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Detonador de sueños

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Una mirada sobre qué representa la banda La Renga como filosofía. La épica de sus últimos recitales en Capital y la línea que cruza toda su carrera: «La Renga es el más grande ejemplo de autogestión que existe en la Argentina hoy».
Por Pablo Marchetti

Detonador de sueños

Foto: Catriel Remedi


Son unas diez cuadras donde la densidad de vendedores ambulantes por metro cuadrado se parece a cualquier feria de esas grandes, masivas, dominicales. Villa Domínico, Valentín Alsina, ponele el nombre que quieras. Pero esta “feria” arranca en el final de avenida Jujuy y se hace fuerte en Colonia, como se llama Jujuy después de Caseros.
En esta feria hay comida, bebida (litros y litros de cerveza) y el marchandasing trucho de la banda. Las remeras y gorras que estampa la gente parar ganarse un mango. El tipo de economía informal que sólo generan los fenómenos populares hipermasivos. En este caso, con una salvedad: el fenómeno popular hipermasivo en cuestión es también un fenómeno de culto.
La Renga es una banda para iniciados. La gente que los conoce, los idolatra. Y quienes no los conoce, no podría reconocer al Tete si entrara en un café. Quienes están allí podrían cantar de memoria todas las canciones. Pero quienes miran asombrados la cantidad de gente que camina por Colonia, no podría tararear ninguna.
Da la sensación de que los integrantes de La Renga no quieren ir más allá. Que están contentos con que la cosa sea así. Que hacen su música, su arte, su espectáculo, para quienes quieren escucharlos. Sin joder a nadie más. Con un sentido casi ecológico de convocatoria. Lo del “caminito al costado del mundo” que plantean en su canción “El revelde” (así, con V) es literal.
Detonador de sueños

Foto: Catriel Remedi


Por su magnitud, por la convocatoria, por la fidelidad, La Renga es el más grande ejemplo de autogestión que existe en la Argentina hoy. No la autogestión como declamación, sino como ejercicio. No como bandera, sino como necesidad vital para la existencia.
 
Es curioso: por un lado, la autogestión les permite hacer las cosas como a ellos se les canta, sin que nadie los joda ni los condicione absolutamente con nada. Por otro, esto no implica que no sean ambiciosos. Por el contrario, son terriblemente ambiciosos. Y no es que llegaron a hacer shows en estadios porque la convocatoria creció. Al contrario, los shows son en estadios porque lograron plasmar aquello que soñaban.
Soñar sin límites, desear sin condicionamientos: esa es la idea que tiene La Renga sobre la ambición. El resultado es esta fiesta maravillosa que montaron en estos seis shows memorables (estuve en dos y fueron grandiosos) que dieron en la cancha de Huracán. Una serie de shows con sonido impecable, la banda sonando mejor que nunca, una puesta increíble con seis pantallas, luces, drones que filmaban de todas partes.
Por decirlo en términos de comparación berreta, un show internacional, que no tiene nada que envidiarle a las grandes puestas de grandes estrellas de rock extrajeras. Pero puesto al servicio de tres pibes de Mataderos que soñaron tener su banda de rock. Con cada detalle cuidado al máximo. Para entrar, había que pasar varios controles, incluido un lector de hologramas para la entrada. Imposible colarse. Eso sí, cuando pasabas, la gente de los controles te decían: “Chicos, a disfrutar, esto es una fiesta”.
Los pibes no querían conquistar el mundo. Apenas querían ser felices. No hay en La Renga ningún deseo de conquista, de competencia. Hay, más bien, un deseo del deseo, las ganas de hacer lo que tienen ganas, sin que nadie le rompa las pelotas ni los condicione con cosas que no les interesa. Y con el deseo como motor y el delirio como techo para llevar adelante las cosas, hoy pueden hacer lo que quieren: ser felices y hacer feliz a la gente.
En épocas en que las multitudes están en la mira, en tiempos en que nos quieren hacer creer que no podemos cuidarnos, La Renga patea el tablero. Porque es importante cuidar a la gente, a los pibes, a “los mismos de siempre”, como les gusta llamarse a los fans. Pero mucho más importante es transmitir que debemos y podemos cuidarnos y pasarla bien.
Detonador de sueños

Foto: Catriel Remedi


Nadie sabe mejor qué es lo que queremos que nosotros mismos. Nadie puede tener claro qué es lo que soñamos, qué es lo que deseamos, que nosotros mismos. Y está en nosotros apostar, creer, arriesgar, intentar, y saber afrontar las consecuencias. No es que dejamos la vida en eso: eso, sólo eso, es la vida.
Esa es la gran enseñanza de La Renga: ser un detonador de sueños. No para soñar ser La Renga, sino para soñar sin límites aquello que somos o nos gustaría ser.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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