Nota
La Nirva resiste: el virus, la estafa y los alfajores
Son 64 familias de la popular fábrica de alfajores como Grandote y La Recoleta que hace dos semanas iniciaron un acampe en plena cuarentena tras siete meses de salarios impagos. El 80 por ciento son mujeres. Qué significa la medida en tiempos de aislamiento social: “Si nos quedamos en casa nadie escucha que pasamos hambre”. De la estafa patronal a las amenazas de la Bonaerense, la necesidad de resistir como medida preventiva y obligatoria para recuperar el trabajo.
Gladis González recuerda los días en los que llegaba feliz a trabajar como encargada de La Nirva. Pasó 28 de sus 46 años en la popular fábrica de alfajores ubicada en La Matanza, ingresando a las 5 de la mañana, trabajando 12 horas a la espera de su relevo y cobrando al día. “Viví acá adentro más que en mi casa”, dice ahora, en la esquina de la empresa, sobre la calle Dorrego al 800 en la localidad de Lomas del Mirador, frente a una mesita en la que vende tortillas ($30), budines ($30) y pan casero ($50), “para hacer algo de plata y repartir entre los compañeros”, en la segunda semana que lleva de acampe junto a otras 64 familias tras siete meses de salarios impagos.
Acampe y salarios impagos deben leerse en contexto de Covid 19, aislamiento social y consejos de quedarse en casa para evitar contagios, pero en la puerta de la empresa hay cuatro carteles que definen la precaución social y sanitaria de estas familias:
· «Nuestro virus tiene nombre: Matías Paradiso y Marcelo Iribarren (los dueños)».
· «Nos dieron cheques sin fondo en diciembre. Nos estafaron».
· «Si nos quedamos en casa nadie escucha que pasamos hambre. Queremos recuperar nuestro trabajo y vivir dignamente. Basta de mentiras».
· «Queremos cobrar».
Detrás de su barbijo, Gladis pregunta: “¿Cómo se aguanta?”.

Dobles y triples estafas
La popular fábrica La Nirva es la encargada de hacer los alfajores Grandote y La Recoleta, entre otros productos como cubanitos y copitos de chocolate y dulce de leche. El 80 por ciento de su personal son mujeres. “Mi pareja trabajó 31 años acá: lo echaron el año pasado pagándole una sola cuota de 51 mil pesos como indemnización”, cuenta María de los Ángeles Santillán, 46 años, 23 en la empresa. “No tiene nada fijo. Y la plata no alcanza, las boletas aumentan. Mamás enfermas que tenemos que dejar para venir acá. Se complica todo: no tenemos ni para cargar la SUBE, por eso estamos vendiendo torta fritas. Y todo en este contexto: si vamos 58 días de cuarentena y la gente ya no agunta, ¿cómo hacemos con todo lo que venimos arrastrando nosotros?”.
El delegado Marcelo Cáceres -34 años, 12 en la fábrica- explica que el arrastre comienza en 2018, cuando la firma cambió de dueños. “Se vendió al grupo Blend. Durante dos meses seguimos con el ritmo de trabajo que teníamos. Al tercer mes, el salario empezó a retrasarse. De a poco, se fueron cerrando líneas. Al tiempo, nos cortaron todos los servicios: agua, gas y luz. Nos quedamos literalmente a oscuras”.
Empezaron los despidos a personal administrativo: de más de 120 trabajadorxs quedó en la actual planta de 65 personas. Santillán: “Había miedo a hablar porque si alguien decía algo o criticaba, al día siguiente era despedido”.
Cáceres aclara que no era un tema de producción. “Por quincena, y laburando una sola línea, hacíamos 1 millón 200 mil alfajores. En el 2001, año de la peor crisis, ni se sintió: hasta horas extras se hacíam. Fue un mal manejo. No sabemos lo que es cobrar un sueldo completo. Eran puchitos: de 2000, 3000 pesos. Para que te des una idea, de octubre a hoy, solo en salarios la deuda con nosotros es de 18 millones de pesos”.
Jésica (27 años, 4 en envasado), Patricia (50, 21 como operaria) y Paula (30, 4 en línea de blanco) cuentan que un día les hicieron ir a las 10 de la mañana con la promesa de pagar. Les recibieron recién a las nueve de la noche: “Nos dio a cada una 1900 pesos”.
Hay más: “En diciembre nos dieron cheques a 60 y 90 días. Nos dijo que vayamos a cobrarlo a una financiera, que nos iban a sacar un porcentaje, pero que lo íbamos a poder cobrar. No tenían fondos: nadie vio un peso. Y menos mal, porque si la financiera los agarraba, y descubría que no tenía fondos, íbamos a tener serios problemas”.
