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Diario del aborto en el Senado 24-7-2018

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Otra jornada intensa en las audiencias en el Senado por el Aborto Legal. Nueve horas de exposiciones donde coincidieron el actual Ministro de Salud de Mauricio Macri con el ex Ministro de Salud de Néstor Kirchner. Ambos a favor. Además, las experiencias internacionales de un país un una gran capital de Latinoamérica que legalizaron: Uruguay y Ciudad de México. El poeta Bullrich y el anticlerical Pichetto, senadores estelares. Y el fuego verde presente y futuro de Juana Garay. Pasó de todo. 

Por Pablo Marchetti

Una presentación saludable

Si esto fuera un espectáculo con entrada paga, los organizadores estarían exultantes, pues no les quedaría más remedio que colgar el cartel más deseado, el más preciado, el más codiciado: “No hay más localidades”. Pero esto es un plenario de comisiones en la Cámara de Senadores, donde expone gente a favor y en contra de la legalización del aborto.
El salón Iliia está lleno de gente desde el comienzo, no entra más nadie, es la jornada más convocante de todas. No es para menos: hoy habla el Ministro de Salud, Adolfo Rubinstein. Rubinstein habla como ministro de un gabinete que está partido en dos en cuanto al tema. Y en un Senado en el que el partido del que forma parte también está dividido, aunque la mayoría de sus senadores está en contra.
“Yo vengo de la investigación y siempre he tenido un gran respeto por los datos –arranca Rubinstein-. Y todos son datos serios, sólidos. Entiendo que los datos a veces pueden ser más o menos sólidos. Pero la decisión está tomada por los datos rigurosos”.
Rubinstein mostró powerpoint y tiró datos. Muchos datos. Datos del Ministerio de Salud, de la Organización Mundial de la Salud. Datos sobre hospitalizaciones por abortos complicados, sobre muerte materna, sobre presupuesto, sobre lo que sea. Y habló también de los datos que faltan, por la ilegalidad.
También hizo referencia a la educación sexual, a los anticonceptivos y hasta habló de la continuidad durante su gestión de políticas implementadas desde el Gobierno anterior. Luego mostró el mapa del mundo, con los países donde es legal y los países donde no. Y siguió con una comparación de la situación entre estos países.
Una hora y media duró la presentación de Rubinstein, entre la ponencia y las respuestas a las preguntas que le hicieron senadoras y senadores. Muy claro lo del Ministro de Salud. Muy saludable.

El informe completo que mostró el Ministro de Salud en el Congreso a favor del #AbortoLegal

Pichetto, el hereje

“Excelente presentación, Ministro –fue el piropo del senador Miguel Ángel Pichetto a Rubinstein-. Si yo hubiera estado en contra no hubiera podido preguntar nada. Usted hizo un aporte significativo con tantos datos que dio. Y hay que reconocer también el aporte del presidente Macri al habilitar este debate. Si yo fuera de Cambiemos me sentiría orgulloso”.
Terminó de hablar Pichetto y Esteban Bullrich tomó la palabra: “Es una gran noticia que el senador Pichetto se haya vuelto macrista. Sobre todo ahora que tenemos que tratar el presupuesto”, chicaneó el senador de Cambiemos.
Pichetto esperó un rato para contestarle. Más precisamente, hasta después de que habló Ginés González García. “Quiero recordar que cuando usted repartió preservativos –dijo Pichetto en referencia a Ginés- el obispo castrense Baseotto sugirió atarlo a una piedra y tirarlo al río. Del mismo modo que se opuso la Iglesia al reparto de preservativos en África, cuando la gente se moría de sida”.
“No me volví macrista –continuó Pichetto-. Y tengo un gran respeto por el senador Bullrich, que me parece un hombre honesto. Pero si fuera macrista destacaría esto de mi Presidente, como me sentiría orgulloso de la presentación que hizo el ministro Rubinstein”.
La senadora María Cristina Fiore le pidió a Pichetto que no le faltara el respeto a la Iglesia, pero el senador peronista por Río Negro insistió: “Es imprescindible que la Iglesia entienda cuál es el rol de la mujer hoy en la sociedad, que comprenda los cambios que estamos viviendo. Y que asuma que tuvo una posición retrógrada respecto del divorcio vincular, el matrimonio igualitario y ahora, con el aborto legal”.
Sí, leyeron bien: eso lo dijo Pichetto, no Susy Shock.

