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El fusilado que vive: comienzan los alegatos para juzgar al policía que le disparó a Lucas Cabello

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Hoy se cumplen 4 años desde que el ex oficial Ricardo Ayala disparó a matar a Lucas Cabello, que logró permanecer con vida hemipléjico en una silla de ruedas. Así logró también hacer de su relato la principal herramienta de una posible condena al policía, cuya suerte empieza a juzgarse en la etapa final del debate oral. La querella solicitó esta semana una pena de 20 años de prisión y pidió también medidas para los responsables políticos: el entonces jefe de gobierno Mauricio Macri, la vicejefa Vidal y el ministro de Seguridad de la Ciudad Guillermo Montenegro. “Se considerará también el actual contexto político, en el cual los funcionarios civiles que conducen a las fuerzas de seguridad promueven a través de ciertos dichos un inusitado clima de violencia social”, amplió la abogada Gabriela Carpineti. El caso puede verse como la antesala de la promovida Doctrina Chocobar luego desde el mandato nacional, y la búsqueda de justicia para Lucas como una necesidad para cambiar un paradigma que hizo bandera de los abusos y violencia estatal.

Por Lucrecia Raimondi 

Lucas Cabello es un fusilado que vive. Uno de los únicos públicamente conocido de los últimos 36 años de democracia que sobrevivió a las balas de la policía. Y que logró llevar a juicio al responsable de que su vida transcurra, con solo 24 años, hemipléjico en una silla de ruedas. Este 9 de noviembre se cumplen cuatro años desde que Ricardo Ayala, ex oficial de la Policía Metropolitana y en actual servicio pasivo en la Policía de la Ciudad, le disparó a Lucas Cabello tres veces con su arma reglamentaria por una discusión verbal. En diciembre de 2015, un mes después del hecho, la Cámara Nacional de Apelaciones señaló que el accionar de Ayala implicó “una gravísima violación a los derechos humanos”. Las próximas semanas el Tribunal Oral en lo Criminal Nº1 resolverá si el policía es condenado por el intento de fusilamiento.
El debate oral llegó a su etapa final: la querella particular de Lucas, representada por Gabriela Carpineti, inició el martes 5 de noviembre la exposición de los alegatos y pidió la pena de 20 años de prisión. También la inhabilitación perpetua para que Ayala porte armas y ejerza como funcionario de seguridad público o privado, incluso en tareas administrativas. El policía está siendo enjuiciado por “tentativa de homicidio agravado por la condición del imputado de ser miembro de una fuerza de seguridad”. Además, Carpineti solicitó la detención inmediata de Ayala por entender que cuenta con los medios para fugarse. 
“Lucas Cabello fue víctima de un intento de fusilamiento por parte del agente Ayala. No existió ni legítima defensa ni exceso en su legítima defensa, como se pretendió instalar desde sucedido esto. A Lucas quiso matarlo la Policía”, aseveró Carpineti. En este sentido, la abogada expuso una contundente descripción del contexto social y político en que se desarrolló la tragedia. Y expresó a los jueces que deben considerar la violencia institucional como una causal sistemática del accionar de Ayala como funcionario de la Policía de la Ciudad.
Durante los dos meses de audiencias testimoniales se presentaron a declarar vecinos y familiares. “Los testimonios fueron producto de lo que vieron personas comunes, sin responsabilidades públicas ni cargos en una estructura estatal”, explicó Carpineti respecto de los testigos. Quienes presenciaron los hechos antes o después de que Ayala intente asesinar a Lucas coincidieron en cómo sucedió. Pero, principalmente, el testimonio clave en este debate fue el del propio Lucas Cabello, que vivió para denunciarlo. “El relato de la víctima Lucas Cabello ha sido contundente. Profundamente conmovedor y verídico. Congruente con los demás testimonios que hemos escuchado en esta sala. Tiene sentido y es creíble. Resulta reforzado también por los dichos de cada uno de los familiares y vecinos que lo vieron inmediatamente luego de ocurridos los hechos, y otros testimonios de relevancia”, expresó Carpineti en su alegato.
La próxima audiencia será el jueves 14 de noviembre y expondrán sus alegatos la Liga Internacional por los Derechos Humanos, que actúa también como querellante, y la fiscal Irma Adriana García Nietto en representación estatal del Ministerio Público Fiscal. Luego de los argumentos de las partes acusadoras, tendrá su lugar la defensa a cargo del defensor de la Polícia, Santiago de Jesús, quien fuera también abogado del policía metropolitano Daniel Castagnasso, asesino de Nehuén Rodriguez. 

