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Lecciones del aislamiento: las ganas de hacer juntas otro mundo

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¿Cómo utilizar el aislamiento para algo bueno? La propuesta de la dramaturga América Vera Zabala viaja desde Estocolmo al mail de Claudia Acuña, fundadora de Lavaca. Y dispara múltiples reflexiones en esta quinta parte del intercambio epistolar 2.0, entre dos amigas y dos países que encaran estrategias distintas frente al coronavirus. Los femicidios, las no-respuestas estatales y el feminismo en tiempos de aislamiento; y de la soledad al estar juntxs, los desafíos que se vienen cuando pase la pandemia.

Buenos Aires, Argentina, 3 de abril de 2020

Querida América:

Demoré dos días en escribirte porque no sé ni por dónde comenzar a contarte lo que nos está pasando con la violencia que sufren las mujeres en esta situación de encierro.

Comienzo entonces por el final: la burocracia de género es una contrarrevolución activada para despolitizar al movimiento feminista argentino. No sé cómo funciona en otros países, pero en este hay una serie de expertas, la mayor parte académicas y colegas periodistas, que se han montado sobre la enorme ola que representa este movimiento  que sacudió hasta el último rincón de la sociedad argentina  para usar ese impulso de escalera, ocupar sitios de poder y desde allí, hacer… nada. Salvo garantizarse, en medio de esta crisis espectacular, un ingreso seguro y convertir derechos en prebendas.

Esta despolitización tiene consecuencias dramáticas, en el contexto de un país que ya acumula, en lo que va de 2020, 89 femicidios. Es interesante que esta cifra surge de los padrones que elaboramos diferentes organizaciones sociales, ya que mientras todos los días recibimos una comunicado emitido por el Estado, a través de la autoridad pertinente –el Ministerio de Salud- sobre el número de muertos por coronavirus, con datos precisos y oficiales (a hoy hay 42 muertes, todas personas mayores y con cuadros de salud complicados), la cifra de mujeres asesinadas depende de lo encontremos en Google, a partir de lo publicado en los medios.  Y como ya te imaginas, en medio de la locura que significa informativamente esta pandemia no es precisamente una prioridad de los medios informar sobre los femicidios.

Primera conclusión: estar así, a ciegas, le permite al Estado eludir la planificación de políticas, programas y campañas para contener, prevenir y erradicar la violencia machista.

Esto, concretamente, intentaron plantear al Presidente familiares de víctimas de femicidios a través de una carta que entregaron en la Casa de Gobierno un día después que asumió el mando. ¿Por qué este apuro? Porque cualquiera de las organizaciones que elaboramos aunque de esa de esa manera precaria y provisional los datos de femicidios sabemos que diciembre, enero y febrero son meses de “temporada alta” de este tipo de crímenes. Urgía, entonces, que el tema sea prioritario, para evitarlos.

La esperanza de tener por primera vez un Ministerio de las Mujeres creó esa ilusión de ser escuchadas, pero no.

Tres cartas, durante tres meses y nada.

Tres funcionarias intermediaron para que esas familias sean escuchadas, y nada.

El último intento fue en marzo. Diluviaba. Las madres de las víctimas femicidios se reunieron en Plaza de Mayo para entregar la carta. Ana Romero, la mamá de Melina –asesinada el día que salió a festejar sus 17 años- llegó desde Martín Coronado, luego de una hora y media de viaje, con los zapatos y el paragua rotos. Marta Montero –mamá de Lucía Pérez, asesinada a los 16 años- desde Mar del Plata, distante a 300 kilómetros,  pagándose el pasaje con su sueldo de enfermera en un hospital público. Blanca –mamá de Agustina Fredes, asesinada a los 19 años- también llegó desde Mar del Plata y el pasaje lo pagó con su sueldo de jubilada. Mónica –mamá de Araceli Fulles, asesinada a los 22 años- arribó directo desde el hospital de San Martín, a donde pasó toda la noche, tras el tercer intento de suicidio de su hijo, atormentado por haber encontrado tras 23 días de búsqueda el cuerpo de su hermana. Rosana –mamá de Carla Siggou, asesinada a los 28 años- desde el porteño barrio de Pompeya, luego de dejar en la escuela a los dos nietos de los que tuvo que hacer cargo tras el crimen. Ella se repone de la quimioterapia por un cáncer de mamá.

