los lobos de Wallstreet. Por Gustavo tampoco: “Es más de lo mismo”, dice el arbolito que, como nadie le cambia plata, se presta a charlar.
Gustavo cuenta que vende dólares desde hace 20 años en esa misma esquina, aunque la transacción la concreta en un kiosko de diarios de en frente. Según esa trayectoria dibuja una radiografía: “La gente es de manual: cuando sube el dólar, viene y compra de a montones. Si no, son los turistas o los mismos clientes de siempre”. El lunes pasado fue un día pico. Luego, después del miércoles la cosa se aplacó. Gustavo no cree que esta semana haya mucho movimiento aunque, a las 9:30, no tiene prácticamente competencia: “Están todos esperando a ver qué dicen ahí”, dice señalando a la Casa Rosada. “O en realidad, qué dicen en Gringolandia”, corrige y se ríe.
¿Qué piensa de la conferencia? Gustavo se muerde los labios y dice que no importa. ¿Qué importa? “Si la gente tiene o no el mango en el bolsillo”. ¿Y la especulación? “Yo también soy la gente”, suelta mientras se golpea los bolsillos todavía vacíos.
Son las 10 de la mañana y la pizarra luminosa de la casa de cambio París marca la venta del dólar a 58 pesos y la compra, a 54. A media cuadra hacia el río, otra pizarra lo vende a 59.90 y, media cuadra hacia el otro, lado baja a 57.50. Un empleado de la casa de cambio sale a fumar y explica con pericia la diferencia de tipos de cambio: “Es que eso depende de lo que necesite cada casa. ¿Cómo? Claro, si tiene muchos dólares y necesita vender o si prefiere bajar el precio de venta para que la gente venga a cambiar”. El hombre deja en claro que, anuncien lo que anuncien los ministros, no hay un solo dólar: “Es gente haciendo negocios”.
Esta sobrepoblación de casas de cambio entre Reconquista y Sarmiento tiene una explicación no metafórica: a media cuadra está el Banco Central. Sí, allí donde hoy, después de Lacunza, habló Sandleris.
A metros de las cámaras que apuntan hacia el edificio, una pizarra interviene la vereda. Es imposible pasar y no leerla. Dice: “Adivina, adivinador. ¿A qué precio estará el dólar hoy?”.
El hombre que la escribió también fuma en la puerta. Es mayor y canoso, vendedor de quiniela en un local que también es kiosko. Y cuenta que siempre escribe con tiza alguna frase para interpelar a los transeúntes. La de ayer -“Bebidas más frías que tu ex”- dice que tuvo mucho éxito: la medida es la cantidad de selfies que la gente se saca. Pero la de hoy le va ganando por goleada: “Es que la gente se divierte con esto porque la está pasando mal. Nadie tiene un mango”, resume mientras señala con la cabeza su local vacío. “En mi caso los proveedores no me entregan mercadería porque no hay precios de referencia”, revela.
El quinielero, al igual que el arbolito y el empleado de la casa de cambio, cree que el dólar se va a mantener. “Porque sino se va todo al demonio”, interpreta llanamente, aunque su lectura política escala un poco más allá: “Tanto la oposición como el gobierno están de acuerdo con este tipo de cambio. Listo: no va a subir hoy”. A metros de la quiniela, Sandleris intenta con otras palabras más técnicas decir lo mismo.
Pero no lo logra: terminada su conferencia, el dólar sube levemente de 57 a 58. Son las 10:30 de la mañana.
¿Qué dijeron los funcionarios?
- Que los mercados miran el futuro.
- Que los mercados no son indiferentes al proceso electoral.
- Que los dichos de la oposición favorecen la volatilidad del dólar.
- Que hablarán con los referentes económicos de los distintos espacios políticos.
- Que intervendrán para que se mantenga el tipo de cambio actual.
- Que no hay un techo formal a las tasas de interés.
- Que aplicarán la misma política monetaria vigente desde octubre con “reajustes” por las “turbulencias”.
- Que a este precio el tipo de cambio es competitivo.
- Que el Banco Central tiene todas las variables para moderar el tipo de cambio.
- Que aumentará la inflación en agosto y en septiembre.
La performance de Lacunza y Sandleris buscó repuntar no sólo la paliza electoral sino la mala bienvenida para Lacunza del lunes feriado en el que los bonos argentinos cayeron y el riesgo país subió. Las conferencias sincronizadas fueron parte de una puesta en escena “para calmar a los mercados” y el guión fue el mismo: la actual situación es una mezcla de herencia, mala suerte (sic) y errores propios, según sintetizó el flamante ministro, sumada a la incertidumbre que provocan las elecciones y los dichos de la oposición.
En la calle, nadie parece comprar ya ese discurso.
Jorge atiende una zapatería en la calle Reconquista y siguió las conferencias por celular. Rescata una diferencia en el discurso: “Esta vez dijeron que van a intervenir. Sandleris reconoció que el Banco Central tiene todos los instrumentos. ¿Por qué no lo hizo antes?”
Jorge vende zapatos caros pero no acepta dólares: directamente los manda a la casa de cambio de la esquina. Antes de irse para adentro del local por un llamado telefónico, grita: “Esto es una bomba de tiempo que todavía no estalló”.
Sobre Perú a la altura de Corrientes brotan, ahora sí, muchos arbolitos. Uno de ellos es venezolano y, por eso, se presenta como “experto en inflación”. También ante la falta de clientes –y a la repentina competencia- se queda charlando: “Si fuera tú, hermano, compraría dólares. ¡Pero claro! ¿Cuándo viste tú que el dólar se devaluó?”. El hombre parece un vendedor efectivo pero confiesa no lograr entender los hilos que mueven a su marioneta: “El sistema financiero es muy difícil de comprender, hermano”.
Para el venezolano, pasara lo que pasara en las elecciones, el dólar iba a subir: en ese punto no está de acuerdo con Sandleris. Y aunque parezca que no entiende, le sugiere al ministro: “Oye, lo que tienes que mirar es el precio de la nafta, no del dólar”. El venezolano augura un nuevo aumento en ese rubro.
De repente aparece un comprador.
Un aluvión de fotógrafos saca fotos a las pizarras luminosas post conferencias.
El Banco Piano tiene la tele de tipos de cambio directamente apagada.
En otra casa de cambio tienen dos referencias distintas y avisan: “Eso es una referencia, hay que preguntar adentro”.
Un periodista de tevé entra y compra.
Un cadete pasa y se saca una selfie en el Banco Central.
Los comercios de las peatonales tienen descuentos 3×1, 50% off, aunque en la casa de deportes Dexter revelan que el martes de la semana pasada remarcaron en un 30% y el miércoles, un 15%.
En una televisión anuncian que Macri se reúne con la mesa de enlace.
Alguien dice que la estrategia es estirar todo el día en anuncios que no anuncian y reuniones que no resuelven.
Que no pase nada.
Mientras, la calle habla.
O canta.
“Cambio, cambio”.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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