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El lado mapu de la luna: Puel Kona estará con Roger Waters

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Puel Kona es una banda conformada por jóvenes mapuches que acaba de ser elegida por Roger Waters como telonera en sus conciertos del 6 y 10 de noviembre en el Estadio Único de La Plata. Conocé su historia en esta nota que les realizamos en MU: «Desde chicos participaron en recuperaciones y conflictos territoriales. Son voceros de las comunidades que enfrentan al fracking. Ska, rock y fiesta como medio de comunicación». Por Sergio Ciancaglini.

El lado mapu de la luna: Puel Kona estará con Roger Waters
Lefxaru, Umaw y Amaru están explicando algunas cuestiones sobre la espiritualidad mapuche, pero también sobre cómo puede sonar un chamamé cordillerano con algo de rap. Estamos en la Ruca (casa grande), sede de la Confederación Mapuche, en un barrio obrero de Neuquén, y los integrantes de Puel Kona (van de los 16 a los 27 años) me hablan de la lucha de las comunidades frente a Chevron y sus procesos de hidrofractura, del discurso del progreso, de la posguerra del Estado Argentino contra los mapuches y de cómo fue grabar con Goy Karamelo.
Siento que están destinados a desmentir muchas cosas. En primer lugar, a Peter Capusotto y uno de sus apotegmas sobre las últimas décadas musicales: “El rock es un sólido cable carril para desplazarse por la aerosilla de la pelotudez”.
El grupo, además, parece desmentirse a sí mismo en su tema Clandestinos:
“Clandestino en tu propia tierra.
Extranjero en tu propio origen.
Es nacer y ya estar condenados,
existir, pero ser invisibles”.
Puel Kona es un conjunto de rock mapuche, pero es mucho más: la expresión de un pueblo, y acaso de una generación, que se rebela a ser invisible.
Por eso pueden plantear “la justicia no es venganza, somos nuestra propia esperanza” frente al asesinato de un kona (joven guerrero) chileno, y al mismo tiempo generar con el público una fiesta, como dice Umaw (27 años, bajo).
Lucio (18), que como baterista es el otro responsable de los latidos de esta banda, informa: “En el escenario hay energía y conciencia, pero siempre arriba: mucho power”.
Bebés en lucha
Puel Kona no está a favor de la lucha mapuche: es la lucha mapuche. Lefxaru (Lef para los amigos, 26 años, guitarra, voz y autor de los temas) es, junto a Umaw, uno de los konas que está interviniendo y militando más activamente en los conflictos de las comunidades con el Estado y las petroleras. “Cuando fueron los conflictos con Repsol en los 90 yo tenía 10 años, Amaru 7, y ya estábamos parando el gasoducto en Loma de la Lata. En una de las recuperaciones de tierras, de 120.000 hectáreas, Ñamku era un bebé: se lo ve en los videos a upa de la mamá que es werken (vocera) de la organización”.
Ñamku escucha con orgullo. Tiene 16 años y toca xuxuca, xompe y sikus (instrumentos de viento). Malen (19) es la saxofonista, hace los coros y es considerada la “más música” de todos. Amaru (23, teclados) es, según sus compañeros, quien arrasa con el público femenino, y Ayliñ (24) es la otra chica y cantante del grupo. Ñamku: “No tenemos la pose de ‘me gustaría tal cosa’, sino que contamos lo que creemos y lo que vivimos”.
Ñamku está en el secundario. Malén estudia música. Amaru, turismo (“pensando en que algún día podamos nosotros mismos mostrar a los que viajan nuestro territorio y quiénes somos”). Umaw es periodista y productor de Radio Universidad del Comahue. Otra de las canciones dice:
“Primero fueron las carabelas,
ahora son las petroleras”.
¿Quién genera el conflicto?
Lef trabaja en el Observatorio de Derechos Humanos del Pueblo Indígena: “Desde ahí se lleva la defensa judicial de las comunidades. Hay más de 80 causas y más de 300 procesados en la provincia por defender el territorio. Nos consideran usurpadores. El conflicto lo genera el Estado porque entrega tierras donde hay una comunidad y el comprador privado, en vez de hacerle juicio al Estado, nos hace juicio a nosotros, todo mezclado con negocios muy espurios”.
Los conflictos provinciales incluyen la reciente toma e la intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi donde el Estado no le otorga el derecho de y consulta a los mapuche, según lo ordena la ley. Pero la estrella del momento es el explosivo (en cualquier sentido) tema Chevron y Vaca Muerta: “Están fogoneando el conflicto, nos trataron de delincuentes, dijeron que no había comunidades y nos han amenazado, en lugar de ser garantes de nuestros derechos. El que entregó la concesión con una comunidad adentro es el Estado provincial”.
Los problemas parecen ubicarse en los territorios. Amaru: “Pero los que estamos en la ciudad sufrimos las mismas consecuencias. Hay especulación con la tierra, superinflación de precios, no hay viviendas ni planificación urbana en un lugar saturado de gente”. Y dice: “Aquí en Neuquén nuestra generación no tiene donde vivir”.