Todas estas mujeres, empapadas y tiritando, esperaron una vez más ser escuchadas, y nada.

Marta, la mamá de Lucía, había pedido dos días de licencia en su trabajo, consciente de que quizá fuera necesario esperar en Capital a que las convocaran. Se quedó en mi casa, así que pude compartir su espera, firme, decidida e ilusionada, y nada.

¿Qué esperaban estas mujeres?

“Nosotras queremos que a este gobierno le vaya bien”, comenzaban explicándome. Y para que le vaya bien tiene que comprender esto que es tan importante: “tiene que hacer algo, ya, urgente, para que quede claro que hay un cambio”.

¿A quién le tiene que quedar claro?

La respuesta es unánime: al Poder Judicial.

En Argentina el Poder Judicial no es lo mismo que la justicia, en el caso de la violencia contra las mujeres, es exactamente lo contrario.

Estas mujeres lo saben por dolor propio: sus hijas fueron humilladas por jueces y fiscales de manera cruel y sistemática. No hay metáfora ni exageración en esta afirmación: dos de estas mujeres viven amenazadas y con custodia policial permanente porque fueron ellas quienes se encargaron de buscar, encontrar el cadáver e investigar el crimen de sus hijas. En el caso de Lucía Pérez los tres jueces que justificaron su crimen analizando su “conducta sexual precoz” están ahora enfrentando un jury de destitución y el pedido de anulación de ese fallo horroroso que dejó impune ese femicidio, que impulsó en su momento dos paros nacionales de mujeres, coronados por masivas movilizaciones de repudio. En el caso de Carla, la crueldad incluye que luego de enterrarla, la madre recibió un llamado del juzgado preguntando por su hija: le avisaron así la fecha en que iba a comenzar el juicio por la violación y los golpes, ya que el juicio por el asesinato se haría aparte; desdoblaron la causa. En el primero, Carla era querellante, pero al estar muerta, los padres no pudieron reemplazarla, así que presenciaron el juicio desde el público.

Esto es apenas un resumen breve, que no se detiene en ninguno de los detalles que conozco de lo que representa en la vida de estas mujeres cada uno de estas violencias que el sistema  descarga sobre ellas ( uno de los que más me impactó: se endeudaron para pagar el sepelio de sus hijas firmando pagarés usurarios). Sin embargo, alcanzan a dar una dimensión de por qué es absolutamente necesario que ese Poder Judicial reciba un mensaje claro y contundente: Nunca Más.

En plena reclusión obligatoria sucedieron 15 femicidios, pero solo voy a contarte detalles de dos, porque están muy relacionados con este tema.  La hija de Cristina Iglesias, 40 años, fue a la comisaria de Monte Chingolo, en la provincia de Buenos Aires, a denunciar que estaba recibiendo mensajes de texto muy extraños de su madre, quien además no le contestaba el teléfono. Estaba preocupada también por su hermanita, de 7 años. Le dijeron allí que esperara unos días, hasta confirmar si no se habían ido a algún lado…en pleno encierro obligatorio! La hija no esperó: fue directo a la casa y quien le abrió la puerta fue quien ahora sabemos era el femicida que degolló a su mamá y a su hermanita  y las enterró en el fondo de la casa.