Pago a proveedores

“Yo hice el juramento hipocrático y me acuerdo bien”, arrancó el rector de la Universidad Católica Argentina, Miguel Schiavone, como respuesta venenosa a Rubinstein, que había dicho que no recordaba qué decía el juramento hipocrático, pues no importaba, porque era cosa del pasado.
“La principal causa de muerte en la Argentina es la pobreza -generalizó Schiavone-. Las mortalidades materna e infantil, y el aborto, son una cuestión de salud pública sólo porque son parte de un país inmerso en la pobreza. Esta ley atenta contra la solidaridad social y cultiva el individualismo”.
Schiavone hizo una presentación clásica en las filas de los antiderecho: arrancó tranquilo, sugiriendo mesura, y terminó mostrando la verdad sobre los verdaderos intereses que sostiene. “Esta ley condiciona nuestro futuro mucho más que cualquier acuerdo o préstamo internacional”, expresó, volviendo al recurso remanido de vincular a la legalización del aborto con un pedido foráneo.
Para concluir dio cátedra de la igualdad de género según los antiderecho, cuando le preguntaron por el rol del hombre dentro de esta ley: “El hombre deberá ser el proveedor del hogar, así como la mujer es la proveedora del niño por nacer, primero, y en el niño pequeño, después. El hombre actual colabora en el hogar porque la mujer necesita realizarse como persona”, explicó.
Lo que se dice un tipo amplio. Y quien piensa otra cosa es una feminazi.

Gol uruguayo

Lo siento mucho. Díganme machirulo, si quieren. Llámenme hijo del heteropatriarcado, acúsenme de haber abandonado la dieta de la deconstrucción. Piensen lo que quieran. Pero se me hace inevitable la comparación futbolera. Por un lado, puede hablarse de garra charrúa. Por otro, puede decirse que Leonel Briozzo ganó, gustó y goleó.
Briozzo es médico ginecólogo y empezó su charla pidiendo disculpas a sus pacientes, porque hoy no iba a poder atender. El doctor es el jefe de servicio de la Maternidad Augusto Tourenne del Hospital de la Mujer del Centro Hospitalario Pereira Rossell, el más importante en esa especialización en Montevideo. Y allí atiende de lunes a sábado, desde las 8 de la mañana.
Además de su trabajo como médico, Briozzo fue Subsecretario de Salud durante la presidencia de José Pepe Mujica, y uno de los grandes responsables de la legalización del aborto en el Uruguay. Curioso: para su presentación en el Congreso luce una corbata celeste. Aunque en su caso parece más vinculada con la camiseta de su Selección que con el color antiderecho.
La presentación de Briozzo estuvo cargada de datos, con powerpoint, y fue contundente respecto de lo que había pasado en el Uruguay con el aborto legal. “Hoy somos el segundo país con menos muertes maternas, superado sólo por Canadá”, arrancó.
“En nuestro país, con la ley también disminuyeron las enfermedades maternas y la mortalidad infantil –continuó Briozzo-. Y también disminuyeron los abortos, cosa que sucede en general con los países en los que se legaliza el aborto. Y digo en general porque hay excepciones, como Cuba, donde el aborto no disminuyó con la legalización, que sucedió al comienzo de la revolución”.
También destacó otros aspectos de la legalización y derribó algunos mitos: “No es cierto que las mujeres pobres abortan más. Como decimos del otro lado del charco, ‘esto es algo que pasa en las mejores familias’. La legalización terminó también con el estigma que había sobre la mujer”.
Uno de los temas centrales del debate, en general, fue la objeción de conciencia. “No tuvimos problemas en ese sentido –explicó Briozzo-. La ley ayudó a que tengamos más y mejores profesionales, en todo sentido. También en cuanto a la formación ética. La idea es que no importa lo que pienso, sino lo que necesita el paciente. Por supuesto que hay objetores de conciencia. Pero quienes no pueden hacer un aborto por convicciones personales son conscientes de que tienen que buscar a quien lo haga”.
Briozzo explicó que con el aborto tampoco se fue afectada la tasa de natalidad de su país. “Sé que esto es algo que a ustedes aquí en la Argentina les puede parecer irrelevante, pero en un país con 3 millones 400 mil habitantes es algo importante”, aclaró.
En cuanto a otro de los temas centrales del debate, el “gasto” que le ocasionaría al Estado afrontar el aborto legal, el doctor Briozzo dio cifras concretas: “Cada aborto cuesta en promedio unos cien dólares”. La cifra surge del hecho de que el 96% de los abortos en el Uruguay son farmacológicos ambulatorios y el 3% son farmacológicos institucionalizados. Sólo el 1% restante requieren internaciones producto de complicaciones.
“Los 100 dólares son producto del medicamento y de la atención médica –explico Briozzo-. Y esto es porque tenemos que importar el Misoprostol. Pero me enteré que aquí en Santa Fe lo están empezando a fabricar. Si esto sucede, mi país podría ser el primero en comprarles, con lo cual se podrían abaratar los costos”.
A Briozzo le preguntaron si no creía que la vida comenzaba con la concepción. “Concepción es un concepto religioso –respondió-. En medicina hablamos de fecundación. Desde luego que la vida del feto es invaluable. Para mí el feto es un paciente más. Siempre que la madre así lo establezca, por supuesto. Porque la madre es la única que puede representar a ese paciente”.
Por último, Briozzo dijo que legalizar el aborto no soluciona nada si no se llevan adelante también programas de educación sexual y reparto de anticonceptivos. Y explicó cómo había sido esa experiencia en su país. “Nosotros somos pro vida y ese derecho no voy a permitir que me lo quite nadie”, concluyó el ex Subsecretario de Salud del Uruguay.
Ni Edinson Cavani la hubiera clavado así, en el ángulo.

