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Nosotros y ellos

El ataque terrorista contra la revista francesa Charlie Hebdo, Occidente, el mundo musulmán, el Papa Francisco, la libertad de expresión y aquello que puede ser lo más serio que existe: el humor. Por Pablo Marchetti.

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Nosotros y ellos
Por Pablo Marchetti.
Ya está, es contra nosotros. No un “nosotros” abstracto, no un “nosotros” que involucra a toda la humanidad, ni a una sociedad, ni siquiera a un oficio o a un gremio. Es contra nosotros, el núcleo más cercano. La familia, ponele. Los amigos, si tenés ganas. El nosotros es chiquito, un nosotros en jogging y pantuflas, de vino al amanecer hablando de bueyes perdidos, de futuros proyectos, sacándole el cuero a la gente, hinchando las pelotas y los ovarios.
Fueron Cabu, Wolinski y Charb. Pero si fueron ellos, también podríamos haber sido Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini y yo. O Nahuel Lag, Facu Gari y Aillín Bullentín. O Franco Ciancaglini, Lina Echasuri y Juli Colomer. O Naty Menstrual, Marlene Wayar y Susy Shock. O el Menchi Sábat, Rep y Langer. O Diego Parés, el Niño Rodríguez y Alfredo Sábat. O Liniers, Gustavo Sala y Quino. Y así. Nosotros. Ese nosotros que nos hace quedarnos charlando un rato si nos vemos, un nosotros chiquito de un mundo chiquito. Periodistas, dibujantes, escritores, generadores de proyectos, laburantes de la imagen y la palabra. Nosotros.
Es contra nosotros y lo peor de todo es que no sabemos qué es lo que es contra nosotros. ¿Qué hicimos? Nos están involucrando en una guerra de la que no queremos formar parte. Es más, no teníamos idea de que existía. Y no queremos saber nada, porque descreemos absolutamente de los bandos. Al menos de esos bandos. ¿Qué guerra? ¿Qué bandos? ¿El de la libertad de expresión contra el totalitarismo? ¡Por favor! Sólo hay algo más ridículo que una religión: pensar que lo que mueve a las guerras es la religión.
La religión es un emergente, una forma de generar un bando. Pero nada más. Acá no hay una guerra religiosa, acá hay una guerra por el poder. Y si no queremos (bueno, basta con el plural, me hago cargo), si no quiero formar parte de ningún bando es porque no sé cuáles son esos bandos ni qué intereses defienden. Porque así como no existe la religión, tampoco existe la ideología. ¿Quién vendría a ser la izquierda en todo esto? ¿Y la derecha? ¿Harán diferencia ellos, los asesinos, entre Cabu y Marine Le Pen, entre Hollande y Wolinski, entre Sergio Langer y Alejandro Biondini?
No, los tipos no hacen diferencia. Para ellos, todos nosotros somos occidente. Formamos parte de un mismo poder. No importa si gana Sarkozy, Hollande o Le Pen. Scioli, Macri o Binner. Lula, Tabaré Vázquez o Barack Obama. Pero no nos engañemos: nosotros tampoco somos mucho mejores. Y no me refiero esta vez al nosotros chiquito y familiar del comienzo. Me refiero a un nosotros mucho más incómodo, un nosotros mucho más amplio, un nosotros occidental y cristiano, capitalista y liberal, un nosotros que no me representa pero en el que ellos insisten en meterme.
Entonces claro, yo agarro el cartelito de Je suis Charlie, y meto hashtag en twitter y cambio la imagen del perfil de Facebook y le digo al mundo que sí, que hay un nosotros del que me voy a hacer cargo. Pero si digo eso, también tengo que aclarar que hay un nosotros que nada que ver, que no me interesa, que no me representa en lo más mínimo. Y del que me voy a seguir negando formar parte, aunque a ellos no les importe, aunque ellos insistan en pensar que soy Occidente.
Debo reconocer que hay un punto en el que ellos tienen razón: yo soy Occidente. Somos Occidente. Y hablo del nosotros chiquito, doméstico, familiar y querible. Y porque somos Occidente no nos comemos el verso de la libertad de expresión y todas esas estupideces. Sí, es cierto: somos un Occidente pequebú clase media intelectual que social y culturalmente podemos ejercer las bondades que hacen que hoy Occidente sea Occidente. La sátira, el arte, la reflexión, la ironía. Pero, ¿cuánto hace que ese Occidente es Occidente?
En Italia hay un diario que se llama La Nazione. Sí, La Nazione, ¿les suena? Al otro día de la masacre contra Charlie Hebdo, La Nazione tituló “Ataque a la libertad”, con la espeluznante imagen de uno de los agresores rematando a un policía tirado en el piso. Ese mismo diario La Nazione (sí, La Nazione, ¿les suena?) en 1939 titulaba en su portada “España liberada de los rojos”, y destacaba la alegría de Mussolini por la derrota republicana a manos de las tropas de Francisco Franco. Por no hablar de los títulos a favor de la política racial del Duce del mismo diario La Nazione. Sí, La Nazione.
Hoy el Papa Francisco es una figura venerada por la izquierda europea gracias a declaraciones muy jugadas sobre la pobreza, con dardos contra figuras centrales del poder en El Vaticano. ¿Sabrán esos integrantes de la izquierda europea que el cardenal Jorge Bergoglio encabezó la protesta contra León Ferrari? El argumento de Bergoglio fue que no era un cuestionamiento a la libertad de expresión, sino a que el Estado (en ese caso, el Centro Cultural Recoleta) apoyara una muestra así. Muy bien, ¿y nada para decir sobre la subvención del Estado a la Iglesia Católica? ¿Nadie va a decir nada sobre eso?
