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Así habló Firmenich: “¿Y qué?”

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El tren de la victoria/ La saga de los Zuker es el título de un libro inédito, escrito por Cristina Zuker, hermana de Ricardo, un desaparecido en la contraofensiva organizada desde Europa por los montoneros, cuya cúpula está bajo la lupa judicial sospechada de haber entregado a aquellos militantes. La frase “hay que subirse al último tren de la victoria” fue cometida por Roberto Perdía cuando anunció en Madrid la contraofensiva, en una reunión abierta y pública a la que no habrán faltado los servicios de inteligencia. Uno de los capítulos del libro, que aquí se reproduce en su totalidad, incluye el último reportaje realizado a Mario Firmenich antes del pedido de captura internacional para que declare en la causa. La entrevista es un reflejo del modo de pensar de quien considera que la política está llena de montoneros castrados, se compara con Manuel Belgrano y ve la Argentina atrapada en la justificación histórica de los dos demonios.

“Nadie llevó de la nariz a los que intervinieron en la contraofensiva de los Montoneros, en 1979 y en 1980. No se puede aceptar que fueron unos estúpidos engañados. Además, podrían haber dicho que no. Tuvieron la oportunidad. Algunos, de hecho, se negaron a participar. Pero otros persistieron. Nadie les puso un revólver en la cabeza. Estaban convencidos de que todo era poco para luchar contra la dictadura”.

Cristina Zuker, hermana de Ricardo, un montonero desaparecido en esa contraofensiva, acaba de finalizar un libro que relata aquella historia trágica, y en el que realiza un reportaje al jefe montonero Mario Eduardo Firmenich, en Barcelona.

Es el último reportaje que se le hizo al dirigente que ahora es uno de los imputados en la causa por aquellas desapariciones, en la que el juez Claudio Bonadío presume que hubo delaciones internas, traiciones, y entregas.

Cristina, que choca con Firmenich a lo largo de la entrevista, tiene otra teoría sobre la contraofensiva, que abarca a su propio hermano: “A los chicos no hacía falta que nadie los entregara. Ya estaban entregados”.

Cristina y su hermano son hijos del actor Marcos Zuker, fallecido en mayo de este año. “Nunca tuvimos una relación espléndida con él, que se separó de mi mamá cuando éramos chicos. Pero estuvo cuando había que estar”.

Ricardo Zuker, nacido el 24 de febrero de 1955, había sido dirigente de la Unión de Estudiantes Secundarios, se incorporó a los montoneros, y estuvo secuestrado durante 46 días en 1977, tras lo cual fue liberado y marchó a San Pablo, Brasil. Su madre y su hermana fueron tras él. “A los pocos días, mamá murió de un infarto, tenía 55 años” cuenta Cristina. “Eso significó para mi hermano una suerte de compromiso con la muerte. La idea de los muertos era algo que pesaba mucho en los jóvenes que se unieron a la contraofensiva”.

Ricardo partió rumbo a España. Cristina volvió a la Argentina con el cuerpo de su madre. Cristina Zuker no era militante. “Simpatizaba, iba a las marchas, no más que eso”. El 2 de enero de 1977 llegó exiliada a España, y se enteró del proyecto de la contraofensiva, con la que los montoneros imaginaban reincorporarse a las actividades que llamaban político-militares en el país.

Curiosamente, la noticia de dicha contraofensiva no se trató de un secreto típico de una organización militarizada, opaca, cerrada, y propensa a las conspiraciones, sino de una reunión abierta y pública en Madrid. “La gente iba hasta con los chicos” dice Cristina. Nadie considera que los agentes de inteligencia esparcidos por la dictadura argentina en Europa serían capaces de perderse semejante show.

Cristina se despidió de su hermano, que se escondió en una casa de las sierras de Madrid, luego se entrenó en el Líbano, y finalmente llegó a la Argentina en junio del 79. Estuvo cinco meses, y volvió a Madrid.

El 1º de enero de 1980 volvieron a despedirse. Esa vez sería la definitiva.

Cristina supo más tarde que su hermano había caído en manos de los militares, y Emilio Mignogne la llamó para avisarle que Ricardo había sido visto entre los secuestrados cautivos en Campo de Mayo. Luego, ya no se supo nada más.

Cristina volvió a la Argentina en 1984. Inició una causa, que llevó adelante el Centro de Estudios Legales y Sociales a través de la abogada Alicia Oliveira (actual secretaria de Derechos Humanos de la cancillería argentina).

“La causa durmió el sueño de los justos hasta que un día, en el programa de Mauro Viale, un tal suboficial González dijo que él había visto cómo había sido fusilado el hijo de Marcos Zuker”. Una teoría es que el tal González, prófugo, mintió. La otra es que dijo la verdad. Si la justicia avanza, todo se sabrá. Cristina declaró en ese juicio que ya tiene más de 20 procesados y en el que el juez Claudio Bonadío ahora ha detenido a Roberto Perdía, a Fernando Vaca Narvaja, mientras la Interpol partió en busca de Firmenich.

Cristina sabe que Bonadío es uno de los jueces “de la servilleta” denunciada por el ex ministro Domingo Cavallo. Traducción: un juez cercano al menemismo después de haber sido un militante de Guardia de Hierro en su juventud. “La causa tiene algo extraño, tiene esa cosa de los dos demonios”. Militares procesados, y ahora también guerrilleros. Aunque Cristina no considera que personas como su hermano hayan sido víctimas de una suerte de engaño por parte de sus jefes.

“Empecé a escribir el libro hace un año, después de un viaje a España a visitar a mi hija que tiene 21 años y se fue a vivir allí, que es donde nació cuando yo estaba exiliada. Yo había ido atesorando cartas de mi hermano, de la época en la que estuvo aquí durante la contraofensiva. Hablaba de sus miedos, de lo que iba sintiendo, de la muerte. Algunas son sobrecogedoras”. El libro también cuenta la historia de Ana Victoria, la hija de Ricardo (que en la Argentina fue capturado junto a su mujer), a quien habían dejado en una guardería en La Habana. Ana Victoria falleció a los 20 años de un cáncer de lengua. Cristina cree que se trata de otra tragedia, y también de otra metáfora.

El libro habla de la Operación Murciélago, de la Operación Guardamuebles, del caso de una ex montonera acusada de haber delatado a sus compañeros, y el capítulo que se reproduce a continuación incluye la entrevista completa a Mario Firmenich, entre otras cosas.

Mientras las editoriales argentinas cavilan sobre si todo este material merece ser publicado y los diarios publican como propio extractos que ni siquiera pagan, parece prudente dejar hablar al propio texto de Cristina para que una historia de la que casi nunca se habló, empiece a ser contada.

Cada vez que vuelvo a España desde mi definitivo retorno en marzo de 1984, llego con el corazón lleno de ansiedad por saber algo más sobre mi hermano Ricardo. Imagino que Madrid me va a permitir devanar el hilo de la memoria desde nuestro reencuentro, en Barajas, el 2 de enero de 1979, hasta el atroz momento de nuestra última despedida, el primer día de enero de 1980, exactamente un año después, cuando finalmente ingresó en ese temido infierno que significó su caída a manos del Batallón 601, en las inmediaciones de la Estación Plaza Once, el 29 de febrero de 1980.

Cuando retorné por primera vez en 1998, aterricé en Barcelona para conocer a Silvia Tolchinsky, quien fue liberada tras permanecer dos años desaparecida. A través de su testimonio ante la Subsecretaría de Derechos Humanos me enteré que, hasta noviembre o diciembre de 1980, mi hermano seguía con vida en el campo de concentración que funcionaba tras los muros de Campo de Mayo, “El Campito”, el mayor centro de detención de la dictadura, incluso más importante que la ESMA. Saberlo aumentó, si cabe, mi dolor: siempre supuse que su ejecución había sido sumaria, sin imaginar el largo tormento que debió sobrellevar antes de ser asesinado.

Con voz lenta y como si el dolor nunca la hubiera abandonando desde entonces, Silvia me contó que su caída tuvo lugar el 9 de septiembre del 80, en Mendoza, en el paso fronterizo Las Cuevas, y que desde allí había sido trasladada por la patota en un avión hasta una quinta situada a escasos metros de Campo de Mayo.

Durante los once meses que permaneció engrillada, encadenada y con los ojos vendados, contó que “en el transcurso de los interrogatorios me decían que en un sitio cercano estaban con vida muchos secuestrados. Entre ellos, mi hermano Daniel Tolchinsky, su mujer Ana Dora Wiessen, María Antonia Berger, Patricia Lesgart, Guillermo Amarilla, Marcela Molfino de Amarilla, la mujer de Maggio, Zuker y su mujer, y Horacio Campiglia. No creo que hayan dado más nombres, pero sí aseguraban que eran unas cuarenta personas. En dos oportunidades me trajeron cartas de mi hermano y mi cuñada, que también me hablaban de los compañeros vivos. Cerca de diciembre del 80, uno de los carceleros me dice que iban a matar a todos los presos que seguían con vida.”

Un día le dijeron que Daniel, su hermano, había sido fusilado, probablemente en diciembre del 80, un mes tan caro a la feligresía castrense. También Ricardo habría corrido igual suerte, como parte de la misma ofrenda navideña.

Silvia fue la única sobreviviente, y su declaración constituye la columna vertebral de la causa 6859 que lleva adelante el juez federal Claudío Bonadío para dilucidar el secuestro y la desaparición de quince militantes montoneros, entre ellos Ricardo. Los hechos investigados son crímenes de lesa humanidad y por consiguiente de naturaleza imprescriptible. Privación ilegítima de la libertad, tormentos, reducción a servidumbre, homicidio agravado por ensañamiento y asociación ilícita son las figuras que se reproducen obsesivamente para resignificar el espanto.

Desde Barcelona, me dirigí a Madrid para denunciar ante el Juez Baltasar Garzón esas desapariciones que se produjeron tras la vuelta al país en el marco de la segunda etapa de la Contraofensiva Popular, operación en exceso triunfalista planificada por la Conducción Montonera desde el exterior, donde el país pasaba a ser un mapa con más intrigas que certezas. Debo reconocer que la receptividad del juez español obró como un bálsamo sobre mí. La justicia me presentaba su mejor cara, aunque haya tenido que atravesar los mares para hallarla.

Mi siguiente y último viaje a España incluía en el orden familiar la repatriación de Flor, mi hija de 21 años, después de circular varios meses por las Ramblas de Barcelona. Pero además quería encontrarme frente a frente con Mario Eduardo Firmenich, el que fue comandante del Ejército Montonero hasta quedarse sin tropa. Confiaba que podía entregarme alguna de las piezas del rompecabezas que me permitieran armar cómo fue la última etapa de la vida de mi hermano, y quizás reconstruir su caída. Además de hablar con su hijo Mario Javier, para que me contara sobre los cinco años en que fue compañero de banco de mi sobrina Ana Victoria en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

-No voy a contestar nada que tenga que ver con esa causa judicial.-fue lo primero que me dijo Firmenich cuando lo llamé por teléfono, y agregó que debía sufrir ilusiones ópticas si pensaba que podía contarme algo de mi hermano que yo no supiera.