Ay, paisito

Al diputado uruguayo Gerardo Amarilla le tocó el triste papel de ser la contracara de Briozzo y explicar por qué en su país el aborto legal había sido un fracaso. La exposición de Amarilla fue muy útil para demostrar que existe algo más ridículo que oponerse a la legalización del aborto. Y es oponerse al aborto cuando ya es legal.
Amarilla no aportó datos claros, todo fue muy confuso, hasta que llegó una pregunta que permitió entender de qué iba su exposición: “Para mí la mujer que aborte debería ir presa”, aseguró. Y cerró con broche de oro en un tono conspiranoico que cada tanto aparece entre los antiderecho: “La legalización del aborto es una estrategia de la ONU para reducir la población mundial”, afirmó. Lógico, si no fuera por la ONU, Uruguay no sería un paisito, sino un paisote.

The Bullrich horror show

El senador Esteban Bullrich llegó temprano al salón Illia y se quedó sentado varias horas escuchando. Bullrich fue el primer Ministro de Educación de Mauricio Macri y logró un gran triunfo electoral al vencer a Cristina Fernández de Kirchner en los comicios para senadores en la Provincia de Buenos Aires, el año pasado.
El ex ministro tiene una militancia destacada en lo que los antiderecho llaman “defensa de las 2 vidas”. Hace unos meses, Bullrich se hizo famoso también como poeta, cuando publicó en su cuenta de Facebook el poema “Yo te amo, mamá”, en el que realizó una operación de enorme destreza literaria, al escribir en primera persona desde el punto de vista de un feto.
Después de chicanear a Pichetto, el senador y ex ministro tomó la palabra para cuestionar al Ministro de Salud de su propio Gobierno, de su propio partido. Este enfrentamiento de posiciones es algo que se da naturalmente, sobre lo que no hay mucho cuestionamiento social. Es más, es visto como un acto democrático, de sano disenso. ¿No debería haberse observado, entonces, del mismo modo el “voto no positivo” de Julio Cobos cuando se votó la 125, hace diez años?
Luego de dejar claro que “la vida comienza en la concepción”, que estaba allí para “la defensa de las 2 vidas” y que había que elegir el largo plazo, el ex ministro Bullrich, de Cambiemos, le preguntó al actual ministro Rubinstein, de Cambiemos: “¿No estamos eligiendo el camino más fácil? “Coincido en que hay que elegir el largo plazo, porque la solución de fondo es la prevención –respondió Rubinstein- El problema es el mientras tanto”.
Pero el verdadero gran momento de Bullrich fue cuando cruzó a su colega, el senador chaqueño Eduardo Aguilar. Se realizaba la ronda de preguntas a Ernesto Beruti, obstetra del Hospital Austral.
Beruti había plantado bandera de entrada: “Un embrión es un ser humano, es evidente”. Y después cometió una de las mayores aberraciones propias de los militantes antiderecho: se refirió al derecho a la vida de los “bebes”. Sí, así, sin tilde. Beruti habló de “bebes” en lugar de “bebés”. El horror.
“Estoy convencido de que una mujer que aborta no es una asesina, sino una víctima –aclaró Beruti- . Si no fuera así, estaríamos creando un problema. A la mujer que se hace un aborto hay que ayudarla, hay que acompañarla, no mandarla a la cárcel”.
Cuando le tocó preguntar, el senador Aguilar expresó: “Usted habla de acompañamiento, pero si el aborto es ilegal, nadie va a admitir que abortó por miedo a ir a la cárcel. Y si nadie dice nada, no puede haber ningún tipo de acompañamiento”. Beruti no llegó a contestar porque antes habló el senador Esteban Bullrich.
“Si es por eso, a los adictos habría que darles droga en los hospitales y controlarlos, acompañarlos”, dijo el ex Ministro de Educación de este gobierno. El mismo Gobierno que tiene como ministro de Salud a Rubinstein. Una joya. O, mejor dicho, un verdadero poema.

