CABA
El Mercado Central de la comunidad boliviana: La minga de Escobar
Concentran el 80 por ciento de la producción de frutas y verduras que consumen los porteños. Se calcula que involucra la mano de obra de 300 mil personas que trabajan más de 12 horas diarias. Tienen un mercado y una feria propia. Todo lo construyeron de espaldas al Estado y con el esfuerzo de la comunidad: eso es la minga.
Don Zenón me lo explica sencillito, pero yo tardo cinco días en comprenderlo. La ficha recién me cae cuando el cónsul de Bolivia en Argentina –periodista y pálido como yo– me cuenta lo mismo, pero de manera mucho más complicada. No sé si es el despacho, el traje o la jerga, pero algo de ese orden me predispone a entender aquello que Don Zenón me reveló parado sobre el barro de su chacra, junto a plantines de lechugas multicolores. Fue mi forma de descubrir la distancia entre una cultura que agoniza y otra que resiste. Una acomoda, ordena, plancha. La otra crea, desbarata, planta.
Dirá Don Zenón:
–Si hay muchas ideas peleando es porque la cosa está mal pensada. Entonces, se necesita paciencia para pensar mejor. Porque no hay que mejorar la idea para lograr que una gane, sino encontrar lo que entre todas tienen en común. Ésa es la idea bien pensada: la que permite la acción en la unión.
Don Zenón Anzes Rejas fue uno de los diez fundadores de la Comunidad Boliviana de Escobar, una asociación que crearon a principios de los años 90 para enfrentar las dificultades que les llovían de a montones y por varios frentes: racismo, robos, violencia. Su historia es paradigmática de los miles de inmigrantes que, como él, llegaron desde Potosí hasta Escobar a mediados de los 80. Quechua, minero, padre de seis hijos, llegó con los pulmones fulminados por el carbón y el corazón fogueado por la experiencia sindical. Comenzó trabajando como peón de un portugués que a cambio del sacrificio de toda su familia le enseñó las claves de la huerta. Cuando los hijos del amo escupieron de la herencia las 5 hectáreas, Don Zenón les ofreció un acuerdo: él las trabajaba y ellos recibían el 60 por ciento del resultado de la cosecha. Cuando finalmente ahorró suficiente dinero, les propuso comprarlas. Así, escalón por escalón, ascendió a la propiedad de esa parcela en la que apenas había espacio para la casa. Tal como les sucedió a los miles de paisanos que trabajaban en la zona, los problemas de Don Zenón recién comenzaban.
Los que nos dan de comer
En el Mercado Central no les permitían vender la cosecha. Con argumentos legales –carencia de documentación– y modales ilegales –mafias que reclaman con palos su cuota– abusaron del poder monopólico de ese mercado: toda la comercialización hortícola se concentraba allí. El hambre y la necesidad de vender los productos antes de que se pudrieran los obligaron a pensar bien y encontrar entre todos una buena idea. Para alcanzarla, primero improvisaron una feria en los bordes de la ruta de Escobar. “Durante mucho tiempo destinamos gran parte del dinero de la venta al ahorro. Llegamos a reunir casi cinco mil pesos por semana y logramos así comprar las hectáreas que destinamos a la comunidad”. Allí erigieron primero uno y luego el segundo inmenso galpón donde hoy funciona el mercado de frutas y verduras de la Asociación. Son 25 hectáreas que pertenecen a los 900 socios y que reciben la producción de todo el país, sin intermediaciones. Los expertos calculan que de allí sale el 80 por ciento de las frutas y verduras que se consumen en la Capital. Eso significa que por ahí pasan anualmente casi 4 millones de toneladas de alimentos frescos que son distribuidos hacia una red de comercios minoristas que también concentra la comunidad boliviana. Estamos hablando del fruto del trabajo de no menos de 300 mil personas que cotidianamente durante más de doce horas diarias doblan la espalda en el campo, cargan y descargan cajones, negocian precios, administran pérdidas y ganancias y construyen comunidad. Todo al mismo tiempo, en la misma jornada y a espaldas del Estado. Algunos lo llaman producción en negro. Otros autogestión. Don Zenón prefiere ser exacto: minka. O su equivalente criollo: minga.