Ese mismo fin de semana, muy lejos de allí, en Mar del Plata, los dos hijos de Cristina seguían buscando a su madre, desaparecida desde hacía 23 días. A pesar de la reclusión obligatoria, recorrían las calles de esa ciudad dejando a todo el que pudieran su número de teléfono y la foto del principal sospechoso, hasta entonces prófugo. Recibieron así una llamada que les advertía que el hombre que estaban buscando estaba andando en bicicleta muy cerca de la casa de su madre y, de hecho, de dónde él mimo vivía, ya que eran vecinos. Fueron, lo apresaron y avisaron a la policía. Esperaron toda la noche en la puerta de la comisaría, hasta que les avisaron que la indagatoria se la tomarían en la mañana en Tribunales. Allí fueron: esperaban, desesperados, que confesara dónde la tenía…con vida. Esa mañana en Tribunales un tropel de policía intentó, con las mañas represivas que aquí tiene la Bonaerense, disuadirlos de la espera. Les advirtieron así que por haberse declarado la feria judicial no estaban tomando indagatorias que no estuvieran relacionadas con las denuncias de violación de la cuarentena. Comenzaron entonces a sumarse las mujeres que en esa ciudad ya tiene experiencia sobre cómo parir justicia: con barbijos, guantes y a un metro de distancia una de las otras, se plantaron ante Tribunales dispuestas a dejar en claro lo que sintetizaron con una consigna: de acá no sale nadie hasta que no confiese. Lograron así que se lleve a cabo la audiencia. Al terminar, el juez y el fiscal huyeron por la puerta lateral, y fue la abogada, ahí en la calle, quien les informó a los hijos qué había confesado: la había matado y enterrado. Es desgarrador ver el video de la reacción de esos hijos, destrozados, a la intemperie, aullando de dolor.

Del enorme legado que nos ha dejado la lucha argentina contra los crímenes de la dictadura, hay uno que nos sirve para dimensionar qué representa todo lo que te estoy contando: el movimiento social por los derechos humanos argentinos logró, para beneficio de toda la Humanidad, que las familias también fueran consideradas víctimas cuando se trata de violencias de Estado. Esto significa que tienen derechos consagrados por tratados internacionales que en cada uno de los casos que te estoy narrando fueron sistemáticamente violados. Está claro también que no se trata de tal juez o aquel fiscal, sino que estamos frente a una violación sistémica. Y eso es exactamente lo que están reclamando que se frene ya, de una vez y para siempre.

El reclamo es tal que obviamente el Estado ha tenido que responder. Y lo ha hecho como todos los gobiernos anteriores: promocionando una línea de teléfono de atención a las víctimas de violencias. El problema es que esa línea está enchufada a la nada. Si vos llamás, una persona muy dispuesta, comprometida e informada, en primer lugar te contiene, pero su objetivo final es que hagas la denuncia judicial, porque sólo así pueden activarse los mecanismos de protección, que se reducen a sólo dos cosas: botón antipánico y obligación de distancia. Pero los lugares de recepción de denuncias están restringidos por esta pandemia y aun así, lo que pueden hacer es recomendar las medidas de protección necesarias para cada caso, pero quien las activa es un juez. Y no hay más que uno: el de turno. Y ese juzgado está desbordado por las denuncias de violaciones de cuarentena: 1200 por día, informan.

Como resultado del encierro más la combinación con la campaña de agite del teléfono, las líneas están recibiendo un 60% más de pedidos de ayuda y las empleadas que la tienden, desbordadas. Eso también es violencia de Estado.

Y como la presión social por respuestas concretas y  urgentes sigue, la cereza de esta torta de impotencia es la nueva medida que han inventado: una campaña que te informa que podés ir a cualquier farmacia y pedir un “barbijo rojo”. Esa es la clave que activa que el farmaceútico te de un folleto y llame…al número de teléfono.

El problema es que en Argentina hay dos entidades que nuclean a las farmacias de todo el país y este acuerdo se firmó sólo con una, así que hay siete provincias que no lo tienen y, por lo que indagué en un recorrido por mi barrio, ni siquiera todas las farmacias de Capital están afiliadas a uno u a otro, ya que no es obligatorio. Sin embargo, la campaña no especifica estas limitaciones.

Hace dos días recibí el llamado de una farmaceútica de mi barrio, desesperada porque había visto en las redes sociales el aviso y nadie se había comunicado con ella para indicarle qué hacer en caso de que se presente en su local una mujer pidiéndole “el barbijo rojo”. Se me ocurrió tuitear lo que me dijo. Hoy pasé por la farmacia y me agradeció porque le habían hecho llegar todo el material. Se me ocurre ahora que en los próximos días estaré recorriendo las farmacias de mi barrio para seguir reportando direcciones: si me para la policía voy a alegar que estoy cumpliendo un servicio esencial para el Estado.