Una desigualdad sin igual

“Este es un debate sobre la desigualdad –aseguró Nora Maciel, investigadora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Noreste, en Corrientes-. Sobre la desigualdad entre mujeres ricas y mujeres pobres, sobre la desigualdad entre hombres y mujeres, y es también un debate sobre la salud pública en el marco de esa desigualdad”.
“El cuerpo de las mujeres se concibe como propiedad del Estado, como envase o como incubadora –continuó Maciel-. Lo que molesta al sistema patriarcal es el empoderamiento de las mujeres”.
Breve, contundente. Sin igual.

Voto ministerial

El salón Illia seguía lleno para esperar a la segunda estrella del día. Ya había pasado un Ministro de Salud en ejercicio, Adolfo Rubinstein, ministro del presidente Mauricio Macri. Ahora era el turno de un ex Ministro de Salud, el del presidente Néstor Kirchner. Ginés González García se había expresado a favor de legalizar el aborto hace años, siendo ministro, inclusive cuando las posibilidades de debatir una ley parecía un tema de la ciencia ficción.
“Hoy el lugar de venta del mercado negro de Misoprostol es internet, es Mercado Libre –afirmó Ginés-. Pidieron que no se lo llamara por ese nombre, entonces le cambiaron un par de letras o lo llaman de otra forma. Pero no se puede evitar eso, lo sabemos bien. Es imposible de controlar”.
“Hay abortos de ricas y de pobres, no es lo mismo –continuó el ex ministro-. Esta ley implicaría una reducción de la brecha social. Legalizar es la política más eficaz para igualar derechos de las personas”.
Ginés habló de lo “saludable” que resultaba el movimiento social que se generó en torno al pedido de legalización del aborto. “Esta es la manera de cambiar la historia –expresó-. Tenemos que entender que si queremos parecernos al Primer Mundo tenemos que empezar a implementar las políticas que llevan adelante ellos”.
“Con todo respeto, yo quiero parecerme a Europa, no a África –agregó el ex ministro-. Y por favor, dejemos de lado las teorías conspirativas. Dejemos de decir cosas como que la ONU quiere bajar la tasa de natalidad. La ONU la integran todos los países del Mundo. Nosotros somos parte de la ONU. Además, la ONU puede sentar posiciones, pero de ninguna manera dar consejos”.
Entonces llegó el momento de las preguntas. Y entonces reapareció Bullrich, el poeta. “La democracia tiene una deuda con la desigualdad, no con el aborto –dijo el senador-. Además, las leyes no son mágicas”. “No, las leyes no son mágicas –reconoció Ginés-. Pero pocas veces una ley puede causar efectos tan inmediatos como esta. Mire si no lo que pasa en Rosario, con la implementación del protocolo”.
La presentación de Ginés terminó con un largo elogio de Pichetto, “un reconocimiento por su tarea como ministro de Néstor Kirchner”.
Ginés González y Pichetto, corazón/ acá tienen los pibes para la liberación. O la interrupción, como prefieran.

