CABA
A tres años del 19 y 20: la segunda muerte de Gustavo Benedetto
Jorge Varando está por quedar libre. Según la reconstrucción judicial, fue quien disparó desde dentro del banco HSBC la bala que mató a Gustavo Benedetto (23 años) el 20 de diciembre de 2001. La multitud que se movilizaba fue víctima de la balacera efectuada desde esa oscuridad. Varando estaba a cargo del grupo de seguridad del banco, cargo que ejerció gritándoles a sus subordinados y a los policías: “¡Tiren, no sean cagones!”. Es teniente coronel retirado, graduado de la Escuela de las Américas, ex integrante del destacamento 103 de Inteligencia del Ejército, denunciado ante la CIDH por la desaparición de dos personas tras el copamiento de La Tablada. La medida de la Corte, que podría liberarlo, tuvo votos en contra de Enrique Petracchi, Carlos Fayt y Raúl Zaffaroni.
«Para nosotros ése lugar es una tumba», dice Eliana Benedetto, hermana de Gustavo Benedetto, el joven que a los 23 años fue asesinado de un balazo en la cabeza cuando pasaba frente al banco HSBC de Avenida de Mayo y Chacabuco, desde cuyo interior se baleó a la multitud movlizada por los sucesos del 19 y 20 de diciembre del 2001.
El autor de ese disparo calibre 9 milímetros, según la reconstrucción de la jueza María Romilda Servini de Cubría, fue Jorge Varando, uno de los responsables de seguridad del banco que está a punto de quedar en libertad.
¿Qué ocurrió? Los diarios han informado que la Corte Suprema de Justicia dejó sin efecto el procesamiento de Varando. La defensa había presentado un recurso extraordinario en el que planteó la arbitrariedad de la resolución, y la Corte consideró admisible el recurso en virtud de una supuesta «tacha de arbitrariedad» en la sentencia y ordenó devolver las actuaciones a la Cámara Federal para que dicte un nuevo fallo.
Traducción: la defensa no niega que Varando haya disparado, pero aduce que había otros tiradores y que no alcanzan los elementos para acusar al ex militar -en particular- por esa muerte. Cualquiera pudo haber sido el culpable, dicen los defensores.
La medida de la Corte tuvo tres votos en contra: Enrique Petracchi, Carlos Fayt y Raúl Eugenio Zaffaroni.
Desde el 20 de diciembre de hace tres años -el mismo día que Fernando de la Rúa abandonaba el gobierno al son de las cacerolas- las familias de los cinco asesinados por la represión en las inmediaciones de Plaza de Mayo, esperan el inicio del juicio oral en el que acaso se logre que haya justicia.
-Eliana, ¿confías en la justicia?
-Y, todo es re-lento. Hay que esperar, ver qué pasa. No hay fecha para el juicio oral ni nada. Todo está en una nebulosa. Pero yo espero que sí, que alguien pague algo por lo que pasó.
Vida coherente
Varando, militar, es graduado de la Escuela de las Américas, campo de entrenamiento de «contrainsurgencia» con sede en el sur de Estados Unidos. Fue señalado como represor y denunciado por los organismos de Derechos Humanos por su desempeño en el Destacamento 103 de Inteligencia del Ejército durante la última dictadura militar. Aparece mencionado en el libro Como los nazis, como en Vietnam, de Alipio Paoletti.
En 1989 era mayor, y participó en la defensa del cuartel de La Tablada a raíz del ataque al mismo realizado por el Movimiento Todos por la Patria. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos reconstruyó parte de lo sucedido.
Declara la CIDH que dos personas que quedaron prisioneras luego del ataque a los cuarteles militares, Iván Ruiz (18 años) y José Alejandro Díaz, fueron «desaparecidos» cuando la vigilancia estaba a cargo de quien después fuera el jefe de custodia del HSBC de avenida de Mayo.
La televisión española registró aquel 23 de enero del 89 a Ruiz y Díaz capturados por militares. Se escuchan dos voces. Una grita: «¡No tiren carajo. Si hay algún zurdo lo vamos a matar después!» La segunda voz pronuncia apenas una palabra: «¡Mátenlos!». En fotos periodísticas se observa que Ruiz y Díaz son llevados por un militar, el teniente primero Nacelli, quien luego declaró que los dejó con un cabo llamado Steigman, quien a su vez los entregó al entonces mayor Varando.
Varando declaró a su vez que dejó a Ruiz y a Díaz sin custodia en una ambulancia a cargo de un suboficial llamado Esquivel, que ese día recibió un balazo en la cabeza. El Estado argentino sostuvo luego ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que Ruiz y Díaz se habrían fugado. Por lo tanto, la justicia emitió una orden de captura.
