Nota
Alberto Fernández/Claudio Moroni: lo que el año NO se llevó
El jefe de gabinete, Alberto Fernández, y el titular de la Sigen, Claudio Moroni, todavía deben dar respuesta por sus actuaciones en la función pública, donde tenían la responsabilidad de controlar a un sector que fue escenario de denuncias por corrupción, escandalosas quiebras y sospechosas impunidades. El periodista Julio Nudler quiso pedirlas y fue censurado. El columnista Horacio Vertbisky intentó refutar a Nudler y reprodujo el descargo de los funcionarios. lavaca realizó su propia investigación, que compartimos aquí con ustedes. El resultado es esta nota con la que brindamos por lo que vendrá: reciban nuestros mejores deseos, entonces, aquellos periodistas que seguirán atreviéndose a escribir sobre este tema.
Empecemos por el principio:
Alberto Fernández y Claudio Moroni fueron compañeros de estudio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Una vez recibidos, comenzaron a recorrer juntos una carrera en la función pública, interrumpida solo por cortos períodos de trabajo en el sector privado, en actividades íntimamente ligadas a sus gestiones gubernamentales. Hoy, Alberto Fernández es el jefe de gabinete del gobierno de Néstor Kirchner y Claudio Moroni el encargado de controlarlo: fue designado presidente de la Sindicatura General de la Nación (Sigen), el organismo que debe detectar e informar los «perjuicios al patrimonio público» que pudieran realizar funcionarios como Fernández.
En los curriculums personales de Fernández y Moroni estas nuevas tareas significan, sin duda, un importante ascenso. Un premio político, quizá, por la perfomance alcanzada en el ámbito en el que se desempeñaron durante toda la década de los 90 y que les permitió convertirse en lo que hoy son.
Veamos cómo y por qué.
A seguro lo censuraron
La Superintendencia de Seguros de la Nación es un organismo público, descentralizado, dependiente del Ministerio de Economía. Su tarea es controlar a las empresas aseguradoras. Fiscaliza, en consecuencia, «la organización, la solvencia y la liquidación» de todas las compañías que operan en el mercado argentino. Su responsable ostenta el cargo de Superintendente.
Desde 1989 hasta 1995 Alberto Fernández ocupó ese puesto. Cuando renunció, lo dejó en manos de su gerente técnico, asesor y amigo: Claudio Moroni. La gestión de Fernández/Moroni al frente de la Superintendencia fue la más larga de la historia de ese organismo. La de Moroni tuvo dos períodos: desde el 95 hasta el 98, primero y desde el 2002 hasta el 2004, cuando abandonó ese cargo para convertirse en el titular de la Sigen.
Fue a propósito de este nombramiento que el periodista Julio Nudler decidió dedicar su habitual Panorama Económico de los sábados del diario Página 12 a recordar la trayectoria de Fernández y Moroni. Ya se sabe qué pasó: Nudler denunció que su artículo fue censurado.Como consecuencia de esa denuncia que se hizo pública, el diario retiró definitivamente la columna de Nudler, prohibió su firma en otros artículos y el director, Ernesto Tiffenberg, atacó el honor de Nudler en la portada del matutino, tratando de justificar lo que de esa manera se tornó injustificable. Para empeorar aún más las cosas, el domingo 14 de noviembre el columnista Horacio Vertbisky dedicó sus páginas del diario a refutar el censurado artículo de Nudler.
Así las cosas, la suerte de la más escandalosa denuncia de censura de este año no está echada. Dependerá, una vez más, del juicio de los lectores que soporten algo más que esta saga de dimes y diretes acerca de uno de los tantos casos de corrupción que la justicia no ha investigado. Estamos hablando de los años 90 y del control estatal del negocio de los seguros. Pero, sobre todo, estamos hablando de dos de sus protagonistas claves: Alberto Fernández y Claudio Moroni.
Que el árbol que intentó plantar Página 12 no nos tape el bosque.
Memoria del saqueo
El artículo de Nudler comenzaba citando a Roberto Guzmán, un conservador salteño que en setiembre de 1994 fue designado al frente del Instituto Nacional de Reaseguros (INdeR) por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo. Guzmán publicó un libro titulado «Saqueo Asegurado», cuya impresión pagó de su bolsillo. Así pudo detallar su versión acerca de las maniobras fraudulentas con las que compañías, funcionarios y políticos -con el amparo de sindicalistas, jueces y periodistas- convirtieron a ese organismo en «una verdadera organización para el delito y la defraudación», según las palabras con que Cavallo prologa el libro.
El muerto que gasta
El INdeR era la empresa estatal encargada de asegurar los seguros. Durante años monopolizó esta tarea hasta que en 1991, mediante un decreto del entonces presidente Carlos Menem, se resolvió liquidarla como parte de la política de «globalización» de la economía argentina en general y el mercado de seguros en particular. Desde entonces, las compañías que operan en el mercado local deben reasegurar sus servicios con bancas internacionales. Lo que sigue a partir de allí es un despropósito de tal dimensión que cuesta entenderlo y mucho más explicarlo. Recurramos entonces a la siguiente metáfora: el decreto de Menem le pegó un tiró al corazón del IndeR en 1991 y desde entonces ese Instituto está muerto, pero su cadáver sigue insepulto y, lo que es peor, cada vez más endeudado. Recordemos un dato: por entonces Alberto Fernández era el máximo responsable del gobierno en el diseño de las políticas del sector seguros y Moroni, su brazo técnico-legal.
