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Encubrimiento tras un crimen: ¿Uno menos?

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Este lunes comienza el juicio oral al sargento Lucio Montero, acusado matar a Lucas Roldán, limpiavidrios de Lugano, y de ocultar el asesinato con una causa fraguada. Lo habría hecho con la colaboración de un emblemático sargento de la Policía Federal: Rubén Percha Solares, que será acusado, en otro juicio, por encubrimiento. Sebastián Hacher resume en esta crónica los íconos de este caso: la Brigada, los medios, la justicia y esa madre que planchando camisas juntó el dinero necesario para contratar los peritos que demostraron que los delincuentes eran los policías.

por Sebastian Hacher . El Sargento de la Policía Federal argentina Rubén «Percha» Solares es un icono de la limpieza social en la zona de Lugano, el extremo sur de Buenos Aires. En los pasillos de Villa 20 se volvió célebre por la impunidad de la que hace gala. Se dice que, incluso, llegó a firmar un fusilamiento dejando un pedazo de percha sobre el cadáver de su víctima.
Hoy su suerte parece haber cambiado. Otro sargento, Lucio Montero (que actualmente está detenido), comenzará a ser juzgado por el asesinato de Lucas Ariel Roldán, un joven de 28 años que limpiaba vidrios en un semáforo de la zona. Y Solares, en otra causa que involucra además a su Brigada, será juzgado más adelante por encubrimiento. Después de tres años de lucha de la madre de Lucas, el caso empezará -muy lentamente- a llegar a los tribunales.
La tarde del 6 de marzo del 2003, el cuerpo de Lucas apareció en un automóvil robado, con un arma a pocos metros de él y más de un kilo de cocaína debajo del asiento. Le habían pegado cuatro tiros. Los policías -todos miembros de la brigada de la Comisaría 52- declararon que cuando lo quisieron identificar, Lucas los atacó a balazos y tuvieron que repeler la agresión.
Preocupada por la ausencia de su hijo, Elvira recorrió comisarías y hospitales durante seis días, hasta que encontró una publicación barrial donde se hablaba de la muerte de un «peligroso narcotraficante». Tuvo un presentimiento y no se equivocó: el muerto era su hijo. Pronto se enteró que en el operativo había participado Percha Solares, y que las familias de otros jóvenes muertos -entre ellas las de «Pipi» Alvarez, «Cañito» Gramajo, Marcelo Barboza – también lo señalaban como verdugo. Con esos familiares, Elvira tejió la trama que este cronista intentó describir en agosto del 2004, en un artículo donde se daba cuenta que Solares parecía actuar como un asesino serial amparado por el Estado.
Esto es lo que decíamos en ese entonces, en cuanto al caso de Lucas:
La versión policial fue dada a conocer por la declaración del Sargento Rubén «Percha» Solares, que fue parte del operativo. Percha dijo que mientras se desplazaban por la zona junto al resto de la Brigada de la Comisaría 52, vieron un auto sospechoso. Al darse cuenta de que eran policías, el conductor aceleró la marcha y comenzó a disparar, todo al mismo tiempo. Luego de que el supuesto hampón le acertara a la rueda del Falcon en el que iba la Brigada, perdió control del auto y chocó contra un árbol. Los cuatro miembros de la Brigada se bajaron del coche para enfrentarlo. Estaban el sargento Lucio Montero (alias «el Paraguayo»), el inspector Morteyru, el sargento La Loggia (alias «el 22») y el citado Solares. Siempre según la versión de éste último, La Loggia se escondió detrás de la puerta, Percha y Morteyru cruzaron la calle para parapetarse detrás de un cantero y Montero, el héroe de la jornada, se paró de frente al agresor.
El joven murió de cuatro balazos; uno en el cuello, dos en el brazo y otro en el tórax. Unos días después, un diario de la zona publicaba una crónica titulada:
«Uno menos: cayó en tiroteo peligroso narcotraficante».
El diario barrial, que reproducía la primera versión policial, contaba que los agentes habían encontrado dentro del coche un kilo y medio de cocaína. La crónica difería un poco de lo que luego los policías declararían en la justicia; para el periódico, al intentar escapar, el joven había perdido el control del coche y huía a pie, «mientras se parapetaba detrás de las columnas de alumbrado». En la versión judicial, el enfrentamiento se había dado a menos de un metro del automóvil. El Sargento Montero, único de los policías que disparó, logró -además de darle cuatro tiros a Lucas- romper el parabrisas delantero del coche que éste en teoría manejaba.
En esa crónica también se señalaba que el asesinato de Lucas tenía muchas similitudes con otros ocurridos en la zona. En uno de esos casos, las víctimas también fueron dos jóvenes limpiavidrios, acribillados a balazos por agentes de la comisaría 52. La diferencia fue que uno de esos jóvenes sobrevivió a los once tiros que le pegaron y contó su versión: declaró que hombres de civil los habían reclutado para bajar cajas de una camioneta, pero que cuando llegaron al lugar para hacer el trabajo, los obligaron a entrar una casa de quiniela a punta de pistola, y a la salida los recibieron a balazos. Igual que con Lucas Roldán, antes de la ambulancia y los peritos, en aquella ocasión llegaron un móvil y un fotógrafo de Crónica TV.
No se trató de un acontecimiento extraño: las causas fraguadas son una constante en la Capital Federal, y se utilizan tanto para hacer negocios –generar estadísticas o ganar asensos- como salir en la televisión.
En la mayoría de ese tipo de casos, se utilizan drogas y armas de grueso calibre para montar escenas creíbles, aunque la desidia de la justicia y el hecho de que por lo general las víctimas resulten asesinadas, ayuda a que los posibles errores en el armado de las causas queden en el olvido. Por eso se suele elegir como blanco a limpiavidrios, mendigos o adictos a las drogas. Su casi nulo acceso a la justicia es la garantía de la impunidad policial.
Nuevas pruebas
Elvira aprendió a viajar desde Rafael Castillo hasta cualquier parte, siempre con las moneditas justas para el colectivo y un termo de mate para juntar fuerzas en las horas de espera. La causa recayó en el juzgado de Silvia Ramond (la misma jueza que tuvo 14 meses en prisión a los 15 hombres y mujeres que participaron de una manifestación contra el Código Contravencional y fueron sobreseídos en el juicio oral) si bien no la cerró, la mantuvo en estado comatoso. Pero Elvira nunca se rindió. Como la justicia no le daba importancia a su caso, salió a planchar camisas ajenas para pagarle a los peritos que ella y su joven abogada contrataron para que aporten nuevos puntos de vista y señalen las irregularidades de la causa.
Gracias esa infinita paciencia, y con cambio de juez mediante, se comprobó que el relato de los policías era inverosímil por donde se lo mire. Más de tres años después del crimen, el 12 de julio del 2006, Montero, Solares y Monteyru fueron procesados como partícipes necesarios del asesinato de Lucas Roldán. En la actualidad, los tres están detenidos en el penal de Marcos Paz.
Algunos de los elementos centrales para procesarlos fueron:

