Nota
Sin pánico y con cuidado
Pensar a la denominada gripe porcina –sus alcances, sus repercusiones- como una construcción propia de la cultura del miedo, puede, en un primer momento, descolocarnos. La vivencia cotidiana en la calle, en el trabajo, en las casas -esa sensación de pánico que quiere ser controlada, racionalizada- parece demostrar que por fuera de los peligros estrictamente virales y de contagio, hay un factor olvidado que recorre esta psicosis social: la imposibilidad de huirle al miedo. La repetición hasta el hartazgo, que compromete los límites de lo necesario para informar y prevenir, lleva a un extremo agobiante la situación, y también, paraliza. Alejándose del lugar común, Yamila Comes, Directora de Atención Primaria de la Salud por la Municipalidad de Morón, explica –en una charla con lavaca y casi antropológicamente- todos estos mecanismos: «El miedo que genera es el miedo a no poder controlar algo, cuando todo parece controlable. El día de las elecciones estaban todos con la bufanda en la boca… ¡La lana tiene agujeros! Pero bueno, todos construimos historias acerca de nuestra realidad, y éstas empiezan a tener efecto. Y si sirven para tapar la angustia frente a la muerte, más.»
¿Qué rol juegan los medios dentro de todo este desconcierto?
«Los medios están desorientando: por el barbijo, por un lado, y, por el otro, con el tema de la medicación. Dicen que hay que otorgar medicación a todos, y sólo hay que hacerlo a los que tengan síntomas o aquellas personas con factores de riesgo, o a los hospitalizados. El uso masivo del barbijo se dio por desinformación, por el fogoneo de los medios. En verdad es contraproducente: genera un caldo de cultivo. El barbijo sólo protege al enfermo para que no salga el virus, pero no al revés.»
Desde la municipalidad de Morón, la idea es no generar alarmismo. Han tomado los recaudos que creen necesarios: «Medidas con relación al municipio, y otras de prevención con toda la población. Con respecto a las primeras, hoy salió un decreto que se suspenden actividades educativas, culturales, artísticas y deportivas, que se hacían en espacios al aire libre para la comunidad; y se prorrogan todas las reuniones que tengamos con la comunidad. El objetivo tiene que ver con una medida que se llama «distanciamiento social», que en realidad es para tratar de no acumular gente ni en espacios abiertos ni cerrados, para disminuir la circulación del virus en la comunidad.»
También han otorgado licencias a toda persona que tenga algún factor de riesgo, como embarazadas, personas mayores de 65 años o personas con diabetes o alguna enfermedad crónica que pueda agravarse en caso de contagio. La duración de esa licencia dependerá de cómo vaya avanzando la situación general.
Los colegios cerraron desde el día de hoy (por Miércoles 2 de julio) hasta el 31 de este mes, adelantándose el municipio a las medidas de los gobiernos de provincia y Nación. La atención ambulatoria de los hospitales y los centros de salud funciona correctamente, aunque «sí está crítica la parte de internación: cada vez hay menos casos, pero más graves por cantidad de camas disponibles, cantidad de personas que necesitan respiradores… El caso más común es el de una especie de neumonía que genera el virus para el que no sirven los respiradores comunes. Sólo algunos muy específicos.» La municipalidad hoy por hoy cuenta con medicamentos para 650 personas con tratamientos propios para el virus, pero carece de refuerzos en cuanto a insumos: «Todavía no nos han llegado refuerzos: sólo llego la medicación propia del virus y nada más. Los tratamientos se los estamos entregando a personas con factores de riesgo, con síntomas. Igualmente creo que van a liberar la entrega de drogas por la presión de la gente y los medios.»
En cuanto a la prevención se han instalado carteles en la vía pública, que contienen mensajes en relación al lavado de manos y el aislamiento voluntario junto al uso de barbijo (solo en caso de tener síntomas).
Yanina remata pidiendo tranquilidad: «Si bien no hay que subestimar a la gripe, no podemos de hacer de ella motivo de pánico. Sólo tomándoselo con tranquilidad vamos a poder pensar y superarla: cuando se está enfermo, hay que llamar o ir al médico, usar barbijo para evitar contagiar, y aislarse voluntariamente del resto».
Si a la gripe, además de porcina la hacemos humana, ahí sí estamos perdidos.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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