En 1989 cinco cuerpos no identificados de atacantes al cuartel -quemados con fósforo- fueron «despostados» (desprovistos de sus partes blandas) a pedido de los médicos forenses. En agosto, el juzgado ordenó enterrarlos en la Chacarita sin identificarlos. Once años después los científicos del Banco de Datos Genéticos del Hospital Durand practicaron análisis de ADN en los cadáveres y les devolvieron sus nombres. Recién entonces la justicia se notificó de lo que había ocurrido: ni Ruiz ni Díaz se habían fugado. Habían muerto fusilados tras estar a cargo del entonces mayor Varando. Todo consta en el informe de la CIDH.
Con el rango de teniente coronel, Varando se retiró en 1994 para dedicarse al negocio de la seguridad privada.
En el 2001 estaba a cargo del grupo que en ese momento custodiaba al banco HSBC. Alicia Pierini, abogada de la familia Benedetto, recibió un anónimo donde se relata que el jefe de seguridad del banco es el general Julio César Veronelli, ex jefe del Segundo Cuerpo de Ejército. Varando era uno de sus principales lugartenientes (ambos hicieron un posgrado en seguridad para multinacionales en la Universidad Comillas, de Madrid, según ha informado Pierini). Junto a guardias privados y policías Varando asumió la supuesta defensa del banco, al grito de «¡Tiren, no sean cagones!». Hubo más de 50 balazos disparados en menos de un minuto.
La historia
«¿Y… Ahora qué?», inquiría en letras negras y mayúsculas, la gacetilla en la que los Benedetto convocaban a un repudio para este viernes 17, frente al HSBC. Ese día, en ese lugar, un amigo dijo unas palabras, otros dejaron fotos y flores frente a la policía que -esta vez- no dijo nada. En una de las esquinas hay dos placas en homenaje a Gustavo: una está rota, como la dejaron los policías que sistemáticamente destruían los recordatorios que la familia colocaba, tal como demuestra una filmación realizada por los periodistas canadienses Avi Lewis y Naomi Klein.
-Eliana ¿volvieron a ver a Varando?
– La única vez que lo vimos fue cuando se hizo la reconstrucción de lo sucedido. El no dijo nada pero estaba con sus dos hijos y la hija vino a prepotearnos, a decirnos que por qué acusábamos a su padre que era inocente… Pero yo no me quise poner a discutir. El tipo dice que tiró cinco tiros así que podía haber matado a cinco y el cargador era de trece balas.
-¿Cómo recordás a tu hermano?
– Me lo acuerdo tocando la armónica, con el perro al lado, que lo miraba. Y también lo recuerdo a través de las historias que me cuentan sus amigos, que tal día esto, que tal día lo otro… Siempre aparece alguno con una anécdota nueva: que mi hermano se reía de todo, que comía cualquier cosa. Siempre llegaba a las reuniones tarde porque volvía del supermercado y siempre estaba hambriento así que se comía todo, las sobras frías, como estuvieran.
-¿Qué cambió en ustedes en estos tres años?
-El primer impacto fue el de no hacer nada, pero después empezó a surgir la necesidad de movernos, de que pasara algo. Por eso ahora estamos movilizándonos más, preguntando más cosas. Tengo una sensación de bronca, de impotencia por no haberlo visto para decirle que se quedara. Es que cada vez es peor, cada vez lo extrañas más. Al principio decís ´ya va a venir´ y con el tiempo te das cuenta que no vuelve nunca.
Gustavo era de La Tablada, hincha de River y egresado de la escuela secundaria y pública número 155, título que le aseguró el puesto de repositor de la sección verduras del supermercado Día durante doce horas al día y por 400 pesos al mes. Era el único sostén de la familia, desde que su padre había muerto de cáncer, ocho meses antes de aquel diciembre del 2001.
Ese último día, el 20, Gustavo se presentó a trabajar a las siete de la mañana, pero la amenaza de los saqueos obligó al supermercado a cerrar. Preocupado por la suerte del local, regresó al mediodía y comprobó el desastre: las persianas y los vidrios estaban rotos, las góndolas vacías, los destrozos desparramados por todos lados. Impotente, decidió ir a Plaza de Mayo a protestar. Intentó convencer a varios amigos para que lo acompañaran, pero ninguno estaba disponible. Su determinación o indignación tiene esa dimensión: un muchacho que siempre estaba acompañado, escoltado por su barra de amigos, subió solo al colectivo número 126, viajó durante una hora y media y bajó cien metros antes de toparse con la bala.
El chico cayó en Avenida de Mayo al 600, delante de las cámaras.
Su mamá y su hermana lo vieron morir por televisión, mientras escuchaban que alguien gritaba: «están tirando desde adentro».
Este 1º de enero Gustavo Ariel Benedetto cumpliría 27 años.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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