  • Según el relato de los policías, la ambulancia se pidió apenas terminado el enfrentamiento y llegó pocos minutos después. Los forenses demostraron que Lucas murió entre las 14:50 y las 15:50, pero en las actas del procedimiento figura que los peritos llegaron al lugar a las 18:50 y que la ambulancia fue pedida a las 17:51. En sus declaraciones, Montero y Monteyru dijeron que el enfrentamiento fue después de las 5 de la tarde, mientras que Solares sostuvo que fue alrededor de las 15 horas. Más allá de las contradicciones entre ellos, la diferencia de horas entre la muerte de Lucas y la llegada de médicos, peritos y testigos, es tiempo precioso para armar una escena del crimen a medida del relato policial.
  • Al momento de ser asesinado, Lucas Roldán estaba alcoholizado. Los expertos coincidieron en señalar que resultaba imposible, con el grado de alcohol que tenía en la sangre, que haya podido manejar el automóvil a gran velocidad con una sola mano, mantener firme el volante y hacer cambios bruscos mientras que con la otra mano disparaba con mucha puntería contra el móvil policial. Esto, aún en el hipotético caso de que supiera manejar, cosa que la familia niega sin que nadie haya probado lo contrario, porque Lucas nunca tuvo registro.
  • Tampoco hay marcas de frenadas u otros elementos que demuestren la existencia de una persecución. Según la versión de los imputados, el móvil policial se detuvo «como clavado» luego de recibir un disparo en el radiador, y pocos metros más adelante el auto que conducía Lucas también frenó. Varios peritos coincidieron en que el disparo que recibió el Falcon policial no pudo haber provocado su detención brusca. De haber existido una persecución, es imposible que no hayan quedado marcas en el asfalto y vainas servidas a lo largo del trecho recorrido. Además, de haberse frenado el auto policial, el perseguido hubiese aprovechado para escapar. Nada puede explicar por qué en vez de hacerlo Lucas prefirió estacionar en forma prolija para luego bajarse a los tiros.
  • El argumento de cómo se dio el supuesto intercambio final de disparos no serviría ni como guión para una mala película de acción de los años 80. Según los policías, la persecución comenzó porque tuvieron un «cruce de miradas» con Lucas Roldán al verlo circular en automóvil con el torso desnudo y una gorra que le tapaba parte de la cara. Cuando pusieron las sirenas, explicaron los policías, Lucas intentó escapar y comenzó a dispararles. Al frenar, Lucas se bajó del auto y disparó contra los policías, que también dejaron el Falcon donde venían y se abrieron en abanico para repeler la agresión. En el relato policial, Montero se paró frente a frente con Lucas y lo enfrentó a tiros. Sin embargo, los peritos comprobaron que las balas que mataron a Lucas fueron disparadas desde una distancia menor a cinco metros y mayor a cincuenta centímetros. Además de ser inverosímil que el policía se haya parado frente a su agresor sin protección alguna, la posición de los disparos que mataron a Lucas no coincide con su relato.

Según se desprende de las pericias, al momento de ser asesinado Lucas estaba sentado al volante del automóvil, con la puerta cerrada y de costado a su matador. Ni siquiera lo estaba mirando de frente.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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