El modelo: Rosario, la ciudad del aborto legal

Arrancó el fetito

El obstetra Adolfo Etchegaray apeló al hit embrionista, al “una que sepamos todos” del fetismo organizado. No con la palabra, sino con algo que vale más que mil palabras: la imagen. El tipo arrancó su charla, sacó el control remoto, peló powerpoint y ahí aparecieron las imágenes de ellos, los fetos. Pero el tipo fue más allá y se despachó hasta con fotos de bebés gateando.
Su aporte fue más de lo mismo, pero el fetismo se vio conmovido por esos bracitos, esas piernitas, ese corazoncito latiendo, todo ahí, en diminutivo, porque se sabe que el diminutivo vuelve todo más benévolo.
Si el diminutivo se aplica a la comida, se bajan las calorías o el nivel de grasas saturadas. Todo el mundo sabe que un choricito o una mollejita tienen menos colesterol que un chorizo o una molleja. Pero si el diminutivo se aplica a los seres vivos se gana en ternura: un perrito conmueve más que un perro; una abuelita más que una abuela; y bebito más que un bebé. Y, en ese sentido, el feto es la apoteosis del diminutivo.
Después de una exposición donde empleó el término “feticidio”, concluyó: “El aborto sólo busca suprimir al discapacitado”. Con lo cual se supone que estaríamos incurriendo en discapaciticidio. O sea, terminar con los discapacitaditos.
La del martes fue una jornada internacional. Después de la contundente ponencia sobre la situación en el Uruguay, llegó el momento de la Ciudad de México. Hace once años que la ciudad más poblada de un país de habla hispana tiene legalizado el aborto.
El sistema federal de México hace que esta ciudad sea el único estado (de las 32 entidades federativas del país) que tiene aprobado el aborto. Puede pensarse que se trata de una ciudad, porque lo es. Pero lo cierto es que sólo en la ciudad de México viven 9 millones de habitantes. Que llegan a 23 millones si se suman los 14 que viven en ciudades satélite.
Sólo la ciudad tiene casi el triple de habitantes del Uruguay. Y todo el casco urbano, la mitad de habitantes que toda la Argentina. En suma, es sólo una ciudad. Pero en términos de la cantidad de gente, bien podría pensarse en todo un país.
El médico obstetra mexicano Patricio Sanhueza fue muy didáctico sobre cómo funcionaba el sistema mexicano. Y en su exposición con powerpoint hasta mostró fotos de las manifestaciones que hubo en México para reclamar el tratamiento de la ley. Cualquier similitud con la marea verde de la Argentina no es pura coincidencia.
Lo más llamativo de la exposición de Sanhueza fue su permanente invocación al consenso y al diálogo que había precedido al tratamiento y la implementación de la ley. Inclusive habló varias veces de “los sectores más conservadores”, que se vieron contemplados y quienes llevaron adelante un programa de adopción.
“Me parece injusto hablar de gasto para hablar de la salud de una mujer –afirmó Sanhueza-. En este caso me parece fundamental aprender a escuchar. Y si hay algo que ha sido fundamental en el tratamiento y la implementación de la ley es que hemos aprendido a escuchar”.
Como ejemplo de aprender a escuchar, Sanhueza contó el caso de una chica de 15 años que llegó acompañada de su madre y su abuela. La madre y la abuela le decían que aborto, pero la chica dijo que no, que ella estaba de novia con el chico de la tienda y que quería tener al chico porque quería “ser señora”. “Es terrible todo lo que tiene para decirnos esto como sociedad”, dijo el médico mexicano.
Cuando le consultaron sobre las extranjeras que llegaban a México para hacerse un aborto, Sanhueza fue categórico: “Vienen algunas, es cierto. Y sobre todo, vienen muchas mujeres de otros estados. Pero eso es irrelevante. También viene mucha gente a los hospitales de México a atenderse por otros problemas de salud. Es algo lógico que sucede en toda gran ciudad”.
En tu cara, fetista. Canta y no llores.