-Es esa típica costumbre nacional, “así que usted es de Buenos Aires… Entonces debe conocer a Fulanito”- cerró con una carcajada que por teléfono sonó demasiado hueca. No me reí, ni le recordé su responsabilidad sobre los hechos. Tenaz en mi propósito, quedamos en vernos el 26 de diciembre, día de fiesta en Cataluña, en su casa. Le anticipé que iría con mi hija. Podrán tildarme de cobarde, pero me importaba una visión más fresca y exenta de prejuicios que la mía.

Así que el día señalado ambas fuimos al Apeadero de Gracia para subirnos al confortable tren que nos llevaría a la vera del Mediterráneo hasta Vilanova i la Geltrú, un puerto bucólico de la costa catalana, donde los Firmenich viven hace seis años un presente más sosegado, desde que el jefe de la familia se gana la vida como profesor de economía en la Universidad Central de Barcelona. Aunque tenga una página en Internet cuya dirección es www.movimientomontonero.org, y en ella se sigan publicando documentos con pie de página en forma de consigna: “habrá patria para todos o no habrá patria para nadie”.

Ya no estaba tan segura de su ayuda para la reconstrucción de los hechos. Sin embargo, sí podría darme explicaciones acerca del documento que Ricardo y Marta, mi cuñada, habían firmado y entregado a la organización disponiendo que mi sobrina Ana Victoria me fuera entregada en caso de que algo les ocurriera. Pensaban que los abuelos maternos no honrarían la heroica decisión de volver al país, dando su vida para terminar de derrotar a la dictadura que, según los cálculos de la conducción montonera, ya estaba en retroceso. El único riesgo estratégico imperdonable, evaluaban, era perder el corazón de las masas.

Su mujer de toda la vida, María Elpidia, “la Negrita”, cordobesa, madre de sus cinco hijos, y encargada hoy como siempre de llevar las directivas de su marido en frecuentes viajes a la Argentina o de allanar los embates del pasado, había atendido mi primer llamado. Rápidamente, me anticipó que la intransigencia de Firmenich seguía incólume, a pesar de las tantas cosas que se han dicho de él a lo largo de los años, pero hizo hincapié en un más cercano sobresalto:

-El Pepe estaba solo, y le tocó la puerta un uniformado de la Policía Nacional Española con una citación para declarar en condición de testigo no imputado ante un juez italiano que está investigando el Plan Cóndor. Así que tuvimos que viajar a Madrid para ir a la Audiencia Nacional.

Sabía del tema a través de Carlos Slepoy, mi amigo del alma, que viene luchando sin tregua para que los responsables del genocidio sean juzgados como corresponde. Me contó que María Elpidia primero y Firmenich después lo habían llamado en busca de asesoramiento. A Carli, como lo nombra todo el mundo, le parecía absolutamente normal que lo convocaran a declarar, y que lo más llamativo era que no lo hubieran hecho antes. Y muy concretamente en el caso de la Contraofensiva del 80, donde era muy importante saber qué es lo que determinó que en sucesión prácticamente ininterrumpida fueran secuestrados todos. “A ella le dije que el silencio por parte de lo que quedaba de la organización sobre el tema era inadmisible desde el punto de vista judicial o histórico, y que debían existir documentos con las conclusiones acerca de los hechos”. María Elpidia le contestó que sí, pero que no sabía si estaban en España. Carli debe haber puesto su voz más grave y varonil para sugerirle: “adónde estén, lo mejor que se puede hacer es pedirlos y presentarlos ante el Juzgado”. Después habló con él:

-Mirá, en principio no temas sobre tu seguridad personal porque te están llamando como testigo. Por otra parte, me parece una oportunidad de oro para aparecer públicamente y decir qué fue lo que pasó en la Argentina, qué fue el Plan Cóndor y cómo actuaba la coordinación represiva de todas las dictaduras del Cono Sur. Yo conozco sobre el tema, pero supongo que vos lo tenés que conocer mejor que yo”. A Carli le pareció que había quedado muy seducido ante esa posibilidad. Aunque asintió con menos entusiasmo cuando escuchó: “Lo que más me llama la atención aquí es el tema de los dirigentes que tenían la obligación de saber cuáles eran las verdaderas condiciones en que los militantes volvían al país, y lo más lacerante, el asunto de la publicidad”. Carli concuerda conmigo. En Madrid toda la colonia argentina sabía quiénes volvían a combatir, con nombre y apellido, incluso hasta el día que salían, porque se encargaban públicamente de decirlo, “con un menosprecio suicida sobre la presencia más que probada de servicios de inteligencia actuando en España”, concluyó Slepoy su diálogo con el ex comandante montonero, según me cuenta mientras terminamos de almorzar en un pequeño restoran muy cercano a su bufete de abogado, en el tradicional barrio madrileño de Salamanca.

En aquella primera charla telefónica con María Elpidia, ingresó luego el tema de mi sobrina, cuya historia conocía a través de su hijo. Aprovechó entonces para contarme que cuando fue secuestrada en junio de 1976, con un tiro de FAL en un brazo, no sabía que estaba embarazada, que las palizas fueron demoledoras y que Mario Javier nació seis meses y medio después de su gestación.

Es él justamente quien nos abre la puerta del departamento, en un primer piso sin ascensor. Lo primero que reclama la atención al ingresar a la sala son las dimensiones del multitudinario pesebre navideño. Pastores, rebaños, vegetación, el infaltable lago, un espejo donde se reflejan las figuras de los tres reyes magos rodeando al Niño Jesús, flanqueado por la virgen María y José, el carpintero, y hasta el pasto para los camellos.

Tanta liturgia me recuerda que el dueño de casa inició su joven militancia en la Juventud Estudiantil Católica, que animaba el Padre Mugica. También me vienen a la cabeza unas fotos que azarosamente llegaron a mis manos. En ellas se registra al Padre Adur, capellán del Ejército Montonero, casando a mi hermano y a Marta poco antes de ir camino a la muerte. En una de las paredes del austero piso de Madrid, donde tuvo lugar la ceremonia, se distingue un mapa grande de la Argentina, mientras que en otra cuelga la bandera azul y blanca con su flagrante sol en el medio. Tanto la bandera como el mapa tapan dos cuadros donde se adivinan dos naturalezas muertas. Cuando vi esas fotos por primera vez, me inundó el recuerdo del briss de Ricardo, con el rabino tapando los cuadritos que había colgados en el comedor, mientras mamá y yo huíamos a casa de la abuela. En esas imágenes, los que rodean a la pareja, incluido el sacerdote, visten el uniforme montonero: camisa celeste, pantalón azul marino y chaqueta de cuero color negro, con las correspondientes insignias de grado, prendas que habían sido adquiridas, salvo las insignias, en El Corte Inglés. Todos aparecen en posición de firmes, según la jerga militar, y de sus rostros trasciende un inequívoco fervor místico. Las persianas y las cortinas cerradas contribuyen a que la escasa luminosidad de las fotos parezca anunciar la catástrofe inminente. Ninguno de los que en ellas aparecen están vivos para recordar esas bodas. Tampoco Ana Victoria, que sigue las distintas escenas con sus ojos asustados y tristes.

Otra vez me viene a la cabeza el tema del CESID y su virtual inoperancia ante la presencia de más de diez personas uniformadas, que no podían pasar desapercibidas ingresando a un apartamento en ningún barrio del Madrid casi pueblerino de aquellos años, cuando todavía la figura del sereno que abría cualquier cerradura al batir de unas palmas, formaba parte del paisaje ciudadano.

De acuerdo con lo convenido, Firmenich llega tras mi plática con su hijo Mario. Con él vienen Maria Elpidia y un tercer hombre, de barba y mirada inquisidora, que no abrió la boca a lo largo de la entrevista. También están sus otros tres hijos varones, que saludan y se van.

Sólo falta la mayor, María Inés, que está becada en La Habana estudiando Sociología.

Unos kilos de más delatan el paso del tiempo, igual que las canas que le han ido cubriendo la cabeza, y sus pobladas cejas. De todos modos lleva con hidalguía sus 54 años. Despojado de la marcialidad con que posaba allá por los setenta desde las tapas de Evita Montonera, viste unos vaqueros, un pullover azul de cuello redondo por el que asoman los cuadros escoceses de la camisa. Su mirada sigue siendo muy intensa, cuando se integra a la charla sobre la nena, dándome oportunidad para preguntarle por qué se había decidido entregarla a los abuelos maternos, pasando por encima de la última voluntad de su madre.

-No me acuerdo del caso particular, aunque si sé que los compañeros no se la querían entregar. A mí me trajeron la noticia de que los abuelos habían llegado a Méjico por un contacto con la Casa Argentina, creo que a través de Rodolfo Puiggros.

Mi información es otra. Los padres de Marta -Keco y Luisa Libenson- fueron alertados por una carta de la propia organización sobre la presencia de su nieta en la guardería cubana. Que llegaron a Méjico y de ahí se trasladaron a la isla. “Era normal por un mecanismo de seguridad, una suerte de cobertura para ellos. Llegaron a La Habana en un avión cubano, y los recogieron en la pista para que no quedara constancia de la entrada en el pasaporte” me había explicado Susana Bardinelli de Croatto, responsable de la guardería “La casa de caramelo”, en La Habana.

– Me acuerdo que los compañeros me consultaron. En la discusión, les dije que había que entregarla respetando los lazos de sangre. ¿Íbamos a hacer lo mismo que hacían los otros con nuestros hijos? ¿Qué pasa, ellos son los malos y nosotros los buenos? Nadie se puede robar a un hijo. En todo caso habría que haber hecho un trabajo político para convencer a los abuelos, que en este caso hubiera sido imposible, de que la nena iba a estar mejor con vos o con los compañeros. También hubo abuelos que no reclamaron, que no les importó un pito.-señala Firmenich.

Le cuento que los abuelos recién le dijeron a los once años que sus padres estaban desaparecidos, después de sostener durante años que habían muerto en un accidente de avión, tras haber juntado la platita necesaria para venir a buscarla.

De eso Firmenich no sabe. “Si hubieras estado ahí a lo mejor las cosas hubieran sido distintas. Yo recién me entero de que vos vivías con el Pato”. Le cuento de mi calvario madrileño: mi entrevista con Oscar Bidegain, a quien le había pedido en nombre de sus nietas. Con Hugo Alberto Ramos, “el Chilo”, responsable de la organización en Madrid, con quien me reuní en dos oportunidades en la casa que habían bautizado de manera un poco grandilocuente Puerta de Hierro. La primera para que me diera noticias acerca de mi hermano y su presunta caída.

Recién tres meses después me confirmó lo que yo ya sabía, cuando fui a reclamarle el cumplimiento de los deseos de mi cuñada. Que también le había pedido al abogado cordobés Gustavo Roca para que intercediera ante el propio Comandante Fidel Castro. Que ninguna de esas gestiones había dado resultados.

– Había compañeros que creían, con el sentido común de los militantes que no coincidía con la vida real, que los hijos eran de todos, que los verdaderos familiares eran ellos. Pero yo privilegié los lazos de sangre existentes.

-Pasando sobre el deseo de la madre, sin medir que ella no quería que sus padres se ocuparan de la nena, tal vez intuyendo lo que pasaría.

