CABA
El Mercado Central de la comunidad boliviana: La minga de Escobar
Concentran el 80 por ciento de la producción de frutas y verduras que consumen los porteños. Se calcula que involucra la mano de obra de 300 mil personas que trabajan más de 12 horas diarias. Tienen un mercado y una feria propia. Todo lo construyeron de espaldas al Estado y con el esfuerzo de la comunidad: eso es la minga.
Don Zenón me lo explica sencillito, pero yo tardo cinco días en comprenderlo. La ficha recién me cae cuando el cónsul de Bolivia en Argentina –periodista y pálido como yo– me cuenta lo mismo, pero de manera mucho más complicada. No sé si es el despacho, el traje o la jerga, pero algo de ese orden me predispone a entender aquello que Don Zenón me reveló parado sobre el barro de su chacra, junto a plantines de lechugas multicolores. Fue mi forma de descubrir la distancia entre una cultura que agoniza y otra que resiste. Una acomoda, ordena, plancha. La otra crea, desbarata, planta.
Dirá Don Zenón:
–Si hay muchas ideas peleando es porque la cosa está mal pensada. Entonces, se necesita paciencia para pensar mejor. Porque no hay que mejorar la idea para lograr que una gane, sino encontrar lo que entre todas tienen en común. Ésa es la idea bien pensada: la que permite la acción en la unión.
Don Zenón Anzes Rejas fue uno de los diez fundadores de la Comunidad Boliviana de Escobar, una asociación que crearon a principios de los años 90 para enfrentar las dificultades que les llovían de a montones y por varios frentes: racismo, robos, violencia. Su historia es paradigmática de los miles de inmigrantes que, como él, llegaron desde Potosí hasta Escobar a mediados de los 80. Quechua, minero, padre de seis hijos, llegó con los pulmones fulminados por el carbón y el corazón fogueado por la experiencia sindical. Comenzó trabajando como peón de un portugués que a cambio del sacrificio de toda su familia le enseñó las claves de la huerta. Cuando los hijos del amo escupieron de la herencia las 5 hectáreas, Don Zenón les ofreció un acuerdo: él las trabajaba y ellos recibían el 60 por ciento del resultado de la cosecha. Cuando finalmente ahorró suficiente dinero, les propuso comprarlas. Así, escalón por escalón, ascendió a la propiedad de esa parcela en la que apenas había espacio para la casa. Tal como les sucedió a los miles de paisanos que trabajaban en la zona, los problemas de Don Zenón recién comenzaban.
Los que nos dan de comer
En el Mercado Central no les permitían vender la cosecha. Con argumentos legales –carencia de documentación– y modales ilegales –mafias que reclaman con palos su cuota– abusaron del poder monopólico de ese mercado: toda la comercialización hortícola se concentraba allí. El hambre y la necesidad de vender los productos antes de que se pudrieran los obligaron a pensar bien y encontrar entre todos una buena idea. Para alcanzarla, primero improvisaron una feria en los bordes de la ruta de Escobar. “Durante mucho tiempo destinamos gran parte del dinero de la venta al ahorro. Llegamos a reunir casi cinco mil pesos por semana y logramos así comprar las hectáreas que destinamos a la comunidad”. Allí erigieron primero uno y luego el segundo inmenso galpón donde hoy funciona el mercado de frutas y verduras de la Asociación. Son 25 hectáreas que pertenecen a los 900 socios y que reciben la producción de todo el país, sin intermediaciones. Los expertos calculan que de allí sale el 80 por ciento de las frutas y verduras que se consumen en la Capital. Eso significa que por ahí pasan anualmente casi 4 millones de toneladas de alimentos frescos que son distribuidos hacia una red de comercios minoristas que también concentra la comunidad boliviana. Estamos hablando del fruto del trabajo de no menos de 300 mil personas que cotidianamente durante más de doce horas diarias doblan la espalda en el campo, cargan y descargan cajones, negocian precios, administran pérdidas y ganancias y construyen comunidad. Todo al mismo tiempo, en la misma jornada y a espaldas del Estado. Algunos lo llaman producción en negro. Otros autogestión. Don Zenón prefiere ser exacto: minka. O su equivalente criollo: minga.
