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Petinari: acoplados en cooperativa

Les deben sueldos, aguinaldos, vacaciones y sufrieron despidos masivos: unos 60 trabajadores de la empresa Petinari, en Merlo, ocupan la planta que fue vaciada por sus dueños.

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Les deben sueldos, aguinaldos, vacaciones y sufrieron despidos masivos: unos 60 trabajadores de la empresa Petinari, en Merlo, ocupan la planta que fue vaciada por sus dueños.

Petinari: acoplados en cooperativa

Foto: Néstor Saracho


Raúl Richieri no dudó un instante.
Pensó en sus 59 años.
Pensó en los 9 que lleva en la metalúrgica Pedro Petinari e Hijos.
Pensó en la bronca de los 6 que le quedaban por jubilarse.
Pensó en las máquinas detenidas desde febrero.
Pensó en el sueldo impago.
Pensó en el aguinaldo impago.
Pensó en las vacaciones impagas.
Pensó en su cintura.
Pensó en sus várices.
Pensó en sus hernias.
Pensó en quién mierda lo iba a contratar.
Pensó en la plata que le costaba mantener el auto.
Pensó en el auto.
Pensó en sus hijas.
Pensó en sus compañeros.
Por eso, cuando a Raúl Richieri lo llamaron de la remisería para preguntarle si iba a seguir, no dudó un instante: la sucesión de imágenes operó en menos de un segundo en su cabeza.
-No -dijo, y colgó.
Raúl Richieri lo cuenta dentro de una carpa que soporta impasible la furiosa lluvia que cae sobre la mañana del jueves en vastos sectores del Gran Buenos Aires, pero que en Merlo, municipio al oeste del conurbano bonaerense, a 10 minutos de la estación del ferrocarril Sarmiento, y dentro de una fábrica tomada por 60 trabajadores, cobra una sensación particular.
“¿Sabés qué pasa?”, dice Richieri, que es entrerriano, trabajó en el campo, trabajó en la ciudad, trabajó toda su vida, se hizo la casa en Moreno, tiene tres hijas. “Pasa que para estas empresas somos un número nada más. No somos gente. A esta edad hay cosas que no puedo hacer más. Cuando me quedé sin trabajo acá, conseguí también entrar tierra en una casilla en carretilla. Una changa. Llegué un punto en que no di más. La cintura. No podía agacharme. Me tiré al pasto. Después de los 30 años uno es viejo para el sistema laboral. No consigo más nada. No te toman”.
Raúl Richieri cuenta que un dicho provincial es que los entrerrianos tienen 1000 oficios y 999 necesidades porque se meten en todo.
Raúl Richieri se metió en una toma.

El alzamiento

Desde el colectivo que parte de la estación de ferrocarril de Merlo y se interna en la ruta 200 hasta Marcos Paz, se divisa un tanque de agua altísimo con una bandera con el dibujo de un camión con semirremolque que está descargando. “Trabajadores en cooperativa”, dice y recibe. Debajo, un portón semiabierto con inscripciones en rojo contra los exgerentes y patrones de Pedro Petinari e Hijos -la metalúrgica que hace más de 50 años diseña, produce y comercializa acoplados y semirremolques para transportes de cargas- es lo que separa la ruta infinita de una fábrica infinita.
Petinari es gigante. Una visión apresurada arroja un cálculo erróneo: casi dos cuadras desde el portón hasta el último galpón que se divisa. Los trabajadores dicen que es más: 400 metros. En la página web, donde la gerencia hizo su descargo contra “un grupo de ex operarios” que obtuvieron “oscuros respaldos políticos y turbios patrocinios legales” para “alzarse” con una cooperativa, especifica que el predio es de 15 hectáreas y cubre 33 mil metros cuadrados.
Las persianas semibajas o cerradas, las máquinas paradas, los vehículos sin batería. El silencio más ensordecedor para un trabajador es cortado por el choque de las escobas contra el suelo. Los trabajadores se turnan para limpiar y dejar todo en perfecto estado para cuando sea la hora de reactivar la maquinaria silenciada desde febrero, cuando comenzó el paro, cuando comenzó todo.
Cuando comenzó un sueño.
Petinari: acoplados en cooperativa

