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Yo no me sentaría en tu mesa

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El sábado 3 de septiembre varios de los mejores cronistas latinoamericanos fueron convocados por el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA) en el marco del ciclo «Narrativas de la realidad». El periodista y editor Daniel Riera tenía a su cargo la moderación de la mesa que presentaría las exposiciones de Leila Guerreiro, Pablo Plotkin (de la revista Rolling Stone), Jaime Rodriguez (Quimera) y Armando Camino (Periodismo Humano). En lugar de cumplir con el rol asignado por los organizadores, Riera eligió ejercer su oficio y rendir honor al título de la convocatoria. Así enumeró las razones por las cuales abandonaría la sala luego de leer el texto que publicamos a continuación.
Yo no me sentaría en tu mesa«Mi nombre es Daniel Riera, soy uno de los editores de la revista Barcelona y el editor de la colección Crónicas del Continente de la editorial Libros del Náufrago. Quiero darle las gracias a María Angulo, por haberme invitado, por su entusiasmo en contar con mi presencia y por haber compartido una cena maravillosa en el club Eros conmigo y con Francisco Mouat, un gran escritor chileno al que tuve el privilegio de editar recientemente. En el club Eros, también, alguna vez compartí una cena con Leila, Cristian Alarcón y Sonia Budassi. Hago esta referencia porque si estas jornadas se hubieran realizado en el Eros, quizá no necesitaría decir lo que voy a decir ahora.
Cuando María me invitó a estas jornadas, acepté de inmediato, por la buena predisposición que la caracteriza y porque en esta mesa, en las anteriores y en la que viene después de esta, hay muchos colegas que aprecio y respeto. Incluso yo mismo sugerí un nombre para que participara. El 19 de agosto, finalmente, me llegó por correo electrónico el programa de esta jornada, ya diseñado con mi nombre. En ese momento no le presté atención porque ya sabía o creía saber quiénes iban a estar y qué tenía que hacer yo, y porque no pensé que hiciera demasiada falta reenviarlo a mis contactos para garantizar la asistencia. Finalmente, el jueves pasado leí la convocatoria con detenimiento. Mi nombre estaba impreso entre todos los demás, y también había un nombre y algunos detalles que desconocía y que condicionan mi presencia aquí esta noche, a mi pesar y a pesar de toda la gente que aprecio, admiro y respeto, algunos de los cuales están sentados aquí a mi lado.
Yo no sabía que esta jornada estaba auspiciada por el gobierno de la ciudad, un gobierno de derecha al que, si viviera en esta ciudad, yo no votaría jamás, pero al fin y al cabo un gobierno de derecha elegido y reelegido por el pueblo a pesar de que el jefe de gobierno de la ciudad, ingeniero Mauricio Macri, está procesado por espiar a las víctimas del atentado a la Amia, a pesar de haber hecho una brigada para perseguir indigentes a la que denominó, no sin cierto cinismo, Unidad de Control del Espacio Público.
No sabía, tampoco, que el ministro de cultura de la ciudad, Hernán Lombardi inauguraría las jornadas. No tiene nada de malo que un ministro de cultura de la ciudad apoye jornadas como estas. Otro día hablamos de la crisis del Teatro Colón, otro día hablamos de la crisis del Teatro San Martín, otro día hablamos de los centros culturales barriales cerrados bajo la gestión de Lombardi, otro día, pero por favor, hoy no. Debo aclarar que mi mayor problema con Lombardi no se relaciona específicamente con esta gestión porteña, sino con su gestión como ministro de Turismo del Gobierno de Fernando de la Rúa. El problema imposible de resolver es que pienso en Lombardi y me vienen a la mente 38 cadáveres.
Hernán Lombardi me genera un síndrome personal que los Fabulosos Cadillacs definieron en una canción como «Yo no me sentaría en tu mesa». El plato en este caso -si entendemos como «plato» a estas jornadas y a los temas que aquí se debaten – se presume como apetitoso y los comensales son encantadores. El problema grave es la mesa. Entre el 19 y el 20 de diciembre de 2001, el gobierno de Fernando de la Rúa, el gobierno que integró hasta el último día el doctor Lombardi, el gobierno al que yo mismo voté en un acto de profunda estupidez del cual me siento responsable, asesinó a 38 personas en el marco del Estado de Sitio decretado para poder asesinarlas luego sin mayores inconvenientes legales. Imprimí la lista de asesinados para que ustedes puedan leerla: creo que parte de la misión cotidiana de nosotros, los cronistas argentinos, consiste en recordar de tanto en tanto a los 38 asesinados del 19 y 20 de diciembre. No sé si a Lombardi le asisten responsabilidades penales por esos 38 muertos. No dudo que le asisten responsabilidades políticas.
Yo no recordaba -y una colega me lo recordó cuando le pedí opinión sobre si debía sentarme en esta mesa o no- el modo escandaloso en que el gobierno del ingeniero Macri traspasó al CCEBA las instalaciones del ex Padelai. Voy a ser justo y reconocer que esta historia empezó antes de Macri. En el año 2003, cuando el jefe de Gobierno de la ciudad era Aníbal Ibarra, las familias pobres que vivían allí fueron desalojadas mediante el uso de la fuerza pública, entendiéndose por «Fuerza pública» a elementos como bastones y gases lacrimógenos. Hubo 16 heridos en el desalojo, 16 heridos y 52 detenidos por ser pobres y no tener un lugar donde vivir. El Padelai fue desalojado so pretexto de que corría «peligro de derrumbe».
En 2009, el gobierno de Macri cedió las instalaciones del ex Padelai por 30 años a cambio de nada y pagando encima 12 millones de pesos en carácter de «expropiación» a una empresa fantasma que se adjudicaba la titularidad del edificio. Ahora resulta que ese mismo edificio que podía derrumbarse en cualquier momento es óptimo para la realización de actividades culturales. Adjunto una nota al respecto publicada en el sitio lavaca.org por si quieren leerla. En su momento, la legisladora porteña Patricia Walsh calificó la operación como «un acto de entrega y colonialismo» con la misma saludable ausencia de eufemismos que distinguía a su padre, Rodolfo Walsh, el más grande cronista argentino. En el formidable sitio Periodistas humanos -que orienta el colega Armando Camino, sentado en esta mesa- hay un artículo sobre la actividad de los indignados españoles en Buenos Aires, cuyo título es El 15M se empapa del ‘argentinazo’. El artículo describe la relación entre los indignados españoles y algunos movimientos surgidos luego del 20 de diciembre, como el de las fábricas recuperadas. Me temo, querido Armando, que este no es el lugar más apropiado para conversar sobre esas cosas. Quizá deberíamos elegir mejor los lugares que elegimos para discutir sobre nuestro oficio, no sea cosa que terminemos desvirtuando las razones por las cuales lo ejercemos».
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Textos entregados a la audiencia por Daniel Riera como contexto de su exposición

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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