CABA
Los sentidos de la memoria

El tacto certifica que, a las 14 horas, llueve.
El olfato huele choripán. (Los vendedores, preparados para una movilización gigante y hambrienta).
El sonido de tambor tiene la particularidad de que, además de los oídos, retumba en el pecho.
Los ojos ven desfilar banderas, remeras y pecheras de distintos colores, de agrupaciones sociales y políticas y de miles de grupos de amigues, padres y madres con niñes que se abren paso por Avenida de Mayo, ida y vuelta hacia la Plaza.
El escaneo de sentidos arroja un resultado inequívoco: después de 2 años de pandemia, todo parece haber vuelto a su lugar:
La calle.

A las 14:15 sale el sol y el grupo de tambores Batuka resuena en 9 de julio y Avenida de Mayo con la misma inscripción en cada bombo: Falta Tehuel.
A las 14:30 pasa una joven. Lleva un cartel que dice: “Marchamos porque hay dos diputados negacionistas en el Congreso” y recuerda que conviene, por las dudas vuelva el mal clima, tener a mano el paraguas.
Dice: “No hay que dormirse, porque los discursos negacionistas nunca se van, todo lo contrario: están ahí. Desde la derecha más rancia como Milei hasta la centro derecha como el PRO niegan a los 30 mil desaparecidos. Hay que seguir insistiendo. Tuvieron el espacio para salir en los 4 años de gobierno de Macri donde intentaron con el 2×1 que salgan los genocidas a la calle y dimos respuesta. A partir de esto intentan con más fuerza ahora: por eso volvemos a salir y seguiremos saliendo, además de cada 24 de marzo, siempre que haga falta”.

A las 14:45 una charla entre amigues recuerda que la memoria no es un ejercicio que mira hacia atrás; y que a veces conviene seguir aclarando lo que hasta ayer parecía obvio.
Las propias Madres y Abuelas, que a las 15:15 pasan en una combi y se tocan el corazón, nos recuerdan que la memoria es un músculo que se ejercita en la calle, jueves a jueves, 24 a 24, 24×24.
Rafa, Fermín, León y Aimé, que miran pasar piernas y piernas por Avenida de Mayo, nos recuerdan además que se aprende desde chiquito.
Ezequiel y Andrea, Camilo y Camila, nos confirman que se comparte entre amistades, compañerismos y amores.
Sergio, que se grita con bronca.
Batuka, que se toca con alegría.
Kndelah y Tomi, que se canta.
Lucas y su madre, que se reconstruye en familia y que la historia es una red y no una vía.

Lucas lleva una remera negra que dice Nunca Más y antes de ir rumbo al Cabildo a encontrarse con su madre, teje el recuerdo que lo trae a estar parado hoy acá.
23 de agosto de 1977: su tío Juan Carlos Wehitt y su abuelo Jorge Wehitt, hermano y padre de su madre, son secuestrados en Isidro Casanova, en la misma casa familiar donde Lucas se crio y hoy siguen viviendo sus padres: “Había una tapita de desagüe que el abuelo siempre pisaba al llegar: era su forma de avisar. Ese día la tapa sonó pero no lo llegaron a ver entrar: la apertura de la puerta desató el operativo. Entraron los milicos y sacaron a mi tío de la pieza, encapuchado y en cuero”.
La madre de Lucas tenía 14 años, fue la última vez que vio a su hermano.

Lucas, que hoy tiene 31, de chiquito preguntaba por qué había nonos y tíos de parte del viejo y de parte de la mamá, solo una abuela: “Nunca me lo negaron, siempre me lo contaron de chico: crecí con eso. Después, en la escuela siempre hacíamos algo, cantábamos una canción de Charly…. Pero es loco porque sin duda hay una parte de la historia política que me faltaba; no tengo recuerdo de los 90 yendo a las marchas. Eran otros años: no era la masividad de hoy”.
*
Después del secuestro, la abuela de Lucas comenzó a buscar a su compañero y a su hijo: “Con lo que había y lo que se podía. Tengo el recuerdo de que fueron a reuniones de Madres. Después –en eso sí fue muy tajante– mi abuela remarcaba que tenía una hija que tenía que cuidar. En un momento cortaron la búsqueda, estuvo muy mal mi abuela, una depresión enorme. Y se mentalizó a ella misma de salir de eso, porque tenía una hija”.

Lucas fue reconstruyendo su historia de a pedacitos. Hasta que mientras estudiaba Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Matanza, le tocó la tarea de hacer un perfil familiar. Eligió a su abuela: “Me acuerdo cuando por ese trabajo por primera vez senté a mi vieja y mi abuela a hablar de nuevo de eso. Terminamos todos llorando”.

Lucas escribió el perfil: “Escribirlo, te ordena: vas reconstruyendo los pedazos fragmentados. Mi abuelo militó en el radicalismo, de la línea balbinista, después se cansó pero siempre votaba al radicalismo; activaba en el barrio, en la cooperadora de la escuela. Y mi tío salió peroncho, más cercano a los procesos de la Juventud Peronista, estaba en el centro de estudiantes. Siempre cuentan que cuando fue el golpe en Chile salieron a cortar Ruta 3: tenían esa impronta”.

