Nota
¿Qué pasó con Daiana Abregú? La muerte que conmueve a Laprida

Decenas de personas marcharon en el centro de la ciudad para reclamar justicia y verdad por la joven de 27 años que fue hallada muerta dentro de la Estación de Policía comunal. La familia asegura que no se trata de un suicidio, como buscó instalar la policía. Dudas, certezas y sospechas que envuelven a una comunidad movilizada, que se hace preguntas pero ya se responde: “Nadie se suicida en una comisaría”. Crónica desde Laprida.
Esta nota forma parte de una cobertura colaborativa realizada por Perycia, LAVACA y Revista Cítrica.
Texto: Redacción Perycia
Esta CRÓNICA forma parte de una cobertura colaborativa entre Perycia, Revista Cítrica y lavaca.org
Los carteles empiezan y terminan siempre en el mismo lugar: los custodia la familia de Daiana Soledad Abregú desde el martes siguiente a que apareciese muerta en la Estación de la Policía Comunal de Laprida, cuando se dio inicio a una serie de marchas para pedir justicia. La familia se encarga de bajarlos del auto y volver a cargarlos en el baúl cuando la plaza queda vacía. Elles hicieron los más chiquitos que dicen: “Justicia por Dai”, “Justicia por mi tía” y tienen la cara del Intendente Pablo Torres con la inscripción “Vos también sos culpable”. Los más grandes, que llevan entre varias personas y dicen “Justicia por Dai” y “Nadie se suicida en una comisaría”, se los acercaron les vecines. Les mismes que les alentaron a movilizarse hasta tener justicia y saber la verdad.

Para las cinco de la tarde, el mástil de la plaza se convierte en un altar rodeado por vecinos y vecinas que se acercan para apoyar a la familia. Hasta allí se acerca Dana con su hija y una amiga, como en cada una de las marchas que hasta ahora se convocan día por medio. Ella, al igual que muchos otres vecines, habla de la hipocresía de un pueblo que supuestamente alza la bandera de la solidaridad, pero no se acerca a pedir justicia por una chica de 26 años que entró viva a la comisaría y nunca pudo salir. “Somos muchos, que no nos callen. ¿Qué pasa que no están acá? ¿No saben que mañana le puede pasar a cualquiera?”, grita en la puerta de la comisaría.
En la plaza hay gente que nunca jamás se cruzó con Daiana Soledad, pero que sabe que si no sale a la calle a pedir justicia, mañana puede pasarle a cualquiera de sus hijes: “Porque preso podés ir, pero tenés que salir vivo, no muerto”, dice Marcela, otra vecina que se acercó con una amiga y sus hijas al lugar.
Ningún funcionarie municipal está en la plaza. No están el intendente Pablo Torres ni su secretario de Gobierno, Nicolás Di Filippo. Ni María Necul, la directora de Equidad de Género y Promoción de Derechos. Tampoco Daniel Bayones, el secretario de Seguridad e Inspección General. En la plaza, las posturas sobre las causas y consecuencias que llevaron a la muerte de Daiana son disímiles y no están exentas de aprovechamientos partidarios. En un rincón observan la escena
les concejales locales de Juntos por el Cambio, y dicen que no solo quieren apoyar a la familia, sino también conocer la verdad para que la policía sea la institución que “tiene que ser” en una localidad como Laprida, “porque sabemos que no todos los policías son iguales”.
—Hoy no vamos a putear a nadie porque hay suficientes pruebas y creemos que la justicia se va a encargar —se escucha.

Una a una las personas pasan por el mástil a retirar un cartel y se encolumnan atrás de la familia de Daiana Soledad. Hoy Laura, la mamá, no tiene ganas de hablar y le pasa la posta a su hija Antonella. Roberto, el papá, camina de un lado al otro, con un cigarrillo en una mano y un parlante en la otra. Ese parlante que hasta hace dos semanas hacía sonar cumbia a todo volumen mientras “Sole” —como elles le decían— limpiaba, y que ahora reproduce una y otra vez la canción de Sara Hebe que dice:
Nadie se suicida en una comisaría /
yo abortaría por si se hace policía /
Nadie se suicida en una comisaría /
los cuerpos hablan, no flotan río arriba.
“¡Mami presente!”
Laprida es una ciudad de once mil habitantes en el sur de la provincia de Buenos Aires, visitada turísticamente por ser el corazón de la obra del arquitecto Francisco Salamone, reconocida por tener un equipo fuerte de cestoball y que fue noticia en los últimos días porque una chica de 26 años apareció colgada de su campera de jean en una celda después de haber sido detenida por una contravención.