-Bueno, ese es el problema argentino. La Argentina mató a sus propios hijos. Pero no se pueden pensar así las cosas. Nosotros en el 83 estábamos viviendo con dos compañeros en Bolivia. Él era viudo de una compañera que había caído en la Contraofensiva. Él también había estado, y se había salvado. Bueno, se había quedado con la niña que era hija de ella y de otro compañero muerto. Era un caso similar. Él volvió a hacer pareja, y su nueva compañera la adoptó como hija propia. Como era muy chiquita no tenía memoria de sus padres. Un día decido tocarles el tema, y les digo: “miren, vamos a volver a la realidad, esta chica necesita su documento.” Ellos estaban convencidos de ser los padres… “Bueno, si los parientes le dan la patria potestad a ustedes, bárbaro, pero si no se la dan, aunque la hayan criado no se puede robar a una hija. Yo entiendo todo, es un drama humano si querés. Pero las cosas son como son”, le dije al compañero. “Estás secuestrando a una niña que no es tu hija, y puede venir la familia materna o paterna, los abuelos o los tíos legítimos, y reclamarla”. Para ellos era una tragedia, fue una discusión durísima, pero yo tenía que prepararlos. Era mediados del 83, iba a haber elecciones, se iniciaba la transición democrática y había que legalizar las cosas. Finalmente apareció una hermana de su mamá. Lo destacable es que cualquier compañero estaba dispuesto a ser padre o madre de un hijo cuyos padres habían sido muertos o secuestrados por la dictadura, con absoluta normalidad y con todo el amor. Pero si la situación se normaliza, hay derechos de sangre, derechos jurídicos, patria potestad, herencias.

Maria Elpidia interviene para decirme que ellos habían hablado mucho del tema de mi sobrina con su hijo Mario: “nos parecía que era bueno que él la ayudara a abordar su historia, que él le facilitara hablar de sus recuerdos más antiguos.”

– Tampoco era fácil para él llamándose Firmenich.- señala su padre-. Fue una mala jugada de la vida, un caso simbólico. Ya como historia individual es patética y grave, pero que sea un símbolo social ya es catastrófico.

Firmenich se refiere al cáncer de lengua que mató a Ana Victoria a los veinte años. Sin abandonar su perfil dialéctico. Decido cambiar de tema.

-Por qué no hablamos de la contraofensiva, de la derrota previsible, de las muertes inútiles?

-¿Qué es la contraofensiva? ¿De qué me hablás?

Sentí que de aquí en más el diálogo iba a ponerse tenso. No me importó.

Le explico que no pude entender la decisión de mi hermano de sumarse a la Contraofensiva. Él, que había conocido ya el infierno, volvía a engancharse con la muerte, cuando la vida todavía le prometía tantas cosas. Que entonces tenía veinticuatro años, y que desde entonces habíamos discutido todos los días, con los resultados conocidos.

-¿A vos no te parece que fue una empresa suicida?

-En la contraofensiva no murieron más de 20 o 22 compañeros.

Le rebato con vigor el número de muertos. Cuento con los datos minuciosos del Equipo de Antropología Forense, que me proporcionó el invalorable Maco Somigliana. Fueron más de 40 en el 79 y menos de 40 en el 80, que suman arriba de ochenta. De hecho, en la causa que investiga el juez Bonadío casi se alcanza el número mal estimado por Firmenich. Me indigna que todavía le cueste aceptar las dimensiones de la derrota.

-Que después cayó el Turco Haidar-su cuñado- en el 82, y cayó Yaguer en el 83. ¿Y qué? – me interpela de manera agresiva, como provocándome.- Nosotros nunca tuvimos la voluntad de dejar de luchar. ¿Y en el 76, en el 77? Caían siete compañeros por día. La contraofensiva es un juego de niños al lado de eso.

-Sí, yo creo que fue un juego de niños porque incluso hubo una niña de 16 años que estaba en el grupo de mi hermano, Verónica Cabilla.- digo dispuesta a profundizar la confrontación.

-Con el consentimiento de los padres por escrito y por separado.- y lo repite- Lo exigí por escrito y por separado, más allá de que la patria potestad en esa época era sólo del padre. Así como yo a la ley de sangre no me opongo, frente a la ley de padre y madre por escrito tampoco. Además, no lo considero una irresponsabilidad, porque tampoco el Tamborcito de Tacuarí es un crimen. A mí nadie me enseñó que lo del Tamborcito de Tacuarí fue un crimen, y era un niño también. Ahora si vos decís para qué mierda empezaron a luchar, esa es otra discusión, que era un proyecto fracasado desde el principio. Bueno, a posteriori…. Es como hablar de los resultados de los partidos de fútbol del domingo con el diario del lunes

bajo el brazo. Ya sabemos el final de la historia. Podés decir lo que quieras, pero que nuestro proyecto era creíble para nosotros y para nuestros enemigos. Claro que era creíble, si no, no nos hubieran matado, se hubieran cagado de risa.- él también se ríe- Que lo hicimos con la mayor seriedad que pudimos, con toda la inexperiencia e ignorancia que podíamos cargar a cuestas, y que la mayoría de la sociedad argentina en un momento apoyó hasta que nos quitó su apoyo. Hasta ese momento, nunca colectivamente nos planteamos la opción de dejar de luchar. Al plantearnos la opción de continuar resistiendo, era obvio que corríamos con todos los riesgos. Fue una decisión colectiva.-recalca- En lo individual, algunos se lo plantearon y se fueron.

-¿No te parece que para el proyecto de la contraofensiva eran demasiados los riesgos a correr, suponer que se iba a contar con el apoyo del pueblo argentino no era también una ilusión óptica?

-¿Suponer qué? Nosotros hicimos la contraofensiva a partir de la huelga general de abril, y tuvimos ese apoyo. Y nos planteamos la movilización de una fábrica grande, la Peugeot, y la tuvimos a punto de salir. Les dieron todas las reivindicaciones para que no salgan. Y sabíamos que iban a estallar las contradicciones internas del Ejército y estallaron. Se sublevó Menéndez en ese momento. Y sabíamos que iba a venir la Comisión de la OEA y que esto era romper la coraza de protección que tenía la dictadura en el exterior. Y también ocurrió. Y suponíamos que después de eso iban a tener que retirarse y llamar a elecciones. Y también ocurrió. Ahora si vos decís: ¿ustedes pensaban tomar el poder en el 79, como se tomó el Palacio de Invierno? Nunca pensamos eso, y si nos lo hubiéramos planteado, ¿qué? – me vuelve a prepotear – Esta es la otra cuestión. Suponiéndolo, ¿y qué? Se trató de una decisión política discutida democráticamente, votada en todos los ámbitos y asumida por todos. ¿Y qué? Los votos fueron cantados, hay actas. No hubo papelitos, o por lo menos yo no me enteré. Se votó en el Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero, se votó en lo que se llamaba en aquella época Comité Central del Partido. Todo el mundo sabía que era una decisión política que venía de mucho tiempo antes, no era una maniobra intempestiva ni secreta. Se empieza a discutir la necesidad de cambiar la situación estratégica de resistencia en julio del año 78. No era la contraofensiva de los montoneros sino la contraofensiva popular. Que era un estadio de un momento social que nosotros analizamos y que estaban basados en la realidad. Y si no lo estuvieran, ¿qué?- otra vez la muletilla- Fue una decisión

política de centenares de personas concientes de los riesgos que corrían.

– ¿Quiénes eran los centenares de personas?

-Todos. Todos los montoneros, ni uno dejó de participar. El que no quiso tuvo la opción de discutir, votar en contra o irse, y no pasaba nada. Todos los montoneros participaron de la contraofensiva de una u otra forma. Algunos en tareas logísticas y políticas en el exterior, otros en tareas políticas en la Argentina, otros en tareas propagandísticas. Todos, incluyendo a personas como Oscar Bidegain, participaron de la contraofensiva. Vos podés juzgarla como una decisión política incorrecta, pero no podés decir que la Conducción mandó a alguien a la muerte, porque además se pone en duda la integridad de los compañeros. Era imposible obligar a alguien a hacer algo si no quería. Desde un punto de vista material, si un compañero tenía que salir de Madrid y tomarse un avión con escala en Panamá, y después aterrizar en Chile y de ahí cruzar por tierra a la Argentina, en Panamá o donde querías podías no seguir viaje. Para el Mundial del 78, un muchacho que iba rumbo a la Argentina desapareció, se arrepintió. No me acuerdo el nombre.

-¿Cuánto tiempo duraba el entrenamiento militar en el Líbano?

-Yo no te voy a contestar preguntas policiales. No te voy a contestar nada que tenga que ver con causas judiciales, porque yo no soy policía.

Firmenich desconoce que en la causa que lo pone tan nervioso se han ido acumulando documentos secretos de la inteligencia militar que responden con exceso a mi pregunta. Incluso uno de ellos se refiere al escepticismo del jefe militar de la contraofensiva montonera Raúl Clemente Yaguer, tras salir del país después de presenciar el atentado contra Francisco Soldati, donde hubo bajas propias considerables. “Los cursos Pitman no van”, aparece diciendo en un documento, refiriéndose a los cursos de entrenamiento militar que se impartían en Siria o en el Líbano, donde los aviones israelíes volando sobre sus cabezas aseguraban un escenario de guerra permanente, un paisaje bastante diferente al del alicaído Buenos Aires. Aunque en otro documento, Yaguer señalara que las operaciones ahora era necesario planificarlas en función del objetivo y que la retirada era secundaria, una caracterización que convertía a los combatientes en émulos de los comandos suicidas palestinos. También estimaba Yaguer que el entrenamiento con armas de guerra, que duraba dos meses, debía ser duro para que el posterior combate fuera blando.

Firmenich se niega enfáticamente a hablar sobre este tema. Sigo adelante:

-¿Estuvo Videla en la mira de alguno de los grupos?

-Que yo sepa, no. De todos modos, si a algún grupo se le hubiera ocurrido pensar por su cuenta en atacar sobre Videla, no hubiera sido un disparate.

-Tendrían que haber estado bien pertrechados.

-Había autonomía de táctica. De todos modos, si alguien hubiera podido matar a Videla en ese momento se hubiera llevado unos cuantos aplausos.

De hecho, el general Cristino Nicolaides anunció en 1981 que habían secuestrado carpetas con la más completa información sobre cada uno de los funcionarios nacionales, en los que constaban horarios, movimientos, custodias y fotografías. En una carpeta dedicada al entonces presidente Videla, había hasta una película que mostraba sus itinerarios y movimientos habituales.

– ¿Roberto Perdía también estuvo en el país durante la contraofensiva?

-No, no, vos me estás haciendo las preguntas de la causa Bonadío, y esa causa es una canallada donde me han metido a mí como testigo por mala leche.-dice, y ninguno de los dos podía imaginar que meses después Bonadío ordenaría su detención a INTERPOL, como implicado en la causa, junto a Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja

-¿Se te convocó para declarar lo que sabías sobre el Plan Cóndor?

-Sí. Pero también me preguntaron sobre el tesoro de los montoneros. ¿Qué mierda tiene que ver el Plan Cóndor con el tesoro de los montoneros? Y me preguntaron por una nota

publicada en el diario Clarín y otra de Miguel Bonasso en Página 12. Son canalladas que no son inocentes. Hay servicios de inteligencia que les están pagando. La jugada consiste en decir que los montoneros son una mierda, que los que murieron eran unos pobrecitos buenos, que los que quedaron vivos son todos unos hijos de puta y que los de la conducción eran todos de los servicios de inteligencia. Este crimen contra los que estamos vivos mata a todos los argentinos, y mata dos veces a los que están muertos.

