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Viene clareando: las músicas para un folklore disidente

La cantante Ferni de Gyldenfeldt y el guitarrista Nahuel Quipildor presentan “Folklore en transición”, una propuesta que repasará canciones de Margarita Palacios, Teresa Parodi, Chabuca Granda, Raúl Carnota, María Laura Alemán –compositora travesti- y un homenaje al Dúo Salteño. Será el miércoles 4 de agosto a las 20 horas en el Centro Cultural 25 de Mayo, ubicado en Villa Urquiza (CABA). En esta entrevista, Ferni y Nahuel hablan de la transición como concepto para una relectura de la música popular: “Buscamos abrir la posibilidad a algo que deje de ser binario y que deje de ser representativo de un sistema patriarcal”.
“Una noche llena de música de distintos colores, llena de paisajes y de historias, donde aparezcan todas las voces”, sueña la cantante Ferni de Gyldenfeldt. “La posibilidad de mostrar el folklore desde otro punto de vista” anuncia el guitarrista, compositor y arreglador Nahuel Quipildor.
Esta promesa de una noche musical folklórica diversa ya tiene fecha, hora y lugar: el miércoles 4 de agosto a las 20 hs en el Centro Cultural 25 de mayo. En la elegante sala teatral ubicada en el barrio porteño de Villa Urquiza, sucederá el encuentro en escena de Ferni y Nahuel. Con el acompañamiento de Mailén Eliges en percusión y con invitades como Florencia Dávalos en voz, Luchi de Gyldenfeldt en piano y voz, Lautaro Quipildor en flauta, Lautaro Matute en guitarra y voz y Marce Vicente en violoncello, el concierto repasará canciones de artistas como Margarita Palacios, Teresa Parodi, Chabuca Granda, Raúl Carnota, un tema de María Laura Aleman –compositora travesti- y un homenaje al Dúo Salteño .
Folklore en transición es el nombre de este show que germinó en una tarde veraniega en la casa de Ferni, donde no faltó el mate ni la guitarreada. En febrero tocaron y cantaron en la terraza del CC 25 de Mayo y el público demostró tanta euforia que les propusieron volver, pero esta vez a la sala teatral. El show se programó para abril y luego se pospuso por las restricciones de la pandemia.
“La palabra transición abre una puerta. Estamos en un momento donde empiezan a aparecer nuevas propuestas, comenzamos a tener una relectura de la música popular y la interpretamos desde otro lugar”, afirma Ferni. “Cada une viene con su experiencia, con su bagaje y esto lo pensamos sabiendo que ya existió un Chango Farías Gómez, el Dúo Salteño, Atahualpa, Mercedes Sosa, Liliana Herrero, entre otres. Esto no es inventar nada, sino que trae esta idea del devenir de la que habla Marlene Wayar, el vamos siendo. Eso es lo interesante, yo no me puedo poner a cantar como si no estuviese existiendo y cantando Susy Shock, esa imagen del folclore trans, es realmente la representante y la figura en este momento. Somos hijes y aprendices de todo esto que viene pasando. Buscamos abrir la posibilidad a algo que deje de ser binario, que deje de ser representativo de un sistema patriarcal, corriéndonos de esto que tiene el folclore, de lo tradicional, fuerte, marcado, que dice que tiene que ser reproducido de una sola manera”.
Con toques de humor, desparpajo y tonalidades de voces diversas Ferni y su gemela Luchi vienen derribando, con el dúo Ópera Queer, el estereotipo de la ópera rigurosa y acartonada. En el cuarteto Allpa Munay, Ferni desarrolla desde hace siete años su gusto por la música folcklórica, especialmente su admiración por Atahualpa Yupanqui. Otra de sus facetas es la murguera, puesta en práctica en La NotalPié, murga al estilo uruguayo.
Por su parte, Nahuel es director del Ensamble Folklórico Panambí, que está a punto de sacar su segundo disco. También se dedica a la danza. De niño practicaba malambo con su madre, en tercer grado la maestra lo vio zapatear en el recreo y lo convocó para bailar en un acto patrio. Le gustó esa participación, continuó con talleres infantiles en la Feria de Mataderos y luego ingresó a un ballet folklórico. En la adolescencia concurría a una escuela industrial por la mañana y al Conservatorio Superior de Música Astor Piazzolla por la tarde, donde fue compañero de Ferni. “Me dediqué más a la música en los últimos años”, dice Nahuel. “En estos días voy a volver a bailar después de mucho tiempo porque voy a reemplazar a una pareja de baile con mi compañera. Nos vamos en diciembre con un ballet a México al Festival Internacional de Danza en Aguascalientes. Me toca desempolvar las boleadoras, las botas de malambo. Para mí es algo hermoso poder viajar con el arte”
Ambxs buscan que el folklore refleje el contexto en el que vivimos, que sea una herramienta para desarmar las piezas oxidadas, una cajita musical que se abre a nuevas maneras de cantar, de bailar y de componer, sin olvidarse de quienes le dieron cuerda y la trajeron hasta aquí. “Ese folklore de Billiken – dice Ferni- que nos mostraba al gaucho, las fiestas patrias, la mulata vendiendo empanadas. Lejos del gaucho que tomaba mate mirando el atardecer y permanecía en su tierra, nuestro folklore llegó a casi todo el mundo de la mano de Atahualpa Yupanqui, de Mercedes Sosa”.
Cuenta Ferni que desde la ópera y con la propuesta desenfadada de Ópera Queer, le fue más natural mostrar su identidad. “En el folclore me fue dificil decir me paro como persona trans, no binaria, y desde esa visibilización, gestualidad, expresión, vestimenta, esa modificación de la letra, poder con seguridad cantar folclore y entregar mi propuesta sentida desde lo que me interpela. Fue un desandar, salir de esa figura, no la del gaucho porque nunca la tuve, quizás era simplemente ponerme pantalón, camisa negra y poncho, y el poncho lo re mariconeaba, lo revoleaba en el aire. Pero es más allá de eso, es profundizar la propuesta y no que sea el foco pero sí que aparezca presente la disidencia. Desde este lugar también canto esta música”.
La noche del folklore diverso se acerca. Hace meses que Ferni y “Quipy” ensayan hasta la madrugada, prueban nuevos sonidos y despliegan las hojas de un cancionero que combina el legado de lxs grandes maestrxs, la novedad de un lenguaje que abraza y contiene y las canciones de hoy, con las poéticas que resuenan en los umbrales de un presente en transición .
Folklore en Transición – Músicas para un Folklore Disidente
Entradas por Alternativa Teatral

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Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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