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Por qué marchan los que no marchan

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Conversaciones en los alrededores del Congreso con personas que no gritaban #NoAlPresupuesto, pero que caminaban con la cabeza gacha. ¿Qué piensan del gobierno? ¿Y de lo que se vota en Diputados? ¿A quién votarían en las próximas elecciones? Respuestas sorprendentes de una realidad en la que no parece haber grita, sino desesperanza.
Todavía no era la hora de las lágrimas por los gases, ni de la policía y los hidrantes copando las calles. Anteojos con marco de oro, canas plateadas y prolijitas –según la jerga actual- saco de tweed, paraguas, contador público. Horacio reconoce que votó a Mauricio Macri y define su balance sobre la actualidad mientras detrás suyo, por Callao, pasan miles y miles de personas muy pobres rumbo al Congreso: hombres con mirada perpleja, mujeres con cochecitos de bebés, bolsas de arpillera con agua, algún sandwich y limones estratégicos. ¿Pero cuál es la mirada de los que no están participando y se cruzan con multitudes que reclaman contra el Presupuesto, aunque mucho más reclaman contra el presente?»
Argumenta Horacio, que jamás participaría en una marcha de este tipo: «Macri lleva el auto para el lado que yo quiero, pero choca con todos los árboles, se come los alambrados, atropella a la gente y está fundiendo el auto. Los que estaban antes esquivaban los árboles, pero para mi nos llevaban a cualquier lado, al abismo». Se queda pensando mientras una garúa en cámara lenta deposita nano gotas en sus lentes: «Así que estamos como tantas veces: esto no va para ningún lado». ¿Lo volvería a votar? Ante el enigma Horacio plantea una encrucijada filosófica o demográfica: “Si existiera alguien más, no. Pero si no existe nadie, no sé qué hacer”.
Iris va caminando rápido en sentido contrario a la movilización: “Yo tenía esperanza, pero se me fue toda. Todos los días te aumenta algo. ¿Qué les pasa? ¿Están locos? Yo por suerte tengo trabajo como empleada en lo de un comisario, pero ya no te alcanza lo que ganás ni para llegar a mitad del mes. Es como quien dice: la crisis”.
¿En qué se nota la crisis? “En Ciudadela, que es donde yo vivo, lo que se ve es que antes no robaban a la mañana. Ahora roban hasta a las ocho y media. Y no hay policía. O la policía no sé qué hace. Le pregunté al comisario y me dijo que en la Capital tampoco hay. Entonces lo que hacen es que rompen todas las calles para arreglarlas, pero después las escuelas vuelan por el aire o en los hospitales ni hay médicos”. Repite: “¿Qué les pasa? ¿Están locos?»
Kiosco de un sub 40 macrista, Ricardo. “Lo voté porque quería otra cosa. Pensé que le iba a ir bien en lo económico porque estaba lleno de CEO´s, y que iba a tener problemas políticos. Pero no. Los CEO´s son un desastre, y la oposición no existe” plantea, renovando el argumento existencialista anterior.
Ricardo sorprende: “Esto no se puede comparar con el 2001. Es peor. En el 2001 mal que mal había plata. Hoy no. Además, un diario de domingo no puede salir 77 pesos. Es un disparate. Mirá esto” dice mostrando unos autitos de juguete que vienen en colecciones de revistas. “Todo viene de España, incluso los autos que son argentinos. Hace unos meses costaban 200 pesos cada revista con autito. Hoy sale 590 porque subió el dólar. Salen dos por mes. Entonces antes de gastarte 1.200 mangos, al nene le comprás bolitas y no autitos”.
“Lo peor es otra cosa” diagnostica Ricardo: “El mal humor, la bronca de la gente, la intolerancia entgre los vecinos. Yo lo voté esperanzado, pero no lo voto más. Lo veo hablando, bailando, y me doy cuenta de que esto no tiene arreglo. Lo mío es fácil: no creo en nadie”.¿Y las marchas no son una forma de expresar ese reclamo? “No creo en los sindicalistas, no creo en los que marchan, no creo en los políticos ni en nada. Los de antes eran chorros. Por eso voté a Macri. Pero estos no sé si son chorros o no, pero empeoraron todo. La única solución acá es que haya plata en el bolsillo de la gente. Mientras tanto esperaré. Me entra en plata un 30% menos que en marzo, ya vendí el auto, y lo único que sigo pagando es el cable, que es mi único descanso. Antes miraba programas de política o noticieros pero ya no. Me amargo. Miro a Tinelli o alguna serie”, dice y luego se queda brindando una serie de insultos floridos hacia el establishment político anterior actual y posterior, esperando que llegue la noche para ver cómo otros bailan por un sueño, mientras la gente sigue yendo hacia Congreso».
Los supermercados chinos atienden a través de barrotes, pero en un bar sobre Bartolome Mitre hay una cuadra de cola porque se permite a la gente pasar al baño. Son sobre todo mujeres. Hacen la cola desde la puerta, para no perturbar el funcionamiento del bar. Aquí no hay grieta. La encargada, Isabel: “Es un problema de humanidad. ¿Cómo no vas a dejar a la gente ir al baño? El gobierno se equivocó en todo. Yo lo único que espero es que lleguen elecciones lo más rápido posible, para votar a cualquier otro”. ¿A quién votaría? Isabel mira una de las lamparitas del techo. “No a Cristina, porque para atrás no se puede ir. No a Macri, porque ya sabemos lo que hace. Así que hay que rezar para que aparezca alguien. Y al que aparezca, te juro que lo voto a cuatro manos”.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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