El informe policial publicado el lunes 6 de junio —un día después del hecho— habla de suicidio. La familia no les cree: “Si hay algo que yo sostengo es que ella no se quería matar, nunca quiso hacerlo”, dijo Laura, la mamá de Daiana Soledad, en su casa. La familia quiere que la carátula de la causa se cambie de “Averiguación de causales de muerte” a “Homicidio culposo”. Es decir, que se investigue si Daiana murió por la por imprudencia, negligencia o impericia de los policías que estaban a cargo de la comisaría.
Desde el día de la muerte de Daiana Soledad, la familia y les vecines recibieron comentarios de personas que estuvieron detenidas en el mismo sitio y que cuentan experiencias que hacen parecer que la violencia institucional no es algo tan raro como parte de la comunidad cree.
A la sospecha de la familia se le sumaron una serie de eventos desafortunados que cada vez les aleja más de la versión oficial: tres horas pasaron desde la muerte de Daiana Soledad hasta que la familia se enteró. A Roberto le duele sentir que todo el pueblo sabía que “La Sole” —como él la nombra— estaba muerta antes que elles. Casi un día tardaron en poder ver y reconocer un cuerpo que, para elles, tiene muchas más marcas que las que debería tener el de una persona que decidió quitarse la vida, un cuerpo que todavía no está en un nicho porque se está evaluando la posibilidad de una segunda autopsia. Un cuerpo que hasta que no haya justicia, no va a descansar en paz, como dice uno de los trapos que se pintaron para la marcha.
La columna ocupa la avenida San Martín y dobla en la esquina Carlos Pellegrini hasta llegar a la comisaría, custodiada por cerca de veinte policías. La protesta es pacífica: a diferencia de las primeras movilizaciones en las que se quemaban gomas y se cuestionaba a los uniformados, esta vez nadie se enfrentó a los policías. En cambio, cantaron y gritaron pidiendo Justicia por Dai.
Roberto es el encargado de ubicar el parlante en un lugar donde todos escuchen. Laura llora abrazada a su nieto Tobías, que de a ratos dice “MAMI” para que todas las personas que están detrás de él le respondan “¡PRESENTE!”. Un cartel se destaca entre todos los demás, el que dice: “¿Quién nos cuida de la policía?”

Cuando la gente se calla, Leo grita. Durante toda la tarde se va a dedicar a encabezar la marcha, repasar las pintadas de la calle —frente a la municipalidad, en la puerta de la comisaría y en la esquina de San Martín y Pedro Pereyra— con un aerosol blanco y dejar la garganta cada vez que dice “Justicia por Daiana” y la gente le responde “¡JUSTICIA!”. Pasaron dos semanas y el amigo de Dai, con el que pateaba las calles de Laprida todos los días, con el que contaba para todo cuando tenía una relación conflictiva y el resto se alejó, no lo puede creer. El día que se enteró de la noticia, se puso pálido y salió corriendo para la casa de la familia. Desde ese momento, se dedica a luchar para que se haga justicia por Daiana y para que no vuelva a pasar. “Queremos hacer marchas pacíficas, porque a los pobres siempre nos tildan de quilomberos, y nosotros solamente queremos saber la verdad”, dice.
“Cuando mi hermana regrese vengo a limpiar tus calles”
Entre las decenas de personas que se agruparon enfrente de la comisaría, sosteniendo un cartel que dice “Cuando mi hermana regrese vengo a limpiar tus calles”, está Daiana Antonella, una de las tres Abregú que tienen el mismo primer nombre. Antonella, que desde el día que se enteró de la noticia fue la que se puso al frente de la burocracia de la investigación, dice que hay bastante menos gente que en las marchas anteriores, pero que ellxs van a seguir estando porque siempre van a ser —por lo menos— nueve: la cantidad de hermanxs que quedaron después de la muerte de Daiana Soledad .
El mismo domingo 5 de junio, llegó desde La Plata con su abuela y sus tías, y sin quererlo empezó a hablar con abogados, con periodistas, con organismos de Derechos Humanos, con Ignacio Calonje, titular de la Fiscalía Especializada en Violencia Institucional y Delitos Carcelarios de Azul, y con todas las personas involucradas en la causa. Dos semanas después de perder a su hermana, necesita volver a La Plata para retomar su vida cotidiana pero tiene miedo de lo que pueda pasar cuando no esté siguiendo el minuto a minuto y sus padres tengan que hacerse cargo de decidir entre tanto dolor.