-¿Por qué no me contestás si Perdía estuvo en el país?

-Porque las preguntas que me hacés están en esa dirección. Me estás preguntando si Perdía ha sido el entregador porque ha salido en los diarios. Hablan de Silvia Tolchinsky, que tampoco pudo haber entregado nada.

Firmenich tampoco sabe demasiado acerca de esta causa judicial cuyo origen se remonta a febrero de 1983, cuando un grupo de familiares interpusieron un recurso de habeas corpus a favor de quince militantes desaparecidos, que intentaban regresar al país a principios del 80.

La cacería había recibido el siniestro nombre de Operativo Murciélago, y se basaba en información obtenida en base a tormentos.

Todo comenzó con la Operación Guardamuebles, planificada durante una reunión celebrada el 8 de enero de 1980 a las ocho de la mañana, en el Regimiento de Patricios N°1. Alguien había “confesado” que a partir de marzo se reanudarían las operaciones de las TEI, cuya conducción táctica estaría esta vez a cargo de Roberto Cirilo Perdía. Para llevarlas a cabo debían primero recuperar el armamento dejado a fines de 1979 en distintos guardamuebles de la capital y el Gran Buenos Aires, embutidos en televisores, banquetas, sillas o sillones tapizados, wafles, televisores, termotanques, cajas o cajones forrados con papel contact, como dice textualmente el informe.

Cada comando, de los cinco que actuarían, saldrían a controlar todos los guardamuebles de Capital Federal y provincia de Buenos Aires, pertrechados con uniforme de combate, cascos y agujas colchoneras, para “introducirlas por la parte inferior del elemento y no romper los mismos”, reza el informe de inteligencia que también llamaba a “tener en cuenta que pueden existir trampas cazabobos”. Lo demás fue coser y cantar, como hubiera dicho mi querida abuela.

Cuando llegaron al guardamuebles de la calle Malaver 2851, en Olivos, y encontraron lo que buscaban, invitaron a Victorio Graciano Crifacio, el aterrado propietario del depósito, a retirarse a su casa. De aquí en más, el Ejército Argentino atendería el negocio que hacía años daba de comer a la familia del inmigrante llegado del sur de Italia.

Establecida la vigilancia, y “como resultado de la misma, se procedió a la detención de un DT(delincuente terrorista) en circunstancia en que intentaba retirar dicho armamento”. Era Angel Carvajal, y tras él fueron cayendo todos los integrantes del grupo. Ocho días después caía mi hermano:

“(NG) PATO o ESTEBAN, Nivel: miliciano, funcionaba en el grupo TEI a asentarse en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, fue detenido el 29FEB80, en una cita con un miembro de la BDT en Plaza Once.

Le falta una materia para ser bachiller, y tiene aprobadas dos materias en la Facultad de Derecho.

Militante estudiantil secundario de la JP en 1972. Estuvo en la Conducción Regional I de la UES. Pasó a la agrupación estudiantil universitaria en 1974. Se incorpora a la BDT en 1975. Ese año es separado a raíz de que él voluntariamente había perdido el contacto con la BDT. Es detenido en 1977 y posteriormente liberado, sale a Brasil, de donde pasa a España. Allí es reclutada por la BDT a principios de 1979. Realizó curso de TEI en el Líbano en ABR79 hasta MAY79. Ingresa al país con el grupo TEI N°1, y participa en el atentado contra el Dr.Klein. Volvió a salir hacia España a fines del año 1979, reingresando en FEB80 nuevamente en TEI.”, jalonaba a grandes rasgos la vida de Ricardo este documento que se constituyó en elemento de prueba en la investigación.

Volviendo a los orígenes de la causa, la aparición en un programa conducido por Mauro Viale del sargento Nelson Ramón González, diciendo que había presenciado el fusilamiento del hijo de Marcos Zuker, la sacó del letargo a fines de 1997. Mantuve una reunión con él, junto a la doctora Alicia Oliveira, que por entonces integraba el cuerpo de abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales, y Maco Somigliana, del equipo de antropólogos forenses, más aptos que yo para desbrozar la verdad de la mentira, entre la locuacidad excesiva del suboficial González, que se presentó a sí mismo como un inofensivo “cadenero”.

Yo le creí cuando me contó que mi hermano no aceptó vendarse los ojos ante el pelotón de fusilamiento. Cayó junto a “un tal Frías”, que bien pudo ser Federico Frías, secuestrado en mayo del 80. Según González, murió puteándolos por no haber cumplido con la reiterada promesa de liberarlo.

-Todos conocíamos el nombre de su hermano, porque se sabía que era el hijo de Marcos Zuker.-trata de despejar González cualquier duda sobre la veracidad de su relato.

Aún conmovida por la descripción del fusilamiento, y la afirmación de que sus restos estaban en el Polígono de Tiro de Campo de Mayo, recibí en mi casa un sorpresivo llamado. Se trataba del general Martín Balza, pidiéndome que le trasmitiera a mi padre, “un hombre al que todos queremos”, que él no sabía nada del caso. Le sugerí que hablara con Nicolaides o Galtieri, aún con vida, que seguramente podían informarlo. Me contestó que había gente “con la que es imposible hablar”. Por último, me anunció que al día siguiente se presentaría ante la Justicia junto con la Subsecretaria de Derechos Humanos, Alicia Pierini, para que González hiciera sus declaraciones en el ámbito que correspondía. La presentación recayó en el juzgado de Norberto Oyharbide. Tras los hechos conocidos, que involucraron al juez Oyharbide en un oscuro episodio de comercio sexual, pasó a manos del doctor Claudio Bonadío. A la presentación se sumó Claudia Allegrini, que trabajaba en aquella subsecretaría, por la desaparición de su compañero Lorenzo Viñas.

Claudia Allegrini nunca se perdonó no haber estado en el momento en que Silvia Tolchinsky hacia su declaración, donde mencionaba las dos veces en que había estado con Viñas durante el cautiverio, antes de que fuera trasladado en uno de los vuelos de la muerte. Es posible que tampoco le haya perdonado su condición de sobreviviente, un síndrome que suele atacar a los familiares de desaparecidos aunque tratemos de exorcisarlo. Y mucho menos que al ser liberada de Campo de Mayo, Silvia se fuera a vivir con uno de sus guardianes. Desde entonces la investigación de Bonadío empezó a nutrirse de teorías conspirativas que tiraban sus dardos al corazón de la conducción montonera.

Cristino Nicolaides, ex jefe del Ejército, atacó en el mismo sentido, como informó la nota del diario Clarín a que alude Firmenich. En ella se afirmaba que había sido una integrante de la cúpula de la organización, asistente personal de Firmenich, quien entregó información para desarticular la operación de regreso al país de los montoneros. A cambio, la eficaz colaboradora sería preservada tanto en lo físico, como en lo psíquico y económico. Justamente, el entonces comandante del III Cuerpo de Ejército se había jactado en una conferencia de prensa brindada en la capital de Córdoba en 1981, donde asistieron más de 400 representantes de las “fuerzas vivas” cordobesas, de haber desarticulado dos células guerrilleras que habían logrado ingresar al territorio pese al férreo control de fronteras. “He tenido la oportunidad de hablar con uno de esos delincuentes y puedo asegurar que tienen un alto nivel de preparación en todos los sentidos”, había declarado en medio de una diatriba de tres horas y media contra la subversión, “que está enquistada y agazapada en todos los sectores de la vida nacional”.

Firmenich no sale de la indignación:

-Me parece terrible que algunos periodistas repitan la versión urdida por el enemigo. Todo esto es un juego sucio. Nos hicieron la guerra sucia y ahora nos hacen la política sucia con el periodismo sucio y los juicios sucios. Eso está claro. Venir a decir que los culpables de las muertes somos nosotros es una canallada criminal. Te repito, el fondo de la cuestión es muy simple: acá hubo un grupo de gente que luchó por un proyecto político que se perdió.- reconoce por fin, aunque con medias tintas.

-Desde el balance histórico hay que hacer dos tipos de razonamiento: una cosa es el proyecto político en términos subjetivos y otra cosa la funcionalidad de la resistencia. Si bien el proyecto político fracasó, la resistencia triunfó. Yo creo que en la Argentina hubo siete años de dictadura y no veinte como en Chile, gracias a nosotros. Pudo haber delaciones, pero no hubo casos graves de infiltración. El tema de fondo es que la Argentina y los intelectuales argentinos se empeñan en seguir haciendo la guerra sucia contra los montoneros, y vos con estas preguntas colaboras en eso. Lo más grave es que pienses que tu hermano murió inútilmente.

-Por teléfono me dijiste que no te acordabas si lo habías conocido

-Yo no tuve trato personal con tu hermano. Creo que participé de una reunión donde él estaba.

Evito preguntarle cuándo y dónde porque no me lo va a decir. Se refiere seguramente a su paso por Damour, en el Líbano, reunión de la que también dieron cuenta con precisión los servicios de inteligencia, además del fiel relato de Fito acerca de esa visita.

Le cuento que cuando supe de la caída de mi hermano, nunca imaginé que lo mantendrían con vida tanto tiempo. Sin embargo, uno de los secuestrados en Campo de Mayo le cuenta ilusionado a Silvia Tolchinsky, en un encuentro fugaz, que están seguros que van a vivir, que han conseguido una guitarra, que la zamba preferida por todos es La Pasto verde, esa que dice “mil soldados te quisieron…”.

Firmenich no está al tanto del tema. Ni siquiera sabía que María Antonia Berger o Adriana Lesgart, dos históricas, también estaban vivas en Campo de Mayo, pese a haber sido secuestradas a mediados del 79.

-Primera noticia que tengo. Yo me enteré que Silvia Tolchinsky estaba viva en el año 91, después de salir de la cárcel.

Justamente Silvia Tolchinsky me envió una carta poco después de conocernos, donde volcaba sentimientos acerca de su condición de sobreviviente.

“La primera cosa que quisiera decirte es que lo más duro de todo lo que he vivido y vivo es enfrentar a los familiares de las víctimas. En ese momento soy sólo una sobreviviente, me olvido que yo también soy familiar, que perdí a mi hermano, a mi marido, a mi cuñada, a mi prima, y como no, a muchos de mis mejores amigos. Digo que soy sólo una sobreviviente

cargada de toda la culpa por no haber traído algo de la vida de todos los que allí, al otro lado de la vida misma, quedaron. Me obnubilo, se me rompe el alma, me da una tristeza enorme, una gran vergüenza. Siento que debería haber escuchado más, interpretado más, preguntado más.

Mentiría horriblemente si dijese que sobreviví para contar. Nunca voy a saber por qué sobreviví, aunque cada día me lo pregunto. Pero mi vida es pequeña, incapaz de dar testimonio de tanta muerte y de tanta ausencia. Sobreviví porque ellos quisieron que sobreviviera. Sé que se lo fui arrancando segundo a segundo, pero no es distinto de lo que muchos desaparecidos intentaron hacer, seguramente también tu hermano. Porque a pesar de nuestras consignas, ¿quién amaba la vida más que nosotros? Pero a mí no me mataron. No sé porque sobreviví, pero sé por qué seguí viviendo a pesar de todo. Por el recuerdo de los ausentes, por el amor que les tuve, por mis adorados hijos, por mi familia, por la familia del Chufo, mi primer marido, por mis viejos y nuevos amigos, por mi marido actual al que amo muchísimo, y por que rompieron muchas cosas en mí, pero para nada lograron tocar la relación que fui tejiendo con la vida.

