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Miguel Bru: el hilo que no se corta

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Veintitrés años atrás, en la Comisaría 9ª de La Plata, el estudiante de periodismo Miguel Bru fue detenido y torturado. El cuerpo nunca apareció; sin embargo, la justicia, en un fallo inédito, condenó a dos policías. Reproducimos aquí la conversación sobre ese caso increíble con Rosa Bru, la madre de Miguel, hace exactamente 6 años, en otro aniversario de su desaparición.
En agosto de 1993 ya no existía la dictadura, pero La Plata fue el lugar de otra desaparición. Los primeros que salieron a decir que Miguel Bru estaba desaparecido fueron los amigos de la, por entonces, Escuela de Periodismo de La Plata (que ya traía su propio record de casi 40 desaparecidos durante la dictadura). “Para nosotros –recuerda hoy Rosa Bru, la madre de Miguel- la policía no podía tener nada en contra nuestra. Veníamos del campo, donde el juez era el juez, y la autoridad era la autoridad. Yo estaba convencida que nos iban a decir qué pasó. Para colmo el padre de Miguel era policía. Sin embargo, los chicos nos abren los ojos, nos hacen ver el hostigamiento del servicio de calle de la Comisaría 9ª hacia Miguel”.
¿Qué había ocurrido? Le habían hecho un allanamiento ilegal en la casa que compartía con sus amigos, y él lo había denunciado. Tenía un grupo de rock, ensayaban, la vida era algo para disfrutar. “No entiendo porqué fue sólo a hacer la denuncia a la Comisaría por ese allanamiento. Creo que no tenía miedo” explica Rosa-. El último día que Miguel visitó a su madre fue el 16 de agosto, había pasado apenas la medianoche. Ella lo notó un poco preocupado, pero no amenazado porque de lo contrario no hubiera andado por la calle a esa hora. Rosa supo más tarde que Miguel y los amigos ya habían estado pensando en mudarse de la casa porque la policía iba demasiado seguido.
El cuerpo del delito
El primer juez de la causa fue Amilcar Vara, quien luego de dos años fue investigado y destituido de sus funciones por graves irregularidades no sólo con respecto a la situación de Miguel Bru, sino en otros 27 casos. Vara repetía cada tanto: “Si no hay cuerpo no hay delito”. Y eso daba una pista del rumbo que podía tener la investigación en sus manos.
Rosa señala que conoció el lado oscuro de la justicia, “el lado de la corrupción, de la connivencia entre fiscales, jueces y policías”. Al poco tiempo, la causa pasó al magistrado Ricardo Szelagowski. “Teníamos mucha desconfianza porque estábamos apaleados por el otro juzgado, después vimos que Szelagowski iba para el mismo lado que nosotros; por justicia y por el esclarecimiento del caso”.
El dato anónimo
En un momento se recibe un anónimo de una chica que sobrevivía practicando la prostitución. Rosa relata: “Yo la busque mucho tiempo y la encontré. Celia Jiménez, fue la primera persona que me dijo: ‘A Miguel se lo llevaron a la novena y se les fue. Ahora puedo hablar porque a mi hermano ya lo mataron’. Su hermano Horacio Suazo fue testigo directo y vio por la ventanita de la celda cuando sacan a Miguel por el patio de atrás. Él gritó: ‘¿Que le hicieron al pibe?’. Esa pregunta le costó la vida porque se dieron cuenta que había testigos. Más tarde a Suazo lo trasladan, y luego le dan la libertad. A los pocos días, en un supuesto enfrentamiento, lo matan. Celia me contó esto que le dijo su hermano y a pesar de que la quisieron matar más de una vez, se mantuvo en sus dichos.” Los testimonios de los detenidos que estaban la noche del 17 de agosto en la comisaría también fueron decisivos en la resolución del caso. Los abogados defensores de los policías intentaron invalidarlos. Decían que los detenidos ‘mostraban animosidad contra la institución’. La prueba contundente estaba en el libro de guardia: le dieron ingreso a Miguel Bru como detenido y luego borraron el nombre. A partir de corroborar que él había estado detenido en la novena, los dichos de los prisioneros comenzaron a tener relevancia.
Los dos ex policías, Walter Abrigo y Justo López responsables de las torturas y muerte de Bru fueron condenados a prisión perpetua. Al suboficial, Ramón Ceresetto, encargado de adulterar el libro de guardia se le impuso una pena de dos años de prisión. Lo mismo que al comisario, Juan Domingo Ojeda, garante del operativo.