Ahora, te explico mi conclusión: sería muy fácil, pero también muy político encontrar los canales adecuados para llegar a las mujeres que necesitan contención y apoyo para enfrentar situaciones de violencia. Como bien sabés, las redes sociales territoriales en este país funcionan desde hace décadas y eficientemente porque sin ellas hubiera sido imposible resistir a la pandemia de políticas neoliberales que nos infecta la vida desde hace décadas. . Pero eso representaría darle poder y recursos –de eso se trata “empoderar”- a la cocinera del comedor comunitario, y no al puntero.

La forma de eludir este tema de fondo –que es reconocer  simbólica y materialmente quién tiene el poder de parar esto- es correrlo de eje y reducir todo el problema  a la cuestión “de género”. ¿Qué significa el género? Nada, más allá que la relación desigual entre sexos en relación al acceso al poder, no para cambiarlo sino para ocuparlo tal cual está: igualdad en el disfrute de privilegios, lo cual significa consagrar la meritocracia como forma de merecimiento a ese acceso: las que “saben” , las que “pueden”, las “expertas”. Pero de lo que estamos hablando es de luchar contra las violencias que desata un sistema que humilla, degrada, corrompe y hace estallar las relaciones humanas. De lo que estamos hablando es, sobretodo,  cómo destruir ese sistema horrible y crear otro, más armónico y feliz.

La herramienta para construirlo es el feminismo y el territorio dónde dar esa batalla es aquel que llamamos política. Democratizarla es el objetivo.

Por último, la buena noticia. Alguien escuchó a esas madres: la ministra de las Mujeres de la provincia de Buenos Aires. Hace dos días logró que el gobernador firmé un decreto que otorga un subsidio inmediato a víctimas y familias, que incluye hasta el reintegro por los gastos del sepelio.

Es un triunfo del movimiento feminista, que no está asilado ni encerrado, sino activo y desbordando, como siempre.

Mientras escribo estas líneas acaba de suceder algo que no sabría cómo clasificarlo: hace catorce días que estamos obligadas a encerrarnos para protegernos de un virus que es letal para las personas mayores de 68 años, según el promedio de edad que surge de la lista de muertos. Esa es exactamente la población que quedó hoy a la interperie -el primer día frío de este otoño-  durante largas horas, amontonadas en la cola de los bancos, que abrieron por primera vez desde la cuarentena para pagar jubilaciones y subsidios. No hay lógica sanitaria si no hay sensibilidad política y los bancos, que hicieron fortunas  durante los últimos cuatro años, no la tienen. Nadie del Estado previó esto., lo obvio, lo que nos infecta la vida desde hace décadas.

Te abrazo,

Claudia.

Lecciones del aislamiento: las ganas de hacer juntas otro mundo

Estocolmo, Suecia, 6 de abril 2020, 13 grados, primer día que no hay frio de invierno en el aire.

Querida Claudia

¡Que carta!

No hay nada para agregar, salvo que lo que me cuentas que pasa en Argentina pasa en Suecia, en la India, en China, en Francia, en todas partes donde hay hombres.

En Suecia recién salió la noticia de que los crímenes sexuales contra niños a través de la web están en aumento. La policía informa que detectaron conversaciones de delicuentes pedófilos en la darknet que hablan  de una situación muy favorable gracias al coronavirus: las infancias pasan más tiempo en internet, los padres los controlan menos. Pesadilla

Pero te propongo que primero hablemos de otra cosa.

Quisiera que hablemos un poco sobre la soledad.

¿Qué es la soledad? ¿Cómo una la percibe? Y esa percepción, ¿cambió en tiempos de coronavirus?

Tu recién publicaste un libro con el título “No estás sola”. Tu libro no tiene nada que ver con coronavirus, pero sí con el tema que me cuentas  en tu carta. Bueno, no solamente sobre eso, claro: es un libro maravilloso y me encanta. Pero si piensas en tu título y piensas en el coronavirus y el aislamiento obligad0, ¿qué sale?