El barril sin fondo
Al ordenarse la liquidación, el INdeR dejó de percibir ingresos y su función se redujo a una sola cosa: verificar los reclamos de las compañías ya reaseguradas para pagarlos. Pero ¿de dónde iba a salir el dinero para afrontar estos compromisos asumidos si ya no podía recibir nuevas primas? Pues bien: se creó un impuesto especial, que pagó cada paisano al contratar un seguro. Por ese impuesto el INdeR recaudaba aproximadamente 20 millones de dólares mensuales que fueron a dar a un verdadero barril sin fondo. «Solo un estado de corrupción a gran escala podía explicar el hecho de que tras dos años de funcionamiento de una Comisión Liquidadora la deuda aparente de este organismo se hubiera cuadriplicado», escribió Domingo Cavallo en el prólogo del libro Saqueo Asegurado al describir a donde le pidió que se instale Guzmán.
¿Dónde estaba por entonces Alberto Fernández?
Sentado en un sillón del INdeR.
Guzmán cuenta en su libro cómo lo encontró:
«Debido a que estuvo al frente de la Superintendencia desde el 89, Fernández fue uno de los funcionarios con mayor continuidad como autoridad del INdeR (según la ley, quien se desempeña como superintendente es además miembro del directorio del Instituto). Así, en tanto, a la vez miembro del órgano directivo del INdeR y autoridad de control del mercado asegurador, puede decirse que le correspondió una alta cuota de responsabilidad respecto de las políticas aplicadas durante los 90 en el ámbito del seguro y los reaseguros».
Los 250 millones de dólares que Fernández no vio
En el artículo con el que Vertbisky intenta refutar a Nudler, Alberto Fernández está descripto como el socio de Guzmán en la lucha contra la corrupción en el IndeR. Dice textualmente Vertbiky:
«Fernández afirma ser el Superintendente que más compañías cerró, por insuficiencias económico-financieras que hasta entonces se mitigaban privatizando las ganancias y socializando los pasivos con el INDER. ‘Limpié un tercio del mercado. También presenté cien denuncias penales, cosa que antes no se hacía, y dispuse que la Superintendencia se constituyera como querellante, para seguir las causas contra las aseguradoras'».
Veamos cúal es la versión de Guzmán.
«Por medio de la resolución 1010/94 dispuse una modificación muy sencilla para las operaciones conocidas como borderó, es decir, los siniestros menores a 10.000 dólares. Hasta entonces las compañías reaseguradas en el INdeR reclamaban el borderó automáticamente, con sólo informar que su cliente había sufrido un percance (accidente, incendio, robo). Un informe de la Auditoría Interna me había brindado datos reveladores acerca de los abusos que en la materia se cometían. En dos años se habían pagado- sin que el INdeR recibiese documentación alguna que respaldara el reclamo- 250 millones de dólares.(…) Esto resultaba muy extraño y era alarmante que las autoridades no lo hubieran tomado en cuenta. Más llamativo aún cuando había una comisión de nueve miembros, varios de ellos del sector asegurador, incluso el propio Superintendente de Seguros de la Nación (N de la R: se refiere a Alberto Fernández) que se suponía debía conocer las modalidades del mercado».
Guzmán decidió hacer lo que hasta ese momento nadie había hecho: los aseguradores debían presentar fotocopia autenticada del pago del siniestro al asegurado. Con esta sencilla medida, el INdeR pasó a pagar por borderó 373.000 dólares (de noviembre de 94 a noviembre de 96) contra los 4.739.966 dólares pagados entre junio de 92 a octubre del 94. Una reducción de más de cuatro millones de dólares (4.366.966 para ser exactos) que se logró con solo pedir una fotocopia.
La deuda del INdeR y el gran bonete
Uno de los aspectos más controvertidos de la gestión Fernández/Moroni es cuál era en realidad la cifra adeudada por el INdeR a las compañías reaseguradas. No es un problema menor, ya que estamos hablando de millones de dólares y del gran bonete que impidió hasta la fecha la sepultura de un organismo que consume 3 millones de pesos anuales en gastos de funcionamiento.
Por un lado, las compañías aseguradas reclamaban al Estado una deuda de 1.200 millones de dólares. Por el otro, Guzmán calculó que el pasivo no superaba los 500 millones. Lo cierto es que era necesario -y se supone urgente- encontrar una manera de salir del atolladero, para lo cual se elaboraron distintas propuestas. Una fue la de Fernández.