La marcha termina una hora después de haber empezado con una ronda en la esquina de Pedro Pereyra y San Martín. Todos los cruces quedan obstaculizados durante el tiempo que Leo tarda en pintar el nombre de Daiana Soledad y la fecha en la que entró a la comisaría (05/06/22) en la senda peatonal. Los autos hacen marcha atrás, desesperados por salir de la fila; otros tocan bocina.
En la esquina, una persona le dice a otra que entiende lo que pasa, pero que no hay derecho de que corten la calle. Lo que no sabe es que la mujer con la que está hablando está marchando desde la cinco de la tarde y no va a tardar en contestar que la chica también tenía derecho a seguir con su vida, a disfrutar de su hijo de nueve años y de su familia.
“Lo que más cuesta es la noche, porque a la tarde viene gente, pero cuando cae el sol y nos sentamos a comer con mis hijos y nietos, hay una silla que queda vacía”, dice Roberto, que conoció a Laura cuando las tres Daianas eran chiquitas y las crió como si fueran suyas. El hombre se quiebra, prende una vela en el mástil y le agradece a toda la gente que se acercó. Después junta los carteles y los vuelve a meter en el auto hasta el martes, que va a volver a ocupar la plaza con toda su familia para pedir justicia por su “Sole”.

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57 femicidios en el año, infancias huérfanas cada dos días: Informe mensual del Observatorio Lucía Pérez

Según datos del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez, hubo 26 femicidios durante febrero, contabilizando un total de 57 en los dos primeros meses del año. Estos crímenes dejan, a la vez, un saldo de 35 infancias huérfanas. Si bien existe una ley que obliga al Estado a brindarles una protección integral económica, de acompañamiento y de acceso a la salud, desde que asumió la actual gestión no se otorgó ninguna: la Ley Brisa no se cumple. Los otros indicadores de la violencia patriarcal de este 2025: 43 intentos de femicidio, 15 desaparecidas, 595 funcionarios denunciados.
El cuerpo de Carolina Ríos, 43 años, fue encontrado por una de sus diez hijas. Maite y Carolina, las mayores, le pidieron luego a la prensa que difundiera este mensaje : “Necesitamos ayuda para poder criar, vestir y mandar a nuestros hermanitos a la escuela. Hoy estamos destruidas, y hacemos todo lo posible para seguir adelante y no quebrarnos ante nuestros hermanos menores».
Tres días antes asesinaban a Ailén Oggero, de 32 años, delante de sus hijos de 11 y 4 años. El mayor fue quien avisó del crimen a los vecinos.
A Otilia Cubilla Jara, de 65 años, también la encontró asesinada su propio hijo.
Estos son solo tres de los 26 femicidios y travesticidios que ocurrieron durante febrero.
Una síntesis de la violencia que marca los dos primeros meses del año:





Toda la información sobre cada uno de estos casos está disponible en la web del Observatorio Lucía Pérez, el primero y único autogestionado y público.
Una herramienta de información, análisis, debate y acción creada por nuestra cooperativa.
Nota
Trabajadores de Morvillo toman la fábrica tras el anuncio del cierre de la planta, que implica 200 despidos