Es cierto: nadie atentó contra León Ferrari. Todo un logro para la institución que siglos antes había hecho arder en la hoguera a Giordano Bruno y a miles de mujeres infieles acusadas de brujería. ¿Terroristas fundamentalistas? No, religiosos. Gente de fe. Que financiaba a los más grandes artistas, además. Porque el arte fue el territorio donde se legitimó la tortura. León Ferrari había enviado al Papa una carta para abolir los infiernos. Él decía que las obras maestras que retrataban infiernos y martirios servían para embellecer y naturalizar la tortura. Pero eso es arte, no totalitarismo ni fanatismo religioso. Para nosotros es así. Por eso nos conmovemos con Miguel Ángel, Rafael o Caravaggio.
Hoy Occidente es Occidente porque triunfó. Triunfó sobre todo el mundo, inclusive el comunismo. ¿O hay que recordar que en los Estados Unidos, la tierra de la libertad, hace 60 años se censuraba a artistas fundamentales como Charles Chaplin o Dashiell Hammett? La libertad es un lujo que se permiten los estados que triunfaron. Y siempre la libertad es individual: el Partido Comunista Estadounidense vivió acosado e infiltrado por el FBI durante toda la Guerra Fría.
Ellos, en cambio, resisten. Tienen mucho poder, está claro. No son la idílica fantasía guerrillera de los 60, aunque muchos jóvenes musulmanes tengan varios puntos de contacto en sus simpatías con Hamas, Al Qaeda o grupos por el estilo. Pero tienen un coraje que en Occidente hoy no existe. El atentado contra Charlie Hebdo fue el corolario de una situación que ya venía algo violenta. Hace algunos meses, en Francia, un joven había entrado a un comercio, había matado a un par de personas y se había suicidado clavándose un puñal varias veces en el pecho.
No me imagino suicidándome pero, si tuviera que pensar en eso, podría considerar pegarme un tiro, tomar veneno o lanzarme desde las alturas. Ahora, ¿clavarme un cuchillo? ¿Cómo hago para insistir, si fallo en el primer intento, como sucedió con este joven musulmán? Repito, ¿hay alguien en Occidente capaz de hacer algo así? No digo que eso esté bueno. No pienso que eso sea un avance en la condición humana. Pero no puedo dejar de reconocer que hay una fuerza que impulsa a ellos a tomar partido de una forma absolutamente desconocida para nosotros.
Hablo de jóvenes formados, universitarios, que estudian en París, Londres o Berlín. Jóvenes que tienen formación, que no son lúmpenes desesperados que dan la vida porque no tienen futuro. Jóvenes que se sienten parte de un proyecto político, aunque a nosotros nos cueste entenderlo. Que resisten como resistía el cristianismo cuando quemaba infieles. Hoy nosotros miramos azorados cómo ellos queman infieles, sin hacernos mucho cargo de que hace 4 siglos nosotros (sí, otra vez este nosotros incómodo e irreal para mí, este nosotros definido por ellos) quemábamos infieles, y hace apenas 70 matábamos gente en las cámaras de gas, o hace 35 hacíamos desaparecer personas en la Esma.
Nosotros, sí, nosotros. Y no vengamos a América latina: quedémonos en el faro de Occidente, en esta Europa hipócrita y barnizada de libertad, que ahora se consterna, pero hace menos de un siglo mataba a Antonio Gramsci en una cárcel. En estos Estados Unidos que no entienden tanto odio, mientras mantienen encendidas las picanas en Guantánamo o Abu Grahib. ¿Deberíamos sorprendernos por los crímenes horrendos en París? Hablo del nosotros irreal, del de ellos, pero hablo también del nosotros familiar, del nosotros de nosotros. De ese nosotros que acaba de hacerse pedazos en París. De ese nosotros que nos deja sin ganas de reírnos de nada.
A todo esto, se supone que todo esto es una joda. Que se trata de una revista satírica, que estamos ante gente que no debe ser tomada muy en serio. Y eso sí que es gracioso: ellos, que se supone que no entienden nada, que nos meten en un grupo tan incómodo como irreal, ellos que tienen claro que acá no hay izquierda ni derecha, que sólo hay poder y petróleo, ellos entendieron perfectamente qué serio puede ser un chiste. Mientras nosotros nos preguntábamos sobre los límites del humor, ellos entendieron perfectamente que no hay límites entre el humor y la realidad.
Si hay algo que debemos agradecerles a ellos es que lograron hacernos ver que aquello que llamamos humor puede ser lo más serio que existe, nos cause o no gracia. Tengámoslo en cuenta cuando las cosas sucedan al revés y aquello que se supone que es serio nos parezca ridículo, inverosímil, estúpido y nos cause mucha, mucha gracia. Miremos los grandes medios “serios” y caguémonos de risa con las estupideces que allí se dicen en nombre del “periodismo”, la “libertad de expresión” y quién sabe cuántas pelotudeces más.
Hagamos como ellos: no reprimamos ningún sentimiento. Y entreguémonos a la risa, que es lo mejor que existe en esta vida. Ellos no se ríen. Y esta vez hablo de un ellos enorme, gigante. Nosotros, en cambio, nos divertimos y nos reímos. Y hablo ahora del nosotros minúsculo del comienzo. Un nosotros de risa y de placer. Reír, divertirnos, cagarnos en el poder: algo para tener muy en cuenta, ahora que la existencia humana no vale nada, ahora que el mundo es una joda. Ahora que ellos, sean quienes sean, vienen por nosotros.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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