Dice Fernández en la nota con la que Vertbisky intenta refutar a Nudler:
«Fui yo y no Guzmán quien redujo las obligaciones del Estado en 500 millones. Pero además sobre esos 911 millones proponía negociar una quita, cerrar la cuenta y pagar con bonos. Todo debía quedar saldado en 1995, y luego no se admitirían más reclamos.»
Veamos cuál es la versión de Guzmán.
La propuesta diseñada por Alberto Fernández en el año 95 «a la medida de los intereses de las compañías y en desmedro de los derechos del Estado» estaban basadas, según Guzmán, en una «inexistente auditoría realizada por la Superintendencia». Calificó también de «facilista» esa propuesta «tan irresponsable en lo jurídico como en lo financiero: pretendía pagar todo con una quita y por medio de subastas, sin ningún control, en efectivo o en bonos, como si el mayor endeudamiento no fuera a ser soportado por todos los argentinos». Su explicación: «Las soluciones para la Superintendencia pasan por un rápido jubileo». ¿Por qué? «El jubileo era imprescindible para tapar la nefasta política de descontrol realizada durante largos años. De alguna manera había que justificar su responsabilidad por la falta de control de la actividad aseguradora, política que desprotegió a los cientos de miles de asegurados en la Argentina. Para dar algunos ejemplos, cabe recordar la estafa del grupo Seguros del Interior y la de Belgrano Cooperativa de Seguros.
A) El grupo Seguros del Interior protagonizó una de las más escandalosas maniobras contra los asegurados, bajo la tolerancia de la Superintendencia y la complicidad del INdeR. Esta empresa tenía una deuda impositiva y previsional cercana a los veinte millones de dólares. A pesar de ello cobró, hasta días antes de su cierre por liquidación, una suma de casi 16 millones de dólares por parte del Instituto. Su morosidad había sido advertida por Ricardo Cossio, entonces titular de la DGI, al superintendente Fernández y a la Comisión Liquidadora del INdeR.
B) El caso Belgrano no es menos patético. Cuando la Superintendencia examinó los balances contables cerrados al 30 de junio de 1995 no encontró nada anormal: sólo una desviación del 2%. Pocos meses después, increíblemente, el mismo organismo cambió totalmente su diagnóstico al encontrar una insolvencia patrimonial de más de 100 millones de dólares. Los perjudicados por este ´descuido´ fueron las diez mil personas que sufrieron accidentes de tránsito provocados por las empresas de transporte público de pasajeros aseguradas en esa compañía».
Prebendas y responsabilidades
Guzmán también detalla por qué y cómo la gestión de Alberto Fernández fue tan permeable al reclamo de las empresas aseguradoras. Son cuatro páginas (de la 144 a la 148) que hay que tener paciencia de leer para entender su perspectiva.
A fines de agosto de 1995 Guzmán concurrió con su equipo y los abogados Luis Moreno Ocampo y Hugo Wortman Jofré (a quienes convocó para que se encarguen externamente de la investigación de la corrupción en el INdeR) al Congreso de la Nación para informar a diferentes comisiones la situación del organismo. En una de esas reuniones, un legislador les preguntó sobre el funcionamiento del «Fondo de Cooperación Técnica» creado por iniciativa de la Superintendecia de Seguros para «pagar más a los funcionarios». Responde Guzmán:
«La preocupación de los legisladores por el Fondo es consistente».
Detalla que con fecha 27 de abril de 1990, mediante escritura pública, se formalizó un Fondo de Cooperación entre la Superintendencia y un grupo de cinco asociaciones de compañías de seguros. Entre los objetivos del Fondo figuraban «el otorgamiento de incentivos a los agentes de la Superintendencia a través de estímulos pecunarios o becas». Los aportes serían «voluntarios y confidenciales» calculados en un 0,06% del monto de las primas de seguros directos.
Opina Guzmán:
«Es insólito que un mecanismo de manifiesta índole prebendaria haya sido al servicio directo de un organismo de control por parte de las mismas empresas que deben ser controladas, violando elementales principios jurídicos y éticos a que están insoslayablemente obligados los funcionarios de órganos fiscalizadores».
Para Guzmán las consecuencias fueron evidentes: «a través de distintos hechos y situaciones -que a continuación enumero- quedó demostrado que esta extraña ´cooperación´a que alude el Fondo creó una interrelación y dependencia de la Superintendencia con los intereses y posturas de la plaza aseguradora».
Uno de esos hechos que enumera Guzmán es el proyecto de Alberto Fernández de pago de la deuda del INdeR. «Me opuse en virtud del grave perjuicio, superior a los 1.000 millones de dólares, que se hubiera derivado de la no consideración de los créditos del INdeR respecto a las aseguradoras». El otro es «la negativa del superintendente Fernández a admitir que las Reservas de Siniestros Pendientes denunciadas por las compañías no se ajustaban a la realidad, lo que fue posteriormente confirmado por la auditoría realizada por la propia Superintendencia.»