Comencé a pensar en soledad el día que empecé a extrañar a mis amigas. Como ya te conté, una de mis mejores amigas tiene cáncer de mama y no puede ver a nadie por el riesgo de que se enferme antes de la operación. Otra de mis mejores amigas tiene 70 años, diabetes, sobrepeso y además, se fue a su casa de verano, a varias horas de acá. Otra amiga se trasladó del ministerio de Relaciones Exteriores al ministerio de Política Social, que ahora se ha transformado en el “ministerio del coronavirus”: ahora trabaja noche y día. En síntesis, todo lo que a mi normalmente me da consuelo no está cerca. Tampoco puedo decir: bueno, voy al teatro, el cine, a ver una exposición, cosas que me encantan hacer sola: todo cerró. (Yo no tengo ninguna tendencia al alcohol, pero obviamente el consumo aumenta en  estos casos y con ese aumento viene también el crecimiento de la violencia en el hogar. En Groenlandia, por ejemplo, se prohibió venta de alcohol como una medida de prevención en el marco de la pandemia de coronavirus).

Pregunté a través de mi Facebook sobre soledad. Me llegaron respuestas muy  lindas y muy variadas. Una mujer comentó que ella nunca (en tiempos “normales”) se siente sola cuando está sola. Sus momentos de soledad son cuando está mal acompañada. Ahora, en cambio, piensa mucho en la gente que vive sola o con una pareja violenta. Otra escribe que nunca extrañó tanto estar sola como ahora, que está encerrada con sus hijos. Y reflexiona: la sociedad ayuda a equilibrar la carga de las mujeres con la existencia de jardines o escuelas, porque eso permite que estés “sola”. Y que el desbalance que se produce ahora es tan obvio, cuando tanta gente que se ha quedado sin trabajo -o sea “sin nada que hacer”- y  otros –por ejemplo, aquellas personas que  trabajan en el sector de salud- tienen demasiado que hacer. Otra escribe que extraña mucho el contacto físico, y que se angustia con las noticias que llegan de  gente por el momento muere sola, de entierros en soledad. Y en lo que significa todo eso  para elaborar el duelo. Otra cuenta que su vida se siente mucho más rica, y que se dio cuenta de todo lo lindo que tiene en su alrededor gracias a una cuarentena de varias semanas con su pareja y hijos. Mucha gente me dice también que su ritmo cambió, mejoró. Un hombre me cuenta que tiene 70 años, que después de su última separación ya no quería más problemas de relación de pareja. Era profesor, su relación era con libros, con las palabras. Y justo a esta altura de la vida volvió a tener un encuentro: una amiga de infancia, se contactaron por Facebook. Si vieron, se tocaron, volvió a sentir alegría. Ahora en cuarentena, solo, su vida se convirtió en una espera de la muerte.

¿Qué significa entonces  esta soledad impuesta por una cuarentena? ¿Qué significa para personas diferentes y para los diferentes grupos que forman nuestras sociedades. ¿La podemos transformar en algo positivo que se quede en nuestra vida post-corona?

Nosotras compartimos una conferencia sobre democracia participativa, en Caracas y en 2005. Por entonces, yo fui como autora de un libro sobre democracia participativa que había escrito en 2003. Tú aquella vez hablaste sobre las fábricas recuperadas tras la crisis 2001. Dijiste algo sobre cambiar economía por amor, o economía del amor (por favor: recuérdame). De todas maneras, mi recuerdo es que transmitiste que ahí se logró hacer algo: cambiar el paradigma que normalmente tiene que ver con la codicia y el individualismo por algo que tiene que ver con el amor. Y así fábricas, hoteles, medios, funcionaron con otra lógica aun dentro del dominio de un mercado que mantuvo la suya, de saqueo y depredación.

Ahora el coronavirus nos hace conscientes de la crisis económica, la crisis del cambio climático y otras tantas que ya existían, pero no eran reconocidas como crisis.

Ahora, podemos decir entonces: cambiemos esta soledad con estar juntos, en el sentido de crear una sociedad nueva juntos.

Ahora, podemos, quizá, tener la oportunidad de poner mucha más atención en lo más necesario, porque lo más necesario es lo único que está funcionando durante esta corona-cuarentena. Por lo menos aquí en Suecia donde lo único que no cerró son los hospitales, buses, subte, escuelas y jardines, negocios de cercanía.

Ahora podemos, sin duda, valorar la ganas de estar juntos, las maneras hacer juntas, con una creatividad insuperable.

Ahora podemos comprender lo que significa decir: no estás sola.

Podemos utilizar este asilamiento para algo bueno.

¿Qué piensas?

Lecciones del aislamiento: las ganas de hacer juntas otro mundo

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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