Un fiscal, un comisario, una disculpa

Metros antes de la entrada al primer galpón (que es enorme, como todo en esta fábrica) está la carpa, el punto de encuentro de la toma. Hay bidones de agua, pan, yerba, bolsas de papas, una TV pequeña, aceite, una pava eléctrica que sostienen con una maderita porque -si no- no prende, termos, detergentes, mazos de cartas. Camperas, mochilas y cascos de moto cuelgan de los ganchos del toldo. Los rostros son de cansancio, de alerta, de dudas, de decisión. Sobre la mesa circulan actas, firmas, documentos, carpetas, preguntas, cigarrillos, nervios.
De fondo, la tele encendida muestra los spots de los candidatos para las PASO.
Una pregunta en el cuaderno congela esa foto: “¿Cuál es la verdadera política?”.
En medio de todo el tramiterío que los más de 60 trabajadores de Petinari están iniciando para constituirse legalmente como una cooperativa de trabajo, el obrero Luis Becerra (32 años, 9 en la fábrica, dos hijos, tatuaje en el brazo derecho) tiene la delicadeza de pedir perdón por retrasar la entrevista. Horas antes cayó el comisario Obregón, de la Comisaría 1° de Merlo, y el fiscal que instruye la causa por usurpación que los patrones iniciaron contra los trabajadores. Se mostraron receptivos, amables, hicieron chistes, y explicaron que debían constatar por protocolo que los que estuvieran en la fábrica fueran efectivamente trabajadores. Sacaron fotos, y dijeron que tenían que hacerlo para comprobar que las máquinas estuvieran en buen estado.
En medio de todo este nuevo universo, Luis Becerra se disculpa por retrasar la entrevista. Con vergüenza, le decimos que por favor.

El teatro de SMATA

Cuando se pregunta hasta dónde se remontarían para explicar el presente de la futura cooperativa, el primero que responde es Hernán Noir, 31 años, con 10 en la empresa: “La lucha fue desde el primer día que entramos acá. Porque lo cotidiano de la empresa era un maltrato hacia el trabajador. El cuento arrancó en 2012 con un paro arreglado entre la empresa y el sindicato (SMATA) para que pudieran cobrar unos bonos del gobierno. Se nos pagó los 47 días del paro, del primero hasta el último. Se nos puso a Giorgi (Débora, ministra de Industrias), a Tomada (Carlos, ministro de Trabajo), a todo el mundo, y después el SMATA presentó gente para gerenciar la empresa. De a poquito la fueron tirando abajo. La idea era hacer un cierre fraudulento”.
Eran aproximadamente 330 trabajadores. Hoy son 60, y se extiende a 100 los que podrían formar parte de la cooperativa (advierten que, incluso, el número puede seguir aumentando). Los reclamos eran parecidos a los de este año: falta de pago de quincenas y vacaciones. Noir: “En diciembre de 2012 hubo retiros voluntarios. Muchos no querían arreglar porque no eran al cien por ciento y, después, despidieron a 24 personas. A partir de ahí, hubo retiros voluntarios o despidos semanales o quincenales. Capaz llegabas un lunes y a cinco personas le decían que estaban despedidas, arreglaban y se iban con la indemnización”.
Luis Becerra: “La empresa arreglaba con el sindicato. Los hacían elegir a quién despedir. Nos empezó a llamar la atención: el sindicato siempre nos apoyaba, pero de un día para el otro se cortó”.
Noir: “A mediados de junio del año pasado vino Gustavo Morán, secretario gremial de SMATA. Armó literalmente un teatro: puso 200 sillas en el sector de tornería, se sentó el gerente de la empresa, Ricardo Grégori, y dijeron que pensemos en la posibilidad de estar suspendidos dos días por semana sin goce de sueldo. Nosotros elegíamos qué días”.
Alberto Daniel Gimenez, 58 años, 19 en Petinari, armado de piso, ironiza: “Ese es el que nos defiende a nosotros”.
Noir: “Días después se nos comunicó qué días no teníamos que ir a trabajar. ¿No era que teníamos que elegir nosotros? Hubo problemas con el aguinaldo, que las cuotas, que sí, que no, que nos suspendían 30 días hábiles sin goce de sueldo, que cada uno a su casa, y terminó saliendo un acuerdo de estar suspendido una vez a la semana durante 5 meses. De julio a diciembre. El aguinaldo nunca lo cobramos. El cuento del sindicato era que la empresa no se iba a aguantar otra vez dos meses de paro. ¿Hasta cuándo vamos a estar así?, nos preguntamos. La empresa seguía laburando. Pasó que en la segunda quincena de enero cobramos por la mitad. Y ahí se decidió el paro. Ya no había plata para vacaciones ni nada. Desde el 5 de febrero acá estamos. Estuvimos 20 días adentro y el 25 de febrero se salió a la calle. Y desde ahí, estuvimos literalmente en la calle. Hasta el lunes. Nos desalojaron en marzo. Nos cortaron la obra social. Muchos compañeros quedaron sin cobertura. Nos sacudieron por donde quisieron. Y acá estamos. Firmes”.

