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Chile tiene su Gualeguaychú

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Piquetes en el mar, pescadores y mapuches resistiendo, desconfianza en el Estado y en los «estudios de impacto ambiental» donde la contaminación jamás existe. La Armada defendiendo a una pastera y atacando a la comunidad a balazos. Caleta de Mehuín, Chile: un caso testigo sobre cómo una población rechaza que le contaminen la vida .
Desde hace cuatro meses, los vecinos de la Caleta de Mehuín, en Chile, impiden a la pastera Arauco y Constitución realizar estudios para construir un ducto destinado a volcar al mar sus desechos industriales. El movimiento contra el ducto ha cambiado completamente la vida de la Caleta, donde hay un centro de poco tamaño, de unos tres mil habitantes, que llegan a cinco mil si se les suman las cuatro o cinco pequeñas poblaciones que lo rodean. La mayoría de la gente se dedica a la pesca. Pegada al mar hay una cooperativa de pescadores que debe ser de peso en la zona, si se toma en cuenta que es propietaria del único teléfono de la caleta.
Del otro lado de la línea, Eliano Vigueira responde las preguntas de lavaca sobre el conflicto con la pastera de Arauco y Constitución, también conocida por su sigla Celco. Vigueira cuenta que están organizados en grupos de vigilancia que patrullan la costa. Cada vez que avistan a uno de los barcos de la pastera le salen al cruce con sus botes y no dejan que los técnicos realicen los trabajos. «Es lo que nos ha dado resultado: no dejar que se hagan los estudios de impacto ambiental que la empresa tiene la obligación de entregar para construir el ducto».
Vigueira es integrante del Comité de defensa del Mar, una organización de pescadores, mapuches y asociaciones comunitarias de la costa. El comité nació del rechazo a la pastera, una historia que empezó hace diez años, cuando Arauco y Constitución llegó a Chile con el proyecto de instalarse en Valdivia (a 82 kilómetros de distancia) y hacer el ducto hasta Mehuín. La gente de la Caleta fue la primera en oponérsele, y la única, porque quedaron rápidamente en soledad, cuenta Vigueira, «sin el apoyo del resto de la ciudadanía». Arauco había llegado con la promesa de abrir nuevas fuentes de trabajo. «Fuimos muy criticados, nosotros éramos ‘los que no queríamos el progreso'», recuerda. Aislados, decidieron desentenderse de la construcción de la planta y centrar sus esfuerzos en evitar que se hiciera el ducto. A eso lo consiguieron y cada cual tuvo la suyo, porque la papelera se construyó en Valdivia. En lugar de volcar sus desechos al mar los comenzó a verter al río Cruces.

Cisnes con daño neurológico
Ahora hay que mudarse los 82 kilómetros que separan a la Caleta de Mehuín de Valdivia. La planta de celulosa se terminó de construir a principios del 2004, como una de las mayores de Sudamérica, con una capacidad de producción es de 550 mil toneladas de celulosa tipo kraft por año.
La Universidad Austral de Chile hizo una investigación sobre lo que ocurrió a partir de entonces. Sus resultados fueron volcados al documental Santuario del río Cruces, un desastre ecológico, dirigido por Germán Ovando y con guión de Pablo Villaroel. El trabajo muestra al humedal del río Cruces, una gran extensión de verde y agua donde había una fauna con más de cien especies, entre ellas el cisne de cuello negro, una especie migratoria que por su belleza se convirtió en símbolo de la ciudad de Valdivia.
Cada año llegaban al humedal para tener sus crías quinientas parejas de cisnes. El sitio, libre de depredadores, era un gran centro de reproducción de la especie. Luego de unos años, los cisnes jóvenes volvían para empollar.
El lugar fue categorizado en 1981 por el estado chileno como santuario de la naturaleza, para resguardar su valor. Quedaron protegidas así 4877 hectáreas, que se transformaron en un polo de actividad turística para el avistamiento de aves. Pero todo cambiaría con Arauco y Constitución, que se instaló 20 kilómetros aguas arriba. La planta entró en funcionamiento en febrero del 2004; comenzó a verter 77 millones de litros diarios de residuos industriales líquidos directamente al río Cruces
El documental reseña que Arauco contaba con un permiso ambiental de la Comision de Nacional de Medio Ambiente de Chile, que aseguraba que los residuos ambientales no producirían «impactos negativos apreciables» en el ecosistema del humedal. Pero en apenas 3 meses comenzaron a observarse signos de alteración.