La vida del Chufo es algo que flota entre nosotros, que nos arropa, que enternece nuestra cotidianeidad, que come en nuestra mesa, que asiste a la boda de su hija mayor, que comparte cada instante de nuestra vida familiar. Porque sabemos cómo fue su muerte, porque está enterrado por nosotros, en una tumba que nadie visita pero que tiene un lugar. No perdono su muerte ni la olvido, pero puedo vivir con ella, es una muerte que me permite recordar su vida. Lo he llorado tanto y lo lloro aún, pero estoy en paz con él porque él de algún modo tuvo paz.

En cambio, mi hermano es un fantasma que flota entre nosotros, pensarlo es imaginar su sufrimiento como si ese sufrimiento fuera infinito, durante más de 20 años cada día es el día de su tortura. No puedo recordar los momentos buenos y malos que compartimos, su dolor lo invade todo. Jamás lo he podido llorar. Lo pienso y no logro imaginarlo sin que el alma se me parta en mil pedazos. Los desaparecidos están muertos, pero saber eso no es suficiente. Uno necesita inscribirlos como muertos para que dejen de ser desaparecidos. La dictadura, los militares fueron dueños de nuestra vida y de nuestra muerte, y hoy son dueños de este sufrimiento que se prolonga más allá de lo tolerable.

Hoy pienso que quisiera servirte de algo, no sólo a vos. Las cosas de mi “segunda vida” no son claras para los que acostumbran a ver en blanco y negro. Que interpretan la historia en clave de héroes y villanos, que en nuestro país se lee en clave de vivos o muertos.

Me duele profundamente tu dolor que no cesa, y me gustaría saber si en algo te puedo aliviar. Como información no sé más de lo que dice mi testimonio, pero quizás hay preguntas que quieras hacerme que abran alguna brecha. Ojalá.”

Frente a mí tenía al responsable máximo de la organización montonera para tratar de abrir alguna brecha hacia el pasado.

-¿Cómo te explicás la caída del grupo que integraba mi hermano?

-Las cosas son mucho más simples y menos truculentas. Si vos vivías con él en Madrid, sabrás que se trataba de un proyecto político por encima de todo y una ética de trascendencia donde la propia vida se subordinaba a ese proyecto. Lo que pasa es que hay que hacerse cargo de la verdad histórica. La dictadura tenía múltiples procedimientos para reprimir, Ha habido casos de gente que cayó en una cita y bajo tortura, en condiciones extremas, cantó. Después los llevaban a la frontera a marcar como “dedos”. Se trata de una situación desgraciada, a alguna de esa gente la mataron y a otras no. La mayoría de los compañeros cayeron así. Con que haya un diez por ciento que cante, cada uno canta a diez, y entre esos diez, hay otro que canta. Así se va haciendo la cadena.

Aunque reconoce no ser un cinéfilo, no puede dejar de mencionar aquella emblemática película de los setenta, “La Batalla de Argelia”, para explicar la debacle:

-Cualquiera que la haya visto puede entender lo que pasó. Hubo un caso famoso de un tupamaro que entregó a Raúl Sendic. Las cantadas que hemos tenido los montoneros creo que en proporción son menos que las que hubo en otras organizaciones. También hubo “chupados”, pero había que ser un gran artista para fingir durante mucho tiempo. Pensar en los compañeros como unos locos detrás de una cosa absurda es falsa. Ni lo del Che en Bolivia, ni lo de los Tupamaros ni el MIR chileno se puede decir que haya sido más serio. La gente luchaba y moría como en toda lucha a muerte, como en cualquier movimiento de liberación que se planteó la lucha armada, y a nadie se le ocurre decir que la conducción del Frente de Liberación Argelino estaba formada por agentes de los servicios secretos. Por eso hablo de una guerra sucia judicial contra la conducción montonera.

-¿Por qué se habla de un encuentro tuyo en París con Massera?

-Son inventos absolutos.

Interviene María Elpidia en su defensa: “se trata del desprestigio permanente a una persona que ha sido un símbolo de la historia heroica de una juventud maravillosa que entregó su vida sin más ni más”.

Su marido la interrumpe: “el ataque sistemático y masivo de los medios no es inocente ni casual. Desde el punto de vista estrictamente personal mi conciencia está absolutamente tranquila”.

– Se suele cuestionar también tu soberbia…

-Pueden decir que soy soberbio, que soy antipático, que tengo mal humor, pero eso no tiene nada ver con esta guerra sucia. Mi personalidad es así. De última, si soy soberbio o no, ¿qué? – vuelve a la carga- Además esa calificación viene de un panfleto miserable pagado por los servicios de Alfonsín para dar aire a la teoría de los dos demonios que se llama La soberbia armada, y es obra de otro de los próceres del periodismo de nuestra bendita democracia que, aunque esté muerto, sus larvas de podredumbre permanecen. Porque cuando me preguntás si soy soberbio, también estás hablando de La soberbia armada. Nunca escuché discutir si Fidel es soberbio o no, si eso tiene que ver con los éxitos y fracasos de la revolución cubana. Si mi carácter personal fuera tan deplorable como para perjudicar a un proyecto político, me hubieran quitado del medio. ¿Por qué los compañeros iban a tener de secretario general y líder a un soberbio? Habría que suponer que los otros son estúpidos o que son todos soberbios. Por eso yo digo que la Argentina algún día tendrá que volverse a enamorar de los Montoneros. Para después descubrir que no se casan. No importa. Pero hay que blanquear la situación. Esto no fue una historia de servicios de inteligencia, fue una historia nacida del pueblo argentino, apañada por el pueblo argentino, aplaudida y votada por la mayoría del pueblo argentino, y después masacrada por la mayoría del pueblo argentino. Es una conducta social que ha tenido en particular la clase media con sus conductas oscilantes, llenando todas las plazas para todos los colores. Llenó la plaza por la Patria Socialista, por Videla con el Mundial, por Galtieri con Malvinas, después la llenó para Alfonsín contra todos los anteriores. También la llenó para Menem, a pesar de las privatizaciones y después la llenó con el cacerolazo. Si se quiere encontrar una salida hay que desterrar esa conducta. Hay que mirar las cosas de frente, que son tan limpias como la guerra del general Belgrano, que nunca fue general de nada porque no fue nunca a una academia militar, pero que se subió a un caballo y peleó como pudo. Organizó ejércitos con su poderosa voluntad, y ahora le ponemos una estatua, lo llamamos General Belgrano, pero él era un abogado con una ideología política, era un militante político. Cuando tuve que declarar en los juicios aclaré que yo era tan comandante como Belgrano general. Las luchas de los pueblos hispanoamericanos tienen una cultura de herencia hispana, quijotesca, con figuras como el Cid Campeador. Todos los próceres tienen estatuas ecuestres, pero eran hombres de carne y hueso. Somos hijos de esa historia. ¿Sabés cuáles fueron las últimas palabras de Bolívar?: “he arado en el mar”. ¿A vos te parece que el balance histórico de Bolívar es el de un estúpido que aró en el mar? Es una constante en la lucha de los pueblos: un nivel de idealismo en el objetivo que no se alcanza en la práctica.

Mi hija, que como casi todos sus coetáneos está enemistada con los políticos, ha seguido con atención las palabras de Firmenich. Mujer al fin, le pregunta qué significa volver a enamorarse de los montoneros. El ex comandante montonero se pone más a gusto:

-Tras la apertura democrática hubo una clase política que le dio continuidad a la dictadura durante 20 años, y esta es la tragedia que vive la Argentina. Tiene que ver con lo que yo llamo la guerra sucia por otros medios. Antes decíamos que la guerra era la continuación de la política por otros medios, según la frase de Karl von Clausewitz. A nosotros nos hicieron la guerra sucia y ahora nos hacen la política sucia como continuación de esa guerra sucia. El tema de fondo es que la Argentina no ha tenido constitución durante décadas. La constituyente del 94 era la ocasión de superar nuestro trauma histórico, de plasmar un proyecto de nación de largo alcance que satisfaga a todos. Era posible, pero la clase política no estuvo una vez más a la altura de las circunstancias. Fue el pacto de Olivos famoso, y todos ellos se hicieron cómplices. Con la oligarquía se estableció el siguiente pacto: la clase política ejerce el poder al servicio de los intereses dominantes con las mismas políticas de la dictadura. Y la oligarquía se aguanta la corrupción, el enriquecimiento ilícito porque le conviene. Y el pacto incluye la versión sucia de la historia, que le es funcional. Y deviene en esta estabilidad macabra, cuando debió dar lugar a la mayor prosperidad porque nunca hubo una continuidad de 20 años en democracia. No ha servido para nada. Y mucho menos para revisar la historia. La versión acordada es la teoría de los dos demonios, y no hay solución sin rever eso. Porque para cuestionar a la clase política hay que cuestionar la profundización de un proyecto económico que generó tanto dolor y muerte. Entonces hay que decir: “está bien, todo lo que dijimos sobre los montoneros vale como parte del enfrentamiento. Pero fue una generación que luchó genuinamente por sus ideales, que su proyecto no fue compartido por la mayoría de la sociedad, y por consiguiente resultó inviable”. Pero como resistencia es tan legítima como cualquier otra resistencia que ha habido en el mundo. Así se blanquearía la situación. Y todos los que fueron montoneros no tendrían más el complejo de serlo. Está llena de montoneros la política, pero yo digo que están castrados. Ninguno se anima a cuestionar la situación para que no le saquen a relucir lo que fue en el pasado. Tipos como Roberto Perdía, Luis Prol, Dante Gullo, Jorge Obeid. Y Perdía no llega a negar que fue montonero, pero los otros lo han negado. Y han ejercido cargos importantes: Obeid ha sido gobernador, Prol ha sido ministro e interventor en Catamarca, pero ninguno de ellos en el ejercicio de su poder reconocen su pasado montonero. ¿Por qué? Porque negociaron su pensamiento crítico a cambio de poder estar en los cargos y cobrar sueldos. Pero si no se blanquea la historia, la Argentina no tiene solución. Las elecciones no van a servir para nada, va a haber un voto castigo, una abstención gigantesca. O va a terminar volviendo el Menem y va a ser peor, más de lo mismo.- remata Firmenich, que en este caso ha vuelto a errar en sus evaluaciones.

Se los nota más que satisfechos, a mi hija y a él. Tanto que me dice:

-Disculpame si fui muy duro en algún momento, pero soy así.