El cambio

¿Cómo se sostiene estar tantos meses en la ruta? ¿Cómo se soporta esa violencia? Walter Romero, 48 años, 12 en la empresa, hincha de River (exhibe orgulloso su camiseta frente a la flamante Libertadores): “Gracias a la solidaridad de la gente. Pusimos la olla en la ruta y la gente colaboraba de un peso, de a dos, de a cien. Algunos dejaban, sí. Y al fin del día se junta y los compañeros que están se llevan para la comida a la casa. Es la única forma en la que estamos subsistiendo. Muchos están haciendo changas. Pero los que no estamos trabajando, nos arreglamos con eso. Camioneros, colectivos. Los de Ecotrans nos nos cobran boletos: nos hacen viajar gratis”.
Miguel Ángel Colazo, 48 años, 6 en la empresa, reparaciones: “Mi señora trabaja. La estamos peleando. Sale una changa y la hago”.
¿Y el sostén personal, interno, por dónde pasa?
Gimenez: “Si bajás los brazos acá, fuiste”.
Romero: “A mí mi señora me manda a buscar trabajo todos los días. Soy sincero y lo digo. Pero mi meta está acá, porque no quiero abandonar el barco. Hace 12 años que estoy y no se los quiero regalar. Entonces le doy para adelante y me peleo con mi señora. Mis hijos me bancan porque trabajan. Tengo 8 hijos. Una hija con diabetes. Y estábamos con este tema de la obra social que nos dejó de lado. Muchos están con esos problemas, porque tienen hijos, nietos. Son cosas que uno está viviendo hoy y nunca vivió. Yo me voy de casa, pelea; llego, pelea. La voy llevando así. Nunca te pasó por la cabeza vivir esto. A mis compañeros no los voy a abandonar”.
Jorge Gutiérrez, futuro presidente de la cooperativa: “La lucha es por los compañeros. Hay mucha gente grande. ¿Dónde consigue hoy? La idea es mantener la fuente de trabajo. Cada paso es un logro y ojalá siga así. Sin darnos cuenta tomamos la cooperativa solos. Sin darnos cuenta, estamos donde llegamos, con 60 tipos que dijeron ‘vamos a entrar’, y entramos”.
Luis Becerra: “Nos cayó la ficha. Nosotros estábamos esperando que caiga un papel o que llegaran 300 tipos, y cuando entramos, caímos. Fue un paso enorme. Porque acá adentro, sinceramente, nunca hubo organización. No hay militancia, con el sindicato nos arreglábamos a las patadas, la sobrellevábamos. Fijate: te proponían suspender dos días, pero estábamos todos juntos y seguíamos laburando. Hasta se aceptó la propuesta de pago de cuotas de los aguinaldos. Pero antes de que empezaran las clases, los compañeros no tenían con qué mandar a sus hijos a la escuela. Es muy doloroso, pero nos tuvo que pasar esto para empezar a organizarnos de otra manera. Y encima lo estamos haciendo solos. A las patadas, pero nos están saliendo bien”.
Becerra reflexiona: “Cada día, además, se va notando un cambio entre nosotros. Nos cuidamos. Éramos todos compañeros, sí, pero ahora la palabra compañero va tomando de a poco otro valor. Te das cuenta que si tiramos todos para el mismo lado, vamos bien. Se van a conseguir resultados. Antes pensábamos: cobro la plata y chau. Hoy empezamos a pensar en los compañeros. Mi señora es docente. Tiene la madre enferma: cáncer. Es complicado todo. Y nos tenemos que poner fuertes, porque si nos ponemos débiles, algunos se bajan. Tenemos montones de presiones, y capaz uno se encierra en su casa para descargar. ¿Nos está costando un montón? Sí, olvidate. Pero es lo que día a día nos mantiene más unidos: saber que estamos tratando de organizarnos y hacer las cosas bien. Escucho a los compañeros: hoy tienen otra actitud, y son los primeros que se ofrecen para darte una mano. Todos cometimos errores, pero día a día nos vamos convirtiendo en mejores personas”.

