Nota
Ronda 2.386 de Madres de Plaza de Mayo y un diagnóstico: «Se va a caer solito»

Nueva ronda de las Madres. Reflexiones, visitas y el recuerdo de que esas rondas nacieron en dictadura, cuando la policía les decía «circulen». Caminaban entonces de a dos madres, circulando alrededor de la Pirámide, porque estaba prohibido cualquier reclamo que reuniera a tres personas o más. Las comparaciones con los intentos oficiales, la cautelar frente al DNU de Milei. Ideas sobre fracasos, incertidumbres, y una propuesta política: «Todo el daño que hacen transformémoslo en amor».
Magdalena tiene 18 años y un acento que suena distinto: “Soy alemana”, se presenta con sonrisa, pelo rubio, y anteojos de marco color rojo. Hace tres meses que reside en el país, hace trabajo voluntario en una biblioteca popular en Pilar, zona norte del conurbano bonaerense, y es la primera vez que viene a una ronda de las Madres en Plaza de Mayo.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
“Es una lucha que no se termina porque todavía falta información. Acá se necesitan personas que vienen porque las Madres y las Abuelas no van a existir todo el tiempo, y es importante que esa idea continúe”, dice en un perfecto español, ubicada en la importancia histórica del sostenimiento de esta ronda, la número 2386, a casi 47 años de la primera, aquel 30 de abril de 1977, en los inicios de la última dictadura cívico militar argentina.
Más adelante, en sillas de ruedas, hay dos de esas madres, Nora Cortiñas y Elia Espen, que gritan “presente” ante cada nombre que se lee por megáfono: Rolón Carlos Armando, Román Leonardo Adrián, Román Rubén Omar, Romano Palavecino Antonia, Romano Benito Vicente. Presente. Presente. Presente. Presente. Presente. Forman una mitad de la ronda, la de Línea Fundadora. Del otro lado de la Pirámide va rondando el otro grupo, la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Magdalena entiende este contexto por Internet: “Buscás Argentina desde afuera y, siempre, te encontrás con la lucha de las Madres y las Abuelas. Hoy es una situación difícil porque hay un gobierno que no está de acuerdo con esto. La vicepresidente dice que no hay 30 mil desaparecidos, y eso también se ve de afuera. Creo que es una prueba de la democracia. Vamos a ver si hay suficiente gente para sostenerla. Espero que sí”.
Dice que en Alemania no sería posible algo así: “Hay una ley que dice que no puedes negar el Holocausto porque, si lo haces, vas a tener un juicio”.
Alrededor, siguen los nombres.
Siguen los puños en alto.
Sigue el estribillo: “Presente”.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Moda motosierra
María Inés y Estela son dos docentes de escuelas públicas en La Matanza. Estela tiene 58 años, está jubilada, y se emociona al recordar que en 2015 vino con alumnos de tercer grado de primaria cuando eran pequeños y pequeñas de 8 años: “Hoy tendrán 16, 17 años. Lo único que espero es que hayan votado bien, que se acuerden de cuando vinimos”.
María Inés tiene 48, sigue en ejercicio en dos escuelas técnicas en las localidades de González Catán e Isidro Casanova, y aunque dicta materias de programación e informática, aprovechó el programa Jóvenes y Memoria, de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), para hablar sobre la dictadura y los derechos humanos durante 2023. Gracias a ella su curso vio Argentina, 1985 (de Santiago Mitre, sobre el Juicio a las Juntas) y Memorias del saqueo (de Fernando “Pino” Solanas, que habla sobre la dictadura, la continuidad neoliberal durante la década de los noventa, y el estallido del 2001).
“Algunos se organizaban y militaron, pero otros no entendían –dice, y también se emociona–. Se puso de moda la motosierra, el romper todo, como una especie de rebeldía, que no tiene sentido. Pero gracias al programa pudimos tratar el tema y viajar a Chapadmalal con el colegio, para generar conciencia. Son esas ventanas donde podés meter temas. Soy una convencida de que la lucha es con el amor, porque eso le falta a la sociedad. Lo que vivimos fue un voto desde el rencor, egoísta, con odio”.