Cumbia, ska o Celine Dion
El alimento orejístico de Puel Kona incluye rock, cumbia, reggae, ska, folklore, y todo lo demás. Para ellos el rock también ha sido una cultura. Umaw: “Yo no iba a escuchar a Lerner, pero sí a Todos tus muertos, Sumo, Divididos, Las pelotas, o Sex pistols de afuera. Te nutrís de todo, desde Blondie hasta grupos que saben que hay que decir algo como La Vela Puerca, o Ska-p”. Pero no es fusión, ni música étnica. “Ni ninguna de las etiquetas de la industria. Lo nuestro es rock mapuche, no somos indiecitos tocando la guitarra. Te venden culturalmente la imagen del indio derrotado, triste, borracho o artesano. La realidad es distinta y nosotros somos lo contrario: tomamos nuestros instrumentos, luego los del rock, decimos lo que queremos decir, y podemos hacer un ska en nuestro idioma, el mapudungun”. Las letras son bilingües, la fiesta es intercultural.
En algunos geriátricos se presume que el rock podría estar colonizándoles la cultura. Amaru: “Nos hacía ruido eso, pero a los referentes mayores les pareció algo bueno y positivo. Si tenés el apoyo de tu gente, lo que opinen los demás no interesa”. Podría planearse que son ellos los que se adueñan y recrean el rock, y no al revés: “Es que somos parte de un pueblo vivo. Si no, nos pondríamos unas plumas y nos quedaríamos como hace 500 años. Seríamos una caricatura”.
Umaw: “Hay un grupo peruano que hace temas de Celine Dion con sikus y ropa indígena. La gente se vuelve loca. Nosotros somos otra cosa”.
Preexistentes a Marx
“Votar puede ser valioso, pero no lo es todo, la partidocracia no forma parte de nuestra cosmovisión” dice Lef. Las ciencias políticas y sociales deberían tener a Puel Kona como bibliografía: “Hoy se está pervirtiendo y ultrajando a la democracia porque otra de sus partes fundamentales es respetar las leyes y los derechos producto de esa democracia. Y no se cumplen. Se supone que no estás eligiendo a un monarca, o a un mandamás, pero ellos creen que pueden hacer lo que quieren. Ningún político tiene el tema indígena en su agenda, pero fijate que hay millones de hectáreas en disputa entre los originarios y el modelo extractivo, somos la punta de lanza de la resistencia a cuestiones como la hidrofractura y los recursos naturales”.
¿Y la izquierda? “Tampoco existimos para ellos” dice Umaw: “Los partidos como el PTS o el PO toman al pueblo mapuche como parte de la clase obrera, el proletariado, pero para nosotros no es así: somos un pueblo preexistente al Estado y también a las clasificaciones que hayan hecho Marx o cualquier otro pensador. Les decimos: ‘loco, ponete las pilas con esto, muy interesante tu análisis sobre Chevrón y el gobierno, pero lo que están reventando es nuestro territorio”. Lef agrega: “Y no es un problema mapuche, sino que nos afecta a todos”.
Otras palabras
Sobre el progreso, dice Umaw: “No nos oponemos al crecimiento ni a la soberanía energética. Preguntamos qué cabezas pisamos y a qué gente matamos para esos falsos ideales de unión y de independencia. En Francia está prohibido el fracking, pero la petrolera francesa Total hace fracking acá, en un Área Natural Protegida e intangible, Auca Mahuida. ¿Cómo lo entendés?”.
Sobre la generación de empleo: “Los nuevos espejitos de colores. Es asqueroso cómo nos mienten hablando de trabajo y calidad de vida. Dijeron lo mismo con Repsol, y mirá lo que pasó. Lo que hay que pensar es una nueva matriz productiva para Neuquén”.
Los chicos de Puel Kona me explican que la espiritualidad mapuche no incluye dioses, santos, seres superiores, cielos, ángeles, infiernos y otras supersticiones por el estilo. No piensan en un más allá, sino en una integralidad del mundo que nos rodea, algo que la ciencia ha empezado a entender en los últimos tiempos. “Tenemos una comovisión donde todos somos un newen, una fuerza, una vida y hay un equilibrio y una circularidad con la naturaleza”.
Me cuentan que la posguerra contra los pueblos originarios, con tierras usurpadas, robos de bebés, de identidad, desaparecidos y asesinados en lo que resultó el primer genocidio de este raro país, fue la que dejó la humillación, la vergüenza, la violencia, el machismo, el alcoholismo, el pervertimiento del propio ser.
Lef sabe lo que es el pasado, pero propone el futuro: “Creo que nuestros padres recuperaron y nos transmitieron el orgullo de ser mapuche. Y tenemos esa alegría, la fuerza, el newen. Está a flor de piel. Ya no estamos huyendo, ni estamos solamente resistiendo: estamos proyectando todo lo que nosotros queremos”.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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