Nota
Policía cordobesa: el simple arte de matar

Comenzó hoy el juicio en Córdoba por el asesinato de Blas Correa (tenía 17 años) con 13 policías imputados. El caso se enmarca en un contexto de asesinatos, violencia de género, encubrimientos, violencia institucional, impunidad. Esas son algunas de las imágenes de una radiografía de la actualidad de la policía cordobesa. Hay 218 uniformados bajo investigación del Tribunal de Control Disciplinario. Los mecanismos de encubrimiento, que incluyen el rol judicial. Los policías involucrados en la investigación del femicidio de Cecilia Basaldúa. El “héroe” bombero que abusó de una mujer que terminó suicidándose. Y la pregunta de una madre sobre qué significa conmoverse, y cómo cambiar las cosas. Por Bernardina Rosini
En los primeros seis meses de 2022 un total de 218 uniformados fueron apartados de sus trabajos debido a que son investigados por el Tribunal de Control Disciplinario de las Fuerzas de Seguridad de Córdoba. El 88,2% corresponde específicamente a efectivos de la policía provincial y, según el Tribunal, en la gran mayoría de los casos los desplazamientos de personal fueron por sumarios motivados por denuncias de violencia de género, seguidos de mal desempeño y violencia institucional.
Esta intervención del Tribunal fue forzada por diversas crisis que se vienen manifestando en la institución. El caso que tomó mayor relevancia social, incluso fuera de la provincia, fue el asesinato de Blas Correa, un joven de 17 años víctima de gatillo fácil.
Blas, viajaba junto a varios amigos en un auto que recibió cuatro impactos de bala luego de eludir un control vehicular. Fue en agosto del 2020. Ese mismo año hubo 3 casos más:
- José Ávila, un vendedor ambulante de 35 años;
- Joaquín Paredes, de 15 años;
- Y la muerte de Isaías Luna, de 21. Este caso y el de Blas comparten el intento fallido por parte de los uniformados de plantarles un arma y manipular el escenario.
Hoy comenzó el juicio por el asesinato de Blas Correa, con 13 efectivos imputados. La madre de la víctima, Soledad, dijo a los periodistas: “Hoy estamos un poco más cerca de hacer justicia por Blas. Acá nadie va a ganar, yo ya lo perdí y en noviembre. Cuando termine el juicio, me vuelvo a casa sin mi hijo. Pero necesitamos que todos los responsables tengan una condena. No sólo lo mataron, sino que intentaron encubrir lo que pasó. Llevamos dos largos años de una lucha incansable, lograr justicia es necesario para sanar tanto dolor”.
Los métodos

Por el crimen de Blas se encuentran imputados como autores materiales dos efectivos, pero otros 11 agentes policiales están siendo juzgados por encubrimiento, falso testimonio y entorpecimiento de la investigación. En ese rubro, el encubrimiento, parece existir una suerte de protocolo policial para adulterar las escenas del crimen y no involucrar a quienes cometen los abusos. Se agregan técnicas como la de evitar determinadas declaraciones de testigos, o forzar declaraciones en un sentido que lleven a la impunidad del caso.
También en 2020, en abril, ocurrió otro episodio que pone el foco en la fuerza policial local: el femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. La muerte de la joven aún mantiene la incógnita del autor material, pero quedó al descubierto que, además de su asesinato, el crimen abarca a quienes participan del mecanismo que ampara y protege a quienes cometieron el hecho. La protección consagra la impunidad y se convierte en parte del crimen, ejercida por una o varias instituciones.
Cómo preparar perejiles
En Córdoba al entramado de impunidad llega también a las dependencias judiciales.
Un repaso: Cecilia de 35 años, oriunda de Buenos Aires, mochileando en Capilla del Monte, desaparece en abril del 2020; 20 días después de anunciada su desaparición, se encuentra el cuerpo a la vera del río. Inmediatamente la policía local anauncia haber detenido a un joven, Lucas Bustos, que confesó el crimen. Pero la familia Bustos denuncia que es inocente y que la policía lo golpeó y lo obligó a confesar algo que no había hecho. Sin más pruebas que el relato de los policías sobre esta confesión oída de labios de Lucas, la fiscal Kelm cerró la investigación, Lucas quedó detenido y se elevó a juicio. En julio fue absuelto, fallo que convalidó lo que planteaban tanto su familia como los Basaldúa: su rol fue el de “perejil”, con la intención de disipar la responsabilidad policial en el asesinato.

Tan sólo 6 semanas antes, en febrero de ese mismo año, Mariela Natalí, de 44 años, rosarina, desapareció en la misma localidad y su cuerpo fue encontrado 14 días después, también en la vera del río.
La fiscal Paula Kelm –la misma del caso Basaldúa– también esta vez cerró la investigación planteando que la causa de muerte fue “asfixia por sumersión”. Murió ahogada en un río de escasa profundidad, y para fortalecer esa línea de justificación, trascendió que Mariela padecía trastornos de bipolaridad. Caso cerrado.
El abuso sexual y el suicidio
La máxima autoridad a cargo de las búsquedas de Mariela y Cecilia era el Director Provincial de Protección Civil, Diego Concha (53 años). Venía ocupando ese cargo durante diez años, habiendo sido designado por José Manuel de la Sota en su tercer mandato y sostenido luego por Juan Schiaretti. Firme en su rol,Diego Concha supo coordinar acciones desde un principio con la cúpula de la policía provincial.
Bombero de formación, con 35 años de experiencia, Concha era considerado un héroe local, el mayor referente en manejo de incendios en una provincia que cuenta con casi 5.000 bomberas y bomberos voluntarios. Incluso el año pasado se presentó un proyecto en la Legislatura unicameral para que el cuartel que encabeza lleve su nombre.

