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Corrientes, la guerra contra la naturaleza

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lavaca recorrió rutas y parajes asolados por el fuego que, según el INTA, ya destruyó el 11% del territorio provincial: la superficie quemada equivale a 46 veces la Ciudad de Buenos Aires. Pobladores que perdieron sus casas. Familias sin agua. Bomberos que vienen de otras provincias a ayudar con lo que pueden. Cuarteles locales que rezan por la lluvia. Chicos del ejército casi sin entrenamiento. Las primeras comunidades que alertaron del desastre. La transformación territorial que cercó territorios ancestrales con monocultivos. Y un cacique guaraní que trajo la lluvia con chamamé. Una crónica desde la otra guerra.

El reloj marca las 10:45 de la mañana, la temperatura en la Ruta Provincial 5 alerta 41 grados, y en el pastizal que se está quemando a la derecha del camino en Loma de Vallejos, a 94 kilómetros de Corrientes, sobresale, primero, un sombrero.

Luego, un caballo.

Luego, un hombre.

Se lo ve arriando a sus vacas para alejarlas de un foco que humea denso, silencioso, aparentemente distante, pero que avanza sin pausa. El hombre se acerca a la ruta, transpirado -piel curtida, mirada cansada- y pide un poco de agua. Se llama Ireneo Mesa, propietario del campo, tiene 70 años, 300 cabezas de ganado, y tenía una casa: la acaba de perder.

“Se me quemó toda”, dice, voz tranquila, resignada. “Perdimos todo el material, el alambrado, la cocina. No puedo llamar a nadie porque no tengo teléfono. Todavía no vino nadie. El incendio empezó a las 5:30, antes de las 6. Para mí fueron unos que pasaron en moto, porque ayer no había nada. ¿Por qué? Para hacer la maldad, nomás”.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

Hay enfrente un patrullero de la policía provincial. El comisario inspector Peralta saluda y dice que aguardan por una dotación de 16 brigadistas que llegaron de San Juan. “Fueron a cargar combustible”, avisa. Es del interior de la provincia y nunca vio algo así. Señala el lado izquierdo de la ruta, enfrente del campo de Ireneo: “Este comenzó a quemarse el sábado. Tuvimos que cortar el paso dos horas porque era imposible transitar por el humo. Parecía que salía fuego del asfalto mismo, porque cuando ya no hay nada que quemar, sigue por abajo. Mire lo que es: no quedó nada”.

Miramos: todo negro.

Causas y consecuencias

Los fríos números encadenan cada día un eslabón más al desastre: el cuarto informe del INTA Corrientes, en base a datos que aporta el Grupo de Recursos Naturales de la Estación Experimental Agropecuaria provincial, alertó que al 21 de febrero la superficie correntina arrasada era del 11%.

El porcentaje equivale a 934.238 hectáreas, unas 46 veces la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Sobre la ruta, los números toman forma: el color es negro, la textura de las raices se quiebra al tacto, el olor es a ceniza. “Esto era una cañada, un pastizal que se inundaba temporalmente”, señala Emilo Spataro, experto en gestión ambiental, uno de los fundadores de Guardianes del Y’verá, organización que hace décadas denuncia y alerta sobre las causas y consecuencias de la transformación de un modelo productivo que hoy estalló de forma dramática. Aquí, a 15 kilómetros del pueblo de San Luis del Palmar, lo que señala Emilio es un ejemplo: donde había agua este verano hubo vegetación seca.

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Emilo Spataro, uno de los fundadores de Guardianes del Y’verá
Fotos: Juliana Faggi

Por la Ruta Provincial 5, entre el humo espeso, se comienza a ver un efecto de ese reordenamiento: de un lado bosque nativo, del otro pinos o eucaliptos. “De un lado, decenas de especies, y del otro especie única”, traduce Spataro. Las organizaciones señalaron que esa masa única es gran responsable de la crisis actual: uno de los clusters de forestaciones se produce todo alrededor del Parque Nacional Iberá, en el centro de la provincia, una de las zonas más afectadas por los fuegos.

“El monocultivo forestal, como todo monocultivo, es la destrucción total de variables ambientales de forma sistemática”, explica Spataro. “En el caso de las forestaciones, fumigan con glifosato para eliminar la vegetación. En los pastizales, hacen surcos para sembrar pinos y eucaliptos. En los humedales, introducen canales y terraplenes para sistematizar el manejo del agua: a medida que crecen, aumenta el consumo. La especie, además, es invasora: el viento lo dispersa y crece al borde de una laguna, lo coloniza y se arma un pinar espontáneo, que lo seca”.