Una histórica empresa gráfica de Avellaneda -donde se imprimen títulos de la editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias– anunció su cierre dejando a 200 trabajadores en la calle. Se enteraron por un comunicado pasadas las once de la noche del martes y la respuesta fue unánime: ingresaron a la imprenta e iniciaron una permanencia pacífica en defensa de los puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la firma faltó a la audiencia. Los argumentos empresariales de caída de la producción y los argumentos obreros: “Somos las principales víctimas de esta situación”.
Por Lucas Pedulla
El obrero gráfico Enrique Andina terminó su jornada de trabajo en Anselmo Morvillo SRL a las 22 horas y se marchó a su casa, como todos sus compañeros, como todos los días. Muchos estaban llegando a sus hogares cuando pasadas las 23 horas les llegó un comunicado de la histórica imprenta, que terminaba de la siguiente manera:
“Con una tristeza difícil de describir tenemos que contarles que ya no podemos seguir adelante. Sabemos acerca del impacto, no sólo económico, sino emocional que tiene para cada uno dejar parte de nuestra historia en el recuerdo, y los relatos que hemos compartido siempre con nuestras familias. Le dejamos a cada uno de ustedes, nuestra gratitud por su invaluable esfuerzo y el deseo de que todos puedan superar este trago amargo con la capacidad de levantarse que los caracteriza”.
El texto cerraba con esta firma: “La Dirección”.
Así como llegaron a sus casas, los obreros volvieron a la gráfica, ubicada en Avellaneda, municipio al sur del conurbano bonaerense. Andina contextualiza: “Somos 200 compañeros; yo tengo 17 años de trabajo y muchos tienen más de 30 y 40 años de antigüedad. En la pandemia vivimos una situación similar pero logramos mantener nuestras conquistas. Somos la gráfica que más cobraba dentro del gremio, pero esto fue imprevisto”.
La respuesta fue unánime: los trabajadores votaron la permanencia.
Avon, papel & toma
Anselmo Morvillo SRL inició sus actividades en 1974 desarrollando folletos cosméticos. En su página web cuentan que en 1988 incorporó la primera rotativa de tecnología de punta, “única en el país en esa época”, y sumó la segunda tres años después. Cuentan que crecieron más del 70% en la segunda década de los noventa y que hoy, en su planta de 13500 metros cuadrados de Avellaneda, los folletos comerciales representan un 70% de la producción, mientras que los trabajos editoriales significan el 30% restante. Andina cuenta que, entre las publicaciones, se encuentran títulos de la Editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias.
En el comunicado que “la Dirección” les mandó a los obreros, a quienes se refirió como “queridos compañeros de tantos años”, la empresa expresó su posición:
- “Hemos atravesado las reiteradas crisis económicas de nuestro país, los cambios en el mercado gráfico con la marcada implosión por el avance tecnológico y el comportamiento poco ético de algunos de nuestros colegas competidores”.
- “Fuimos golpeados por la Presentación en Concurso de algunos de nuestros clientes y por la Quiebra de nuestro cliente número dos, ARCA Distribuidores. Luego, a la escalada de precios internacionales de la mayoría de los insumos y repuestos, se le sumó la exigencia de pago anticipado del papel y la desaparición del crédito internacional. Todas situaciones que enfrentamos con mejor éxito que muchos de nuestros colegas”.
- “En el año 2014 RR Donelley cerró su planta de Argentina, en enero de 2016 AGR también cerró sus puertas, y en enero de 2020 IPESA cerró la mayor parte de su operación”. Una aclaración: tras el abandono empresarial, Donelley fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras y, hoy, es una cooperativa gestionada sin patrón.
La empresa describe un contexto “tan negativo” en el que inscribió la caída del 63% del volúmen de producción: “Avon, que como bien saben representa más de la mitad de nuestro trabajo, dejó de imprimir catálogos y mudó su comercialización a internet. Esto nos dejó en una situación económica y financiera terminal”.
Los trabajadores respondieron con la permanencia pacífica y otro comunicado que respondía los argumentos de la empresa: “Todos factores ajenos a la responsabilidad de los trabajadores, que somos las principales víctimas de esta situación”.
Gris de espera
Enrique Andina integra la Comisión Interna y explica: “Estamos en permanencia pacífica para preservar las fuentes de laburo. A lo largo del día se hizo presente el sindicato. Exigimos una presentación en el Ministerio de Trabajo y también hicimos un pedido de plenario de delegados para discutir con todos los delegados los pasos a seguir”.
El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la empresa no se presentó a la audiencia. “Está incumpliendo -dice Andina-. Mientras tanto, nosotros seguimos sin tener comunicación de la empresa. Tampoco atienden los teléfonos. La última comunicación oficial fue el comunicado de anoche. Eso deja un gris, porque estamos en la calle sin un mango, pero no hay un telegrama de despido ni nada”.
Los trabajadores tienen sólo rumores, desde un cierre definitivo hasta la posibilidad de la llegada de inversionistas “que reclaman despidos masivos”, según denuncian. “Se olfateaba que la situación venía rara, pero nadie pensó que todo fuera de esta manera -dice-. La convocatoria acá fue masiva, y agradecemos también que se acercaron de otras ramas, como médicos del Garrahan. La intención es difundir el conflicto y rodearlo de solidaridad para lograr lo que necesitamos, que es que la patronal se siente a discutir”.
Mientras esperan, en las próximas asambleas decidirán los pasos a seguir: “Es un golpe fuerte, pero uno tiene que estar fuerte, también, por la familia. La mayoría de los compañeros son sostén de hogar. Estamos dispuestas a lucharla hasta el final y no aflojarle hasta encontrar una solución, que es sostener las fuentes de trabajo con las mismas condiciones que teníamos hasta ayer antes de recibir el comunicado”.
Nota
Juicio a la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu: absurdos sin pruebas