Relaciones exteriores
Ninguno de los casi 15.000 migrantes bolivianos residentes en la zona de Escobar vota. Ni en Bolivia, ni en Argentina. Se podría decir que la única relación que tienen con el Estado argentino es comercial: la Feria de la Asociación paga 30.000 pesos de alquiler y 12.000 de impuestos mensuales por el predio que ocupa a dos cuadras del mercado. Funciona sólo los domingos y a pleno. El Mercado, en cambio, inicia su actividad todos los días después de las 7 de la tarde, hierve a las 10 de la noche, reposa en la madrugada y despierta a todo ritmo a las 6, para irse a dormir pasadas las 9 de la mañana. Los domingos, martes y jueves recibe a los camiones que traen la mercadería. Hoy los hay de Salta y con tomates, de La Plata y con lechuga, de Villa María y con limones. Los changarines son del barrio –que no existía antes de la construcción del mercado– y cobran 30 centavos por bulto cargado o descargado. Los puesteros son familias enteras que limpian la mercadería, acomodan, negocian y atienden a los niños, todo al mismo tiempo y sin quejas. Las mujeres llevan siempre un delantal azul y, a veces y debajo, una bata a cuadritos blancos y celestes para cubrirse con pudor los rastros de la faena, que es intensa y sucia. Ellas hacen casi todo, menos hablar. La conversación pública es tarea masculina, pero no de cualquier varón. Por eso Don Zenón es quien oficia de vocero.
El frente interno
Los primeros años de la Asociación fueron tan prósperos que atrajeron todo tipo de problemas. El principal llevaba el nombre del intendente, Luis Patti y el uniforme de la policía Bonaerense. Fue la época de los ataques comando, sistemáticos y violentos, que obligaron al entonces ministro, León Arslanian, a reunirse en persona con los miembros de la comunidad. Aceptó la propuesta de formar el llamado Grupo de Enlace, que significó en los hechos la creación de una policía propia, integrada por paisanos que patrullaban a caballo las quintas, acercándoles un poco de tranquilidad. Cuando el frente externo estuvo calmado, comenzaron los problemas internos, quizás alentados por los mismos enemigos, pero encarnados por familias hermanas que se enfrentaron “como perros y gatos”, al decir del cónsul José Alberto González. Fue él, justamente, el que logró terminar con casi cinco años de intervención del Estado argentino en la Asociación de la Comunidad Boliviana de Escobar. “Primero me reuní con los perros, luego con los gatos. Después, envié dos cartas al entonces ministro de Justicia de la Nación, Alberto Iribarne, para plantearle la necesidad de convocar a elecciones para terminar con la intervención. No me respondió hasta que logré que el tema fuera planteado en una nota que publicó el diario Página 12. El mismo día que salió, me llamó el ministro. Y ahí comenzó otro round: lograr que la intervención soltara a la Asociación”.
El cónsul saca de su archivo una carpeta repleta con papeles que registran todo el proceso, y de la carpeta escoge un manojo prolijamente abrochado. Son seis hojas que llevan por título: “ayuda memoria”. Es el registro de todas las reuniones que insumió el rescate de la Asociación. La primera fue el 18 de enero de 2007. La última, el 8 de octubre de ese año. En total, fueron necesarias 29.
¿Cómo logró terminar con la pelea entre perros y gatos?
Haciéndoles entender que perros y gatos tenían muchas diferencia, pero algo en común: terminar con la intervención.
Don Zenón fue parte de las negociaciones y parte también de la lista que ganó las elecciones que pusieron fin a la intervención. Obtuvo el triunfo por una diferencia de cuatro votos.
