Nota
La banalidad del mal
Un conductor alcoholizado atropelló a Gladys Romano y a Néstor Saracho, tras una de las Caminatas Lunares que organiza la Asamblea No a la entrega de la costa Quilmes Avellaneda. Gladys murió. Néstor está en terapia intensiva. La apuesta por la vida, arrasada por los zombies del sábado por la noche.
Gladys, Néstor, Tobías y Elba no podían saber que la muerte venía de frente.
El Honda Civic patente ROX 499 iba hacia ellos por la mano contraria de la calle Espora, hacia la costa del Río de la Plata en Bernal.
No se sabe la velocidad exacta. Pero fue la velocidad suficiente.
Elba caminaba con su amiga Gladys a su izquierda, el sábado 3 de marzo, a las 21.30. Conversaban sobre lo que habían recorrido y visto: una Caminata Lunar, de las que organiza todos los meses desde 2012 la Asamblea No a la entrega de la Costa Quilmes-Avellaneda.
Conocieron la selva marginal que nació junto al Rio de la Plata gracias a que los funcionarios y corporaciones olvidaron el lugar. Conocieron el humedal de la zona. Nieves Baldaccini, una de las inspiradoras de la Asamblea, les describió cómo la vida intenta ganarle a la muerte y a la contaminación.
Y vieron la luna llena, cara a cara y hasta por telescopio. Luego, Elba y Gladys volvían por Espora desde el río hacia el cruce de la autopista. La calle no tiene veredas ni senderos.
Detrás venían el hijo de Elba, Néstor Saracho, 36, junto al pequeño Tobías Saracho, 9 años. Néstor es otro de los motores de esa Asamblea. Y el telescopio es un aporte de Tobías para acompañar esas caminatas y mirarle los secretos a la luna.
De pronto algo ocurrió y Elba notó que Gladys ya no estaba a su lado.
Se dio vuelta, y Tobías también estaba solo. Gladys y Néstor habían desaparecido en un segundo.
La abuela tomó al nieto de la mano. Corrieron hacia atrás iluminándose con la linterna del teléfono. Las luces de la calle Espora estaban unánimente apagadas.
En ese universo oscuro, encontraron los cuerpos. Después Tobías dijo: “Un viento se llevó a papá”.
No había sido un viento. A las 21.35 el Honda Civic patente ROX 499 se cruzó descontrolada y criminalmente hacia la izquierda de la calle, y se llevó puestos –literalmente- a Gladys Romano y a Néstor Saracho, que quedaron desparramados sobre el asfalto unos 200 metros más allá, calcula Elba.
El conductor llevaba una remera amarilla. Dejó el auto y huyó, internándose en la zona del humedal. El parabrisas estaba roto. Su acompañante estaba dentro, paralizado, diciendo “no hice nada”.
El conductor fue finalmente apresado dos horas después, cuando quiso volver a buscar el auto. No se dio a conocer aún su nombre. Trascendió que su índice de alcoholemia era 1,8 (el máximo permitido es 0,5).
No tenía registro, el auto no era suyo. Por lo que se supo hasta ahora, tampoco está asegurado.
Gladys, que este 31 de marzo cumpliría 59 años, murió antes de llegar al hospital.
Néstor, cineasta, periodista, editor, fotógrafo, fundador de cooperativas, asambleísta (y todo lo demás) está desde entonces en coma inducido en el Hospital Isidoro Iriarte de Quilmes.
No fue un viento lo que atropelló a Gladys y a Néstor, sino los estilos de vida que sólo parecen poder propagar falsa distracción, verdadera ebriedad, falsa felicidad y verdadera muerte, mientras algunas personas como Gladys y Néstor intentan otra cosa: que el mundo sea un lugar menos oscuro.
Personas delicadas
En la sala de espera de terapia intensiva del Hospital Iriarte, esperando que le informen sobre su hijo, Elba cuenta: “Gladys era una amiga y compañera. Ella es auxiliar en una escuela técnica de Avellaneda y todos los compañeros la habíamos designado para ser candidata a Secretaria general de la junta interna de educación de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) por la lista Verde Anusate. Tiene dos hijos”. Elba no puede dejar de mencionar a Gladys en presente.
“Yo invité a Gladys a la caminata. Me había contado que en enero estuvo en Las Toninas viendo la Luna Roja. Le dije que la Asamblea organiza dos caminatas por mes, una de día, y otra cuando hay Luna llena. Quiso venir. La pasé a buscar con mi nieto Tobías y el marido nos acercó en el auto. Después hicimos la caminata juntas”.
Elba recuerda que, al regresar por Espora, no vieron venir el Honda negro.
Esteban, integrante de la Asamblea, relata: “Otros dos compañeros y yo íbamos 50 metros delante de ellos. Y el resto del grupo se había quedado
cerca del río charlando. Sobre Espora, sólo había luz en un puesto de seguridad de AYSA. El Honda venia de frente, pasó al lado nuestro, y a los pocos segundos escuchamos los gritos a nuestras espaldas. El choque fue a las 21.35, al minuto de lo ocurrido uno de mis amigos llamó al 911. Pudimos distinguir al conductor que tenía una remera amarilla y salió corriendo semiherido hacia una calle que da al campo”.