Por último, señala Guzmán, la Gran y Única Cuestión a tener en cuenta en todo este embrollo:
«Debe tenerse presente que el doctor Fernández fue superintendente desde 1989, período en que se perpetraron todas las irregularidades denunciadas a la justicia. Por otra parte, tenía y tiene la obligación funcional de supervisar las cuentas del Instituto, la cual de haberla cumplido, habría evitado las graves irregularidades que ahora se conocen. Tampoco puede olvidarse que él formaba parte de la Comisión que omitió confeccionar balances y calcular los créditos a favor del Instituto. El Superintendente participó de todas las Comisiones Liquidadoras del INdeR y nunca objetó los procedimientos implementados por éstas, cuando mi gestión buscó adoptar las medidas tendientes a reducir perjuicios económicos al Estado nacional, el doctor Fernández sostuvo que «no se acompañaba adecuadamente al sector».
El fin
A menos de un año de la gestión Guzmán al frente del INdeR el ministro de Economía Cavallo recibió un informe (fechado 30-7-95) donde se afirmaba que ese Instituto no debía un peso. Al revés: tenía a su favor una suma calculada en 135.547.880 dólares. Guzmán cuenta detalladamente el resultado de ese informe: «El ministro no podía ocultar su sorpresa con este resultado y preguntó cómo era posible que las compañías reclamaran sumas millonarias sin ningún documento de respaldo. Le respondí que eso tenía que ver con un montaje perfectamente orquestado que instalaron hábilmente los intereses beneficiados con el saqueo del INdeR (…) Cavallo retomó la palabra para interrogarnos acerca de cuál era la responsabilidad que le cabía a los funcionarios que manejaron el INdeR. La única respuesta que correspondía era que tenían mucha responsabilidad: como mínimo, la funcional. Entonces, quiso saber qué intervención había tenido el superintendente, doctor Alberto Fernández, que era miembro nato de la Comisión Liquidadora: ¨la misma que todos los miembros de la Comisión durante los hechos ocurridos durante su mandato¨, le dijimos. El secretario Maccarone trató de explicar que, aparentemente, (Fernández) no concurría a las reuniones de la Comisión. Cavallo le respondió en forma tajante:
-Pídale la renuncia.
El secretario le respondió que, en realidad, ya la había presentado para colocarse al frente de la aseguradora del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Así concluyó la más larga gestión de un funcionario al frente del período más oscuro de la Superintendencia de Seguros.
Sobre el desempeño de Fernández, sintetiza Guzmán:
«Si hubo corrupción y él era funcionario debería explicar: qué hizo para acabar con ella, cuáles fueron las medidas implementadas y los resultados obtenidos, cuáles fueron las denuncias efectuadas y ante qué autoridades ¿o es que teniendo uno de los cargos más altos desconocía lo que ocurría dentro y fuera del INdeR?
Guzmán falleció en el año 2004 pero sus preguntas no murieron.
Veamos cuáles fueron finalmente las respuestas obtenidas gracias al artículo de Nudler.
Las fuentes
¿Podemos confiar en el testimonio de un hombre muerto? Vertbisky habla de la fe de Nudler por confiar ciegamente en la versión de Guzmán. Los periodistas no creyentes tienen, sin embargo, otros recursos.
Las denuncias presentadas en la justicia durante la gestión de Guzmán, son unos.
La respuesta del abogado Hugo Wortman Jofré, otro: «Guzmán era un hombre íntegro que luchó seriamente contra la corrupción en el INdeR», contestó a lavaca. El abogado admite que Fernández prestó siempre colaboración a los procedimientos que ellos impulsaron para esclarecer los ilícitos del Instituto, pero confirma que hasta la llegada de Guzmán al frente de INdeR no se habían realizado ni investigaciones ni denuncias sobre la corrupción en ese organismo. Señala, tal como cita el artículo con el que Vertbisky intenta refutar a Nudler, que es cierto que Guzmán mantenía diferencias con Alberto Fernández, pero no menciona el tema de los celos protagónicos, sino otras: «Guzmán era un técnico y Fernández un político». Para algunos lectores, estos sustantivos podrán convertirse en adjetivos. O no.
«En el directorio estaban representados todos los bloques parlamentarios. Había quien respondía al justicialismo y quién al radicalismo, así que hasta la llegada de Guzmán el manejo era, fundamentalmente, político», informa Wortman.
También el archivo ayuda: comprueba que la versión de Guzmán ya fue publicada y no refutada. Nudler la citó varias veces, ya que ante la llegada de cada nuevo superintendente o interventor del INdeR, dedicó un artículo. En el archivo encontramos por los menos ocho de ellos, en donde informa muchos de los temas que menciona en su columna censurada. También el libro de Guzmán es citado en esta sintética versión de su gestión, a propósito de una intervención de la Sigen, en tiempos del ahora canciller Bielsa, que ponía en tela de juicio las actuaciones posteriores a la gestión Guzmán que desarmaron prolijamente todo el control por él iniciado. Como antecedente de este enfrentamiento, el artículo resume:
«El INdeR, al que las compañías aseguradoras le reclaman una suma próxima a los 400 millones de dólares fue escenario de denuncias de corrupción. Cavallo designó a Roberto Guzmán. Roque Fernández lo relevó cuestionando que se hubiera dedicado a investigar la corrupción existente. (…) El procedimiento habitual que el defenestrado Guzmán denunció en un libro, consiste en la fabricación de miles de siniestros inexistentes».