Sin embargo hoy Diego Concha se encuentra en la cárcel de Bouwer. Sobre él pesan dos denuncias: en noviembre pasado su ex pareja denunció que el hombre gatilló un arma de fuego en su cabeza y amenazó con quemarle el auto. Al cuarto día de encontrarse detenido por esta denuncia, sumó una nueva imputación por “abuso sexual con acceso carnal doblemente calificado, por violencia de género y por el desempeño de sus funciones”.
Una joven bombera voluntaria, Luana Ludueña de 26 años, se animó a denunciar que el funcionario, con la promesa de facilitarle el ingreso al exclusivo Equipo Técnico de Acción ante Catástrofes (ETAC), coordinó un encuentro en el cual abusó sexualmente de ella. Luana murió habiendo transcurrido sólo nueve semanas desde el ataque.
Tras dos intentos de suicido, en el tercero ya no logró salir de terapia intensiva. A Concha se lo acusa de «homicidio con abuso sexual con acceso carnal calificado”.
Sergio Ludueña, padre de Luana asegura que “no es solo Diego Concha. Hay muchos agentes del cuartel de Bomberos de Pilar que están involucrados con lo de mi hija y eso se sabe muy bien. A Luana la amenazaron repetidas veces después de la denuncia.”
Hay equipo
Cuando ocurrieron las desapariciones de Mariela y Cecilia, Diego Concha articulaba la “línea de rastrillaje” con el comisario Adrián Lúquez, de Capilla del Monte. Actualmente tampoco está en funciones porque fue desplazado: tiene 3 denuncias por violencia de género.
El responsable de la “línea de investigación” del crimen de Ceciia Basaldúa fue el jefe departamental de Punilla Norte, comisario inspector Diego Bracamonte. Hoy ha sido desplazado de sus funciones, tras la muerte de Jonathan Romo, víctima de otro caso de brutalidad policial. Jonathan, de 36 años, murió en una comisaría de La Falda el pasado mes de julio. En diciembre ya había sido golpeado brutalmente por parte de la policía, y hospitalizado por ello por la perforación de un riñón a causa de los golpes. Pero la fiscalía de Cosquín no dio curso a la denuncia radicada.
La fiscal de Cosquín es Paula Kelm.
Siguiendo con esta línea de funcionarios, aparece la situación del ex subcomisario Ariel Zárate, quien tenía a cargo la Brigada de Investigación Norte, y que actualmente se encuentra cumpliendo condena en prisión por amenaza calificada, dos hechos de abuso sexual con acceso, tres hechos de coacción reiterados y lesiones calificadas en privación de libertad en contexto de violencia de género hacia su ex pareja.
Éste era el equipo con el que la familia de Cecilia Basaldúa contaba para que se lleve a cabo la investigación del femicidio.
“Desde un principio supe que esta policía es altamente corrupta, y cobarde. Los manejos que hacen involucrando gente inocente no tienen comparación. En el crimen de Cecilia no tengo ninguna duda que ellos están involucrados”, explica a lavaca Daniel, el padre de Cecilia.
¿De qué sirve conmoverse?
Volviendo al asesinato de Blas Correa, uno de los autores materiales, el cabo Lucas Gómez llega al juicio habiendo sido condenado por encubrir, junto a otros tres uniformados, al violador serial Leandro Castañares, quien desde 2018 cumple una condena de 15 años de prisión por seis hechos de abuso sexual. A pesar de haber estado imputado y haber sido desplazado, Gómez volvió a la actividad y su responsabilidad en lo ocurrido esa noche de agosto de 2020 está siendo juzgada.
La madre de Blas señala: “El Gobierno cordobés sabe perfectamente la policía que tiene. El caso de Blas fue tan alevoso y tan visible que quedó muy al descubierto. Pero no fue el primero ni será el último. ¿De qué sirve conmoverse si no hacés nada? La gente me demostró que se puede hacer. Hace dos años que no me dejan sola. Aprendí del compromiso. La única manera de que algo cambie es entre todos”.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

- Revista MuHace 2 semanas
Mu 204: Creer o reventar
- MúsicasHace 3 semanas
Susy Shock y Liliana Herrero: un escudo contra la crueldad
- ActualidadHace 4 semanas
Que viva el periodismo: las respuestas a los ataques a la prensa
- ActualidadHace 2 semanas
Los vecinos de Cristina
- AmbienteHace 2 semanas
Contaminación: récord histórico de agrotóxicos en el Río Paraná