Feminismo chabón

No ando por la vida con el pañuelo verde. Tengo una posición clarísima a favor del Aborto Legal, Seguro y Gratuito desde siempre, apoyé desde el nacimiento la lucha de la Campaña, hice pública siempre mi posición. Pero desde el nacimiento de la Marea Verde prefiero quedarme un poco al margen. No porque haya cambiado mi posición. Simplemente porque soy un tipo, un hombre, un varón blanco y heterosexual. Un chabón.
Tengo cierto pudor de sobreactuar un reclamo que tiene que ver con la soberanía del cuerpo de la mujer. Me manifiesto a favor del aborto donde me convoquen, pero no me gusta la estridencia en esta lucha. Discuto, sí, y mucho, con chabones que están en contra. Pero no ando por la vida con un estandarte que no me corresponde. Porque no quiero protagonizar una lucha que no es mi lucha.
Que se entienda: es mi lucha, como lo es toda lucha que tiene que ver con la igualdad de derechos. Pero mi lugar aquí es el de acompañante. Estoy para acompañar, para preguntar si hago falta, para decir: “Cuenten conmigo para lo que sea”. No para decir qué es lo que hay que hacer. Digo esto porque creo que es clave para entender lo que, creo, fueron desde lo argumentativo dos buenas ponencias sobre el aborto.
El médico y ex titular del PAMI, Carlos Regazzoni, y el abogado constitucionalista Fernando Toller dieron argumentos sólidos y en ningún momento derraparon con tráfico de fetos, complots internacionales, genocidios como el nazismo o cosas por el estilo.
Regazzoni pidió un sinceramiento en la discusión: “En ambos casos, en ambas posturas, estamos hablando de cosmovisiones. El argumento, sea cual sea, será un argumento ético, no médico. Antes que una cuestión de salud pública, esta es una discusión filosófica, de valores”.
“En los países centrales se bajó la tasa de mortalidad materna por la economía, no por el aborto –afirmó Regazzoni-. Si queremos parecernos a ellos, pensemos en cambiar la economía. El aborto es un problema de salud pública porque la pobreza es un problema de salud pública. Los sectores más pobres son los que tienen más hijos, aquí y en los países más avanzados”.
Toller, por su parte, se dedicó a destrozar punto por punto el proyecto de ley, argumentando lo que, según él, son “disparates jurídicos”. Habló más de una hora (el tiempo estipulado para cada expositor es de siete minutos) y fue categórico al respecto. Tanto, que cualquiera que no sepa nada de derecho (como un servidor) se sintió apabullado por sus argumentos.
El problema de Regazzoni y de Toller es que son dos tipos, dos varones blancos y heterosexuales. Dos chabones. Como yo. Dos tipos que, además, no se permiten entender qué es lo que está pasando con las mujeres. No como entidad, como enunciado. Como realidad concreta, como cuerpos en movimiento, como puesta en valor, en deseo, en gestación y en acción.
Regazzoni y Toller tienen razones sólidas propias de un mundo que ya no es. Ni en los valores ni en las leyes. Ni en la medicina ni en las relaciones sociales. Un mundo que es el mundo en el que crecimos y nos desarrollamos. Un mundo en el que existimos y aprendimos a ser. Y un mundo que tenemos que cambiar. Ni siquiera hablo de cambiar al mundo. Hablo de cambiar nosotros, nosotras, nosotres.
Nos están reclamando un cambio. Las mujeres nos están mostrando cosas que están mal, nos están pidiendo a gritos un cambio, una nueva mirada, una nueva manera de comportarnos, de ser. Y, como decía Sanhueza sobre la experiencia en México, este es un momento de escuchar.
Los chabones llevamos miles de años diciéndoles a las mujeres cómo debe ser el mundo. Pensemos en los filósofos, en los médicos, en los abogados y jueces: todos tipos marcando las pautas de cómo debe ser la sociedad.
No hablo de dejar de opinar. Hablo de escuchar. Hablo de respeto.

El futuro llegó

“Somos un fuego verde que recorre América latina. La maternidad será deseada o no será. Y como familia elegimos tener miles de hermanas”. Juana Garay conmueve con sus palabras apasionadas, de consignas incendiarias, cargadas de futuro, como decía Gabriel Celaya sobre la poesía. Palabras que arrancan parafraseando al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y continúan citando a Eva Perón.
Juana es la presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Tiene 17 años, está en quinto año. “Ustedes pueden discutir si las jóvenes debemos o no abortar pero les tengo una mala noticia: ya lo hacemos”, dice Juana que tiene puesta una camisa a rayas verdes y blancas. Sí, el verde de los pañuelos vuelve magnética su imagen.
“A las mujeres nos golpean, nos violan, nos matan –aseguró Juana-. Por eso emergimos en las plazas, en las escuelas, en los trabajos. Sabemos que vamos a vencer. Pero no por milagro, sino porque estamos militando esto. Estamos haciendo una revolución”.
A la hora de las preguntas, la senadora Inés Brizuela, contraria a la ley, felicitó a Juana por pelear por sus convicciones: “En eso estamos del mismo lado, aunque no coincidamos en el planteo y tengamos distintos métodos”, expresó la senadora. Y para contestarle, la dirigente estudiantil eligió un tono conciliador, lejos de estridencias y apostó a lo que viene.
“Los métodos diferentes que usted plantea tienen que ver con la diferencia generacional –respondió Juana Garay-. Entiendo sus valores, pero hoy esos valores cambiaron. Los jóvenes pensamos de otra manera. El aborto legal es un reclamo generalizado en nuestra generación. Tenemos valores distintos y la ley debe ser pensada para esa sociedad, para mi generación y las generaciones que vendrán”.
Gracias, Juana. El futuro ya llegó.

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La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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