Las aves comenzaron a emigrar. En agosto 2004 aparecieron decenas de cisnes muertos, atropellados en las cercanías del santuario o con signos de daño neurológico. «Por octubre se vio que no había reproducción: cero huevos, cero crías», cuenta a los documentalistas Daniel Boroschek, veterinario especialista en fauna. «Se comenzaron a ver cisnes muertos en los pajonales, que quedaban como bolsas blancas flotando en el agua. Encontramos cisnes que no podían volar, que estaban realmente flacos, con sus músculos pectorales atrofiados, sus pechos de color café por el agua, después cisnes con problemas neurológicos, que nadaban en círculos, que caían en pleno vuelo, que se retorcían sobre las mesa de exámen clínico y que eran incapaces de mantener el equilibrio».
Esos fueron los primeros síntomas. Nueve meses después de la entrada en funcionamiento de Arauco y Constitución, centenares de cisnes de comenzaron a morir en el humedal. En su intento por abandonar el lugar, muchos cisnes comenzaron a caer sobre los techos y patios de la ciudad de Valdivia.
Ante las protestas de la comunidad, el gobierno encargó a la Universidad Austral una investigación. Un equipo de veinte especialistas trabajó durante seis meses en el tema. Dieron a conocer sus conclusiones en abril del 2005: la principal causa de mortandad de los cisnes había sido la pérdida de su fuente de alimentación, una planta acuática abundante que había desaparecido por la contaminación del agua. En segundo lugar, la aves se habían intoxicado.
El agua del humedal estaba cargada de tóxicos de origen industrial atribuibles a Celco Arauco. La gran sorpresa fue que los desechos industrialesde la planta contenían compuestos que no habían sido declarados por la empresa, como aluminio, manganeso, sulfato y cloruros.
A comienzos del 2006 el gobierno autorizó a Celco Arauco a seguir con su producción. Se solicitó a la empresa que estudiara una alternativa para sacar sus residuos fuera del rio, pero no se le exigió que detuviera su funcionamiento ni modificara el vertido. La empresa desempolvó entonces su viejo proyecto de hacer el ducto al mar.
Piquetes en el mar
En la Caleta, los pescadores no tienen mayores ingresos, pero consiguieron apoyos solidarios que los proveyeron de equipos de radio para hacer el patrullaje y de combustible. En tierra tienen 20 aparatos de radio repartidos entre los grupos de vigilancia; las mujeres se han organizado para mantener el abastecimiento de alimentos, porque con el conflicto ya no se puede trabajar como antes. Cuando alguien da la alarma de que un barco se acerca, hacen sonar la sirena de los bomberos y la gente de la caleta sale a la calle. Vigueira dice en condiciones de mar normales, demoran entre 18 y 20 minutos en llegarles al cruce, porque sus botes son livianos. También han cortado la ruta ante la llegada de los carabineros.
El Comité de Defensa no ha iniciado ninguna demanda legal contra el ducto. «No tenemos confianza en el estado chileno», explica Vigueira. «El estado ha demostrado que está dispuesto a aprobar los proyectos de Arauco. Las decisiones no se toman por lo estudios técnicos, sino que van por lado político. Ya están tomadas, lo que digan los técnicos no tiene mayor importancia. Entonces no nos queda otra que enfrentarnos con la legalidad».
En agosto, Celco Arauco y el gobierno hicieron una apuesta de máxima. Como el barco de la empresa no podía hacer las mediciones, volvió a la caleta con el apoyo de la Armada. Los pescadores igual llegaron hasta la embarcación e intentaron dañar con sus cuchillos los gomones de Celco. Los efectivos de la marina dispararon contra los pescadores. Se dijo que incluso los pobladores respondieron el fuego y hubo un tiroteo, pero esto no pudo ser demostrado. Los videos del episodio sólo muestran con armas a los marinos.
Desde entonces, los barcos de la empresa no han vuelto a aparecer. En la Caleta tienen la información de que volverían en enero. El patrullaje de las costas, para evitar sorpresas contaminantes, se mantiene las 24 horas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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