El fusilado que vive: comienzan los alegatos para juzgar al policía que le disparó a Lucas Cabello

El ex oficial Ayala junto a su abogado.
Foto: Colectivo de Medios Populares

Tirar a matar

El policía Ricardo Ayala tenía seis meses de servicio y estaba en La Boca por una consigna de un conflicto entre vecinas en Martín Rodríguez 561, el PH contiguo a la vivienda de la familia Cabello. Esa tarde del 9 de noviembre de 2015, Lucas había salido a comprar comida. Según relata, al volver Ayala le dijo: “metete para adentro, negrito de mierda”, “me dijeron que vos sos muy conflictivo”, y “yo soy policía y puedo hacer lo que quiero”. Lucas le contesta y discuten en un breve intercambio de palabras. Lucas piensa que se terminó y se dispone a seguir a su casa con dos sandwiches y una bolsita de panes. Pero según la reconstrucción Ayala se para en el escalón de la puerta de Martín Rodríguez 559, y desenfunda su arma: a menos de un metro, aprieta el gatillo. Tira a la cabeza: el impacto da en la mandíbula y la bala llega  la médula ósea del cuello. Lucas quedó paralizado inmediatamente. En total tres disparos, los dos últimos con Lucas en el piso. Esa es la reconstrucción de la querella, que coincide con los impactos de bala: “Lucas estaba indefenso, nunca estuvo armado ni tuvo la posibilidad de defenderse ni de repeler dicha agresión. La acción de Ayala configuró una gravísima violación a los derechos humanos, en tanto se ha vulnerado la integridad física de Cabello con riesgo de su vida, mediante la potestad que el Estado le brinda a un agente de una fuerza de seguridad, cual es el monopolio de la fuerza”, reforzó Carpineti y refirió.
La vivienda de Martín Rodríguez, según el Instituto de Vivienda de la Ciudad, era temporal. Pero fue la casa de los Cabello por 15 años. El baño era compartido entre las familias que se alojaban en las ocho habitaciones del PH 559. En el cuarto de Lucas había ratas. La convivencia general entre vecinos era problemática por el hacinamiento y la precariedad del conventillo. La pelea entre las dos mujeres del PH 561 no involucraba a Lucas y la policía tampoco encontró armas en su domicilio. El IVC resolvió la situación habitacional de esta familia con Lucas cuadripléjico por las balas de un Policía con poca formación, que no comprendía la complejidad del lugar donde hacía la consigna y que abusó de sus funciones.         
Se acreditó también durante el debate y la primera etapa de investigación que tanto Lucas como su familia sufrieron discriminación por su condición social. Aldana Cabello relató que el día de la agresión, la Policía se negó a socorrer a su hermano herido y que una agente le dijo textual: “Dejá de llorar pendeja, que llorando no se soluciona nada”, mientras pedía ayuda en medio de un estado nervioso que le provocó cinco desmayos. Y Carolina Vila, madre de Lucas, refirió que en enero de 2017, luego de la fusión de la Metropolitana con la Federal, una mujer oficial de la Policía de la Ciudad le dijo “que tu hijo vaya a correr una maratón”, episodio que derivó en la injustificada detención de Carolina bajo el ridículo tipo penal de “resistencia a la autoridad”. 
Como si esto fuera poco, ell juicio fue suspendido tres veces y el inicio demoró casi cuatro años. En referencia a estos sucesos, Carpineti expresó: “Todo eso sufrió esta familia en este periplo judicial. Han sido víctima no de un solo hecho de violencia institucional. Si no de una historia de múltiples hechos de violencia institucional que han dañado su moral, su salud mental, y su materialidad cotidiana”. 

