CABA
París fue una fiesta
En otro intercambio de cartas de Francia a Buenos Aires, las periodistas Analía Fuks y Delfina Corti reflexionan sobre lo que dejó el paso de Argentina por el Mundial Femenino de Fútbol, el caluroso recibimiento a las jugadores en Ezeiza y sobre qué es y qué queremos que sea el fútbol. Una de ellas propone: «Quiero que el fútbol sea esa fiesta a la que estamos todxs invitadxs».
Buenos Aires, 22 de junio de 2019
Anuka:
Después del partido entre Argentina-Escocia, me acordé de uno de mis primeros goles. Tenía seis años y jugaba en el garage de un amigo. El arco era el portón de su casa. Gambeteé a dos amigos suyos y cuando lo tuve frente a frente le pegué con toda mi fuerza -la dirección no me interesaba- y el metal del portón sonó. Me acordé de ese gol no por una jugada del partido, si no porque un alumno me lo hizo recordar. Así como leés, Anuka. El partido no solo me dejó tres goles -uno más lindo que el otro y uno más gritado que el otro-, sino también una escena hermosa con mis alumnos de once años.
Resulta que los primeros ochenta minutos los vi rodeada de compañeros del trabajo a través de mi celular. Y cuando se puso 2-3, tuve que entrar al aula para dar clase de lengua. Mi celular seguía pasando el partido en directo y algunos de mis alumnos, incluso antes de yo saludarlos, ya me estaban preguntando qué clase de palabra era “del”.
– Es una contracción, pero ¿vieron que hoy está jugando Argentina?
– Sí – me contestó una de mis alumnas quien le informó al resto que si ganábamos pasábamos de ronda.
– ¿Alguna otra duda? – les pregunté mientras Aldi Cometti entraba al área.
– Sí. ¿”Ambas” qué es? ¿Adjetivo?
– Penal – grité yo.
Después, mis alumnos. Así que los invité a juntarse para ver todos juntos el partido desde mi celular. Estábamos tan apretados como en una popular en un clásico
Y cuando Bonsegundo estaba a punto de patear, se cortó la transmisión. Los pibes no lo podían creer y yo, menos. Argentina tenía la posibilidad de empatar un 0-3 a falta de un minuto para que terminara el partido y yo no lo iba a poder ver.
Empecé a moverme por el aula para ver dónde podía enganchar wifi. Y cuando creí que tenía la señal suficiente para poner de nuevo el partido, me llegó un mensaje que decía “¡Qué mal pateó!”
Miré a mis alumnos y les dije que lo habíamos errado. No dijeron nada. Volvieron a sus asientos y me miraron decepcionados como diciendo “¿Para qué carajo nos ilusionás con un penal que, finalmente, no pudimos ver ni gritar?”. Y en ese momento donde sentí que había fallado en algo, me llegó otro mensaje.
– ¡Se patea de nuevo! – grité. Y ahora sí, todos nos juntamos abrazados alrededor de mi celular y gritamos el 3-3 definitivo.
Gritamos y nos cagamos de risa de la felicidad.
Y mientras los veía sonreír por el gol de Bonsegundo, mientras los veía gritar por un gol de la Selección femenina, mientras pensaba que mis alumnos iban a recordar el Mundial Femenino 2019 porque habíamos festejado todos juntos un empate en el último minuto, un alumno me miró y me preguntó:
– Delfi, ¿cuál fue el primer gol hecho por una mujer que gritaste? Porque el mío acaba de pasar.
Delfi.
París, 22 de junio de 2019
Delfi:
Qué ciudad difícil de habitar me parece París. Lejos de hacerme sentir en casa, su elegancia arquitectónica, su estar vestida siempre de tacos y perfume, su fonética que enreda la lengua y hace gggggrrrrr en la garganta, sus cinco mil euros por mes (más de 250 mil pesos argentinos) que se necesitan para vivir acá – lejos del sueldo mínimo de mil trescientos euros- me recuerdan que soy extranjera a cada paso. Y ahora más aún me parece difícil transitar las calles de esta ciudad donde la selección y la hinchada se volvían refugio. Donde los días tenían una estructura atravesada por el fútbol.