Una experiencia hermosa

Jorge Gutiérrez explica que la maquinaria legal está en marcha. Los trabajadores de Textiles Pigüé -ex Gatic, empresa recuperada transformada en cooperativa que obtuvo la expropiación- estuvieron en la toma y los asesoraron. El proyecto de expropiación ya fue presentado por el diputado Miguel Funes (FpV) en la legislatura bonaerense. De todas maneras, desde el lunes hay una guardia permanente mañana, tarde y noche por parte de los trabajadores para estar alertas ante cualquier amague de desalojo.
Becerra no habla de colores ni banderas políticas: “Cuando esto triunfe, pintamos la fábrica de todos los colores. Primero, que ayuden. No nos ofrezcan abogados si mis compañeros están pidiendo monedas. La prioridad es que tengan para comer y no se caguen de frío acá adentro”.
Daniel Alberto Castagna, 51 años, 5 en la empresa, sector hidráulica, profetiza: “Todos vamos a ser cooperativa a la larga, vas a ver. Al gobierno le conviene: quita de en medio al sindicato y a los empresarios”.
Carlos, un vecino de la zona, hombre grande, es introducido a la charla por los trabajadores. Cuentan que los ayudó mucho. Trajo impresos 2 mil volantes sobre la peregrinación encabezada por el obispo de Merlo que saldrá el viernes a las 9 desde la fábrica hasta una iglesia cercana en apoyo a la toma. “Para mi es un hecho importantísimo para la zona”, dice Carlos, que no pierde de vista el significado geográfico de la movida: los trabajadores están a punto de conformar una cooperativa en el municipio que desde 1991 gobierna Raúl Othacehé. “Yo vengo de otras experiencias. Una de las cosas que facilita el proceso, además de lo que cuentan los compañeros, es el apoyo del barrio. Estuve en Zanón, y ese apoyo fue parte del triunfo. La gente felicita a los obreros de Petinari. Es una experiencia hermosa”.
Afuera, los obreros distribuyen los volantes con la misma metodología que utilizaron todos estos meses de protesta y movilización: cortando un solo carril de una ruta transitada.

Superman y el aviso

Algunos de los trabajadores agarran la olla grande y la depositan encima del fuego que encendieron con papeles de diarios, volantes y maderas. Es la hora del almuerzo. Al lado del fuego, buscando caricia y atraído por el aroma a guiso, se acerca Negro. “En cada toma siempre hay un perro”, suelta como una máxima Francisco Manteca Martínez, obrero de Textiles Pigüé, que se acercó a la carpa. El cocinero toma un pedazo de madera grande: es la cuchara para la olla. Dentro: carne, papa, arroz blanco, arvejas y salsa de tomate.
-¡Manos arriba! -le bromea uno de los obreros al cocinero, como el jurado del programa MasterChef les dice a sus participantes cuando se les termina el tiempo para cocinar.
-Sí, chef. Sí, chef -le responde, entre risas, respetando el código.
Previo a comer, en una recorrida por la fábrica, un cartel premonitorio llama la atención. Dice: “AVISO: La seguridad depende de usted”.
Nunca mejor dicho.
Nunca mejor aplicado el concepto de “seguridad”.
Nunca mejor entendido que por estos trabajadores.
Seguridad es igual a mantener las fuentes de trabajo.
Mantener las fuentes de trabajo implicó la toma.
La toma implica una cooperativa.
La cooperativa depende de todos.
Alberto Gimenez también lo entiende perfectamente: “Yo tengo 19 años acá. La voy a seguir hasta que pueda. No somos Superman, pero la vamos a seguir peleando más que nunca”.
Pregunta: ¿seguro que no son Superman?
Hernán Noir: “Superman tiene poderes. Nosotros no, pero tenemos fuerza: estamos todos juntos”.

Imágenes registradas por Néstor Saracho para su película “Las manos recuperadas”.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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