Lo firma Horacio Vertbisky en Página 12, pero en julio de 2000.
Cuatro años después, Vertbisky transcribe el descargo de Moroni a las acusaciones de Nudler sobre su relación con la compañía Lua Seguros, uno de los casos más escandalosos de fraude en la industria del seguro, que dejó un saldo de más de 4.000 juicios sin pagar:
«Admite haber actuado durante seis meses en LUA. (…) Cuando fue designado por segunda vez Superintendente, en 2002, antes de asumir declaró a esas compañías entre sus incompatibilidades y se excusó de intervenir en asuntos que las involucraran. ‘Es mi profesión, y un ex funcionario si fue honesto necesita trabajar para vivir’.»
En la Oficina Anticorrupción respondieron que no hay otra constancia de incompatibilidad que las presentadas por Moroni en su declaración jurada, cuya copia solicitamos. Allí solo consta su relación en calidad de «socio» del Estudio Mazars, un buffet internacional, asociado localmente con el estudio García Lema. Es decir: la Oficina Anticorrupción no ofrece constancia de la mención de Moroni a ninguna compañía ligada a la función pública que iba a desempeñar.
Por otra parte, tampoco parece cierto que se haya excusado de intervenir en cuestiones referidas a LUA: en la resolución 28916 publicada en el Boletín Oficial el 9 de setiembre de 2002, Moroni dispone con su firma la disolución de Lua Vida Compañía de Seguros S. A., una de las companías de las cuales es accionista Investar, sociedad propietaria del 58% de Lua Porteña.
La excusación es obligatoria, según dictamina la Ley 25.188 de Etica Pública, en su capítulo V, artículo 15, que dispone que los funcionarios están obligados a «abstenerse de tomar intervención, durante su gestión, en cuestiones particularmente relacionadas con las personas o asuntos a los cuales estuvo vinculado en los últimos tres años», fecha que alcanza a la relación de Moroni con LUA.
La justicia cómplice
Ni el censurado artículo de Nudler ni el de Vertbisky se extienden sobre la responsabilidad de la justicia en la investigación de las denuncias.
– El juez Urso fue el responsable de diluir las presentadas por Guzmán.
– El juez Rodolfo Canicoba Corral, que investigaba el vaciamiento de las empresas entre 1992 y 2001 en una causa promovida por los damnificados y en la que el fiscal Gerardo Pollicita señaló que era necesario determinar la responsabilidad «que podrían haber tenido los funcionarios de la Superintendencia encargados de verificar el funcionamiento de las compañías», terminó archivándola.
– El Defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino remitió copias de las actuaciones que se realizaron en ese organismo a raíz de las denuncias recibidas y el expediente está ahora en la Procuración, lo cual significa que la investigación del Defensor determinó que habría elementos para realizar presentaciones legales que todavía esperan trámite.
– En setiembre de 2002 el ministro de Economía, Roberto Lavagna y el superintendente Claudio Moroni fueron denunciados ante la justicia federal por presunta «asociación ilícita, cohecho e incumplimiento de los deberes de funcionario público», demandados por la madre de un niño de 3 años que murió al ser atropellado por un vehículo asegurado por Lua La Porteña. Por este caso fue condenado a trabajos comunitarios el conductor del vehículo (un remisero) y la justicia civil determinó un pago indeminizatorio de 700.000 dólares.
Los socios propietarios de LUA La Porteña son los mismos que poseen el 77% de las acciones de TBA Trenes de Buenos Aires, el 38% de Metrovías y el 40% de una línea de subterráneos en Porto Alegre, además de varias líneas de colectivos. También recibieron, dos años antes de quebrar, la inversión del fondo norteamericano Century, que aportó 30 millones de dólares. Entre todas las empresas del grupo forman un conglomerado que factura 600 millones de dólares al año. Sin embargo, al momento de solicitarse el embargo preventivo para garantizar el pago a la familia del niño muerto, la justicia se encontró con la siguiente respuesta del Banco Central:
«Lua La Porteña no posee cuentas bancarias».
Tampoco tenía activos declarados para embargar.
Lo cual significa, entre otras cosas, que de una empresa como esa fue asesor Moroni.
En la denuncia ante la justicia, la madre del niño muerto afirmó que el ministro de Economía, el Superintendente y la compañía «son socios de la impunidad» ya que las autoridades «permiten dicho funcionamiento ilícito».
Si la investigación judicial sobre la denuncia de complicidad entre los funcionarios que tienen la obligación de controlar que no sucedan estas cosas y las compañías que impunemente estafan con un nombre acá, mientras se presentan en licitaciones de servicios públicos con otro nombre allá, todo en el mismo mercado, con el mismo gobierno e idénticos empresarios, hubiese sido todo lo seria, acelerada y certera que obligaba la situación no estaríamos hoy leyendo este artículo que plantea más interrogantes que respuestas. Pero el periodismo es eso: preguntas y más preguntas que, como aquel tábano del que hablaba Botana, molestan con sus zumbidos los oídos de los funcionarios, de los jueces, de los políticos y de todos aquellos que están obligados por su función a dar respuestas.