Las jugadoras volvieron al país. Las vi en el hotel antes de subirse al micro rumbo al aeropuerto, en la mañana del viernes. Un rato antes de que sus habitaciones fueran ocupadas por el equipo de Canadá. Las vi a algunas con la sonrisa a media asta, las vi a otras con los ojos rojos, hinchados, las vi abrazar a sus familias, las escuché agradecer a lxs periodistas por haberlas apoyado y cantar “no, nos vamos nada, que nos rajen a patadas”. Nos miré aplaudirlas. Vi a colegas llorar cuando el micro se perdió por el boulevard.
Acá garabateo algunas escenas y reflexiones que todavía alojo como ecos del Mundial.
- Puntos entretejidos. Antes del partido con Inglaterra, mi amiga Maia me manda por whatsapp un dibujo, una foto y una carta que escribió Julieta, una alumna suya. La ilustración y la destinataria es Lorena Benítez. “Ayer te vi jugar y supe que eras mi jugadora favorita”, le dice en un momento. Se la hago llegar a la jugadora de Boca que distribuye el juego en el mediocampo argentino con la misma velocidad y precisión con la que lo hace en futsal. “No puedo creer esto que estamos viviendo. Me emociona mucho”, me contesta. Y le responde a Julieta con un video, que le hago llegar. Ese día recuerdo el pedido de Mónica Santino: que Soledad Jaimes le firme un autógrafo a Perla, una de las pioneras del fútbol femenino en el país porque la admira mucho a la delantera del Olympique de Lyon. En ese entrecruce se teje la historia, de las que desalambraron potreros, de las que sembraron el pasto, de las que pusieron el cuerpo descalzas, de las pibas que van a ir a la escuela con la pelota en los pies, soñando ya no ser como Messi y Tévez sino como Bonsegundo o Correa.
- Una nueva cancha. “Qué fácil para ustedes la relación con las jugadoras”, nos dice uno de los hombres FIFA de seguridad del estadio de Le Havre cuando nos ve charlar con ellas en la zona mixta. Y pienso que sí. Que cuando hablamos de inventar un nuevo fútbol, uno que no reproduzca las lógicas del de varones tiene que ver con esto también. Con romper las barreras, con hacer fisuras en las vallas que nos intentan separar, con borrar las líneas de cal del campo de juego, con desarmar los bordes de afuera-adentro. Después de la remontada contra Escocia, éramos más de cincuenta personas esperando a las jugadoras en los alrededores del Parc des Princes. Ellas saludaron y se subieron al micro que las llevaría al hotel. No dejamos de cantar. Bajo la luna y la llovizna parisina, las jugadoras dejaron sus asientos y volvieron a la calle. Abrazadas, tomaron ellas la batuta de la arenga. Fueron Estefanía Banini y Dalila Ippólito las que en mitad de la escena, alzaban sus manos para que los cantos no se terminaran. Un rato antes, ese mismo gesto había hecho Agustina Barroso en mitad del campo de juego mirando a la tribuna argentina cuando Florencia Bonsegundo agarró por segunda vez la pelota para repetir el penal frente a Alexander. ¿Quién arenga a quién? ¿Cuál es el límite de la cancha?
- Una fiesta Yo quiero que el fútbol sea eso. Quiero que el fútbol sea ese recibimiento a las jugadoras en Ezeiza, esa combinación de banderas, bombo y papel picado. Quiero que los espacios silenciosos sean tomados por asalto repetinamente. Quiero esa autogestión de mensajes por la noche que organizan una bienvenida en todos los rincones del país. Quiero que en el fútbol se festeje un empate contra Japón, una derrota ajustada contra Inglaterra, una remontada contra Escocia. Quiero que el fútbol sea el final del exitismo. Quiero que el fútbol sea la corrida maratónica de Bonsegundo en cada partido para acortar distancias con las potencias, quiero que el fútbol sea la irreverencia de Ippólito que gambeteó rivales como en el potrero, quiero que el fútbol sea la prepotencia de Cometti para despejar centros aéreos e ir a buscar una pelota en el área escocesa en el último minuto. Quiero que el fútbol sea ese bloque impasable que arman las jugadoras para que no las lastimen en el juego vertical y para que no atropellen sus derechos. Quiero que el fútbol sea esa flecha que contraataca cuando salen a dar vuelta un partido en los últimos veinte minutos y cuando arremeten pidiendo divisiones inferiores, federalización del torneo y ser reconocidas como trabajadoras. Quiero que el fútbol sea esa fiesta a la que estamos todxs invitadxs.
Anuka
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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