Empezó el segundo proceso judicial a integrantes de la lof mapuche, a quienes se les endilga el delito de usurpación en la localidad de Villa Mascardi, en Bariloche, Río Negro.
El juicio, a cargo del Tribunal Oral Federal de General Roca y que se realizará de manera virtual, tendrá 132 testigos que serán llamados a declarar y como mínimo, se espera que dure hasta abril. Expresan desde la comunidad: “Somos sometidos injustamente, acusados de usurpar nuestro propio territorio, el mismo que libremente caminaron nuestros kuifikecheiem (antepasados) cuando aún no existían alambrados, ni parques nacionales, ni ningún winka que con su ambición destructora mirara nuestra tierra”.
Para entender el conflicto hay que retroceder a 2017, cuando la lof inició la recuperación de su territorio a partir del levantamiento de una machi –guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche–, y la construcción del rewe –un sitio sagrado de conexión con otras energías del espacio en donde la machi atendía a quien fuera a curarse–. La respuesta del Estado fue de terror: un operativo de desalojo comandado por la vigente ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que terminó con el asesinato de Rafael Nahuel, a manos del grupo Albatros de Prefectura, el 25 de noviembre de aquel 2017. Todo ese proceso derivó en el primer juicio contra la comunidad, donde fueron condenados siete mapuche.
Tiempo después del crimen de Rafita, la comunidad volvió al territorio hasta que en 2022, ya en el gobierno de Alberto Fernández, se ejecutó otro desalojo represivo.
En el juicio que arrancó hoy y continúa mañana, se juzga de la usurpación de distintos terrenos a Luciana Jaramillo, Yéssica Bonnefoi, Romina Rosas, Betiana Colhuan, Celeste Ardaiz Guenumil y Matías Santana. Se defienden desde la comunidad: “Nos encontramos frente a un contexto muy difícil alimentado por un sistema político y judicial perverso, que agudizó la persecución hacia el Mapuche con más violencia y encarcelamientos, con el fin de debilitarnos y quitarnos nuestro territorio”.
El juez a cargo se llama Alejandro Silva y es el mismo que presidió el proceso por el fusilamiento de Rafael Nahuel y que condenó a sus responsables con penas ínfimas.
Ataques
El contexto al que hacen referencia refiere a un gobierno que agudizó el hostigamiento preexistente hacia el pueblo mapuche, además de un avasallamiento de derechos a las 40 naciones originarias que habitan lo que hoy es Argentina. Algunos ejes de esa persecución: el desguace del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI); el decreto que barrió a la Ley de Emergencia Territorial Indígena (26.160) que mantenía la suspensión de los desalojos sobre tierras comunitarias de los pueblos originarios y que allanó el terreno para el desarraigo de la comunidad Paillako a principio de este año; y el señalamiento sin pruebas como causantes de los incendios en la Patagonia. Por citar un caso, Victoria Heredia Núñez, integrante de Lof Pillan Mahuiza, cumple arresto domiciliario desde el 12 de febrero acusada del incendio en la Estancia Amancay, en la localidad chubutense de Trevelin, pese a demostrar mediante georreferenciación que al iniciarse el fuego estaba a más de 90 kilómetros.

