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Tiros libres: tres miradas del partidazo Portugal-España

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Los hinchas de Cristiano. Por Delfina Corti

Ahí estaban ellos, escondidos bajo las camisetas de más de treinta países. Ahí estaban ellos, vecinos de los españoles que no habían podido conseguir una entrada para ir a Sochi. Ahí estaban ellos, junto a los portugueses que, a pesar de los asientos vacíos que había en el estadio, se habían quedado sin su lugar en la cancha. Ahí estaban los hinchas de Cristiano, en Moscú, para verlo jugar su primer partido del mundial. 
 
Sentado frente a una pantalla gigante, estaba el primer hincha de Cristiano. Con un buzo de la selección argentina, gritó con fuerza «penal» ante la falta de Nacho a Ronaldo. Parecido a ese grito que se escucha en la cancha cuando los hinchas piden la falta. No importa si fue o no: hay que gritarlo. Si se grita es porque fue. Más sacado fue su grito de gol cuando el 7 pateó. Su amigo se dio vuelta, lo fusiló con la mirada y le dijo: «¡Qué hincha de Cristiano que sos! Dejá de hacerte el boludo». El hincha argentino de Cristiano lo negó, mientras desplegaba una sonrisa picarona en su cara. El problema que parecieran tener los hinchas de Cristiano es que no pueden ser argentinos. Es una contradicción: o Messi o Cristiano. Nunca los dos. Entonces, mejor negarlo hasta que alguien te enganche en un mundial gritando un gol suyo. Ahí, ya no hay escapatoria. Sonreír y a otra cosa.
 
Parado vio el partido el segundo hincha de Cristiano. Tenía la camiseta del Madrid. No era español, aunque también festejó los goles de España. Era ruso y, si no lo era, pegaba en el palo. Cada vez que Cristiano agarraba la pelota, el hincha ruso dejaba caer un grito. Lo acompañaba un aplauso. En la única jugada que no aplaudió fue cuando Ronaldo en vez de patear al arco con la zurda decidió pasarla -perfectamente- al medio para que pateara solo un compañero que entraba al área. El hincha de Cristiano no es hincha de los pases sino hincha de verlo rematar a Cristiano de donde sea, con la pierna que sea, por más que la jugada pida otra cosa. Sin embargo, el hincha ruso de Cristiano no gritó el segundo gol como a él le hubiera gustado. La jugada se manchó por el error de De Gea y el hincha ruso de Ronaldo quería gritar un golazo, algo parecido a como gritó el hincha coreano en el tercer gol. 
 
El hincha coreano de Cristiano estaba sentado cuando Piqué le cometió la falta al portugués. Todos sabían lo que significaba ese tiro libre para Ronaldo. Incluso Cristiano lo sabía. Quizás por eso, se arremangó los pantalones  e hizo sus clásicos pasos hacia atrás y hacia el costado. Mientras Cristiano se preparaba, preparaba a sus hinchas. Preparaba a su hincha coreano que ya sabía lo que iba a venir, ya sabía que lo iba a gritar y, por eso, se golpeaba la cabeza impaciente para escuchar el pitido del árbitro. Y se golpeó más cuando la pelota entró, y gritó aunque no gritó «gooool». Fueron sonidos de alguien sorprendido por el golazo que acababa de ver, aunque estuviera convencido minutos antes de que ese golazo iba a suceder. 
 
Ahí estaban ellos, gritando los goles de Cristiano que ya sabían que iban a venir. 

El súperhéroe. Por Ariel Scher

Iniesta jugó de Spiderman desde que Cristiano Ronaldo lanzó su primera chispa de magia del partido. Iniesta entendió que la única manera de reponerse del golpe inicial era que España se aferrara a la identidad futbolística que la hace ser quien es desde hace rato y se dedicó a lo que mejor le sale: jugar y hacer jugar. Y entonces, ante el desconcierto de sus compañeros, tocó y tocó hasta construir una telaraña de pases que le devolvió la confianza al equipo. Recostado contra el sector izquierdo, el sitio que mejor le sienta, se las arregló para que los pegajosos mediocampistas portugueses no pudieran descubrir sus movimientos y recibió siempre solo con la premisa de darle destino seguro a la pelota. Cada vez que las circunstancias lo demandaron, apeló a su infalible cambio de ritmo -intacto- y elaboró rutas casi imposibles hacia el arco de enfrente entre el torbellino de piernas contrarias. Emergió como el oasis desde el que España pudo brindar una imagen que, más allá del empate, invita al entusiasmo. Su salida, a los 25 minutos de la segunda etapa, sólo se puede explicar desde lo físico. No cabe motivo futbolístico para que nadie prescinda de los servicios de un crack que volvió a ratificar que el coraje en la cancha tiene que ver con jugar, jugar y no parar de jugar.

Ni siquiera Cristiano juega solo. Por Pablo Marchetti

“Cristiano juega solo”. “Portugal es Cristiano y nada más”. A veces quienes analizan el fútbol lo hacen con una liviandad que espanta. Nadie, ni siquiera un fuera de serie como Cristiano Ronaldo, puede jugar solo. El fútbol es un juego de equipo. Y todo crack, por más bueno que sea, necesita compañía. Hoy Cristiano tuvo un aliado fundamental para meter uno de los tres goles con los que Portugal, que apenas tuvo la pelota, le empatara el partido a España, que por momentos lo bailó. Ese aliado se llama David De Gea. El tipo es alto, rubio, de colita, fachero, grandote, con una presencia que intimida. Parece alemán. Y hoy, más que nunca, se pareció a otro colega alemán de gran protagonismo en el último mes: Loris Karius. Esas manosblandas, esas dudas, esa desidia son típicas de Karius. Y se sabe que un arquero alemán siempre es garantía. Pensar que el Real Madrid cada año amaga con pagarle al Manchester United una millonada, de esas que paga el Real Madrid hasta por un alcanza pelotas, para llevarlo al arco merengue en reemplazo del morocho, retacón y poco agraciado tico Keylor Navas. Ahora se entiende por qué el Madrid se obsesionó con De Gea. El partido de hoy dejó claro que se entiende como nadie con Cristiano. Y con esa sociedad, el Real Madrid puede convertirse en un club aún mucho más invencible.

Piel de gallina

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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