Podría haber agregado “y qué”, pero hubiera sonado casi tanguero. En cambio, relata una anécdota: “el día en que se cumplieron 25 años de mi ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires alguien se puso a dar un discurso, y de repente saca de la galera una parrafada contra mí. Yo estaba recién indultado. Cuando termina, sólo un tercio de los presentes se pone de pie y lo aplaude. Entonces los compañeros de mi división se ponen de acuerdo. A Viviana Rubinstein le tocaba pasar lista para la entrega de medallas y diplomas, pero antes dijo: “nosotros queremos recordar a tres personas que van a estar ausentes hoy porque han sido asesinados por la dictadura por ser militantes montoneros. O sea que lo primero que pedimos es que se ponga todo el mundo de pie y se haga un minuto de silencio”. Me doy por cumplido y no hago ningún reclamo personal. Después se acercó el Presidente de la Asociación de Ex-Alumnos para disculparse. “Este hombre ha estado fuera de lugar, pero no lo tome a mal. Mire, si usted no se ofende, le voy a contar algo: en una oportunidad me invitaron a dar una conferencia sobre el colegio en la Peña El Ombú. Cuando me refería a todos los próceres que habían pasado por las distintas aulas, el fiscal Juan Martín Romero Victorica, que estaba presente entre el público me interrumpió:

-Bueno, termínela, no sé de que se vanaglorian tanto, que de esas aulas han salido Firmenich, Abal Medina, Ramus y muchos más. ¿Sabe que le contesté?: “Mire, doctor, no se equivoque. Nosotros de los buenos tenemos a los mejores y de los malos también”.

Nota

Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases

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Detenciones ilegales y acusaciones falsas. Patadas, palazos y balas de goma. Mujeres esposadas 15 horas en camionetas y pasillos, humilladas al ser desnudadas en celdas abiertas. Carceleros que tiran gas pimienta a los varones estando presos. Estas son algunas de las denuncias que exdetenidxs en la Ley Bases comunicaron en conferencia de prensa en el Serpaj, donde pidieron por la liberación de las cuatro personas detenidas, el rechazo a las apelaciones del fiscal federal Carlos Stornelli y el pedido de cierre de todas las causas. Además convocaron para este viernes una concentración con un festival en Plaza de Mayo, a un mes de la cacería, de 15 a 19.30 horas. Cómo viven hoy quienes estuvieron presos y qué dicen los abogados: “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad”. Y la voz de Emilia, pareja de Daniela, detenida: “Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

Por Lucas Pedulla

Gabriel Famulari tiene 41 años y está sin documentos. Saca de su bolsillo el papel que le dieron en los tribunales federales de Comodoro Py para su reemplazo: una hoja A4 doblada en cuatro partes que dice “Acta de excarcelación”. Hace casi un mes fue detenido en la cacería que el Gobierno desplegó con cinco fuerzas de seguridad distintas durante las protestas de la Ley Bases, y fue liberado por falta de mérito -es decir, por falta de pruebas- cinco días después por decisión de la jueza María Servini. Sin embargo, es una de las siete personas a quien el fiscal federal Carlos Stornelli apeló la excarcelación. No se enteró por su abogado -un letrado de la Defensoría oficial- sino por un mensaje de WhatsApp. 

“Stornelli apeló mi libertad”, dice Gabriel a lavaca una vez concluida la conferencia que la Coordinadora Por La Libertad de lxs Presxs de la Ley Bases convocó en el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), para exigir la liberación de las cuatro personas que siguen detenidas: Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Cristian Valiente y Roberto de la Cruz Gómez. Piensa Gabriel sobre esa apelación, que pesa sobre otras seis personas exdetenidas: “Somos nosotros como podría ser cualquiera, pero puntualmente somos gente que no está enrolada en organizaciones. Así hay más saña y por ahí piensan que, quizá, no tengas gente que salga a defenderte”.

Cuenta que, cuando lo llevaron al penal, en uno de los “interrogatorios ilegales” le preguntaron si estaba en alguna “orga”, de dónde era, en qué partido militaba. “Me rodearon un montón. Ese maltrato fue sistemático, porque te preguntaban siempre que podían. Y les dije: ‘Sabés que soy un perejil, porque si militara en algún lado ahora habría 500 personas afuera’”. Gabriel no milita en ninguna organización o partido, y el 12 de junio había ido tarde porque sabía que la ley se votaría de madrugada. “No estuve ni cuando tiraron los piedrazos. Sólo filmé una persona que estaban deteniendo en situación de calle. De hecho me subo a la vereda, tal como ordenaron los policías que estaban por la zona, y cuando me doy vuelta, sobre Callao, a media cuadra del Molino, escucho que dicen ‘ahora, ahora’, y me agarran por la espalda”. 

Desde entonces no recuperó su DNI. En el penal le dijeron que estaba en la comisaría 28 y en la comisaría 28 le dijeron que estaba en el penal. “En la 28 protesté y, a los 10 minutos, vino alguien que me dio mi tarjeta de débito y mi SUBE, que estaba todo junto en la billetera junto con el documento. Ya no sé qué pensar”, dice, y es tan sólo una de las historias cuyas vidas cambiaron para siempre hace un mes, tras 33 detenciones al voleo.

Cuatro de ellas todavía siguen detenidas. 

Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases
El flyer de convocatoria para el festival del viernes.

La barbaridad jurídica

La última persona liberada fue Facundo Gómez, el vendedor de cafés de Plaza Serrano (Palermo), a quien detuvieron mientras estaba hablando con su mamá. La noticia se conoció el jueves pasado, minutos antes de que comenzara la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que fue masiva. Al mismo tiempo las partes se notificaron de los rechazos de las otras cuatro excarcelaciones. La decisión la tomó la Cámara de Apelaciones con los votos en contra de Martín Irurzun y Eduardo Farah. “Los votos tienen nulo fundamento técnico-jurídico”, dice a lavaca Daniel Vázquez, abogado de Daniela. “El fallo dice, en líneas generales, que tanto ella como los que quedan presos podrían entorpecer la investigación estando libres. Planteamos que es una barbaridad. Los detenidos están en un penal, la totalidad de la prueba instrumental y documental son de cámaras del Gobierno de la Ciudad y medios masivos. No hay ningún elemento de prueba que pueda ser entorpecido por los detenidos”. El único juez que votó a favor fue Roberto José Boico.

Las partes tienen 10 días para apelar ante la Cámara de Casación Federal. “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad -sostiene Vázquez-. Es la expresión de un gobierno ultraderechista con prácticas violatorias de la Constitución y los tratados internacionales. Lo estamos afrontando en las calles y, jurídicamente, en los tribunales”. El abogado también defiende a Sofía Ottogali, la primera de las liberadas, otra de las apeladas por Stornelli. “La fiscalía no fundamentó absolutamente nada. No hubo ningún planteo nuevo, ni siquiera un adorno”. Todos los abogados ya presentaron los memoriales por sus represantados y representadas, que fueron elevados a la Cámara. “Podría y tendría que resolver hoy, pero tiene la potestad de tomarse cinco días”, dice Claudia Leaños, abogada de Sasha Lyardet, la joven estudiante de la UNSAM, otra de las apeladas. 

Estos atropellos fueron presentados por familiares y exdetenidxs en el Serpaj, acompañados por organismos, legisladores y diputados de la izquierda y del peronismo. Otra de las que habló fue Emilia, pareja de Daniela y compañera en el MTR-Votemos Luchar (Movimiento Teresa Rodríguez): “Tuvimos la posibilidad de verla, y a pesar del contexto de mierda, la compañera está fuerte, entera, pero lo que principalmente la sostiene es que está organizada. Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

A Daniela la acusan de quemar bicicletas del gobierno de la Ciudad, aunque Emilia explicó a lavaca que esta acusación es falsa y dio su versión de los hechos. David Sica está en situación de calle, y lo acusan de pegarle a una policía, cargos que él negó. Roberto de la Cruz Gómez es empleado de una panadería, lo acusan de tirar piedras, delito que también negó. El último es Cristian Valiente, trabajador de una verdulería, a quien denunciaron por tener una granada de mano, pero en realidad era un aerosol químico de los que usan las fuerzas para gasear manifestantes. Su hermano Jonathan dijo a lavaca: “Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

Las familias convocaron a una concentración con festival este viernes 12 de julio, a cumplirse un mes de las detenciones, en Plaza de Mayo. La cita es a las 15 horas y se extenderá hasta las 19.30. Habrá música en vivo con Sudor Marika, Paula Maffia, El príncipe idiota, La piba berreta, Saga.hfk, Flopa Lestani, Julio y Agosto (banda de Santiago Adano, uno de los exdetenidos) y La perra que los parió.

Compartimos el comunicado redactado por exdetenidxs y familiares, leído este miércoles en el Serpaj. 

Somos un grupo de liberadxs de los 33 detenidxs el 12 de junio en la movilización en contra de la votación de la Ley Bases.

Nos detuvieron ilegalmente, mediante acusaciones falsas y violencia brutal de la policía, con patadas, palazos y balas de goma en algunos casos. Nos llevaron a distintas comisarías y alcaldías sin decir en ningún momento cuál era la causa de detención, sin poder hablar con un abogado/a, sin poder usar los celulares, sin ver a ningún familiar, mucho menos a un médico. Desoyendo pedidos de Habeas Corpus, vulnerando nuestros derechos más básicos.

Las mujeres estuvieron/estuvimos 15 horas en una camioneta y pasaron/pasamos la noche ahí esposadas, para luego pasar el segundo día en el pasillo de una comisaría sin agua y donde la policía no les/nos dio ni un plato de comida. Cuando la causa pasó a fuero federal, las/nos trasladaron a la Unidad 29 en el edificio de Comodoro Py, las/nos desnudaron una por una en una celda a puertas abiertas donde había tránsito de gente, en lo que fue una situación de humillación más para ellas/nosotras. Las que no fueron/fuimos excarceladas el viernes 14, terminamos en el Complejo Penitenciario de Mujeres de Ezeiza.

Los varones fuimos/fueron a tres cárceles de máxima seguridad: Devoto, Ezeiza y Marcos Paz. Algunos fueron puestos contra una pared y les tiraron gas pimienta en la cara. Convivimos con ratas, cables de electricidad sueltos en habitaciones inundadas habiendo riesgo de quedar electrocutados.

Cabe destacar que en todo momento, tanto en las comisarias como en los penales, se nos preguntaba insistentemente si formábamos parte de alguna agrupación política, que habíamos hecho o si tirábamos piedras, lo que constituye interrogatorios extrajudiciales que las fuerzas de seguridad tienen prohibido por ley hacer.

Queremos remarcar la situación de ilegalidad de todas las detenciones y el contexto de violencia institucional por el que pasamos porque creemos que tiene que ver directamente con una estrategia política de este gobierno, que no somos lxs primerxs ni vamos a ser lxs últimos, pero nos preocupa ver como la criminalizacion de la protesta está en escalada. Y al mismo tiempo que aumenta la represión, nos entristece ver como vacían los espacios de memoria y de DDHH tan necesarios para nuestra historia y el fortalecimiento de la democracia.

2)

Desde que nos detuvieron sufrimos incontables delitos llevados a cabo por las fuerzas policiales y el personal del Servicio Penitenciario Federal pero ello no es nada comparado con el sentimiento indefensión que genera las irregularidades procesales de la causa por que:

No son peores las lesiones y amenazas, que los procesamientos que aún sufren David Sica, Cristian Valiente, Daniela Arredondo y Roberto De la Cruz Gomez, que siguen detenides después de casi un mes, y Facundo Gómez, excarcelado el pasado jueves.

No es peor ver las actas de detención ser llenadas horas después de las mismas y firmadas por el propio personal policial en lugar de ser firmadas por testigos, que las apelaciones de Fiscalía de las faltas de mérito de 7 personas de las que no hay ni una sola prueba.

No son peores los apremios ilegales, que la confirmación por parte de la sala del rechazo de las excarcelaciones de nuestros 4 compañeres. Todo este despliegue ilegal y antijurídico tiene un solo fin: amedrentarnos, hacernos creer que pueden hacer con nosotrxs lo que quieren.

