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La política está verde

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Un resumen de la jugada política y una lectura en clave histórica de cómo va el debate en el Congreso por el Aborto Legal. Los pragmatismos, las ideologías y los panqueques. Los partidos y la calle. La rosca parlamentaria frente a la realidad que mata mujeres. «Porque son muy necesarios el impulso de un Gobierno, el apoyo de diputados y senadores, los votos, la rosca, los acuerdos, los consensos, las leyes, las instituciones y la vida democrática. Pero si la política no está en la calle, no camina».

Por Pablo Marchetti


DIPUTADO 1: Señores: como legislador y como médico quiero dejar bien establecido en esta sesión que el hombre y la mujer no son iguales. Yo me pregunto entonces por qué darles igualdad política a dos seres que no lo son.
DIPUTADO 2: Señor presidente: me permito contestarle al señor legislador. Quiero agradecer a Dios que el hombre y la mujer no sean iguales. ¿O es que alguno de los que estamos aquí presentes piensa que existe en el Mundo varón alguno capaz de dar a luz? Dudo de haber nacido de un vientre masculino. ¿O ha visto el señor legislador alguna vez un hombre embarazado?
DIPUTADO 1: No voy a permitir que me tomen para la chacota. Yo no lo dudo.
DIPUTADO 2: No dudo en afirmar que esa diferencia biológica en nada afecta la capacidad de hombres y mujeres para ejercer de idénticas aptitudes intelectuales. Por lo tanto quiero refutar, de una vez por todas, la retrógrada idea de que la mujer es inferior al hombre.  Podrá haber diferencias. Pero no inferioridad. Podrán ser más débiles que algunos hombres. Pero también podrá ser más fuerte que algunos “varones”.  Señor presidente, invito al señor legislador a que me demuestre lo contrario.
DIPUTADO 1: No me intimida la invitación del legislador. No me intimida porque es una verdad de la ciencia que el cerebro de la mujer pesa menos que el del hombre.  Y me basta mi experiencia de médico para demostrar una vez más que hombres y mujeres no son iguales.
No fue hace tanto. Hace apenas 70 años. Casi nada en la vida institucional del país. Nada, si se tiene en cuenta lo que se estaba discutiendo. Este debate se dio en el Congreso Nacional, en la Cámara de Diputados, el 9 de septiembre de 1947, cuando se aprobó el Voto Femenino.
Aclaremos, por las dudas: hasta hace 70 años las mujeres en la Argentina no votaban. Inclusive 30 años después de aprobada la Ley Sánz Peña, aquella que, se dice, dio el “sufragio universal” a un universo que, evidentemente, era masculino.
Hasta hace 70 años las mujeres no sólo no votaban: también tenían que soportar que algunos diputados dijeran que no podían votar porque eran inferiores intelectualmente. Eso era parte de un discurso extendido, que representaba a una parte de la sociedad. Incluidas algunas mujeres.
Durante el debate por la legalización del aborto se escucharon argumentos que hoy nos resultan absurdos a muchos. Y que seguramente dentro de algunos años (no creo que haya que esperar 70) le resultarán absurdos a la mayoría de la gente.
Escuchamos a diputados comparar a la mujer embarazada con una perra embarazada; a la maternidad humana con la maternidad marsupial; tuvimos que soportar que una supuesta eminencia médica hablara sobre los riesgos del preservativo (“el virus del sida atraviesa la porcelana”, fue su hit) y aconsejara, como método anticonceptivo, que hombres y mujeres se casen jóvenes.
Escuchamos a “especialistas” alertar sobre el tráfico de órganos de fetos abortados, algo que implicaría una “industria”; los dueños inescrupulosos de esta “industria” estarían escrachados en videos (“chequeen en Youtube”, pidió) donde exigen: “Vendan rápido esos fetos que me quiero comprar un Lamborghini”.
Fuimos testigos de una manipulación discursiva fenomenal. La misma gente que pone de ejemplo al Primer Mundo a la hora de hablar de orden, de inseguridad, de mano dura o de control de la protesta social, se volvió súbitamente antiimperialista. Y pidió no parecernos a los países desarrollados (en todos ellos el aborto es legal) porque desde allá se había urdido un plan, diseñado por Nelson Rockefeller y ejecutado por Henry Kissinger, para despoblar la Argentina.
