CABA
Hecho el decreto, falta la casa: una necesidad básica que no es cubierta por el Estado ni en tiempos de pandemia
Miles de personas duermen en las calles de la Ciudad de Buenos Aires mientras el gobierno nacional y el provincial pregonan “quedate en casa”. La consigna no es solo un mensaje sino un Decreto de Necesidad de Urgencia que establece penas para quienes no lo cumplan, pero no resuelve el problema de vivienda, cuya garantía figura en la Constitución. Mientras tanto, el Gobierno de la Ciudad informó a lavaca que el número de repatriados del exterior que se alojan con gastos pagos por el gobierno porteño en hoteles de varias estrellas es de 5.414 personas. ¿Entonces?

Por Claudia Acuña. Fotos de Nacho Yuchark.
1.
Un Decreto de Necesidad y Urgencia obliga a quedarse en casa. Establece, incluso, que las fuerzas de seguridad así lo garanticen y se considera una infracción legal no cumplir con esa norma. Hay entonces algo de crueldad y mucho de político implícita en esta escena que se desarrolla en el rincón dónde se refugia Paola con su hijita de 5 años, apenas protegidas por una frazada a cuadros marrón con la que se cubren del frío de este día de otoño. Están a metros del Palacio de Justicia y hay un patrullero y hay tres parejas de policías recorriendo la cuadra, y hay cuarentena y hay decreto, pero si bien ellas están ahí, en la calle y a la intemperie, nadie las ve.
No son invisibles.
Son una mujer y una niña sin casa.
No hay decreto ni necesidad ni urgencia para ellas.

Duermen en un rincón de las escalinatas de la escuela Presidente Roca, de la calle Libertad al 500, y allí pasan el día y la noche, salvo cuando la portera tiene que baldear o cuando, cada quince días, se abren las puertas de esa escuela para el reparto de las viandas escolares. Entonces, tienen que irse.
-¿Y no les dan esa comida?
-No, porque es para los que van a ese colegio, pero me dijeron que la próxima vez, si sobra algo, me van a dar.

En la puerta del Normal 7, de Callao al 500, hay otra familia que con colchones, una mesa plegable de madera y una silla blanca, de plástico, exhibe en la vereda su ausencia de casa. Usan los pilares de la escuela como estantes y sobre la pared apoyan la escoba y la pala con la que barren el espacio cada día, antes de dormirse. De noche no descansan. Están alertas porque hay gente que la está pasando aún peor y que observan esas pocas pertenencias que salvaron del desastre –las dos bolsas de ropa, las sábanas, el paquete de yerba que les regaló la empleada de la farmacia vecina-, como un botín a arrebatar.
La tercera familia está en las escalinatas del Nacional Buenos Aires y con ella la confirmación de que estas personas sin techo enuncian así un grito en común que tampoco nadie escucha: escuelas cerradas, familias sin casa, decreto, necesidad, urgencia, derechos.
Falta algo que una esos conceptos y ese algo es lo que está así, con colchones a la intemperie, obscenamente expuesto.

2.
En la puerta del Teatro Metropolitan, justo sobre la cara del actor Fabio Posca, hay dos hojas blancas pegadas con cinta scotch. En una, Miguel, 53 años, agradece a quienes quieran colaborar y en otra, exhibe la historia clínica que certifica que hace apenas unos meses le extirparon un riñón. Protegido por una caja de cartón, alta, blanca, que en letras negras enuncia “París”, improvisó las cuatro paredes que resguardan su colchón y su bolso azul, donde guarda todo lo que tiene: ropa, documentos, fotos, comida, medias y los blisters de remedios, vacíos, porque la última tanda que consiguió en el hospital se terminó hace una semana. Parado detrás de la caja, con la leyenda “Facking Posca” detrás – tal es el nombre de la obra- Miguel cuenta que el día de la tormenta llamó cinco veces a Buenos Aires Presente –tal es el nombre del programa del Gobierno de la Ciudad para asistir a las personas en situación de calle- sin suerte. Explica, también, que no es fácil para él llamar por teléfono, porque no tiene.

