Nota
El peor Día: marcha, reclamo y represión a trabajadorxs de la salud
En el Día de lxs Trabajadorxs de la Sanidad, hubo marchas en todo el país para exigir mejores condiciones laborales. En la Ciudad de Buenos Aires, además, exigieron ser reconocidxs como profesionales de la salud, ya que una ley les equipara en el escalafón general como trabajadores administrativos: “No manipulamos papeles, salvamos vidas”, contestan, en medio de una pandemia. Frente a la Legislatura, fueron reprimidxs por la Policía de la Ciudad. Fue el colmo de un reclamo que llevó a Plaza de Mayo carteles con rostros y nombres de enfermerxs que fallecieron durante la pandemia. Y afirman: «Nos consideran como esenciales, pero somos descartables».

Isabel tiene 59 años y marcha hacia Plaza de Mayo con un cartel que tiene escrita a mano una leyenda que parece una obviedad: “Las enfermeras somos profesionales”. Pero cuando cinco horas después, y en plena pandemia, la Policía de la Ciudad reprima a sus compañeras frente a la Legislatura, en el reino del revés lo obvio se torna político.
Enfermera del Centro de Salud y Acción Comunitaria Nº5 (CeSAC) del Hospital Santojanni, al sur de la ciudad, Isabel explica que la “injusticia” histórica del no-reconocimiento como profesionales de la salud se vio cristalizada cuando en 2018 se aprobó la ley 6.035: si bien la normativa incluye a diversas especialidades del sistema hospitalario y sanitario porteño, excluye a enfermerxs, técnicxs en instrumentación y especialistas en bioimágenes. De esta forma, quedaron bajo el escalafón general, el mismo que engloba a trabajadorxs administrativxs.

“Estudiamos cinco años para obtener un título de grado que no se reconoce”, explica a lavaca, sin dejar de marchar. “Vamos a dejar un petitorio al Gobierno de la Ciudad porque los sueldos son bajísimos. Estamos hablando de 35 mil pesos. No tenemos módulos ni ningún otro ingreso más que tener que ir a trabajar en otra o en varias instituciones más. Muchas de nosotras tenemos que ir a clínicas privadas o estar en 3 o 4 lugares para llegar a un sueldo digno. Así llegamos al estrés al que estamos hoy. Eso hace que haya muchos compañeros jóvenes que están muriendo, porque el estrés ya es factor de riesgo. Trabajás 15 o 20 horas diarias, llegás a tu casa, y muchas veces vas a trabajar sin dormir. En este momento estamos arriesgando la vida, y nadie lo tiene en cuenta. Es lo único que pedimos: por favor, reconozcan los esfuerzos realizados”.

En Plaza de Mayo, ese pedido se expresa en toda su crueldad: enfermeras y enfermeros levantan carteles con los rostros y los nombres de sus compañeros y compañeras fallecidos durante la pandemia.
“Son alrededor de 80”, dimensiona una enfermera, con lágrimas en los ojos.
Desde el camión que oficia de escenario, frente al Cabildo, otra enfermera lee los nombres de cada trabajadora y de cada trabajador. “Nosotros no manipulamos papeles”, dice. “Arriesgamos la vida día a día para proteger la salud de los ciudadanos”.

Hay trabajadoras del Garraham, del Ramos Mejía, del Borda, del Álvarez, del Moyano, del Rivadavia, del Pirovano, del Italiano. También de la provincia de Buenos Aires, ya que la marcha se replicó en todo el país. Una trabajadora de Merlo cuenta: “En nuestro distrito cobramos 132 pesos la hora. Un profesional, la hora, la cobra 145 pesos”.
Otra trabajadora toma el micrófono y relata el acompañamiento a pacientes durante la pandemia: “Nadie dio una solución, el sector de enfermería fue el que lo soportó”.

María Paz, 54 años, enfermera del Cesac 48, en Bajo Flores, mueve la cabeza de un lado a otro, y dice a lavaca: “Estamos en la precariedad. No hay respeto a nada”.
El colmo llega horas después, con la protesta frente a la Legislatura, cuando intentaron ingresar para dejar un petitorio de demandas y reivindicaciones. Una trabajadora se agarra la cabeza, sangrando, luego de ser reprimidas por la Policía de la Ciudad. “Venimos a pedir estar en la carrera profesional”, dice una enfermera a las cámaras de televisión, nuevamente, planteando lo obvio. “Estamos cansados”.
Y otra muestra un cartel que lo resume todo: «Nos consideran ´esenciales´, pero nos tratan como ´descartables´».






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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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