Escuchamos hablar de bracitos, piernitas y corazoncitos mutilados, tirados en una palangana. Porque a medida que pasaba el debate, el feto no sólo se volvía persona: también sentía, hablaba, gesticulaba, reflexionaba, se expresaba y hasta imploraba que no lo maten. Si el debate seguía algunos días más, es probable que algún feto llegara a ganar un Premio Nobel.
Los mismos argumentos increíbles, desopilantes, humillantes que se escucharon sobre el aborto pueden rastrearse, como vimos, en la discusión sobre el voto femenino. Pero también en los debates sobre divorcio o matrimonio igualitario. Claro que la discusión sobre el voto femenino es la que más se parece a esta del aborto por una cuestión fundamental: en ambas sólo está implicada la mujer.
La discusión parlamentaria sobre el Aborto Legal tiene una diferencia fundamental con el voto femenino, el divorcio o el matrimonio igualitario: esta es la única vez en la que el oficialismo no acompaña la ley desde el Poder Ejecutivo. Esto no significa que en aquellas ocasiones los diputados oficialistas hayan acompañado en bloque la medida impulsada por el oficialismo.
Durante el debate por la legalización del divorcio, la diputada Fausta Martínez (de la UCR de Córdoba y hermana del entonces vicepresidente de la Nación, Víctor Martínez) encomendó su banca a la Virgen para que la ayude en el rechazo a la ley que impulsaba el presidente Alfonsín.
Inclusive Alfonsín, como recordó Claudia Piñeiro en su impecable exposición en el Senado, estaba personalmente en contra del divorcio. Pero creía que una cosa eran las convicciones personales y otra cosa las leyes que debían regir la vida en comunidad.
Durante el tratamiento de la ley de matrimonio igualitario en el Senado los números no le daban al oficialismo. Porque varios senadores del Frente Para la Victoria estaban en contra. Fue allí que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aprovechó un viaje a China para llevarse en la comitiva a varios senadores oficialistas pero opositores a la ley. Esto permitió que se aprobara.
Mauricio Macri sorprendió a todo el mundo cuando en la apertura de las sesiones parlamentarias en marzo anunció que esta vez sí se trataría el proyecto de legalización del aborto. Pero al mismo tiempo, nunca fijó posición. Sí dijo que personalmente estaba en contra. Pero en el contexto en que se venía dando la discusión, el gesto de enviar el proyecto y autorizar a que se trate, por lo menos empata la negativa personal.
Hay quienes creen que al Gobierno no le interesaba sacar la ley porque es la derecha oligárquica de siempre. Y hay quienes ven en Macri una bestia abortista que los traicionó. No me gusta eso de buscar equilibrios porque puede caerse en la pelotudez del abrazo entre la chica del pañuelo verde y la chica del pañuelo celeste. Pero en este caso creo que hay exageraciones de ambos lados.
El Gobierno no jugó explícitamente por ninguna posición. Sinceramente, creo que no hubo injerencia de parte de Macri o Peña. A ver, aclaremos: hablaron con todos y les pidieron de todo. Y creo que trataron de balancear. Lo que sí definió las cosas fue el hecho de que en Cambiemos hay un claro favoritismo celeste antiderecho.
Macri hizo una jugada desafiante hacia la Iglesia Católica. Pero enseguida aparecieron las espadas eclesiásticas que son constitutivas de la coalición de Gobierno: Vidal, Michetti, Bullrich, Pinedo, por citar los más notorios. Y algo fundamental: Macri no puede acelerar porque es suicida enfrentarse a su base social.
El debate sobre el aborto fue tan apasionante porque, más allá de la importancia del tema, mostró que existe otra lógica política. Lo que pasó en Diputados fue digno de un país que desconocíamos. La transversalidad imposible vestida de verde. La ilusión de una nueva construcción, al menos en torno a algo.  Una alegría tal que nos hizo envalentonar frente a lo que venía.
No contábamos con el Senado. No contábamos con la falta de sororidad. No contábamos con la reacción de la política tal cual la conocíamos antes del debate sobre el aborto legal.