La gente de la comunidad frente a la policía durante una inspección ocular en octubre de 2023. Fotos: Jaime Carriqueo
Absurdos
La defensa de la comunidad está a cargo de la Gremial de Abogadas y Abogados. Uno de ellos, Gustavo Franquet, le dice a lavaca ni bien concluida la primera audiencia: “Esto comenzó en 2017 y estamos en 2025; llevamos más de 7 años donde se supone que juzgados de instrucción federal, fiscalías federales, fuerzas federales de investigación como Gendarmería, la Policía Federal y Prefectura investigaron a la comunidad y no pudieron conseguir elementos para acusarlos de otra cosa que no fuera usurpación, motivo por el que ni tendrían que estar en el banquillo. El Estado argentino, desde la Constitución de 1994, reconoce los derechos preexistentes de los pueblos originarios, por lo que no puede ni debe criminalizar el conflicto territorial; en una recuperación, no hay delito. Si esto fuera juzgado como corresponde, no pueden de ninguna manera condenar a nadie”.
En cuanto a cómo abrió el juicio, cuenta: “Sólo en un par de horas que duró, ya se cometieron varios despropósitos jurídicos, aunque estamos seguros que lo más horroroso de este juicio está por venir; vamos a escuchar cosas muchísimos más jodidas, hoy fue un precalentamiento”.
¿Qué despropósitos?
Entre las barbaridades que dijeron, hubo tres que no se pueden creer.
A una de las mujeres, Yéssica Bonefoi, la quisieron acusar de la usurpación de una cabaña, que cuando la fiscalía pidió la elevación a juicio, ni se mencionó. Fue algo insólito, porque no pueden inventar elementos nuevos. Pidieron un cuarto intermedio y cuando volvimos retiraron ese planteo porque obviamente estaba fuera de lugar. Es tanta la voluntad de persecución, de acusación gratuita, que ni se fijaron en eso.
Un segundo despropósito es que cuando se produce lo que llaman la usurpación del ex Hotel Mascardi, una de las acusadas (la machi Betiana) seguía siendo menor. Por ley de minoridad, hay todo un proceso que en este caso no se cumplió cuando se acusa a menores de entre 16 y 18 años y que ahora imposibilita al juez a dictar sentencia contra ella. Como una cuestión lógica le exigimos al juez que no la someta al juicio, y en vez de aceptarlo, dijo que lo va a decidir al final del proceso. Algo totalmente absurdo y re victimizante para la machi.
Y un tercer punto que es la pretensión de la fiscalía y de las querellas de que consideren a la usurpación como un delito continuado. Se denomina con esta tipificación a delitos como la desaparición forzada, o un secuestro, pero no a una usurpación, que es un tipo específico de hurto o de robo, en este caso de un inmueble. Si alguien comete un robo, el delito es en ese momento, no continúa en el tiempo. Ahí hay otro absurdo.
Truchos
En 2022, antes del segundo desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu, se incendió un trailer y un remolque de Gendarmería. Desde los gobiernos provinciales y nacionales se acusó al pueblo mapuche, al igual que de usurpar una cabaña. Recuerda Gustavo: “Ahí empezó toda esta farsa. Esa zona está protegida por fuerzas federales, pero señalaron a la lof y así allanaron el camino para desalojarlos”.
Ese desalojo fue brutal, con más de 250 efectivos del Comando Unificado que irrumpieron en el territorio. Romina Rosas, una de las mapuche detenidas, estaba embarazada de ocho meses y fue golpeada y arrastrada por el piso; días después, parió a su bebé rodeada de policías. Celeste, decía esto de aquel 4 de octubre de 2022: “Me tiraron al suelo, a mí y a mi nena de 5 años. Nos apuntaron con el arma en la cabeza. Fue una cacería”.
Retoma Gustavo Franquet: “A las seis personas que están enfrentando el juicio jueces federales les dictaron su falta de mérito, porque no hay ningún elemento que los ligue a lo que se los acusa. Toda esta causa es trucha porque fue creada para criminalizar, para desalojar y para allanar a la comunidad. Y por ende, todo este juicio es trucho”.
Lafken, en mapudungún, significa espejo de agua. Winkul, espíritu guardián de la montaña. Y Mapu, tierra. Desde la lof Lafken Winkul Mapu, concluyen: “Seguimos llamando a la unión, a mantenernos fortalecidos en nuestro feientun (creencia) y esencia mapuche. A enfrentar al winka con nuestra verdad, por más que el aparato estatal utilice todos los medios a su alcance para difamarnos pretendiendo poner a la opinión pública en nuestra contra, con falsas acusaciones. Pero tenemos total confianza en la fortaleza de nuestro pueblo milenario que ha resistido y preservado el territorio a pesar de los atropellos”.

Matías Santana, la Machi Betiana, Luciana Jaramillo y Romina Rosas son cuatro de los seis acusados, durante la primera audiencia del juicio en su contra.
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