La historia de su abuelo y tío significó empezar a reconocer secuencias de su propio presente: “Y también notar que seguían muy a flor de piel en mi familia. Después que hablamos, y a partir de que yo empecé a movilizarme, mi vieja empezó a marchar y hace años no se pierde un 24 de marzo”.
En 2017 Lucas y su madre pegaron en un cartón la cara de su Jorge y Juan Carlos: “Fue la primera vez que marchamos con el cartel: lo llevé yo, y después se lo dejé a mi vieja. Ahora viene ella con el cartel”.
No fue el único clic: “Incluso mi abuela se fue a sacar sangre, para que esté en el Banco Nacional de Datos Genéticos”.

La memoria se sigue haciendo presente, a veces, de formas poco felices: “El lunes llegó a la casa de Casanova de un estudio jurídico privado dirigido a mi tío, que estaría cumpliendo 65 años, algo relativo a la jubilación… Y sigue llegando la citación a votar: esas son cosas que siguen removiendo”.

La abuela de Lucas murió hacia fines del 2021: “Hoy mi vieja me dijo: estoy más aliviada porque hoy capaz se están reencontrando los tres, después de mucho tiempo. Es un alivio para ella, para todes, pensarlo de esa manera, pero si me tengo que poner más frio es: loco, no están, ni sabemos qué pasó. Hay algo que siempre remueve en esto, y es que la esperanza siempre está”.
Para Lucas, el hecho de que su abuela se haya ido a sacar sangre antes de irse es una fuga hacia adelante: “Reaviva la idea de que alguna vez podamos saber algo”.

Lucas es periodista de lavaca. Desde siempre y ahora, cubre temas relacionados a los derechos humanos de ayer y hoy. Las desapariciones forzadas de Luciano Arruga y de Santiago Maldonado fueron algunas de sus coberturas sostenidas en el tiempo: “No por nada uno va por estos temas, y tiene otro aguante al escuchar estas historias: se va creciendo con ese dolor, con esa ausencia”.
El 23 de agosto de 2017, mientras cubría en Chubut la desaparición de Maldonado, se cumplían 40 años del secuestro de sus tíos y abuelos.

A las 16.30, Lucas completa por Whatsapp el relato compartiendo la otra parte, no menos importante, del recuerdo familiar: “A mi abuelo no le gustaba mucho el fútbol, pero mi tío era fanático de Boca. Y cuando vinieron a vivir Casanova se volvió fan de Almirante Brown”.
Acaso como otra demostración de la memoria presente, Lucas, que milita esos colores, durante la tarde enviará por Whatsapp varias fotos de una colorida intervención de la hinchada de Boca en plena Plaza de Mayo cantando por la memoria, la verdad y la justicia.

A las 17:00 horas, Sergio Maldonado está parado frente a un bar de Avenida de Mayo, y no tiene la popularidad de cuando su hermano estaba desaparecido bajo la gestión macrista.
Tal vez por eso habla con bronca: “La causa está demorada desde noviembre de 2018. Desde entonces no se hizo absolutamente nada. Sí: desde hace más de dos años en la Corte suprema, esperando que se asigne un nuevo juez y se investigue como desaparición forzada. Aparte de eso, el Poder Ejecutivo debiera acompañar el reclamo con una clara voluntad política para que de esa manera acercarnos a la verdad. Además de lo judicial, es importante la parte política. El Poder Judicial no se mueve si no hay una postura política. Si el gobierno hace silencio, garantiza la impunidad”.
Sergio está al lado de la agrupación La Poderosa: “Hay personas que genuinamente acompañan, pero a los políticos y políticas que ayer levantaban la foto de Santiago hoy no les suma, y entonces la bajan”.

A las 17:30 la Organización Nunca Más está cumpliendo 15 años organizando un festival de Heavy Metal en la Plaza de los Dos Congresos, cada 24 de marzo.
El cantante de Retro Satán recuerda a los presentes por qué eligieron esa fecha:
-Porque odiamos a los milicos.

A las 17:45 un vendedor de pines confirma que el más vendido es el que lleva un diseño de un pañuelo de las madres con el color de la whipala.
A las 18:00 se leen estos carteles seguidos:
-Nunca más.
-Son 30 mil.
-Memoria, verdad y justicia.
-30400.
-¿Dónde están?
-No estamos todos.
-Juicio y castigo.
-Falta Tehuel.

A las 18:30, Tomi, artista trans, canta en Mu Trinchera Boutique canciones prohibidas por la dictadura. E invita a entonar a todxs, para que los sentidos sigan despiertos:
Hice un nudo del pañuelo
Pero me olvidé después
Que no era la única vez
Y seguí cantando
Y a la hora del naufragio
Y la de la oscuridad
Alguien te rescatará
Para ir cantando
Cantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerra.
Continuará…
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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