Hablamos de la fractura en el oficialismo. Hablamos de la tibieza del presidente, sí. Pero también deberíamos hablar de la fuerza, el trabajo y la dedicación que le pusieron diputades como Daniel Lipovetzky, Silvia Lospennato, Karina Banfi o Brenda Austin. O ministros como Adolfo Rubinstein o Pablo Avelluto.
¿Y qué pasó en el peronismo, tanto el kirchnerista como el no kirchnerista? Lo mismo que en Cambiemos. Con distintas proporciones, es cierto. Pero el resultado es más o menos el mismo. Eso sí, con algunas variantes importantes respecto de lo que fue en Diputados a lo que está sucediendo en el Senado.
En Diputados, Unidad Ciudadana tuvo participación activa a favor. Mayra Mendoza, Mónica Macha, Gabriela Cerruti o Daniel Filmus fueron fundamentales. Aclaremos que también tuvo votos en contra. El más notorio fue el de José Luis Gioja, presidente del PJ Nacional y vicepresidente de la Cámara de Diputados. O sea, no un legislador más.
El peronismo no kirchnerista tuvo poca participación en Diputados. Sergio Massa sí jugó muy fuerte, a través de su mujer, Malena Galmarini, activista clave en los acuerdos parlamentarios. Pero ni Massa ni Galmarini son diputados y el Frente Renovador, al igual que el Peronismo Federal, votaron de forma dispersa.
En el Senado, en cambio, el kirchnerismo se diluyó. Cristina ni apareció por los debates. Ni tuiteó ni nada. Muy lejos que aquel memorable “machirulo”. Eso sí, llevó calma de entrada cuando inmediatamente después de la media sanción en Diputados se sacó una foto con el bloque completo y anunció que votarían a favor. Todes.
De todos modos, la voz cantante del peronismo la llevó Miguel Ángel Pichetto. Que, junto con el radical Luis Naidenoff, fueron los principales impulsores del Aborto Legal en el Senado.
Lo de Naidenoff fue épico porque se repuso (si es que uno puede reponerse de algo así) de la muerte de su mujer y su hijo de 17 años, por la inhalación de monóxido de carbono, el 18 de junio, cuatro días después de que saliera la media sanción en Diputados. Después de una breve licencia, Naidenoff volvió y le puso el cuerpo a la causa.
El problema que tiene Naidenoff es que preside un bloque de nueve senadores, de los cuales 6 dijeron que votan en contra. Pichetto tampoco la tiene tan fácil. Nada está fácil, para qué negarlo. Y más desde que la senadora kircherista Silvina García Larraburu anunció que votaría en contra, contradiciendo lo que había sido una posición unánime de su bloque.
Al espejismo ilusorio de Diputados le llegó esta violenta respuesta de Senadores. O, más bien, la triste realidad de es esto de lo que hablamos cuando hablamos de política en la Argentina.
El Senado es la cámara a la que sólo acceden partidos de Gobierno. Puede haber alguna extraña anomalía, como Pino Solanas. Pero no mucho más. Y los partidos de Gobierno necesitan, necesariamente, “un poco de bosta”, siguiendo la receta de Perón para construir una casa. “Un poco”, decía el General, que en eso era muy benévolo. Parece que la bosta que se precisa es bastante más que “un poco”.
Sería muy hipócrita negar que el cambio de posición de García Larraburu se debió a un acuerdo de Cristina con la Iglesia. Para ser más exactos, con el Papa. ¿Cómo se explica, si no, este cambio repentino? Negar eso anula cualquier posibilidad de análisis.
Por supuesto, no es menor que sea justamente una senadora de la misma provincia del “sororo” Pichetto quien se da vuelta. Pero creer en las convicciones personales de la senadora es tan inverosímil como creer en las convicciones de Ángel Rozas, por nombrar un radical que también se dio vuelta.
Están los partidos que no tienen una plataforma programática. Esos partidos son los que gobiernan. Y están los partidos que sí tienen plataforma programática. Que tienen convicciones y las defienden. Pero esos partidos no gobiernan. Ni siquiera tienen representación en el Senado.