Celebremos, al menos, que la censurada nota de Nudler, la réplica de Vertbisky y modestamente ésta, representen -con sus limitaciones y preferencias- el sano ejercicio de mantener en vuelo la información, aunque sea sobre temas tan intricandos y -reconozcámoslo- aburridos que alientan con el bostezo, la impunidad.
*Esta nota fue también remitida a un maling de 156 periodistas, a manera de saludo de fin de año.
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
Nota
Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Todo lo que se narra a continuación sucedió mientras, en el Congreso, la policía reprimía a mansalva a jubilados, periodistas –incluido Lucas Pedulla, integrante de lavaca– y personas que se acercan a movilizarse cada miércoles. Fin.
Crónica de Franco Ciancaglini. Fotos de Sebastian Smok.


La historia comienza así: el partido del gobierno La Libertad Avanza organizó un acto de cierre de la campaña del vocero presidencial y candidato a legislador porteño Manuel Adorni, en Plaza Mitre, Recoleta.
El montaje del escenario afirma: “Adorni es Milei”.
Se espera que ambas personalidades estén y hablen hoy.
Pero falta para eso.
Media hora antes de la convocatoria, en distintas esquinas de la avenida Libertador, hay grupos de personas que, muy organizadas, esperan.
En las esquinas la mayoría va vestida de negro pero, en un acto de magia política, luego se las verá llegar a la plaza con la misma remera violeta, puesta arriba de sus verdaderas remeras o incluso de buzos y camperas.
Un notero de TN primero y luego de C5N hablaron con estas personas, que confesaron haber sido convocadas para trabajar en “prevención” bajo la promesa de una paga de 25 mil pesos.
El Whatsapp de la convocatoria, revelado a cámara por uno de ellos, decía: “Ahy (sic) un acto político de 17 a 21. 25 mil pesos. El que quiere se anota”.
Finalmente no era para prevención, sino para “presencia”.
Pero lo peor no es nada de esto, sino que finalmente no les pagaron los 25 mil, sino que quisieron darles 10 mil; ante la presión, algunos recibieron 20 y otros, nada: “Porque no me quiero poner la remera esa sucia no me quieren pagar”, denunció el más sincero ante las cámaras.
Fin.


Lo cierto es que estas columnas de unas 50 personas cada una fueron las que lograron ocupar una plaza Mitre que estaba semivacía.
Temprano, los remera violeta se negaban a hablar con la prensa, aún disciplinados por la promesa de la paga. Luego, ante la deflación de lo prometido descargaron su bronca ante las cámaras dejando en evidencia cómo trabaja el puntero Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, de donde provenían estas personas, para el cierre de una campaña porteña.
Alicia es jubilada pero no está marchando alrededor del Congreso, sino que está acá, colándose entre los violetas para saltear unas vallas y pasar más rápido hacia el sector del escenario. Hace un año y medio que se afilió al partido en la Comuna 13 Belgrano, Núñez. Habla de Milei como obnubilada, apurando su paso como ansiosa por la posibilidad de verlo en vivo. Faltan, al menos, dos horas.
Describe a Milei como un “bocho en economía” y se ríe al recordar que en la última elección, hace dos años, votó al actual jefe de gobierno, Jorge Macri. Está claro que no repetirá voto: “Está la ciudad muy abandonada. Mucho linyera, ratas por todos lados. En mis 82 años nunca había visto ratas en la ciudad”. Voto cantado: Adorni, a quien define como “alguien muy correcto”.
Sobre el otro Macri, el Mauricio, dice que “en su momento gobernó bien” pero ahora lo ve fuera de escena. No está al tanto de sus últimas apariciones contra Caputo, Karina y al propio Presidente, o no le interesan.
Alicia prefiere no hablar más y busca un lugar cerca del escenario para ver a su Presidente.


Lucía y Paula, también jubiladas, vinieron de Vicente López y prefieren mirar la escena desde atrás de todo. Es que llevan dos perritos de raza, o de diseño: Coca y Cola. ¿Qué les gusta de Milei? “Te puede gustar o no pero él habla desde el sentimiento. De lo que sentimos muchos”, dice Paula. Lucía suma: “Me gusta porque va a fondo”.
Sobre Mauricio Macri: “Yo lo voté. Ahora, de política no entiendo mucho, pero me da un poco de tristeza porque creo que tienen (con Milei) más coincidencias. Pero tiene que haber una oposición con responsabilidad. Tal vez Macri sea la oposición”.
Marta también es jubilada de 87 años bien llevados. Por qué vino acá (y no al Congreso): “Porque quiero escuchar quiero informarme quiero saber. Son tantos años de lo otro, que esto merece una oportunidad”.