Esteban tiene teléfono. Está ahora mismo usando el chat de Whatsapp para hablar con su madre, que lo espera en Tucumán desde hace más de 40 días. Su colchón está en la puerta del teatro Broadway, a metros del Obelisco, junto al de otros dos muchachos que, como él, quedaron varados por el cierre de las fronteras provinciales y el decreto que obliga a no trasladarse para el país; sus casas quedaron lejos. Esteban tiene 30 años, dos cajas, una mochila y dos sillas de madera, tapizadas en marrón, que recogió de la basura y que colocó a cada lado del colchón. También llamó para que Buenos Aires (se) Presente, sin suerte, aunque dice que por “su condición” –así la llama- los paradores no son una opción.
-¿Por qué?
-Porque soy homosexual y cuando fui me quisieron atacar. No es tampoco un lugar para estar en una pandemia, porque las condiciones sanitarias son peores que las que podemos darnos nosotros acá.

El piso está impecable, a pesar de la lluvia y el viento que azotaron la ciudad el día anterior y como el teatro tiene un amplio techo que sostiene la marquesina, pudieron resguardar así lo imprescindible: la ropa, las camas, los pocos paquetes de comida que ellos preparan ahí, en la vereda, cerca del cordón, para no salpicar las puertas de la sala.

-¿Eligieron este teatro por eso?
-No: porque el dueño nos permitió, siempre que no consumamos alcohol ni otras cosas. Y nosotros cumplimos, así que nos deja.
El cine Gaumont está ahora atravesado por una nueve colchones en hilera. Hay también un tender desplegado con ropa recién lavada y un sillón rojo, de pana. Desde que comenzó la cuarentena obligatoria se instalaron allí varias familias, a metros del Congreso Nacional, esperando que viniesen a rescatarlas o, al menos, censarlas.
-¿Y?
-Y nada. Nosotros somos bienaventurados: estamos en manos del de arriba, porque acá abajo ni bola- dice Marta sonriendo mientras ceba el mate.
No quiere fotos ni quiere notas. “No sirven de nada”. Quiere, sí, poder bañarse, que es lo único que no pueden resolver bien desde que quedaron así, a la deriva. “El resto, nos vamos arreglando. Y ya ves lo que pasa: se muere gente que tiene casa, así que de ésta nadie está a salvo. Eso la gente lo entiende, pero no sé si lo entienden los que mandan”.
-¿Qué tendrían que entender?
-Vos sos periodista: deberías preguntarles por qué está esto cerrado y nosotros en la calle.

3.
La pregunta que decido hacer es otra: desde que comenzó el aislamiento social obligatorio la ciudad de Buenos Aires ha invertido muchos recursos en darle techo a determinadas personas. No son por cierto las que están ahora en las puertas de escuelas, cines y teatros cerrados.
Son personas que tienen casa y que, sin embargo, fueron alojadas en hoteles de cinco y cuatro estrellas, con los gastos pagos y con un único objetivo: garantizar que cumplan los 14 días de reclusión obligatoria, tras viajar al extranjero.
La pregunta que elijo hacer y me responde el encargado de prensa, rápido y diligente, es a cuántas personas cobijó el gobierno de esta ciudad.
La respuesta:
“Desde que comenzó el aislamiento social obligatorio el gobierno dela Ciudad lleva hospedados 5414 pasajeros provenientes de a Miami, Londres, Madrid, Alemania, Italia, Brasil, Estados Unidos, Uruguay, Emiratos Árabes, Tailandia, México, India, Chile, Panamá, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Perú, Bolivia y Suiza, que fueron distribuidos en los siguientes 22 hoteles:
Panamericano.
Deco Recoleta
Regente Palace.
Ibis Obelisco.
Presidente Cyan de las Américas
Gran Viuw.
Ibis Congreso
Cyan Américas Tower
BA Central
Facón Grande
Escorial
Argenta Tower
Sarmiento Palace
Impala Hotel
Rochester Luxor
Viasul
Wilton
Feirs Park
Fatsa”.
La respuesta agrega: “A la fecha, 13 de estos hoteles están activos”.
La web completa: las tarifas van de 8 mil a 4 mil por noche.
El último censo organizado por movimientos sociales registró 7.251 personas en situación de calle en 2019.
Hay algo cruel y mucho de político en estas cuentas.

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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