Lo del kirchnerismo es visto como una traición por sectores de izquierda. Pero, ¿es una traición? ¿Traición a qué? Cristina Fernández de Kirchner gobernó durante 8 años y nunca permitió que el tema se tratara en el recinto. ¿Quién debería sentirse traicionade ahora que una senadora de su bloque decide votar en contra?
Puede pensarse en traición porque habían dicho que iban a votar todos a favor. Pero, ¿no pasa lo mismo en la UCR? Por otra parte, así como desde la izquierda poco puede decirse sobre la traición kirchnerista (y no hablo sólo del FIT; incluyo aquí también al resto del “progresismo”), en el kirchnerismo debería dejar de sobreactuarse tanto progresismo nac&pop.
El kirchnerismo es un movimiento político pragmático, no programático ni ideológico. Y en su pragmatismo, un acuerdo con el Papa puede pesar más que legalizar el aborto. Lo siento por las feministas kirchneristas que se habían ilusionado con ver a la Jefa vestida de verde. Pues no. No digo que tengan que optar entre ser feminista y ser kirchnerista. Simplemente, hay que saber cuáles son los límites entre ser programático o ser orgánico.
El pragmatismo del kirchnerismo es igual al que hay en el PRO o en la UCR. ¿Eso quiere decir que son lo mismo? No, por supuesto que no. Sus bases son diferentes, su clientela electoral es distinta porque su imaginario representa otros intereses.
Hablamos de la representación de las cosas, no de las cosas. Es esa representación, ese imaginario, el que los pone a la izquierda del PRO o de Cambiemos. Pero siempre puede haber circunstancias puntuales que den vuelta este imaginario. Excepciones lógicas que presenta el pragmatismo político.
El aborto fue un tema que se instaló socialmente. Fue la calle, fue el movimiento de mujeres quien lo puso en la agenda política. Pero institucionalmente, quien abrió el debate parlamentario fue el presidente. Macri, no Cristina.
En Diputados, la mayoría del bloque kirchnerista votó a favor y la mayoría del bloque de Cambiemos votó en contra. Pero hubo posiciones encontradas en ambos bloques. Y hubo en el bloque kirchnerista un fuerte desahogo por parte de diputades que durante ocho años debieron hacerse les boludes para bancar a su jefa.
No digo esto para denostar al kirchnerismo. Trato de analizar cómo funcionan las cosas en la política argentina. Puedo ponerme principista, condenar todo esto argumentando que “son lo mismo”. Me siento cómodo allí, para qué negarlo. Pero sé que me estoy parando en un lugar que está ausente en esta discusión del Senado. Un lugar hipotético. Un lugar cómodo.
Tal vez habría que bajar algunos cambios. Ni quienes estamos afuera de todo la tenemos tan clara. Ni quienes justifican todo son tan revolucionarios. Y hasta es probable que algunos de aquellos que, creemos, son “el enemigo”, no sean más que gente que forma parte de espacios políticos más lejanos pero con la que podemos llegar a coincidir en temas puntuales.
Sabíamos que el Senado es una institución muy conservadora, que no tiene una representación real de la sociedad argentina, sino que es la voz de las provincias, todas por igual. Y en este reparto queda en evidencia que en la calle el partido tampoco se juega como pensábamos que se jugaba.
Hay mucha gente en contra del aborto. Y hoy para un senador que quiere renovar su banca el año que viene en una provincia como Salta o La Rioja le “conviene” en términos electorales votar en contra. Negar esto sería tan ciego como negar el acuerdo de Cristina con el Papa por el voto de Larraburu.
Son las últimas horas de una rosca parlamentaria donde puede pasar de todo. Porque hasta que no se vote, nadie sabe muy bien qué es lo que puede llegar a suceder, aunque creamos que el partido está complicado.
Parece ser el momento de volver a las bases. De volver a confiar en aquello que nos trajo hasta aquí. En lo que logró dar vuelta el resultado en Diputados, cuando también nos hicieron creer que el partido estaba perdido.
Este miércoles 8, la posibilidad de que el aborto sea legal en la Argentina está en la calle. Una vez más. Como siempre. Porque son muy necesarios el impulso de un Gobierno, el apoyo de diputados y senadores, los votos, la rosca, los acuerdos, los consensos, las leyes, las instituciones y la vida democrática. Pero si la política no está en la calle, no camina.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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