Nota
Con la frente en alto
La selección femenina de Fútbol se despidió con una remontada de película, tres goles y mucha emoción frente a Esocia. Y hasta tuvo chances de pasar de la fase de grupos. Del empate contra las subcampeonas al penal más largo del mundo: el Mundial fue corto pero intenso, y dejó en claro que hay mucho futuro. Así lo recuerda y aplaude la periodista Delfina Corti.
Festejamos un empate con las subcampeonas del mundo. Sonreímos, en aquel partido, con las gambetas de nuestra capitana. Gritamos con el manotazo de Vani Correa cuando atajó el penal contra Inglaterra. Y, como si eso no hubiera sido suficiente, en el último partido gritamos tres goles. Tres.
El primero fue un grito seco, corto. Con puño cerrado. La remontada no se asomaba, pero era el primer gol en este Mundial. ¿Mirá si no lo íbamos a gritar?
El segundo, fue un grito con una sonrisa esperanzadora: “¿Quién te dice que en diez minutos no podamos dar vuelta el partido?”. Lo creímos nosotras y lo creyeron posible ellas.
Y cuando el reloj marcaba los 88 minutos, llegó el penal para creer en el empate. Un penal que duró cinco minutos, un penal que, con perdón a Soriano, fue para muchos el penal más largo del mundo.
¿Qué habrá pensado Sophie Howard en el segundo en el que tocó a Aldi Cometti y se daba cuenta de que no había llegado a la pelota? ¿Habrá pensado en el momento en que decidió no jugar para la selección alemana, país donde nació, para jugar con Escocia, nacionalidad de su mamá? Probablemente, en el momento en que Ri Hyang-Ok abandonó la pantalla del VAR y marcó penal para Argentina, a Sophie Howard se le vinieron sus propias palabras, aquellas que había declarado después del amistoso contra Jamaica donde regaló el segundo gol jamaiquino: “Todos cometemos errores. Solo hay que aprender de eso y seguir adelante”.
Y cuando la central le tocó el tobillo a nuestra “Mariscala”, apodo que le puso Borrello, ¿qué habrá pensado Aldi Cometti? ¿Qué habrá pensando en el momento en que miraba la decisión de la árbitra mientras volvía trotando al área argentina? Y una vez cobrado el penal, ¿qué le habrá dicho a Rachel Corsie cuando la empujó para que dejara de decirle cosas al oído a Bonsegundo mientras acomodaba la pelota para patear el penal? Probablemente, aquello que pensó fue lo mismo que le dijo a la jugadora escocesa. Lo mismo que se repite una y otra vez desde que comprendió que el fútbol con las mujeres es injusto y que por eso “Cumple sus sueños quien lucha”.
Y mientras las escocesas reclamaban el penal en contra, ¿qué habrá pensado la arquera Lee Alexander? ¿Qué habrá pensado cuando agarró un papelito que estaba junto a su botella de agua y tenía como machete dónde patearían las jugadoras argentinas? ¿Qué habrá pensado mientras la arbitra le decía que no podía moverse de la línea? ¿La habrá escuchado o por no prestarle atención tuvo que tragarse el festejo del penal atajado? ¿Qué habrá pensado cuando Bonsegundo, ahora sí, metió el penal y el 3-3 definitivo? Quizás, como dijo meses atrás cuando le consultaron sobre el rol de la arquera, pensó: “A veces una es la heroína y, a veces, la villana”. Y en el minuto 94, al dar tres pasos hacia adelante, Lee Alexander se quedó sin capa. Se la cedió a Flor Bonsegundo, la única jugadora que aún perdiendo 0-3 creyó que el empate y la victoria eran posible.
¿Qué habrá pensado Bonsegundo cuando quebró la cadera para mandar el centro que Larroquette estrelló sobre el travesaño? ¿Qué habrá pensado en los momentos del partido en que sus compañeras estaban muertas anímicamente y ella encaraba como si el resultado fuera anecdótico? ¿Qué habrá pensado cuando vio cómo la pelota le entraba en cámara lenta a Lee Alexander en el segundo gol? ¿Qué habrá pensado cuando agarró la pelota para patear el penal y se le acercó Rachel Corsie a molestarla? ¿Habrá pensado lo mismo que le gritó a la inglesa: “Salí de acá, pelotuda”? ¿Qué habrá pensado cuando tuvo que repetir el penal?
Probablemente, durante los 95 minutos pensó aquello que declaró finalizado el partido.
Aquello que hizo que el penal más largo del mundo se convirtiera en un reflejo de esta selección argentina: “Yo de acá me voy con la frente bien alta y llevando a mi país en el corazón».
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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