El fusilado que vive: comienzan los alegatos para juzgar al policía que le disparó a Lucas Cabello

Lucas junto a su familia en la puerta de los Tribunales, el día que la querella inició los alegatos: piden 20 años para Ayala.

El contexto de la violencia

El caso de Lucas no es un hecho aislado. La querella de Lucas remarcó en su alegato el contexto de accionar abusivo. “Claramente quedó probado en este juicio el aval institucional civil para actuar en los barrios como si fuese un cuartel a cielo abierto para el disciplinamiento moral y el ejercicio sistemático de la violencia institucional. Lejos está esta fuerza de seguridad -la Policía de la Ciudad- de brindar orden y seguridad a la población de estos barrios en el marco de procesos de integración urbana”. 
También cuestionó la formación policial y, respecto al uso de armas de fuego, pidió se adecúen al protocolo de la ONU. “Es necesario que el caso de Lucas Cabello sirva también para concientizar a los encargados de formar a los futuros agentes de la actual Policía de la Ciudad y de todas las fuerzas de seguridad del país, que tengan una formación a la latura del grado de responsabilidad que ejercen”. Y recordó que Ayala se había capacitado en la Policía solamente seis meses: “Resulta inaudito que alguien con tan poco tiempo de entrenamiento y formación salga a la calle con un arma y se encargue de garantizar la seguridad”.  
Las responsabilidades políticas no quedaron exentas del argumento de Carpineti. En su alegato solicitó al Tribunal que ordene al Ministerio Público Fiscal investigar el posible encubrimiento del policía Ayala por parte del entonces Jefe de gobierno Mauricio Macri, la Vicejefa María Eugenia Vidal, el que fue Ministro de Seguridad de la Ciudad, Guillermo Montenegro, y al entonces jefe de la Policía Metropolitana, Horacio Alberto Giménez. “Se considerará también el actual contexto político, en el cual los funcionarios civiles que conducen a las fuerzas de seguridad promueven a través de ciertos dichos un inusitado clima de violencia social”, enfatizó la abogada querellante. 
Por la fusión de la Policía Metropolitana con la Policía Federal quedó en 2017 constituída la Policía de la Ciudad con una fuerza de 27.000 efectivos que la CORREPI analizó desmedido “para un territorio que tiene menos de tres millones de habitantes, es decir, un policía cada 107 habitantes. O más de 800 policías por cada 100.000 habitantes, casi el triple de los 300 por 100.000 que recomienda la ONU como óptimo”. Sin contar la cantidad de gendarmes y prefectos que suman todavía más poder de fuego estatal en los barrios populares.
La abogada de Lucas citó las cifras de la CORREPI para demostrar que, en estos últimos cuatro años de gobierno de Cambiemos, aumentó la violencia institucional y la militarización de los barrios en la Ciudad de Buenos Aires. El macrismo superó la barrera de un muerto por día e incrementó la frecuencia con un caso de gatillo fácil cada 21 horas, mientras que el gobierno nacional anterior había tenido su pico en 2015 con uno cada 28 horas. “Un total de 1.303 personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal entre el 10 de diciembre de 2015 y el 12 de febrero de 2019. La Policía de la Ciudad mató 43 personas en los últimos 26 meses. Más de dos personas por mes”, registró el organismo de derechos humanos.  
Estos datos son refrendados por la campaña de legitimación de la “doctrina Chocobar” por parte de funcionarios de primera línea del gobierno de Cambiemos, ampliamente difundida por los medios de comunicación hegemónicos. Como fue el abrazo del presidente Mauricio Macri al policía Luis Chocobar y el de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich a la policía Carla Céspedes. Estas fotos muestran el rasgo distintivo de esta gestión, que explicitan y reivindican el gatillo fácil como política de Estado. Lo que suceda con la pena a Ayala contiene todos estos simbolismos. 

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

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Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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