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Las Ramponi: el folklore del humor

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El humor inocente, el comentario travieso, las historias de la gente de su pequeña ciudad, sus propias historias de amores contrariados, todo conspira para que la sonrisa mute en carcajada con el show de Las Ramponi. Humor, sanguches de mortadela y canciones para reírse a pesar de todo. Todos los viernes de junio a las 20 en el Camarín de las Musas, y los sábados de julio a las 21.

Las Ramponi: el folklore del humor

Foto: Lina Etchesuri


En un escenario adornado con banderines y lucecitas de colores hay cuatro mujeres con faldas largas, ponchos, gorros coyas y una de ellas -la figura destacada-  luce prolijas trenzas negras que casi le llegan a la cintura. A simple vista se puede deducir que provienen del Norte argentino. Luego sabremos que son oriundas de Añatuya, Santiago del Estero, y que el intendente, presente en la sala, colaboró con los pasajes para que pudieran llegar a la gran ciudad. La estrella de la noche es Miriam Cardozo, una joven que dejó su ciudad natal y llegó con su “mochila cargada de sueños” -así lo recuerda emocionada-, para conquistar la Capital.
Miriam se brinda con entusiasmo a su público, entona un repertorio que incluye zambas, chacareras y gato y presume de su talento para el arte del canto. Está acompañada por dos músicas, “la Norma” y “la Mónica”, que tocan guitarra, bombo y flauta. Ellas son las Golondrinas del Monte. Tienen una asistente, “la Evangelin”, prima de Norma, quien recibe al público, pasa la contraseña del wifi, entrega números para el sorteo de distinguidos premios y tiene la tarea de amenizar la velada con el reparto de sandwichs de pan francés y mortadela. Los vegetarianos no quedan excluidos: hay un menú especial de chizitos. Un pingüino blanco con vino tinto recorre las mesas y descomprime las individualidades. A esa altura todos nos sentimos como en casa.
Show musical de Miriam, folclore y hasta flamenco y rap, invitados especiales, relatos de historias de pasión y locura, chistes de las Golondrinas, la varieté recorre momentos de dramatismo, ternura y picardía, la risa estalla y Las Ramponi ya se ganaron nuestro corazón.
Las Ramponi: el folklore del humor

Foto: Lina Etchesuri


Este cuarteto femenino arrancó en 2011 con dos de las actuales integrantes, Fiorella Cominetti y Clara Maydana. Con su show Cuando ya no importe, participaron de varietés hasta que  por sugerencia de una amiga convocaron a Carolina Ferrer para el rol de cantante.  Al regreso  de un viaje a Europa que se había ganado, Carolina aprendió las canciones y sin ensayo interpretó a Miriam Cardozo en una función en el Ecunhi. Con aires de diva, exhibe orgullosa su saco de leopardo y pide ginebra con Manaos cuando se retira al camarín; expresa su recelo cuando sube al escenario la cantante invitada, que varía en cada función. «Cantá más bajito que este es mi show», le dice a Micaela Farías Gómez.
La última incorporación fue Julieta Filipini: necesitaban alguien que oficiara de asistente para repartir panchos y rifas, aunque no sólo esa es su intervención en la obra sino que también demuestra sus cualidades artísticas. Toca el bombo, la flauta y rapea con “la Mónica”.
Las Ramponi: el folklore del humor

