Nota
Coronavirus y economía: cuando el cuidado está en crisis
¿Qué significa la necesidad universal de cuidado desde lo económico? ¿Qué implica el paradigma de la competencia frente al de solidaridad? La economista Natalia Quiroga Díaz (autora del libro Economía Pospatriarcal) escribió para lavaca sus ideas con respecto a la multiplicación del coronavirus lo que revela sobre lo social y lo económico. La protección, la mercantilización, los daños neoliberales, el factor pánico. El desafío de recuperar lo humano.
Por Natalia Quiroga Díaz, coordinadora académica de la Maestría de Economía Social de la Universidad General Sarmiento.
Uno de los elementos más importantes que han aportado tanto la economía feminista como las economías sociales y solidarias es el reconocimiento a la interdependencia y la necesidad universal del cuidado como elementos centrales para pensar lo económico, en clara crítica al paradigma neoclásico que piensa en la competencia y el individualismo. Estos elementos son revalorizados ante la crisis actual propiciada por el coronavirus.
Lo primero que ha hecho esta crisis es hacer palpable la manera en la que la hegemonía neoliberal ha generado un nivel de desprotección social de alcances planetarios. En América Latina buena parte de las infraestructuras hospitalarias corresponden a la época del desarrollismo. Las nuevas infraestructuras hospitalarias no han respondido al ritmo del crecimiento poblacional.

El capital o la vida
Una de las principales victorias del neoliberalismo es la naturalización de la desigualdad que se expresa crudamente en la manera en que se gestionan las necesidades de cuidado: “Cada hogar tiene el cuidado que puede pagar”. Esta premisa explica la incapacidad institucional de los Estados para contener una epidemia que no distingue entre centros y periferias.
Esta pandemia está mostrando los límites de una economía patriarcal que ha delegado de manera creciente en los hogares y en el trabajo no remunerado de las mujeres el cuidado de la vida. En esta crisis cuando las mujeres se enferman, el sistema colapsa, porque ellas también contraen el coronavirus. El límite que encuentra este sistema de acumulación ilimitada es en el agotamiento de los cuerpos femeninos en su capacidad para cuidar. Cuando la vida se pone en riesgo la economía financiera, por más especulativa que sea, no se puede sostener.
Sin vida no hay economía
Esta crisis impone una revalorización de la vida. La caída continua de las bolsas de valores y de sus múltiples indicadores especulativos, entre ellos el riesgo país, dan cuenta de que sin vida no hay posibilidad de que la economía funcione; no hay sistema económico que se sostenga cuando millones de seres humanos están en riesgo.
Esta crisis no es por el coronavirus: esta crisis es resultado de la mercantilización de los espacios de lo público, de lo común y de lo solidario. De Estados desentendidos frente a sus responsabilidad en la reproducción social.
Esta es una crisis de cuidados. Que nos da la posibilidad a escala planetaria de repensar y revalorizar el mundo de lo público, de lo común, de lo solidario. La única respuesta total y efectiva ante las crisis en la reproducción de la vida está dada por las instituciones universales, públicas y gratuitas, por los espacios de lo común, lo solidario, lo colectivo. Por la fuerza que tienen en estas crisis las estrategias de cuidado solidarias y no siempre estatales.
¿Qué mundo construimos con las decisiones que tomamos?
En esta pandemia los Estados se enfrenta a todos los daños que el neoliberalismo ha provocado a los sistemas de cuidado universales. Y es clave preguntarse cómo vamos a construir formas de cuidar que no pasen por el monto de ingresos de las y los ciudadanos sino que sean inherentes a la condición humana. Cómo garantizamos que de manera colectiva se pueda avanzar en la autonomía de las condiciones para la reproducción de la vida sin el hostigamiento permanente que las lógicas de la privatización y de la ganancia imponen a los espacios de lo común.
Esta pandemia nos lleva a repensar el mundo del trabajo, el mundo del cuidado y de la protección social. Las economías populares, sociales y solidarias que tienen en el trabajo su principal patrimonio se encuentran en un profundo riesgo porque el pánico generado por el desborde informativo lleva a que en los diferentes países se aliente la conducta del consumo irracional. Vemos en las más variadas geografías la escena repetida de los grandes supermercados abarrotados de gente acaparando lo que no necesita.
En contraste las plazas de mercado, las ferias, los espacios de encuentro colectivo han sido suspendidas o se encuentran desiertas. Así que mientras los monopolios y quienes controlan el comercio tienen un crecimiento extraordinario en sus ventas a causa del pánico, las economías populares, sociales y solidarias se encuentran sin espacios, ni circuitos para hacer llegar sus productos. Esto presenta un enorme desafío porque efectivamente los alimentos que más nos nutren son los alimentos a los que en esta crisis no tenemos acceso.
El aislamiento y la disminución de las interacciones cotidianas hacen que quienes más necesitan del reconocimiento a su trabajo y de ingresos, en esta crisis no los tengan, muchas de estas economías no tienen niveles de acumulación y dependen del flujo diario. Una forma de combatir el pánico que tanto beneficia a las grandes corporaciones exige politizar la satisfacción de necesidades, es urgente preguntarnos que mundo construimos con las elecciones que tomamos
Otro derecho humano
Otro punto fundamental es que aquellos trabajadores y trabajadoras que se encuentran precarizados y flexibilizados, quienes hacen el trabajo no remunerado, quienes dependen del ingreso de otros están en peligro, al suspenderse la cotidianeidad de la actividad económica, se encuentran en un total nivel de desprotección. Es muy importante que el Estado genere políticas para sostener los ingresos y las condiciones para la vida de todos estos trabajadores. Con la misma contundencia con la que los Estados han usado los recursos públicos para salvar a los bancos y grandes corporaciones se hace urgente que se compense a quienes dependen de su trabajo para vivir.
Esta crisis impone pensar en formas institucionales de protección y de cuidado que recuperen lo humano superando la concepción del trabajo como asalariado. Los trabajos no remunerados, precarizados, flexibilizados y asociativos, los no mercantilizados requieren de formas de protección. Se trata de reconocer la protección social como un derecho humano y no como una condición que se deriva del mundo de los ingresos.
Uno de los principales desafíos que nos deja esta crisis es reconocer la vulnerabilidad como un principio fundamental de lo social y, en consecuencia, institucionalizar una economía cuyo eje sea la vida y no la acumulación.
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Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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