Ambas son militantes del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA), y celebran las dos medidas cautelares que dictó la justicia laboral para frenar el DNU del presidente Javier Milei tras las presentaciones de amparo presentadas por la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA, central que integra SUTEBA).
Y dicen: “Hay que tomar conciencia de que la forma de lucha es estando organizados”.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Explicitar el fracaso
Otra persona que camina en ronda alrededor de la Pirámide de Mayo es Marlene Wayar, una de las principales activistas del movimiento travesti y trans argentino, autora del libro Travesti, una teoría lo suficientemente buena (Editorial Muchas Nueces).
Piensa Marlene:
“Tiene que ver con la necesidad de que hitos tan importantes como los generados por las Madres a nivel global respecto a los derechos humanos y los pensamientos fascistas, rígidos y antidemocráticos contra los derechos, no se pueden perder. No se puede volver a punto cero. Y, en estos momentos, estamos frente a un doble peligro, no solo por la avanzada de la ultraderecha, sino porque somos personas que morimos: quedan muy pocas Madres, con poco tiempo de vida, y no hemos pensado cómo pasarnos esto de mano en mano. Y no estamos haciendo de esto una forma de mantener la memoria que no tenga que ver con la insistencia de dar vueltas con las Madres alrededor de la Pirámide de Mayo”.
Tampoco, observa Marlene, hemos sabido actualizar el concepto de derechos humanos: “Hay nuevos desafíos respecto al riesgo de distintas corporalidades y comunidades. Por ejemplo, el derecho a un ambiente sano, a vivir en paz y en tranquilidad sin sobresaltos. En haber sentado las bases claras de cuál es el piso. Ilusoriamente vivíamos de que no se puede hablar reivindicando las fuerzas genocidas, pero eso vuelve a resurgir y pone en duda todo lo previamente trabajado. Hay una enorme porción de la población que no sabe si está a favor de una u otra postura, porque simplemente no tiene postura: no sabe de dónde venimos, los riesgos que hay, cómo se construye una democracia, de qué se trata un pacto social y un montón de cuestiones que hacen a la responsabilidad de vivir en sociedad”.
-¿Qué sentís que pueden aportar estas rondas al debate de hoy?
-A mí me pone en crisis. Lo veo pobre, con poca gente, y en algún punto como aletargado en el tiempo. ¿Cómo hacemos, de qué manera creativa, para resignificar y recrear todo esto y que permanezca vivo de manera real, que convoque amablemente a sostenerlo? Sostenemos tantas cosas en las que estamos incómodos, como las navidades, o cualquier otra tradición. Esto sí hace al impacto de nuestras vidas, de mis derechos humanos, porque en última instancia, las 30 mil vidas son la metáfora de que todos los cuerpos importan y que tenemos un montón de cosas para discutir, pero un límite claro es la no violencia, sobre todo la instituida y armada desde el Estado. Y estamos en momentos donde no solo eso es posible y propalado desde la institucionalidad, sino que además habilita la violencia en manos propias de muchas personas que sienten que, por cualquier razón o motivo, pueden tomar en sus manos la potestad de hacer justicia.
-¿Qué te imaginás como una forma de interpelar a otras juventudes y otros cuerpos para habitar este lugar?