El delegado Cáceres -como otros compañeros y compañeras- tuvo que vender su auto para poder pagar deudas. “Son sacrificios de muchos años para poder tener algo que se te va en un segundo”. El 24 de diciembre llamaron al dueño para que les diera algo de efectivo para pasar las fiestas: “Nos dieron 3000 pesos”.
El 2020 arrancó con más promesas. “El primer día de febrero nos prometieron 40 mil pesos para arrancar y que, mientras producíamos, iban a abonar la totalidad de la deuda. Trabajamos una semana: nos dieron 20 mil. Hay buena predisposición, pensamos. Trabajamos otra semana más, pero ahí ya dijeron que no había efectivo. Como veníamos de dos años de mentiras, decidimos dejar de trabajar hasta que nos pagaran”.
Así llegó marzo, la pandemia agudizó todas las crisis y se sumó una curiosidad perversa: “No cobramos aportes, obra social, aguinaldo pero ellos en la ANSES figuran al día y nosotros con sueldos de 70.000 y 80.000 pesos. ¿Cómo puede ser?”.
La situación era desesperante. A todo el combo, se sumó que un vecino les avisó que un camión había ingresado de madrugada a la fábrica a llevarse cosas.
No dudaron: estaba en juego la fábrica y sus fuentes de trabajo.
Y votaron la instalación de la carpa.

Sobre hambre y amenazas
Lxs trabajadorxs se turnan y se cuidan para que haya un buen acompañamiento durante los días y las noches. El último lunes cumplieron una semana del acampe con una visita preocupante: “Cayeron varios móviles de la Bonaerense siendo que hacía siete días que ya estábamos. Pusieron de excusa la pandemia: se acordaron tarde. Salían policías de todos lados. Nos llevaron corriendo hasta la ruta, tirándonos encima el patrullero. Dijeron que si no nos dejábamos de joder iba a haber dos tiros para cada uno”.
La intimidación no surtió efecto. Están recibiendo el apoyo del barrio, las familias, de organizaciones como el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) y de movimientos sociales como Barrios de Pie, que instaló una olla popular al lado de la fábrica. Cáceres: “No es una olla de medio de protesta, sino para comer: estamos llenando la panza con esa olla. Comemos acá al mediodía y llevamos el tupper a casa”.
La solidaridad de esas organizaciones contrasta con la postura del Sindicato de Pasteleros. Karina Aquino -43 años, 23 en la empresa- cuenta: “El sindicato desapareció. No fueron capaz de traernos ni una carpa para la noche, ahora que arrancó el frío: la tuvo que poner una compañera. Pero bien que siempre nos descontaron del sueldo: ni aparecieron para apoyar. Dijeron que no podían venir por la cuarentena, mientras nosotros tenemos que arriesgarnos a estar acá. Soy madre soltera, con tres hijos: 11, 9 y 6 años. La vida nos cambió un cien por cien. Hoy por hoy no tengo nada. Ni siquiera para decir que la zafo. A mis hijos trato de no comentarles, porque si me ven mal a mí, se ponen mal ellos. Les digo que vengo a trabajar, como siempre”.
Laura Díaz -50 años, 15 años como operaria- subraya que saben que están tomando un riesgo, pero no pueden quedarse en sus casas: “No tenemos nada. Lo único que nos tiraron fueron 4000 pesos, pero ¿qué hacés con eso? Cuando veíamos lo que les pasaba a otras fábricas, decíamos que ojalá nunca nos tocara a nosotros. Bueno, nos tocó”.
Lxs trabajadorxs decidirán en los próximos días qué caminos toman respecto al reclamo. Por el momento, insisten en el acampe para visibilizar la urgente situación que están atravesando. Sergio Naranjo, subdelegado: “Tenemos que tomar todas las precauciones, pero no nos queda otra. Es esto o quedarnos sin nada, sentados en casa”.
Cáceres: “Los pañales para mi nena de dos años los compran mis dos padres jubilados. A veces mandamos a los chicos a que coman en la casa de ellos, y nos daba vergüenza: les poníamos de excusa que nos dolía la panza, pero era para que coman ellos mientras en casa nos arreglábamos con un saquito de matecocido. Tomamos esta medida por esa desesperación. En mi casa no había un paquete de arroz en la alacena. ¿Cómo hacés?”.
En toda su crudeza, la pregunta de cada trabajador y trabajadora de La Nirva pone en escena otra forma social, preventiva y obligatoria para cuidar la salud de 64 familias.
Continuará.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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