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Marcela, de Caleta Olivia: presa, pero en casa

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Una de las seis personas detenidas en Caleta Ollivia por reclamar trabajo, Marcela Constancio, pasó al estado de prisión domiciliaria por decisión del juez, para cuidar de sus seis hijos, uno discapacitado. La alegría de estar con los suyos, los cuadernos de sus hijos, la sensación de culpa con relación a sus compañeras presas, la cuestión de los yuyos y una duda: ¿se puede salir al patio?

El viernes 17 de diciembre a la tarde Marcela Constancio escuchó de boca del juez Marcelo Bailaque una noticia que no esperaban ni siquiera sus abogados: el mismo magistrado que la mantuvo detenida -junto a Elsa Orosco y Selva Sánchez- en la Comisaría 4º desde septiembre, le concedía la prisión domiciliaria para cuidar de sus seis hijos, uno de ellos discapacitado. Marcela es una de las personas que quedan detenidas por reclamar trabajo en Caleta Olivia, Santa Cruz.

La resolución del magistrado alegró a los otros cinco detenidos, pero despertó en cada uno de ellos expectativas diferentes. Para Hugo Iglesias es una esperanza, mientras que Elsa, recuerda que el mismo juez le negó la misma posibilidad a Selva: «Sin ningún criterio, como es todo esto», dice desde la comisaría.

«Para mí esta medida deja la puerta abierta para la liberación de los otros cinco compañeros «, opina ahora Marcela, telefónicamente, desde su casa. Atrás se escuchan las voces de sus chicos.

– ¿Cuándo recibiste la noticia?

-Con Selva habíamos hecho un pedido personal de prisión domiciliaria. A mí el juez me había dicho que iba a mandar un gabinete social y un médico para constatar la discapacidad de mi hijo y que luego me confirmaría su decisión. Pero ya no teníamos esperanza. De hecho habíamos leído en los medios que se nos negaba la prisión domiciliaria y como ya otras veces no nos habían notificado y nos enteramos por los medios, pensamos que iba a ser así. Ese viernes, absolutamente nadie sabía que me iban a dar la noticia. De hecho, Amaya, uno de los abogados, ya se había ido cuando en la Brigada me dijeron que tenía que ir al juzgado. Y Heredia, la otra abogada, llamó a preguntar si habíamos ido al juzgado porque había visto una notificación y cuando le avisaron que me habían llevado a mí, dijo que cuando volviera la llamara para contarle qué había pasado. El juez me vio y me dijo que me iban a dar los requisitos para la prisión. A las cuatro y media de la tarde del viernes me llevaron al juzgado, a las siete me avisaron y a las ocho menos cuarto estaba en casa: de sorpresa, porque en mi familia nadie sabía que iba a llegar.

– ¿Y cómo reaccionaron?

-No sabés la alegría, los chicos lloraban de la emoción. Y la casa se llenó de gente, todos los vecinos -como cuando me llevaron- que decían: «Si estábamos en las malas, cómo no vamos a estar ahora». Después llegaron compañeros que habían estado en el piquete y se enteraron que estaba en casa. El viernes estuvimos hasta las dos de la mañana, y el sábado y el domingo. Todavía sigue llegando gente o llamando por teléfono. Yo llegué y al rato la chiquita se quedó dormida y a la mañana siguiente se cruzó a mi cama a fijarse si estaba: «Mami, mami,,,» Quizás pensaría que había sido un sueño.

-¿Retomaste ya cierta cotidianidad?

-Todavía no. Por ahora me tiré en la cama y les conté a los chicos que siempre hablábamos de ellos con Elsa y Selva, miré lo que filmaron en el acto de fin de la escuela -todos lloraban porque el gordito estaba solo-, los chicos me mostraron los cuadernos, lo que se compraron y me dicen «juguemos a esto, juguemos a aquello»… Ahora estamos arreglando el patio porque cuando llegué estaba lleno de yuyos. En agosto, había plantado unos arbolitos. Mientras estaba en la comisaría, uno de mis hijos le dijo al otro: «Pipo, vamos a regar los arbolitos para que cuando mamá venga estén crecidos». «Pero para que crezcan tiene que pasar como veinte años», le contestó el otro. «Ah, entonces, no», dijo.

-¿Qué limitaciones supone la prisión domiciliaria?

-Que no puedo salir de mi casa, salvo alguna urgencia y se lo tengo que notificar al juez. Mis hijos se encargan de controlarme. Me dicen: «No podés salir al patio»… Ahora no se me escapan, ni me piden ir a la plaza, ni nada. Y hoy, por ejemplo, me dieron un poquito de ganas de salir, de llevarlos hasta la plaza.

-¿Por qué el juez aceptó darte el arresto domiciliario?

-Decir que es por la discapacidad de mi gordito, me parece que es una excusa, una salida elegante que encontró. Yo extraño a las chicas, la verdad es que me da un poco de culpa haber salido sin ellas, estuvimos tanto juntas y tan bien, porque cuando una se bajoneaba la otra le daba aliento, por eso llegamos lúcidas y tranquilas hasta acá. De todas formas creo que dejaron la puerta abierta para que, de a poquito, ir largándolos a todos. Porque no nos iban a dejar salir a todos juntos, sino que los van a largar de a poquito. Supongo que el cambio tiene que ver con la presión que hay, con los reclamos desde afuera y con lo que pasó en Las Heras cuando detuvieron a otros desocupados que se manifestaron. Entre ellos a una chica a la que los policías le hicieron perder el embarazo por los golpes… Porque acá, a pesar de todo, la gente no se queda tranquila y protesta.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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