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La grieta de la calle

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Crónica desde la calle hasta que se reanudó la sesión dentro del Congreso, donde se sigue discutiendo el Presupuesto 2019. Gases, balas de goma y detenciones. Corridas, bronca y desesperación. De lo macro a lo micro, cómo palpita la calle la violencia policial y política.
Son casi las 13 cuando Juan Pablo Sassano, subsecretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de Buenos Aires, da las últimas indicaciones a tres oficiales. Faltan poner diez vallas, una queda floja. Un pibe se para y hace surf sobre otra. Sale un policía y le pide que salga. Una señora, detrás, grita: “Tranquilos, que somos todos argentinos”.
Entonces, el uniformado abre el menú de la tarde: “No, más de la mitad de ustedes no son argentinos”.
La policía y las vallas que cubren Rivadavia, Hipólito Yrigoyen y el Monumento a los Dos Congresos funcionan de barrera de tiro libre: de un lado, la gente; del otro, los Diputados.
Está claro quién le patea a quién.

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Javier Carrizo tiene 30 años y llegó al Congreso con sus compañeros y compañeras de un merendero de Barrios de Pie en Ferrari, Merlo. Junto a otros tres espacios del Municipio, dan de comer a más de 200 niños y niñas. “Arrancamos hace un año con 15 chicos, hoy ya no damos abasto. Tenés que ver cómo vienen: están descalzos, sin ropa algunos, pero tienen qué comer gracias a la organización”.
Para Juan, esa imagen resume a la perfección la postal de un Congreso repleto a las 14.

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Como si fuera el trapo de una hinchada, en la puerta del Congreso –vallado por la policía- todavía queda un cartel que no terminaron de sacar: “Derrotemos el presupuesto de Macri y del FMI”.
Las Madres de Plaza de Mayo pasan en una traffic y se las ve con máscaras de gas. Aunque la represión aparece a las 15, el rumor es que “se va a pudrir”. La razón está escrita el chapón de un local en Avenida de Mayo al 1281: “Tenemos hambre”.

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A las 15 se sienten los primeros gases lacrimógenos que recuerdan la votación por la reforma previsional de diciembre de 2017 e incluso el debate por la legalización del aborto en agosto. Fue Maquiavelo el que escribió que el Estado se define por tener el monopolio de la fuerza. La escenografía es tal cual: la policía es la custodia de un Congreso que parece no escuchar los reclamos de la sociedad.

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El Monumento a los Dos Congresos recuerda la Asamblea del año 13. En la cima, hay policías con chalecos celestes fluorescentes. Desde ahí, tiran balas de gomas y gases. Pican las gargantas y lloran los ojos. Es recién el comienzo. La respuesta a piedrazos que salen de los manifestantes cada vez es más grande. Por los alrededores van llegando camiones hidrantes y camionetas repletas de uniformados. Suenan sirenas que anticipan lo que se viene.
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Hasta que ocurre la orden y arranca: las mismas vallas que la Policía puso a las 14 se sacan. La represión se desata. Los uniformados saltan hacia la plaza y desagotan el espacio en menos de cinco minutos a fuerza de golpes. Como en diciembre del último año, avanzan por Yrigoyen. Ganan el terreno arrinconando a la gente. Un camión hidrante se mete a contramano por Avenida de Mayo. Hay corridas hasta 9 de Julio. Y desesperación, ese pánico construido a lo largo de la historia argentina por no saber hasta dónde pueden llegar cuando la policía, como hoy, tiene luz verde.
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“No se puede rematar un país así”, grita un señora en Callao y Mitre, cubriéndose la nariz de los gases con un pañuelo húmedo. “Los que están adentro son unos sinvergüenzas”, remata.

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Belén, docente de primaria de la Escuela 7 en el distrito 11, en Parque Chacabuco, vuelve sobre sus pasos por Avenida de Mayo junto a compañeros y compañeras del sindicato Ademys: “El recorte del Presupuesto lo vemos todo el tiempo en infraestructura. Lo vimos con la muerte de Sandra y Rubén en Moreno. Recortaron mucho en Educación Sexual Integral, algo que nos pidieron cuando fue la discusión en el Congreso por el aborto. Hablaron de construir 3000 jardines, pero quieren cerrar la sala de lactarios en el Hospital Ramos Mejía. Es un desguace”.
Liz, compañera suya en el distrito 12, agrega otra imagen: “No tenemos papel higiénico. Tenemos que pedirles a las familias que lleven. Y acá nos tiran balas de goma”.

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A las 16, los diputados salen a la calle y se lanza el primer cuarto intermedio por la represión. En 9 de julio, la Policía arrincona a los manifestantes que desconcentraban pacíficamente para el lado del Ministerio de Desarrollo Social. Comienza la cacería y las detenciones: hasta las 17 eran al menos 27, incluidos periodistas de La Garganta Poderosa, Télam, trabajadores despedidos del Astillero Río Santiago, y otros.

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A las 17 la Plaza queda desierta. Parece mentira que hasta hace momentos fue escenario de represión y detenciones. Quedan unos pocos partidos cantando alto por parlante, y está también un oportuno vendedor de pilotos, Rubén, que analiza su propio presupuesto: “Yo soy pensionado gano 6 mil pesos por mes: no me alcanza para nada. Tengo que salir a vender. La gente tiene menos plata en el bolsillo, vendo menos: si antes vendía 3 mil por semana, ahora vendo mil pesos”. Hasta ahora vendió 3 de 50 pilotos.
En el medio un señor pide 10 pesos para la SUBE. Rubén le contesta: «Estamos en la misma».

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De a poco las organizaciones se organizan -por Whatsapp y al viejo estilo- para volver por la tarde.
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La votación del presupuesto prosigue dentro del recinto.
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En la tevé dicen que su aprobación será clave «para darle una señal al FMI».
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Quizás fue inexacto en su dato, pero el policía tenía algo de razón: el FMI no es argentino.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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