Sigue sola: “El tono no me gusta. Cuando dice malas palabras es un mal ejemplo para la juventud”.
Qué le pedirías al gobierno a nivel Ciudad: “Por favor que saque las villas. La 31 es infernal”. Se pregunta y se responde: “¿Porque avanzaron tanto? Porque les han dado plata”.

¿Marra? “Sí, me gusta. Qué paso ahí, no sé. Me gusta, te soy sincera, pero ahora hay que unir fuerzas”.
¿Está de acuerdo con la medida anti-inmigratoria? “¿Vos te podés hacer ciudadano dinamarqués, o paraguayo? Acá entran todos. Los chorros, los burros. Y si no les gusta que se vuelvan a sus países”.
¿Y la pobreza? Marta cambie el eje: “Basta de decir ‘hagan lío’. Francisco se terminó. Basta de decir la iglesia de los pobres. Pepe Mujica era comunista. Se han hecho ricos con los pobres”.
Precisamente Mujica pareciera que no. Ella: “No sé. Déjame dudar. Pero basta”.
¿Qué representa para vos Mujica y qué Milei? “Apoyo a Milei y lo nuevo. Y que dios nos ayude”.
¿Y si sale mal? “Creo que ya no voy a estar con vida. Que se arreglen los que quedan”.
Fin.

A su lado hay un joven con una pala gigante. Posa sonriente para decenas de cámaras. Parece haber logrado su objetivo: llamar la atención.
Se llama Santiago y se tomó dos colectivos desde “la zona más fea de la provincia”, Florencio Varela, donde vive. Tiene 21 años, camisa manga larga a cuadros y una enorme mochila roja sobre la que ató un pañuelo celeste.
Cuenta sobre el sentido de la pala: “Hay que trabajar en este país. Nada se puede conseguir gratis. Todo es trabajo en la vida”.
De qué trabaja: “Soy Rappi y Pedidos YA”. ¿Cuánto gana? “Un poco, mi mamá me decía: muy bien Santiago, ese dinero lo sacaste de tus esfuerzos”. No dice números. Y finalmente revela que ahora ya no trabaja.
Al joven de la pala lo interrumpe Franco, otro joven, vestido de traje, que quiere sacarse una foto con el instrumento. Me da la cámara y posa de mil maneras para fotos que luego subirá a su Instagram. Franco Vera, sabré después, es un joven militante que ha irrumpido hace pocos meses en el colegio Nicolás Avellaneda de Palermo –estando él domiciliado en el conurbano- para postularse como Presidente del centro de estudiantes de la institución.
Franco Vera es de estatura pequeña pero en el debate del centro de estudiantes miró a sus contendientes de la lista oficialista, asociada al peronismo, y al ver que eran 8 personas dijo: “Yo estoy solo pero me la aguanto”. Primera gran ovación del público que recién lo conocía en un debate que ganó con comodidad con palabras clave como fútbol, Messi, Dios, diversidad.
Su lista, hasta antes del debate compuesta por él solo, se llama Ruge el cambio.

Ahora tiene una decena de seguidores, más después de su segunda jugada: hacerle una cámara oculta a la directora. En la cámara, subida a las redes, se ve cómo la mujer lo apercibe por una serie de hechos difíciles de entender desde afuera, supuestas actitudes de Franco desde que llegó al colegio. Es cierto, se lo nota sobre excitado y concentrado en su carrera estudiantil. Y si bien el video no lo muestra, él asegura que el objetivo de la directora es censurar a Ruge el Cambio para que no se presente –y gane- las elecciones del centro.
Así utilizó la cámara oculta para denunciar la censura institucional.
Su historia merece un documental aparte, que no entra en esta nota. Sobre la elección porteña, él no puede votar. Y pese a las preguntas sobre la actualidad él hablará como representante de los jóvenes de LLA en tono candidato y pedirá que sea a través de videos: “Menos Estado es menos peso al sector público. O sea… Si una persona no capacitada no nos sirve, ¿para qué lo vamos a tener como empleado? Necesitamos tener personas capacitadas. Hay que aprender en esta batalla cultural que los que nos gobiernan son personas normales, no son entes superiores, no tienen título de nobleza”.
¿Los Menem no serán parte? A Franco no le entra una bala: “Los jóvenes somos el cambio” responde en casete y mostrando su sonrisa de dientes con aparatos. Corta la charla para seguir sacándose fotos que subirá tanto a su Instagram como al de la agrupación Ruge el cambio, actividad que le sale muy bien: durante la tarde noche logrará cosechar selfies con personajes como el Gordo Dan o el diputado Martín… Menem.
Fin.




Otras celebridades que se llevan las miradas:
El Zorro con la bandera de Argentina.
Mickey Mouse con un cartel que dice “Aguante Adorni”.
Lila Lemoine vestida como playera de YPF.
Una mujer que tiene tatuada en la cara, justo arriba de su ceja, la palabra “Castrate”. Hay que acercarse bien para entender bien de qué va… o no tanto. En su cachete izquierdo amplía las siguientes consignas:
- Castrá
- Adoptá callejeritos
- Educá
- No compres
- No + piroctenia
Son tatuajes.