Hoy en día toda esta estigmatización por parte del poder, desde que nos llamen terroristas que queríamos hacer un golpe de Estado hasta la privación de la libertad que aún continua en 4 casos, nos ha dejado secuelas. Muchxs de nosotrxs sufrimos persecución policial, política, laboral y mediática. Nos han amenazado y hostigado por redes sociales. Nos ha parado la policía para verdugearnos y hacernos requisa solo por mostrar el dni. Muchxs estamos con estrés post traumático que nos impide hacer nuestra vida normal, por lo que les pedimos que nos sigan acompañando hasta que se cierre este armado judicial.

Creemos que somos un ejemplo para mostrarle al pueblo que seas quien seas, hagas lo que hagas, si vas a protestar contra las políticas de hambre de este gobierno, sos un terrorista que puede terminar en un penal de máxima seguridad sin siquiera estar procesado. Tenemos claro que no fue contra nosotres, sino contra todes los que quieren seguir viviendo en libertad y democracia.

3)

Por último, queremos agradecer la solidaridad de las redes humanas tejidas por distintas personas y organizaciones de todo el arco político, que se nuclearon en la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases. Aprovechamos para que se amplíe la convocatoria y se sumen más organizaciones porque entendemos, ahora más que nunca, que la unión hace la fuerza.

Vamos a seguir con solidaridad, amor, lucha y trabajo, mucho trabajo, teniendo el objetivo principal de la Liberación de Cristián, David, Roberto y Daniela y el sobreseimiento de lxs 33 imputadxs.

Como dijo nuestro compañero Facundo: nuestras convicciones están intactas y seguimos defendiendo el derecho a la protesta y luchando por nuestro lugar en las calles.

Para ello, queremos invitarlos el próximo viernes 12 de julio, a un mes de las detenciones, a concentrarnos en Plaza de Mayo a partir de las 15 y compartir el Festival Solidario #Faltan 4, organizado por la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases.

¡Libertad a todos lxs presxs politicxs!

¡Cierre de todas las causas !

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Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

420 trabajadoras y trabajadores (de 700 al inicio del conflicto; alrededor de 300 tomaron retiros voluntarios) volverán a trabajar en una agencia dividida: el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., específicamente para el tema de la pauta oficial; y creó RTA Noticias bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina. “Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”, dice a lavaca una de las delegadas del sindicato SiPreBA, que repasa la situación. El desgaste, las presiones, las y los compañeros que no están; la histórica agencia, que tampoco. Lo que se logró con la lucha: reconocimiento de antigüedad, del estatuto del periodista profesional, de los convenios colectivos y de la representación sindical. Y volver a trabajar. Lo que falta, y lo que empieza a partir de hoy.

Por Francisco Pandolfi

“Si se calla el periodismo, también se calla la vida”.

Esa inscripción pintada en un corazón de madera estuvo colgada durante cuatro meses en una de las carpas montadas en la puerta de la Agencia de Noticias Télam. Un medio público fundado el 14 de abril de 1945, que en sus 79 años intentó ser cerrado, privatizado y vaciado por gobiernos variopintos: peronistas, radicales, macristas y militares. Una agencia que se encargaba de dos actividades: por un lado la pata publicitaria, que distribuía la pauta oficial; por el otro la pata informativa, a través de una agencia de noticias federal con un alcance de punta a punta del país.

En la apertura de sesiones legislativas, el viernes 1º de marzo pasado, el presidente Javier Milei anunció por cadena nacional la promesa de “cerrar la agencia Télam”. Y cumplió, en un pestañear: el lunes 4, las dos sedes porteñas amanecieron valladas. Los trabajadores desde entonces no pudieron entrar a sus edificios y fueron “dispensados” de cumplir tareas.

Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia
La postal del conflicto: la sede de Bolívar, vallada por la Policía. Al lado, los trabajadores montaron uno de los acampes. Foto: somostelam

Un paso importantísimo

La resistencia estuvo a la altura de los acontecimientos: ese mismo día, las y los trabajadores junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), instalaron dos carpas en las puertas de los edificios de las calles Bolívar 531 y avenida Belgrano 347. La lucha colectiva se mantuvo, indeclinable. E instó a que cuatro meses después, el 1 de julio, el gobierno decretara la reconversión de Télam en APE S.A.U. (la Agencia de Publicidad Estatal Sociedad Anónima Unipersonal), que se encargará del eje publicitario. Las funciones periodísticas continuarán dentro de Radio y Televisión Argentina (RTA), en una agencia de noticias pública. Anteayer se sacaron las vallas y se levantó el acampe. El corazón de madera fue descolgado, cuidadosamente. 

Hoy, 130 días después, los trabajadores de Télam vuelven a trabajar.

Un empleado de la agencia desde hace más de 15 años cuenta que el lunes, ni bien quitaron el vallado, entró al baño del edificio de Bolívar y se le “explotaron los ojos de tanto llorar”. Dice que prefiere no dar su nombre hasta firmar el nuevo contrato. 

Andrea Delfino es una de las delegadas de Télam e integrante del SiPreBA. Le cuenta a lavaca que hace 34 años trabaja en la agencia, que es periodista en la sección economía. Ella fue una de las que anteayer ya firmó el nuevo contrato que la une a RTA Noticias. Detalla la situación: “Con la vigencia del DNU 70/2023, el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., que va a funcionar en el edificio de la calle Bolívar específicamente para el tema de la pauta oficial. Allí irán un centenar de compañeros, que ya trabajan en ese rubro. Cambia el nombre de la empresa, pero las condiciones laborales no se modifican”. 

Sobre el eje informativo, explica: “Todos los demás, o sea periodistas, camarógrafos, reporteros gráficos, infografistas, empleados de administración, recursos humanos, comercialización, pasamos a formar parte de RTA Noticias, una nueva unidad de negocio que funcionará bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina, igual que Radio Nacional y la Televisión Pública. Nosotros trabajaremos en el edificio de Belgrano”. Al margen de los datos, abre el corazón: “Estamos dando un paso muy importante al volver a trabajar. Muy importante –remarca Andrea, con la u del “muy” extendiéndose en el aire por un par de segundos–. Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”. 

Radiografía de un vaciamiento

Como la relación de dependencia es con una nueva empresa, el lunes pasado se inició la firma de contratos, que continuará hoy y los próximos días. “Las condiciones son las mismas que teníamos hasta el 3 de marzo: se nos reconoce la antigüedad, el estatuto del periodista profesional, los convenios colectivos y la representación sindical de la Comisión Interna del SiPreBA para quienes somos delegados”.

Sin embargo, cambiaron muchos otros aspectos. Dice Andrea: “Dieron de baja el portal, la cablera y nos achicaron un montón en lo periodístico. En total éramos más de 700 trabajadores y quedamos 420 entre las dos empresas. O sea, hay 300 personas menos. Por lo tanto, habrá que hacer todo un reordenamiento de secciones, porque hay algunas que quedaron desmanteladas”.

Sergio Arboleya hace 30 años que trabaja en Télam, donde empezó como colaborador. Hace 15 que es editor de la sección Espectáculos. “Vengo usando la idea del milagro, porque en este contexto de ajuste salvaje, de recorte, de persecución en todo lo estatal, es una alegría haber sostenido el trabajo y en breve ya arrancaremos a producir noticias para la cablera de RTA. El aspecto milagroso se dio a partir de la resistencia, con tantos días de acampe, con una organización que realmente funcionó muy bien, con un manejo del SiPreBA que ha sido eficaz para lograr lo que parecía imposible: conservar los puestos de trabajo de aquellos que finalmente decidimos quedarnos”.

Respira profundo: “Esto resulta muy impresionante, pero no disimula la pérdida de un montón de colegas de enorme valor que se fueron un poco asustados por la política expulsiva de los retiros y que dejan un hueco enorme en la estructura periodística. Y también entender que la marca Télam, con esa simbología, con esa carga, ya no existe más. Hablábamos el otro día con un compañero sobre si podremos recuperar un poco el sentido de la agencia, en este nuevo lugar. Aún con las críticas que podía tener a sus gestiones y a nuestra propia falencia para plantarnos como colectivo de trabajadores a hacer realmente la agencia federal, plural, sabíamos que Télam funcionaba en una dimensión, con sus abonados en todo el país, con su red de corresponsalías que ahora han quedado prácticamente todas afuera”.

La gente que se fue lo hizo mediante retiros voluntarios que, semana tras semana, el gobierno nacional renovaba por decisión del ahora ex interventor de los medios públicos Diego Chaher (la semana pasada tomó su lugar el ingeniero aeronáutico y espacial Eduardo González). La delegada Delfino retoma: “Este conflicto tuvo mucho de psicológico, porque no hay nada peor que tener a la gente sin tareas; fue destructivo. Nos jugaron en contra muchas presiones, tanto externas como internas. En cuanto a las externas, la empresa extendió cada semana el programa de retiro voluntario, a la par que algunos medios publicaban notas que buscaban generar miedo: si no agarrabas el retiro, parecía que se venía el apocalipsis”.

Trabajar para volver a trabajar

Las presiones también las hubo internas y “bien intencionadas”. Describe un aspecto neurálgico de la resistencia: “Los fines de semana eran momentos clave y por eso los lunes o martes hacíamos las asambleas. En el fin de semana es común encontrarse con los seres queridos, que con la mejor intención te decían ‘pero te parece seguir yendo’; ‘hace frío y llueve’; ‘¿por qué estás haciendo una cobertura si en realidad estás dispensado de trabajar?’. Esa presión bien intencionada fue la más difícil de vencer y superar. Con el paso del tiempo, notamos que si nos hubiésemos quedado dispensados y tranquilos en nuestras casas viendo Netflix, esta resolución no hubiese pasado. Me parece importante resaltarlo, porque en una época en que se habla tanto del individualismo y que te hacen creer que solo te salvás por tu mérito, el resultado de esta lucha colectiva muestra lo contrario”.

Desde el 4 de marzo hasta la reconversión de Télam, cada semana se renovaba la dispensa a cada uno de las y los trabajadores. “El presidente que dice que en el Estado somos todos ñoquis, nos está haciendo ñoquis, porque nos está pagando sin trabajar”, solían repetir desde los acampes, como una manera de desarticular el relato oficial. Con la agencia fuera de funcionamiento, decidieron lanzar el sitio web somostelam.com.ar e informar desde ahí. Al frente del portal estuvo Andrea Delfino: “Decidimos arrancarlo con el fin de que la sociedad sepa que nosotros estábamos trabajando para volver a trabajar. Nos enfocamos mucho en cubrir los despidos en el sector público y en el privado. Era difícil mantener esperanza, pese a que en Télam finalmente no hubo despidos. Hubo días muy difíciles y las asambleas parecían terapias de grupo. Las reuniones nos contuvieron y nos organizaron; las conducciones de SiPreBA y de FATPren (Federación Argentina de Trabajadores de Prensa) siempre estuvieron poniendo el cuerpo, al igual que delegados de otros medios de comunicación. Cuando hablo de los lazos de la base, me refiero a los lazos sociales que se fortalecen en estas instancias, al contrario de lo que esperan quienes generan estas acciones para desorganizar a los trabajadores”.

¿Qué no pudo lograr el gobierno?

