Nota
La globalización y su caída
Por Vandana Shiva. La globalización se impuso al mundo con una promesa de paz y prosperidad. En cambio estamos enfrentados con la guerra y la crisis económica. No sólo la prosperidad ha resultado ser evasiva, las seguridades económicas mínimas de las personas y los países están desapareciendo rápidamente. En países como Argentina donde el hambre nunca fue un problema, han empezado a ocurrir muertes por hambre, y el hambre ha vuelto a países como la India que había eliminado la hambruna, como la de 1942 que mató a 2 millones de personas bajo el mando colonial, y había proporcionado seguridad alimentaria a través de una política pública dirigida por el proceso democrático de un país independiente y soberano. Incluso las economías ricas de EE UU, Europa y Japón afrontan una decaída. La globalización ha fracasado claramente en la mejora del bienestar de los ciudadanos o de los países.
Sí ha ayudado a algunas corporaciones a aumentar sus ganancias y mercados, pero muchas de ellas, como AOL/TIME Warner y Enron, cuyo crecimiento no sostenible estaba basado en la desregulación que acompaña a la globalización, han quebrado o se han desvalorizado. Seguir el camino de la globalización demuestra ser una receta para la no sostenibilidad para los ricos y para el empobrecimiento y la indigencia para los pobres.
La paz fue otra promesa de la globalización, pero lo que hemos heredado ha sido terrorismo y guerra. La paz debía ser un resultado del aumento de la prosperidad global a través de la globalización. El aumento de la pobreza es la realidad que se revela. Y la inseguridad económica y la exclusión están creando las condiciones para el aumento del terrorismo y el fundamentalismo.
La exclusión económica y política, y la erosión de la soberanía económica nacional están haciendo que muchos jóvenes viren hacia el terrorismo y la violencia como una forma de alcanzar sus objetivos. La erosión del nacionalismo económico y el crecimiento de la inseguridad económica también proporcionan tierra fértil para el ascenso de los políticos fundamentalistas de derechas, con partidos que usan la realidad de la inseguridad económica para echar leña al fuego de la inseguridad cultural, y llenar el vacío dejado por el derrumbamiento del nacionalismo y la soberanía económicos con la agenda pseudo nacionalista del «nacionalismo cultural».
A escala global, la retórica «del choque de civilizaciones» y la guerra contra el Islam realiza la misma función que las agendas políticas exclusivistas de nacionalismo cultural e ideología fundamentalista en el nivel nacional.
La convergencia del Fundamentalismo
Dos formas de fundamentalismo parecen estar convergiendo y comenzando a reforzarse y apoyarse mutuamente.
El primero es el fundamentalismo del mercado de la globalización en sí mismo. Este fundamentalismo redefine la vida como mercancía, la sociedad como economía, y el mercado como medio y fin de la empresa humana. El mercado se está convirtiendo en el principio de organización para el aprovisionamiento de comida, agua, salud, educación y otras necesidades básicas; se está convirtiendo en el principio de organización para el gobierno, se está convirtiendo en la medida de nuestra humanidad.
Nuestra humanidad ya no se afirma en los derechos humanos fundamentales consagrados en todas las constituciones y en la declaración de los derechos humanos de la ONU. Ahora está condicionado a nuestra capacidad de «comprar» nuestras necesidades en el mercado global, en el cual las condiciones de la vida (comida, agua, salud, conocimiento) se convierten en las mercancías esenciales controladas por un puñado de corporaciones. En el fundamentalismo del mercado de la globalización, todo es una mercancía, todo está en venta. Nada es sagrado, no hay derechos fundamentales de los ciudadanos ni deberes fundamentales de los gobiernos.
El fundamentalismo del mercado de la globalización y la exclusión económica inherentes a él están dando lugar a (y se refuerza y apoya en) políticas de exclusión que surgen en forma de partidos políticos basados en el «fundamentalismo religioso» /xenofobia/limpieza étnica y en el refuerzo del patriarcado y el sistema de clases. La cultura de la mercantilización ha aumentado la violencia contra las mujeres, sea en forma del aumento de la violencia doméstica, del aumento de los casos de violación, de epidemias de feticidio femenino, y del aumento del tráfico de mujeres.
La globalización como un proyecto patriarcal ha reforzado las exclusiones patriarcales. Las atrocidades contra los dalits [casta más baja del sistema social de la India, N. Del T] también han aumentado como consecuencia de la globalización, disfrutando las castas más altas de un nuevo poder con su integración al mercado global e intentando también usurpar los recursos de los pobres y marginados, sobre todo los dalits y tribus indígenas, para la explotación comercial. Se han deshecho las leyes de reforma agraria que hicieron inalienables los derechos de la tierra de los dalits. Está en marcha un intento para deshacer la protección constitucional de los derechos tribales de la tierra bajo el título V de la Constitución.
Mujeres, dalits, tribus, las minorías son las víctimas especiales del impacto social y económico de la globalización. Los nuevos movimientos de solidaridad como la Campaña del Pueblo Indio contra la O.M.C forjan nuevas alianzas entre diferentes movimientos. Sin embargo, la política de exclusión emergente está rebasando los movimientos de la gente.
La inseguridad económica hace vulnerables a los ciudadanos a la política basada en la exclusión. Para aquellos en el poder, o buscándolo, una política de exclusión se convierte políticamente en una necesidad. Se hace necesaria para llenar el vacío creado por el fallecimiento de la soberanía económica y del estado del bienestar y para sustituir una política con identidad basada en los derechos económicos.
Se hace necesaria para desviar la atención pública del impacto negativo de globalización y explicar la falta de empleos y de sustento, y la carencia de satisfacción de las necesidades básicas que resultan de la globalización económica en términos de competencia por empleos y recursos escasos con «minorías» e «inmigrantes». El fundamentalismo y la xenofobia resultan ser auxiliadores de la globalización corporativa, dividiendo y distrayendo a la gente, dando así protección e inmunidad al proyecto de la globalización.