Foto: Lina Etchesuri


“Queremos hacer hincapié en lo festivo. ¡Venite a la peña a tomar un vino. Si es una primera cita de Happen o Tinder es ideal. ¿Estás  medio deprimido? Andá a ver a Las Ramponi. Si es tu cumpleaños, andá a festejar con Las Ramponi. Si te separaste, anda a ver a Las Ramponi!”, alientan la cuatro. Fiorella: “Para nosotras este espectáculo es la mejor versión que hemos hecho, podría mejorar, podríamos sumarle un montón de cosas pero tenemos ganas de que ese material repose y poder generar algo nuevo como grupo”. Clara: “Con Fiore teníamos esa idea de que sea una peña, un show donde haya una figura del folclore muy reconocida, que en realidad no la conoce nadie, pero ella cree que sí. Se fue armando con el correr de las funciones y con el público”.
El humor inocente, el comentario travieso que las hace sonrojar, las historias de la gente de su pequeña ciudad, sus propias historias de amores contrariados, conspiran para que la sonrisa mute en carcajada. De las cuatro, Julieta es la única porteña, Clara nació en Chajarí, Entre Ríos, Fiorella en de la periferia de Santiago de Chile y Carolina en José Mármol, conurbano bonaerense. Ese mundo de la infancia alejado del vértigo de las grandes  ciudades, con anécdotas de pueblo y vecinos que prestan el teléfono, aparece en el show.  Clara: “Son cosas que pasan en lugares más chicos, la realidad lo supera siempre y es mucho más graciosa de lo que a una se le pueda ocurrir. Somos un poco chicas de pueblo.” Caro: “En mi caso, cuando era chica, los fines de semana eran para ir a pescar. Estamos atravesadas por eso”.  La ingenuidad de los personajes es una virtud que destaca Fiorella: “Estos personajes van para adelante con todo, no les importa nada. No tienen los prejuicios del buen comportamiento, se  conectan con su deseo, si le dan ganas o no le dan ganas”.
Las cuatro Ramponi son actrices, directoras, dramaturgas, productoras y músicas del show que fueron consolidando en estos años de trabajo juntas. Eligieron ese apellido porque suena a familia y eso las entusiasma y las inspira a la hora de darle forma a su creación. Simpatizan con lo trash, admiran la impronta de Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, las Gambas al ajillo y les gusta la técnica de improvisación. Si bien no es una obra improvisada, la propuesta del grupo y el espacio descontracturado dan lugar a que surjan situaciones a las que cada personaje le saca el jugo.  Fiorella: “Hay mucha confianza entre nosotras en el momento de actuar, nos reímos mucho atrás del escenario, nos tentamos de lo que dice la otra, lo pasamos muy bien. En la primera temporada de esta formación hicimos dos o tres meses sin estructura, cada función era probar una diferente hasta que llegamos a la actual”.
Las Ramponi: el folklore del humor

Foto: Lina Etchesuri


Una de las claves que ponen en práctica para trabajar en armonía es hacerlo sin secretos. Plantear dudas y evaluar juntas los problemas, entender que si surgen discusiones es por estar atentas al trabajo grupal, les permite superar los roces personales. “Es una familia elegida, te muestro lo peor de mí, pero seguimos acá, es un aprendizaje fundamental. Le escapamos al ‘yo me sentí’,  esto es trabajo, estamos hablando de eso, nos tomamos en serio lo que hacemos y no nos vamos por la tangente con pavadas. Si hay algún problema nos tomamos un vino y lo charlamos”, cuenta Clara.
Julieta es actriz, estudió guitarra, canto, danza contact, trapecio y yoga. Carolina forma parte de una familia de músicos, es actriz, toca el bajo, canta desde chica y cuando fue convocada para interpretar a Miriam Cardozo comenzó a formarse más como cantante. Clara arrancó al mismo tiempo con el teatro y la guitarra, toca charango, forma parte de un dúo de chamamé, es clown, fanática de los festivales de Cosquín y se siente cómoda componiendo y haciendo humor con la guitarra. Fiorella estudió teatro en Chile, Artes combinadas en la UBA, toca la flauta traversa en una big band, da clases de flamenco y en algún momento estuvo a punto de iniciar un profesorado de matemática. La impunidad que le da el personaje de Mónica  le permite acercarse a chicos del público y en alguna oportunidad pidió el teléfono. “Si fuera así la vida, qué lindo que sería, los personajes nos habilitan y el otro también se descoloca. Queremos algo y vamos para adelante, no somos débiles. En lo personal me hace bien encarnar este personaje, me siento más desenvuelta para encarar hombres, voy y veo si funciona y si no, a otra cosa. Hay que romper con las etiquetas de la puta, la fácil. Yo tengo referentes de mujeres fuertes que viven en el campo y pienso en todas esas mujeres, en vivir liviana y no enroscarse”.
Las Ramponi: el folklore del humor

Foto: Lina Etchesuri


Si bien asumen que es difícil consolidar un grupo de artistas independientes y mantenerlo en el tiempo sin apoyo estatal, agradecen no tener jefes y hacer lo que las hace felices.
Compusieron juntas el tema de la amistad, “Aire de gato” que cantan en la despedida del show.  Clara propuso los acordes y sobre esa base debatieron la letra. ¿Qué no puede faltar en un día compartido con amigas? Alegría, música y farra que desparraman el alma, tirar piedras en el río, robar mandarinas, comer locro, jugar al truco y tomar mate, “embarradas, re mamadas, volvemos a la madrugada”.  Compañeras de trabajo, amigas, cómplices arriba y abajo del escenario, Las Ramponi proponen celebrar el gozo de juntarse y compartir lo cotidiano. Con un vino y un abrazo, como dice la canción, nos invitan al paraíso. Buen plan.

Camarín de las Musas
Mario Bravo 960, CABA
Viernes a las 20 hs durante junio.
en julio, los sábados a las 21.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

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Modalidad: presencial y online por Zoom
Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
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Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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