El falló sentó precedente” –indica Rosa- “Fue el primer juicio donde se condenó sin haber cuerpo”. Agrega que “por ahí, no se llegó a una condena a todos porque se hablaba de cinco o seis personas que habían torturado a mi hijo. Pera para mi no era tan importante el número sino saber dónde está Miguel, la lucha empezó por eso y mi vida terminará con esa pregunta”.
Miguel y Rosa
Cuenta Rosa que “él era de traer a todos a la casa, de compartir lo que había en la mesa. Tengo cinco hijos y son todos especiales, pero Miguel era distinto, También lo dijo un vecino cuando la justicia nos vino a hacer el socio ambiental (aunque parezca mentira ellos nos investigaban a nosotros). Miguel veía un chico en la calle y lo llevaba a mi casa. Yo por ese entonces trabajaba en casas de familia y no me daba para decirles a esos chicos ‘Mira te tenés que ir porque voy a salir’. Me costó mucho hacerle entender a Miguel que no era porque no quería ayudar a nadie sino era ese egoísmo de mamá, de protección a mis dos hijas que eran chicas y se quedaban solas cuando yo salía a trabajar. A veces me hacia sentir mal, desubicada, como que no entendía nada. Él siempre creía y, ahora lo veo como una virtud, que estaba en mejor situación que todos. Se llevaba mercaderías que comprábamos al por mayor porque éramos muchos. Le decía: Miguel nosotros también somos pobres, pero él me respondía que un amigo necesitaba y que además estaba solo. Si a él le hubieran dado la oportunidad de vivir hubiera estado haciendo cosas para otros. Aprendí a saber qué es la solidaridad. Porque antes que Miguel desapareciera la solidaridad para mí era un vaso de aceite que le podía dar a la vecina”. Además recuerda que su familia trabajaba para que la casilla de madera se convierta en una casa de material. “Hasta ese momento nosotros buscábamos el bienestar, que los chicos no tengan vergüenza de su casa. Después que pasó lo de Miguel todo eso transitó por otro plano. Creo que fui egoísta. Miguel iba a la marcha de Las Madres de Plaza de Mayo y yo me preguntaba: ¿Qué ganan con dar la vuelta a la plaza? Y hoy si puedo entender las ganas que nacen de dar vuelta a la plaza, y es triste. Es muy triste que nos tengan que pasar estas cosas para abrir la cabeza”.
Juntarse
En el año 2002 se creó la Asociación Miguel Bru con el objetivo de patrocinar casos que tuvieran como victimario a las instituciones del Estado. Hoy lleva adelante ocho causas, y apoya otras tantas de abuso de menores. Rosa cuenta que la entidad apadrinada por León Gieco reparte sus esfuerzos y también se dedica al trabajo social. “En la sede Parque Patricios de la Asociación funcionan varios talleres de oficios, y en La Plata tenemos el comedor Chispita”. Quizás la experiencia más importante en este área fue el trabajo que desarrolló la entidad durante cuatro años en la Isla Maciel. “Empezamos llevando algunas charlas de derechos humanos y las madres nos reclamaban que los adolescentes no tenían nada alli. Entonces, a través del Ministerio de Desarrollo Humano de La Plata se implementaron becas para los jóvenes que concurrían a los talleres. Dictamos uno de panadería, otro de periodismo y de fotografía. Llegó un momento en que la propuesta estaba agotada y debemos reconocer que en el trabajo con adolescentes nos ganó el paco”. Concluye que fue una linda experiencia pero que nunca se logró que las mujeres que vivían
en la Isla se junten y se organicen.
Para Rosa Bru, el futuro es seguir en la misma senda, porque cree que hay mucha gente que está sola, que perdió a su hijo asesinado por la policía, que lo están torturando en la cárcel, que si se juntaran las victimas de las instituciones de la democracia también se podría hablar de genocidio. Por eso recalca: “Yo no podría hacer otra cosa, soy una de tantas madres que empezaron pidiendo por su hijo y luego por solidaridad, por saber lo que se siente, nos comprometemos con otras luchas. Entonces cada una se dice a si misma ‘tengo que estar, tengo que acompañar’. Es como un hilito que nunca se termina de cortar».
Nota publicada el 18/08/2008 en lavaca.org: https://www.lavaca.org/notas/miguel-bru-el-hilo-que-no-se-corta/

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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Docente:

Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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