En la India, cada voto desde 1991 ha sido un voto en contra de la globalización y la liberalización del mercado que crea 10 millones de nuevos desempleados cada año, depaupera a los campesinos y priva de derechos a los marginados. Esto cambió en 2002 en las elecciones de Gujarat que siguieron a la masacre de 2000 musulmanes, con una violenta re-ingeniería de la agenda electoral para alejarla de las necesidades básicas y centrarla en un conflicto y lucha entre mayorías y minorías. La aritmética garantizó la victoria al partido que había creado una división entre las comunidades mayoritarias y minoritarias y que había sembrado el miedo y el odio mutuos mediante violaciones y asesinatos. Esta agenda violenta y exclusivista se extiende ahora a todas las elecciones siguientes.
Y mientras las matanzas estaban en camino, y la preocupación nacional se centraba en combatir el comunalismo y el fundamentalismo, la agenda de la globalización se impuso a marchas forzadas. Se autorizaron los OMG (organismos modificados genéticamente), se cambiaron las leyes de patentes para permitir patentes sobre la vida, se introdujo una nueva política del agua basada en su privatización, y se introdujeron nuevas políticas para desmontar la seguridad del sustento de los agricultores y la seguridad alimentaria de la gente. El presupuesto de 2003 ha llevado aún más lejos la agenda de la globalización, usando la distracción de la división religiosa y de las comunidades para disipar la oposición democrática.
En EE UU y el Reino Unido, la guerra contra Irak se ha convertido en una distracción conveniente de los asuntos de la globalización y el aumento del paro y la inseguridad económica. La política del odio se convierte en el apoyo indirecto al fracasado y fallido proyecto de la globalización.
Necesitamos una nueva política de solidaridad y paz que trate simultáneamente la violencia y la exclusión inherentes a la globalización, la violencia del terrorismo y el fundamentalismo y la violencia de la guerra. Las diferentes formas de violencia y las diferentes formas de fundamentalismo tienen raíces comunes, y necesitan una respuesta común. La globalización es intolerante a la descentralización, a la democracia y a la diversidad económicas. El terrorismo y el fundamentalismo son intolerantes a la diversidad cultural. Y la máquina de guerra es intolerante al «otro» y a la resolución pacífica de conflictos.
La respuesta a la globalización es la protección y la defensa de nuestras diversas economías a escala local y nacional. La respuesta al fundamentalismo es la celebración de nuestras diversidades culturales. La respuesta a la guerra es el reconocimiento de que «el otro» no es una amenaza, sino la condición previa misma de nuestro ser.
Imagínese como sería de diferente el mundo si estuviera basado en una filosofía de interdependencia mutua en vez de la filosofía dominante actual que está basada en «Para que yo exista, tu debes ser exterminado» o «Tu existencia es una amenaza a mi existencia».
En un mundo basado en la interdependencia más que en la dominación, la exclusión, y la exterminación, Monsanto no podría presentar un acuerdo de TRIPS (Derechos de propiedad Intelectual Relacionados a la Industria) que trata como «ladrones» a los agricultores cuyas semillas Monsanto ha patentado. Monsanto, Syngenta, Ricetec y otros biopiratas tendrían que reconocer que su cosecha está basada en la cosecha previa de los agricultores.
Si las corporaciones biotecnológicas pudieran ver que la humanidad depende de la diversidad biológica, y que la seguridad alimentaria necesita polinizadores y especies de diferentes plantas, no harían uso de cosechas de Bt [Insecticida compuesto de bacterias Bacillus thuringiensis modificadas genéticamente N. Del T.] de ingeniería genética que matan abejas y mariposas, no crearían plantas resistentes a herbicidas, ni borrarían la diversidad de las plantas.
Si el Presidente Bush pudiera ver el Tigris y el Eufrates y la civilización de Mesopotamia como antepasados y reconociera nuestras raíces comunes en una evolución común, no entraría precipitadamente para borrar las raíces históricas con bombas no tripuladas y armas de destrucción masiva.
Si los que controlan el capital pudieran ver que su riqueza incorpora la creatividad de la naturaleza y el trabajo de la gente, no crearían reglas de comercio que destruyen la naturaleza y los medios de vida.
El fundamentalismo del mercado y el fundamentalismo de las ideologías del odio y la intolerancia están arraigados en el miedo – el miedo del otro, el miedo de la capacidad y la creatividad del otro, el miedo de la soberanía del otro.
Estamos siendo testigos de las peores expresiones de violencia organizada de la humanidad contra la humanidad porque somos testigos del exterminio de la filosofía de la inclusión, la compasión y la solidaridad. Esto es el costo más alto de la globalización: está destruyendo nuestra capacidad misma de ser humanos. El redescubrimiento de nuestra humanidad es el imperativo más alto para resistir e invertir este proyecto inhumano. El debate sobre la globalización no es sobre el mercado o la economía. Es sobre recordar nuestra humanidad común. Y el peligro de olvidar el significado de ser humano.
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

Nota
La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI
Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.
El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos.
El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

Exposiciones sin consenso
El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.
En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.
Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.
Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.
La evidencia del modelo
Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.
Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.
Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.
Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.
María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.
Antecedentes que enferman
Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós.
Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.
Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.
Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.


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