Nota
«Que sea Ley para que no mueran más chicas y para que no dejen hijos solos, como dejó Ana”
Norma Cuevas es la mamá de Ana María Acevedo, una joven de 19 años que, con un cáncer en la mandíbula, fue obligada a parir por los médicos del Hospital Iturraspe, Santa Fe. La beba murió a las 24 horas y Ana María, el 17 de mayo de 2007. Dejó tres hijos. Por eso, hoy su madre estuvo presente en el Senado para acompañar la presentación de una Ley que busca reconocer y reparar a niñxs y adolescentes cuyas madres hayan muerto producto de un aborto clandestino. Qué dice la Ley de reparación, y cómo ve la Madre de Ana María el camino hacia el aborto legal.
Norma Cuevas llegó desde Santa Fe a las tres de la mañana para acompañar en el Senado la presentación del Proyecto de Ley 2973/18 que busca reconocer y reparar a niñxs y adolescentes cuyas madres haya muerto producto de un aborto clandestino, presentado hoy en el Congreso. Norma, mamá de Ana María Acevedo, con pañuelo verde al cuello, aros, remera y pullover verde, dice frente al micrófono en uno de los salones de la Cámara de Senadores: “A mi hija la asesinan día a día”.
Ana María Acevedo tenía 19 años cuando le diagnosticaron un cáncer en la mandíbula. Tiempo después supo que estaba embarazada. Tenía tres hijos. Su caso entraba dentro de las causales que contempla el aborto no punible en Argentina desde 1921, pero los médicos del Hospital Iturraspe, en Santa Fe, se lo negaron. En abril de 2007, los médicos decidieron adelantar el parto y realizarle una cesárea por su pésimo estado de salud. Llevaba 22 semanas de gestación.
La beba murió a las 24 horas.
Ana María murió el 17 de mayo de 2007.
Norma, su mamá, dice a un año de la media sanción en Diputados y luego de que Senadores votaran a favor de la clandestinidad: “Me gustaría decirles a esos que dicen que salvan las dos vidas, que es mentira”. Pero luego advertirá: “Somos muchas en la calle. Como dice la bandera que le hicieron en Rosario: Ana María volvió en el grito de miles”.
Que sea ley
El proyecto que viajó a apoyar Norma y que fue presentado por la senadora Nancy González (FPV) propone la creación de un Régimen de Reparación Económica que tendrá como destinatarixs a menores de 21 años o personas con discapacidad, y debe ser abonada por el Estado Nacional mensualmente por un valor equivalente a un haber jubilatorio mínimo. También establece que el Estado es responsable de contener y acompañar mediante equipos interdisciplinarios a esos niñxs y adolescentes.
“Después de haber sido rechazado en senado el proyecto de aborto legal, seguro y gratuito, en los diez días siguientes murieron dos mujeres por aborto clandestino y quedaron seis niños huérfanos», dijo en la presentación la senadora González, autora del proyecto. «Todas las mujeres que mueren por aborto clandestino son mujeres que están en posiciones vulnerables económicamente porque aquellas mujeres que pueden pagarse un lugar seguro no mueren”, Agregó: “Hay que comprender que el aborto es una problemática de salud pública ya que aquellas vidas que se perdieron en los abortos clandestinos es porque el Estado falló”.
Así, el proyecto hace base en lo que la calle grita: «el Estado es responsable», mientras se exige cada día, en cada lugar la Ley de aborto legal, seguro y gratuito.
Norma tiene artrosis, cuenta, y la lluvia que cae afuera del recinto es mal clima para sus huesos. A eso se suma una picadura de serpiente hace un año en la pierna que todavía le duele, enumera. Nada de todo eso la detiene. Hace menos de un mes fue parte de la alfombra verde en el Festival de Cannes cuando el director Juan Solanas presentó ahí su película Que sea ley. En ese momento, parada frente a las 480 butacas llenas de la sala, dijo: “Esto lo estoy haciendo para que esas chicas y mujeres no mueran más como murió Ana Maria Acevedo, y que no dejen tantos chicos huérfanos, como dejó Ana”.
Ana María Acevedo tenía 20 años y tres hijos pequeños. “Ellos están bien pero se sienten mal porque dicen: ¿dónde están los derechos humanos? Que se haga justicia por mi mamá”, cuenta Norma a lavaca. “Desde que falleció mi hija estamos todos los días hablando, siempre sale una charla sobre esto, del caso de ella, de algún proyecto, de un viaje”.
De Cannes Norma les trajo gorras de regalo: “ellos se la ponen y todos les preguntan, eso los motiva. Allá se sorprendían. No podían creer que yo llegue hasta ahí. Esto recién empieza. Tenemos mucho que recorrer, hasta que se haga ley”.
¿Cambió algo de la media sanción de Diputados?
Para mí, no. Se siguen muriendo mujeres. Hasta que no se haga ley esto no cambia.
¿Y en la calle?
En la calle sí, por lo menos no hay tantos insultos. Se están sumando más. Con las chicas de Reconquista hicimos reuniones, estuvimos el domingo haciendo un festival, se acercan más, preguntan. Ellas hacen reuniones, se juntan, hacen de todo.
¿Qué creés que hay que hacer para que sea ley?
Hablar con los diputados, diputadas, gobernadores, gobernadoras, presidente, presidenta. Yo no tengo oportunidad para llegar a donde está el presidente y decirle que se ponga en el lugar de nosotros. Estamos sufriendo hace doce años. Que se haga ley para las otras mujeres, para las chicas jovencitas como mi hija que se están muriendo por casos de aborto.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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