Tantanacusum
Sobre la mesa hay dos pinches, largos y puntiagudos. En uno clavan las boletas color verde y en otro, las blancas. El encargado del recuento agita cada papel para que todos vean que no hay trampa. Lo agita arriba de su cabeza y lo pincha. Uno por uno. La ceremonia es observada en silencio por la asamblea de socios de la Asociación de la Comunidad Boliviana de Escobar. Hoy, sábado, se renueva por primera vez la junta directiva y hay veedores de las Inspección General de Justicia bonaerense, abogados, delegados del municipio, acompañando el acto o acechando, según se interprete cada función. La lista verde obtiene más votos y para festejar no el triunfo, sino la transparencia del proceso, hablan todos: ganador, perdedor, presidente saliente y hasta el joven veedor. Don Zenón está contento, aunque todavía se lamenta no haber logrado una lista de unidad. “Tendríamos que haber pensado mejor, pero ya llegará”, me dice, como lamentándose porque le faltó paciencia. A su lado, festejan dos jóvenes integrantes de la nueva conducción. Uno es morocho, flaco, campesino y me ayuda a traducir las palabras del credo quechua escritas en el logo de la Asociación:
ama kjella (no ser flojo), ama sva (no ser ladrón) ama llulla (no ser mentiroso).
Otro es rubio, robusto, de ojos claros, comerciante y me asiste en las últimas tres:
minkanacunapac (ayudarse), jaihunacunapac (prestarse), tantanacusun (juntarse).
Los dos pertenecen a la nueva generación de la comunidad: migraron de niños, crecieron aquí y ya tienen hijos argentinos. Sus problemas son otros. Ever, el campesino, los resumirá en los dos extremos de la producción: el costo de la semilla y de la mano de obra. “Antes comprábamos la semilla de tomate por kilo, ahora por conteo. Es todo importado, en dólares. (Luego lo compruebo en una lista de precios: 1.180 pesos los 5 gramos.) También es cada día más difícil encontrar quien quiera trabajar en un campo todo el día. Prefieren la construcción, porque deja más”. Walter, el comerciante, me explica que la tendencia actual es que los jóvenes se vuelquen al comercio, porque tiene mayores márgenes de rentabilidad. “En la Asociación, por ejemplo, al principio eran todos agricultores. Ahora, sólo en la feria hay 900 puestos, casi la misma cantidad que los socios del mercado”. Uno y otro coinciden en que en la comunidad se está planteando un debate: enrolarse o no en el padrón electoral. “Por la cantidad y el peso económico que tenemos estamos en condiciones de asegurarnos un concejal ya. Y si trabajamos bien, quizás un intendente”.
Le pregunto después a Don Zenón qué opina de esta idea y me comenta que todavía no es mala. “Pero hay que seguir pensándola”. Le cuento que varios de los jóvenes con los que hablé están estudiando en la universidad, la mayoría Administración de Empresas. “Ésa es una idea buena, bien pensada. Necesitamos nuestros propios profesionales: abogados, médicos, contadores. Ahora mismo, al mercado vino un muchacho que estudió computación en Bolivia y nos ayuda a tener todas las cuentas bien claras, porque eso aleja conflictos, evita peleas, sospechas, sana”. Le digo que él tendría que dar cátedra de administración, para que podamos aprender a ahorrar, producir y prosperar en comunidad y en un país que -en todos los años que él atravesó para llegar hasta acá, hasta ese pedazo de tierra firme donde esta parado- cambió su moneda tres veces y su ministro de Economía, veinte. “No crea. Las cosas no cambian tanto. Es lo mismo, con distinto nombre o diferente gente. Usted sabe que hay cosas que nadie va a hacer. Si necesitamos asfalto, nosotros lo hacemos. Si necesitamos una sala de primeros auxilios, nosotros la hacemos. Eso no cambia tampoco: la comunidad es la que hace y la que piensa.”
Minga.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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