-Estamos realmente en blanco, porque son tan totémicas las ideas y conceptos de los que venimos que nadie se puede correr de eso y hacer una traducción al hoy. ¿Cuáles son los derechos humanos de un pibe y una piba de hoy en Tilcara y en Belgrano R? Hablo de zonas diametralmente opuestas de nuestra sociedad para pensar cómo las convocamos. Venimos de muchos fracasos, este momento es de la explicitación del fracaso, y nos tenemos que pensar. Por eso digo que me pone en crisis: la verdad es que no sé si tiene sentido que esté acá hoy para otra cosa que pensar. Y no dejar sola a Norita. Pero también pensar: si esto no me conforma ni me parece transformador, ¿qué soy capaz de inventar y de proponer? En principio estamos en crisis, y las crisis, si algo tienen, es que nos ayudan a mover. Lo que veo es que la generalidad de los espacios políticos partidarios y sociales están pensando desde los mismos paradigmas que, hoy, no resultan tan atractivos para la gente que busca un cambio, aunque ese cambio le ofrezca tirarse por un precipicio. ¿Qué hacemos para construir amor propio? Porque hay poco amor propio en creer que no podemos construir un presente, una forma de vida, haciendo uso de todo nuestro recorrido histórico y de nuestra propia cultura. Creer que hay que mirar otros países y tratar de imitarlos. Preferimos vivir esclavos en una ficción de bienestar antes de remarla siendo autónomos y hacedores de nuestro propio presente.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
El megáfono y las cacerolas
Al terminar la ronda, como siempre, se busca escuchar las palabras de Nora Cortiñas y Elia Espen. Hoy no hay sonido porque se rompió la camioneta que lo trae cada jueves, y por eso las voces se amplifican desde un megáfono. Así recuerdan que, al comienzo, las Madres caminaban de a dos y en ronda, porque la Junta Militar prohibía las reuniones de más de tres personas. “¿Les resulta conocido?”, preguntan, en alusión a uno de los puntos del megaproyecto que el gobierno mandó a discutir en sesiones extraordinarias.
También advierten que familiares de genocidas están haciendo campaña para que los mayores de 70 años que cumplen condena vuelvan a sus casas: “Recordamos que no perdonamos y no nos reconciliamos: sus crímenes son de lesa humanidad”.
Además, convocan al cacerolazo del 10 de enero, promovido por el sector cultural (en alerta por el desfinanciamiento y la disolución de diversas instituciones relacionadas con el cine, el teatro, el libro y las editoriales independientes, la música, y otras escenas artísticas), que se realizará, en la ciudad de Buenos Aires, con el Congreso como epicentro, a las 20 horas.
Luego, Elia Espen se excusa de no hablar hoy por un problema en la garganta. Por eso leen lo que escribió para este jueves: “Hola, ¿cómo están? Pienso que todos estamos mal. Queremos que haya justicia y saber la verdad sobre los 30 mil y los niños apropiados, de los cuales no hablan. Estamos pasando momentos difíciles, pero que quede claro: no abandonamos la lucha. Seguiremos reclamando memoria, verdad y justicia. Al que no le caiga bien, lo lamento. No fue fácil para nosotras, pero acá estamos. Hay varios culpables de por qué no sabemos la verdad. Ante todo, la justicia, que ocultó y protegió a los genocidas. Es hora que abran los archivos”.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Luego, Nora Cortiñas sí habla, mientras le sostienen el megáfono para que se escuche. Primero, como siempre, recuerda que Milagros Sala continúa presa. “Otro jueves juntos, pero este es otro año –dice–. Las Madres estamos cerca de los 100. Ojalá lleguemos a ver qué hay. A ver si hay respuestas a nuestros reclamos. Quería decir que este gobierno es todo en contra del pueblo, pero ya hay unos jueces que decidieron no declarar legítimo el DNU. Ya le va a ir saliendo todo mal y se va a caer solito. Paciencia. Nosotros no queremos sacarlo como él sacaría a uno de los nuestros. Queremos manejarnos como hicimos estos 48 años: prudencia, no a la violencia, y pensar con la cabeza. Todo el daño que hacen transformémoslo en amor. Charlemos. Hablemos. Y lo que está caro, no lo compremos. Vamos a tener que bajar nuestro nivel de vida, aunque no teníamos ningún nivel”.
Como siempre, Nora desata risas, hoy bajo un sol bien caluroso.
Y cierra: “Sigamos viniendo. No bajemos los brazos. No pensemos que no hay nada por hacer. Hay mucho por hacer”.
Luego, invita a cantar La Cigarra, de María Elena Walsh.
El jueves que viene, a las 15:30, habrá ronda otra vez, como hace 46 años.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
  Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
 - “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
 
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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