Relaciones exteriores
Ninguno de los casi 15.000 migrantes bolivianos residentes en la zona de Escobar vota. Ni en Bolivia, ni en Argentina. Se podría decir que la única relación que tienen con el Estado argentino es comercial: la Feria de la Asociación paga 30.000 pesos de alquiler y 12.000 de impuestos mensuales por el predio que ocupa a dos cuadras del mercado. Funciona sólo los domingos y a pleno. El Mercado, en cambio, inicia su actividad todos los días después de las 7 de la tarde, hierve a las 10 de la noche, reposa en la madrugada y despierta a todo ritmo a las 6, para irse a dormir pasadas las 9 de la mañana. Los domingos, martes y jueves recibe a los camiones que traen la mercadería. Hoy los hay de Salta y con tomates, de La Plata y con lechuga, de Villa María y con limones. Los changarines son del barrio –que no existía antes de la construcción del mercado– y cobran 30 centavos por bulto cargado o descargado. Los puesteros son familias enteras que limpian la mercadería, acomodan, negocian y atienden a los niños, todo al mismo tiempo y sin quejas. Las mujeres llevan siempre un delantal azul y, a veces y debajo, una bata a cuadritos blancos y celestes para cubrirse con pudor los rastros de la faena, que es intensa y sucia. Ellas hacen casi todo, menos hablar. La conversación pública es tarea masculina, pero no de cualquier varón. Por eso Don Zenón es quien oficia de vocero.
El frente interno
Los primeros años de la Asociación fueron tan prósperos que atrajeron todo tipo de problemas. El principal llevaba el nombre del intendente, Luis Patti y el uniforme de la policía Bonaerense. Fue la época de los ataques comando, sistemáticos y violentos, que obligaron al entonces ministro, León Arslanian, a reunirse en persona con los miembros de la comunidad. Aceptó la propuesta de formar el llamado Grupo de Enlace, que significó en los hechos la creación de una policía propia, integrada por paisanos que patrullaban a caballo las quintas, acercándoles un poco de tranquilidad. Cuando el frente externo estuvo calmado, comenzaron los problemas internos, quizás alentados por los mismos enemigos, pero encarnados por familias hermanas que se enfrentaron “como perros y gatos”, al decir del cónsul José Alberto González. Fue él, justamente, el que logró terminar con casi cinco años de intervención del Estado argentino en la Asociación de la Comunidad Boliviana de Escobar. “Primero me reuní con los perros, luego con los gatos. Después, envié dos cartas al entonces ministro de Justicia de la Nación, Alberto Iribarne, para plantearle la necesidad de convocar a elecciones para terminar con la intervención. No me respondió hasta que logré que el tema fuera planteado en una nota que publicó el diario Página 12. El mismo día que salió, me llamó el ministro. Y ahí comenzó otro round: lograr que la intervención soltara a la Asociación”.
El cónsul saca de su archivo una carpeta repleta con papeles que registran todo el proceso, y de la carpeta escoge un manojo prolijamente abrochado. Son seis hojas que llevan por título: “ayuda memoria”. Es el registro de todas las reuniones que insumió el rescate de la Asociación. La primera fue el 18 de enero de 2007. La última, el 8 de octubre de ese año. En total, fueron necesarias 29.
¿Cómo logró terminar con la pelea entre perros y gatos?
Haciéndoles entender que perros y gatos tenían muchas diferencia, pero algo en común: terminar con la intervención.
Don Zenón fue parte de las negociaciones y parte también de la lista que ganó las elecciones que pusieron fin a la intervención. Obtuvo el triunfo por una diferencia de cuatro votos.