En la cara.
Fin.

Franco Carcedo es autor de un libro recién salido del horno que se llama Milei: Conexiones filosóficas. Lo escribió junto a su esposa en La Pampa, donde vive, de donde llegó hoy 7AM y a donde vuelve hoy mismo a las 22. Vino, además de para ver a Adorni y Milei con el objetivo concreto de vender su libro. Lleva 5 ejemplares en la mano, y cuenta que ya vendió otros 5. “Es un camión”, anuncia. Y cuenta sobre su contenido: “El libro relaciona distintos acontecimientos que sucedieron durante la vida de Javier Milei, lo que hizo y muchas veces lo que dijo y dice”. ¿Un ejemplo?
Lo que sigue es literal y no está trucado ni escrito maliciosamente: es parte del libro editado por la editorial Dunken, que cualquiera puede comprar. Dice Franco: “Cuando habla de la felicidad él sin saberlo está hablando de algo que dijo Oscar Wilde en 1888”. ¿Cómo? “Cuando Milei dice que la felicidad es no tenerle miedo a la muerte. Oscar Wilde dice algo parecido”.
La pido mejor hojear el contenido; al inicio hay dos citas. Una de Napoleón que dice: “Los hombres excepcionales son parte de un momento excepcional”. Y otra de Javier Milei: “No seré reconocido como economista sino como rockstar”. Ahí nos vamos entendiendo.

En el libro, profundiza Franco, “hay referencias a Nietzche, Maquiavelo, hay cosas de Spinoza… y la frutilla del postre”. Atención: “La cita de Wilde de la felicidad es de 1888. Milei en 1998 funda una banda que se llama Everest. ¿Sabés cuantos metros tiene el Everest? 8848.88”. Ante mi mirada atónita, Franco Carceda prosigue: “Pero hay más. El día que nació Milei se jugó un partido amistoso para homenajear a Arsenio Erico (futbolista paraguayo muy querido en Independiente). En ese partido debutan Bianchi, Carrascosa y César Laraignée. Ese día nació Milei”.
¿Y entonces? Franco Carceda repite: “El día que nació Milei ellos debutan con la casaca argentina”.
¿Pero cuál sería la conexión filosófica: “Es algo piola porque Milei es fanático de Boca y Bianchi es casi el máximo ídolo de Boca, con Riquelme y Palermo, ponele”.
Vuelvo a pedirle el libro. Sobre el nacimiento de Milei, se informa también que nació el mismo día que el guardameta ruso «Araña» Yasín (¡dos arqueros!) y que se editó un álbum del conjunto Jackson 5 de donde saltaría a la fama Michael Jackson.
Fin.


Equivalencias y bebidas.
Una señora envía videos a un grupo y le responden “como quisiera estar ahí”, “cuidate” y le ponen emojis de un león.
Una nena con la careta de Milei y una motosierra posa para las fotos mientras la mamá, al lado, tiene una careta de Adorni, un caniche y muchos pañuelos celestes atados a la mochila, como si los hubiera llevado para hacerse unos pesos.
Un remera violeta grita “viva la libertad” y otros remera violeta, alrededor, lo miran y estallan en carcajadas. Él también.
Franco Vera me contará luego, orgulloso y dolorido, que le tocó la mano a Milei pero que eso le costó que, literalmente, que los seguridad lo tiraran al piso y le pisaran la cabeza: “Estoy bendecido”.
Suena en el escenario un tema con acordes punk cuya letra asegura que Milei es “el último punk” y “el último superhéroe de la libertad”; eso significa que están al caer el Presidente y también Adorni, a quien nadie parece esperar demasiado. Menos que nadie, los remera violeta.
Aparece más allá otro contingente de remeras violetas que ahora llevan bengalas violetas y tocan bombos violetas, siguiendo a una bandera sostenida por jóvenes prolijos y sonrientes sin remera violeta.
La inscripción de la bandera en la cabecera dice «Jóvenes LLA» y otra atrás “Lugano”. La entrada es de cancha: se canta “el domingo cueste lo que cueste” y “un minuto de silencio para Macri que está muerto”.
Otro de los hits son “El que no salta es radical” y uno que cambia la palabra “Perón” por “León”.

Un hombre de 40 y pico, vestido de traje, es el que saca las canciones y agita.
Lidera a la barra hasta meterla en el centro mismo del escenario.
Mientras este cronista anota otras cosas, como la presencia de francotiradores en las terrazas de Recoleta y al lado del escenario, se ve que el hombre sale del tumulto, ofuscado.
Le han robado el celular.
Habla con una persona de seguridad, que abre las manos en señal de “no puedo hacer nada”.
El hombre está visiblemente afectado, dice “no lo puedo creer” y pide un celular para “dar de baja las tarjetas”.
Consigue una cómplice, a quien le confesará lo que él cree es la razón del robo:
-Es que está lleno de negros.
Fin.