“Yo corrí hasta la garita de seguridad de AYSA y les rogué que llamasen a una ambulancia. La policía llegó a los 20 minutos y la ambulancia recién a la media hora. Durante ese lapso nos quedamos con Elba junto a Néstor y Gladys que estaban muy malheridos”.
Elba: “Habían caído los dos juntos. Néstor estaba muy golpeado pero hizo un gesto, como que no quería que Tobías esté ahí”.
Tobías no sólo no pensaba irse sino que le decía a Néstor: “Calmate papá, calmate”. Elba: “Yo les tenía una mano a Néstor y a Gladys. Pero ella estaba bañada en sangre y no se movía”.
Cuando hay silencio en la sala de espera, cuando hay tiempo de pensar o de recordar, Elba llora.
Esteban agrega que la policía en ningún momento insinuó salir a buscar al conductor del Honda, que se había escondido en la zona del humedal.
“El conductor volvió al lugar solo, a las 23:30. Mi amigo lo reconoció por la remera. Recién en ese momento la policía lo aprende, cuando se dan cuenta de que lo tienen ahì adelante. Lo llevan a la Comisaría 8° de Bernal. Allí nos tomaron declaración a nosotros tres, a la mamá de Néstor y también al acompañante del vehículo. Supimos que el conductor tenía 1,8 de alcohol en sangre, no tenía registro y tampoco era su vehículo. Yo pensaba: ‘además el tipo los atropelló y salió corriendo a esconderse’”. Edad del conductor, unos 37 años. El otro (también alcoholizado), arriba de 50.
En la pared de la sala de espera del hospital Isidoro Iriarte hay varias hojas A4 con la siguiente consigna: “Mantenga Limpio. Hay personas delicadas del otro lado”.
Crónicas emergentes
Néstor Saracho es una persona delicada. No en el sentido de la debilidad o la amenaza que hoy está afrontando, sino en el de la sensibilidad. “Siempre está armando cosas, apostando por la vida” dice Elena.
Ha formado parte del Movimiento de Fábricas Recuperadas, sabe lo que es enfrentar incluso físicamente a gendarmes y policías con sus compañeros de
cooperativas obreras que al final lograron ganar sus batallas legales y laborales.
Luego la pasión lo ha acercado a la comunicación audiovisual y a la idea de la autogestión.
Para bancar el tema ha sido capaz de trabajar de todo, incluso como personal de maestranza y limpieza en escuelas: cuando lo hizo, logró que una de esas escuelas se sumase a campañas como Ningún pibe nace para chorro.
Desde la casi nada y con muy pocos recursos materiales, pero enormes recursos personales, filma cortos como Los proyectores también sienten y Crónicas emergentes, que enlazan crónica y poesía: Saracho agarra una cámara y es capaz de hacer ambas cosas a la vez. Fue premiado en Chile, en el Festival Internacional de Documentales organizado en Santiago.
Una frase de Los proyectores, que el propio Néstor pronuncia en off: “Sin poder fluir libremente, hay un embotellamiento de sentimientos. Expresar los afectos está penado con terminar los días en una cárcel de máxima insensibilidad”.
Luego Néstor decidió que más que buscar trabajo, había que crearlo. Es uno de los fundadores e inspiradores de la excelente editorial Muchas Nueces, de libros para chicos, organizada como cooperativa de trabajo. Es también impulsor de la cooperativa Níspero Audiovisual.
Es además un promotor de todo el trabajo de la Asamblea de vecinos No a la entrega de la Costa Quilmes-Avellaneda, desde que entendió que los problemas sociales, ambientales y personales pueden tener la misma genética.
Con la Asamblea han logrado defender durante los últimos años esa zona de humedales y selva detrás del relleno sanitario del CEAMSE. Y siguen frenando proyectos inmobiliarios apoyados sin grietas por todos los gobiernos nacionales, provinciales y municipales de antes y de ahora, en beneficio de la multinacional Techint pero –detalle- sin el apoyo de la sociedad.
Las caminatas y las jornadas de trabajo en la selva marginal son un modo de que los vecinos conozcan el lugar del que quedaron aislados desde la época de la última dictadura. En la Asamblea dicen que allí está la mejor fuerza. “Cuando todos saben, el poder está en todos”.
Saracho, entre sus múltiples oficios, creaciones y actividades, hace 9 años se agenció el de ser padre. Anda orgulloso de Tobías, que lo dibuja a su papá con una cámara, saliendo a enseñarnos nuevas formas de mirar el mundo.
Otra hoja A4 en la puerta de la sala de terapia intensiva del Iriarte explica que los lunes, miércoles y viernes de 8 a 10 se puede ir a donar sangre.
Del otro lado hay alguien que hace lo de siempre: pelea por la vida.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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