Tantanacusum
Sobre la mesa hay dos pinches, largos y puntiagudos. En uno clavan las boletas color verde y en otro, las blancas. El encargado del recuento agita cada papel para que todos vean que no hay trampa. Lo agita arriba de su cabeza y lo pincha. Uno por uno. La ceremonia es observada en silencio por la asamblea de socios de la Asociación de la Comunidad Boliviana de Escobar. Hoy, sábado, se renueva por primera vez la junta directiva y hay veedores de las Inspección General de Justicia bonaerense, abogados, delegados del municipio, acompañando el acto o acechando, según se interprete cada función. La lista verde obtiene más votos y para festejar no el triunfo, sino la transparencia del proceso, hablan todos: ganador, perdedor, presidente saliente y hasta el joven veedor. Don Zenón está contento, aunque todavía se lamenta no haber logrado una lista de unidad. “Tendríamos que haber pensado mejor, pero ya llegará”, me dice, como lamentándose porque le faltó paciencia. A su lado, festejan dos jóvenes integrantes de la nueva conducción. Uno es morocho, flaco, campesino y me ayuda a traducir las palabras del credo quechua escritas en el logo de la Asociación:
ama kjella (no ser flojo), ama sva (no ser ladrón) ama llulla (no ser mentiroso).
Otro es rubio, robusto, de ojos claros, comerciante y me asiste en las últimas tres:
minkanacunapac (ayudarse), jaihunacunapac (prestarse), tantanacusun (juntarse).
Los dos pertenecen a la nueva generación de la comunidad: migraron de niños, crecieron aquí y ya tienen hijos argentinos. Sus problemas son otros. Ever, el campesino, los resumirá en los dos extremos de la producción: el costo de la semilla y de la mano de obra. “Antes comprábamos la semilla de tomate por kilo, ahora por conteo. Es todo importado, en dólares. (Luego lo compruebo en una lista de precios: 1.180 pesos los 5 gramos.) También es cada día más difícil encontrar quien quiera trabajar en un campo todo el día. Prefieren la construcción, porque deja más”. Walter, el comerciante, me explica que la tendencia actual es que los jóvenes se vuelquen al comercio, porque tiene mayores márgenes de rentabilidad. “En la Asociación, por ejemplo, al principio eran todos agricultores. Ahora, sólo en la feria hay 900 puestos, casi la misma cantidad que los socios del mercado”. Uno y otro coinciden en que en la comunidad se está planteando un debate: enrolarse o no en el padrón electoral. “Por la cantidad y el peso económico que tenemos estamos en condiciones de asegurarnos un concejal ya. Y si trabajamos bien, quizás un intendente”.
Le pregunto después a Don Zenón qué opina de esta idea y me comenta que todavía no es mala. “Pero hay que seguir pensándola”. Le cuento que varios de los jóvenes con los que hablé están estudiando en la universidad, la mayoría Administración de Empresas. “Ésa es una idea buena, bien pensada. Necesitamos nuestros propios profesionales: abogados, médicos, contadores. Ahora mismo, al mercado vino un muchacho que estudió computación en Bolivia y nos ayuda a tener todas las cuentas bien claras, porque eso aleja conflictos, evita peleas, sospechas, sana”. Le digo que él tendría que dar cátedra de administración, para que podamos aprender a ahorrar, producir y prosperar en comunidad y en un país que -en todos los años que él atravesó para llegar hasta acá, hasta ese pedazo de tierra firme donde esta parado- cambió su moneda tres veces y su ministro de Economía, veinte. “No crea. Las cosas no cambian tanto. Es lo mismo, con distinto nombre o diferente gente. Usted sabe que hay cosas que nadie va a hacer. Si necesitamos asfalto, nosotros lo hacemos. Si necesitamos una sala de primeros auxilios, nosotros la hacemos. Eso no cambia tampoco: la comunidad es la que hace y la que piensa.”
Minga.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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