Andrea: Callarnos, cerrarnos. Nos silenciaron durante cuatro meses y hoy estamos volviendo a laburar. Si logramos un resultado positivo dentro de este contexto es porque fuimos muy tozudos. Y porque tuvimos bien claro lo que queríamos, que se resume en algo hermoso que dijo un compañero en una asamblea: “Yo no quiero ser el último que apague la luz; quiero ser el primero que prenda la computadora cuando volvamos”. Ese es el espíritu del colectivo Télam.

Hoy, algunas luces se volvieron a encender.

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Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

“Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”, dice el hermano de Cristian Valiente. Familias de personas que continúan presas realizaron ayer un encuentro para organizarse y desarmar las mentiras con las que se sostienen sus acusaciones. El caso de Cristian y el de de Facundo Gómez, que hablaba con su mamá cuando lo detuvieron: la justicia no tiene filmado sus supuestos “disturbios”, pero lo encarceló igual. Las causas armadas sobre los más vulnerables, mientras nunca se detuvo a quienes causaron los destrozos, por ejemplo, del auto de Cadena 3. Además, el fiscal Stornelli insiste con meter presas a siete personas que ya fueron liberadas por la jueza Servini por falta de pruebas. El terror que continúa, los ataques de pánico, las condiciones de detención: se puede colaborar económicamente con las personas detenidas (el alias: LIBRESYA) y existen 5 puntos de acopio de mercadería detallados en esta nota. Qué necesitan: abrigo, frazadas, comida. Las familias llaman al 10 de julio a una nueva conferencia y al 12 a una concentración en Plaza de Mayo.

Por Lucas Pedulla

Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

Jonathan dice que está un poco nervioso porque nunca habló en público, y ahora hay un aula llena de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el barrio porteño de Constitución, dispuesto a escucharlo. Tiene 34 años y es el hermano de Cristian Valiente, una de las cinco personas -junto a Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Facundo Gómez y Roberto María De la Cruz Gómez– que sigue detenida en Ezeiza tras la cacería del Gobierno durante el tratamiento de la Ley Bases en el Senado, hace ya tres semanas.

Todavía no pudo ver a su hermano porque no tenía su documento; espera hacerlo el próximo fin de semana.

Vino con su compañera, su hija y un perrito desde Moreno, oeste profundo del conurbano, a pedir por favor que lo liberen: “No tiene justificación. La gran mayoría están detenidos solamente por protestar. Y mi hermano, mientras estuvo detenido, le hicieron un desalojo en la casa: cuando salga ahora no tiene dónde estar”.

El lugar de donde desalojaron a Cristian era una pieza de un hotel céntrico. Allí había trabajado tres años como portero: “Uno con todos los derechos y dos, en negro”, cuenta el hermano. Denunció la situación y fue a juicio, que determinó que debía vivir allí hasta que le pagaran lo que debían. Casualmente, un derecho que la Ley Bases barrió en su capítulo de reforma laboral.

A Cristian -41 años, dos hijos- lo acusan por provocar “disturbios”, “arrojando piedras y otros objetos contundentes” contra la policía, pero sobre todo por haberle “secuestrado entre sus pertenencias” una granada de mano. En su indagatoria, él aclaró que no se trataba de una granada sino de un aerosol químico de los que usan las fuerzas de seguridad para gasear en las manifestaciones; y que lo encontró en las propias inmediaciones del Congreso, y se lo guardó para mostrarlo a un canal de televisión porque había vencido en 2022. “Decían que lo vendía en el mercado negro -dice Jonathan a lavaca, y no lo puede creer-. Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808269566549622911

Este encuentro, motorizado por la Comisión de Solidaridad de la coordinadora por la liberación de lxs detenidxs y el cierre de todas las causas, fue el ámbito para que Jonathan pueda, por primera vez, dimensionar esa locura.

También pudo hacerlo Elena, la mamá de Facundo Gómez, 31 años, cuyo trabajo era ir con su carrito por Plaza Serrano, en Palermo, vendiendo cafés: “Lo detuvieron mientras hablaba por teléfono conmigo -dice mientras muestra un cartel con el rostro de su hijo, sonriente-. La causa debería caerse porque lo ponen arriba de una valla, diciendo que arengaba y tiraba piedras, pero la comunicación con mi hijo se detiene en el momento en que lo están deteniendo. Intenté llamarlo, hasta que me atendió una persona que supongo que era un policía, y me dice que le estaban haciendo averiguación de antecedentes. Le pregunto por qué, y me dice porque estaba en un lugar que no debía estar. Mi hijo grita bien fuerte: ‘¡Yo no estaba ahí!’”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808262187380588878

Elena remarca que no hay registro fotográfico ni fílmico de Facundo, y su otra hija, Micaela, dice a lavaca que al fotógrafo que registraba su detención le rompieron la cámara: “Lo presentamos como testigo. Dijo que le pidió a Facundo que gritara su nombre, y cuando iba a hablar le pegaron una piña en el estómago”.

Elena dice que su hijo no aparece en los videos: “Ellos (la justicia) dicen que han mirado 100 horas, pero Facundo no aparece”. Y agradece la convocatoria: “Es una causa totalmente ilegal y armada para amedrentar y que no salgamos a protestar para que aceptemos todo lo que ellos quieren. Quiero la libertad de los cinco”.

El aula, llena, la abraza con un aplauso.

Crueldad sin paz

Una mesa afuera del aula junta donaciones (galletitas, paquetes de yerba, azúcar, latas de arvejas, jugos en polvo, lavandina, shampoo, toallitas) mientras otras personas de la coordinadora pasan con una caja de cartón para juntar dinero. Adentro, sobre la pared, una gigantografía de Rodolfo Walsh recuerda su Carta abierta de un escritor a la junta militar.

En bancos de madera, mientras tanto, se van sentando, entre otras personas, exdetenidos como Gonzalo Duro, Fernando Leone, Sofía Ottogali y Santiago Adano -liberadxs en las primeras 17 excarcelaciones, el viernes 14 de junio-, o Juan Spinetto y Camila Juárez Oliva, liberadxs en una segunda tanda de 11 faltas de mérito dictadas por la jueza María Servini, el martes 18.

Es que, además de las causas abiertas y la solidaridad por las cinco personas que aún siguen presas, la alerta continúa, porque el fiscal federal Carlos Stornelli apeló y pidió nuevamente la prisión preventiva sobre siete personas: Ottogali, Spinetto, Juárez Oliva, Sasha Lyardet, Nicolás Mayorga, Gabriel Famulari y Brian Ortiz.

“Nos siguen criminalizando cuando la jueza ya dictó la falta de mérito”, dice Camila a lavaca. La falta de mérito se dicta cuando se considera que no hay elementos suficientes para acreditar el hecho que se imputa. La propia Servini habló de la “orfandad probatoria” en las acusaciones de Stornelli. Camila, junto a Sasha y Nicolás, es una de lxs tres estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) detenidxs: “Es una crueldad, porque todos los días me acuesto y miro la ventana porque no sé si un policía va a venir a decirme ‘agarrá tus cosas’, y ya en mi cabeza pienso que no tengo que agarrar ropa oscura para entrar al penal. Así está funcionando mi cabeza. Hasta que la Cámara no se expida, no estoy en paz”.

La sala II de la Cámara de Apelaciones, conformada por Roberto Boico, Eduardo Farah y Martín Irurzun, tiene ahora la palabra.

El docente Spinetto, otro de los “apelados” por Stornelli, dice lavaca: “Es ridículo, porque no aporta nada nuevo para apelar e insiste sobre algo que jurídicamente está zanjado. Básicamente lo que está haciendo Stornelli es continuar con la maquinaria de armado de causa. No tiene ningún sostén jurídico”.

Donaciones, acopio y concentración

La Comisión de Solidaridad abre el encuentro. Sus integrantes recuerdan que hay un alias (LIBRESYA) para contribuir a un fondo solidario común con montos de $500, $1000 o $2000. También subrayan que lxs detenidxs necesitan ropa de abrigo clara (no gris, sin capucha), frazadas de una plaza, y elementos de almacén. Los puntos de acopio:

  • ATE / INCAA: Lima 319, 1er piso, oficina 101.
  • SUTEBA Tigre: Santa Fe 11028, General Pacheco.
  • Mutual Sentimiento: Av. Lacroze 4181.
  • ATE Sur – Lomas de Zamora: Boedo 120.
  • ATE Alte Brown – Pte Perón: Somellera 481.

Luego habla Gonzalo Duro, trabajador judicial, uno de los exdetenidos: “En ese pabellón éramos 15 personas desconocidas y ahora somos amigas. Es una realidad y habla de la transversalidad del problema”. A continuación, Camila recuerda a Daniela Calarco Arredondo: “Le estamos tratando de juntar plata porque tiene que pagar el alquiler. También para pagarles el transporte a sus padres, que viven en Mar del Plata”. Grisel, hermana de Sasha, suma la preocupación por las apelaciones de Stornelli, y pide asistencia psicológica porque muchxs continúan con ataques de pánico. Valora la importancia de estos encuentros y pide, también, monitorear las trabas que les están poniendo los penales a las visitas familiares, para que el Sistema Penitenciario no siga “vulnerando derechos”.

Luego, y por un largo rato, pasan voces de diversos partidos y agrupaciones que hacen caracterizaciones del Gobierno. Algunos traen reclamos urgentes, como los trabajadores despedidos del Hospital Posadas o de la fábrica de neumáticos FATE, pero otros gritan pedidos de paro a la CGT. El músico Santiago Adano, otro de los exdetenidos, agradece con sensibilidad la solidaridad y el acompañamiento, pero sugiere avanzar en lo operativo del encuentro. Algunos no parecen escucharlo, y siguen. Otros sí, y piden acompañar, por ejemplo, la ronda de las Madres de este jueves en Plaza de Mayo para continuar la visibilidad por los detenidos. La propuesta es aceptada.

Las familias y exdetenidos, a su vez, proponen una nueva conferencia de prensa en el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) para informar sobre la situación de las detenciones y las causas. En asamblea votan realizarla el miércoles 10. También votan, para el viernes 12, a un mes de la protesta, realizar una nueva concentración en Plaza de Mayo, con posibilidad de festival, buscando la convocatoria del amplio abanico político que movilizó la última vez, el día de las últimas excarcelaciones. Silvia, la mamá de Camila, recuerda que la urgencia de esos días fue lo que juntó a sindicatos, organismos, referentes de la izquierda y del peronismo: “Vengo a reforzar la idea de unidad, como lo hice desde el día uno”.

Cerca de las diez de la noche, la asamblea concluye.

Los ejes que se refuerzan:

  • Libertad a las cinco personas que siguen detenidas.
  • Pedir el rechazo de la Cámara a las siete apelaciones de Stornelli.
  • Cierre de todas las causas.

Leé la nota de tapa de la nueva MU: Qué es la libertad.
Sasha y su hermana, dos caras de lo que se vivió adentro y afuera tras la cacería policial el día de la votación de la Ley Bases. Sus reflexiones sobre la estigmatización, la persecución, y la vida en ¿libertad? Las redes y la calle. El ego y lo colectivo. Hablan Ramona y Santiago, también detenidos sin pruebas, con torturas. La organización entre familias. Y el reclamo por los que todavía están adentro.

Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases
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LA NUEVA MU. No podrán

La nueva Mu
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