El auto se detiene.

El humo lo tapa todo.

Bautismos de fuego

El fuego viene del estero Santa Lucía, en el departamento de San Miguel, a 167 kilómetros de Corrientes capital. Sobre la ruta 118 hay una dotación de tres bombreros del cuartel de Leones, de Córdoba, que ahora almuerzan porque fueron relevados. Otros dos cuarteles -Villa Dolores y Yacanto, también de Córdoba- están trabajando en otros parajes. Llegaron el sábado y se están quedando en una escuela rural a 30 km junto a otros bomberos y brigadistas que dependen del Sistema Nacional de Manejo de Fuego.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

Bruno Maurer es bombero voluntario, tiene 28 años y un deseo: “Esperemos que llueva a ver si nos da una mano porque no damos abasto. Vamos cubriendo en la medida que podemos. Es triste por el medioambiente: podés hacer poco y nada mientras ves cómo daña un ecosistema que no se recupera más”. Jorge González, 40, y una hija que llama todos los días para que no se preocupe y se ponga a llorar: “Nos da impotencia, porque no podemos estar en todos lados”. Angel Pena, 46, y es el jefe: “Lo único que queremos es poner nuestro granito de arena, aunque sea lo mínimo, para ayudar en algo”.

A cinco metros hay un camión del ejército con cinco chicos del Batallón de Ingenieros Blindados de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, que están descansando. Lo de chicos no es una generalidad: David Zanabria es voluntario de segunda en comisión y tiene 23 años. “Llegamos el sábado y el domingo nos metieron de lleno contra el fuego. Los brigadistas lo llaman ‘bautismo de fuego’. Se nos reían porque nos decían: ‘Cómo los van a meter a ustedes que tienen un curso apenas en terrible bautismo’”.

Con el humo que lo inunda todo, cada testimonio suena aún más tremendo. El curso de un mes lo hicieron en el batallón: “Nada que ver con lo que estamos enfrentando ahora. Nos dijeron de técnicas, movimientos, herramientas, pero no hicimos las prácticas. Acá tenemos el fuego enfrente y tenemos que hacer una brecha en menos de cinco minutos para que no avance del otro lado. Sin ese curso, estaríamos en pelotas”.

Los soldados Ernesto Goydar y Marcelo del Valle cumplieron 20 y 22 años el martes: “Nos dieron un budín”, dicen, en festejos que pasaron entre el humo. “Es una tragedia lo que pasa: la gente llora, destrozada, ven que viene el fuego y no quieren abandonar sus cosas, su casa, intentan salvar lo que puedan, entre lágrimas. Por suerte los dos fuegos que estaban por llegar los pudimos tirar”.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

Se levantan todos los días a las 5:30 y no tienen hora de repliegue. Zanabria: “Si estamos batallando y está calmado a las 8 de la noche tiran la orden, pero si se reactiva tenemos que quedarnos hasta que se apacigüe para irnos tranquilos. Si no se puede, nos vamos hasta el día siguiente”.

¿Y sus familias? “Tratamos de no pasarles el nerviosismo para que no se preocupen. Capaz nos duele todo, pero aunque estemos quebrados, lo camuflamos”.

Sobre la ruta, apoyados en una moto, Olegario (42) y María Ester (41) observan todo con lágrimas en los ojos, y no es por el humo. “Nacimos y nos criamos acá. Nunca vimos esto, desde el sábado que estamos así. El domingo se le quemó la casa a un abuelito, perdió todo. Lo vimos. Nosotros estamos muy cerquita, nos está rondando. Tenemos 5 hijos y una nietita de 2. Estamos en una crisis porque no hay fruta, no tenemos verdura, nada, porque no tenemos agua. ¡No hay agua! Todo seco, no se produce nada. El otro día alguien vino de Corrientes y nos trajeron agua mineral, pero nada más. A veces te largás a llorar de impotencia, porque nadie sabe lo que va a pasar. Antes se quemaba un pedacito, no tenías miedo: hoy tenemos miedo hasta de dormir”.

Ella trabaja haciendo changas de panadería en su casa en Paraje Caimán.

Él, en un aserradero, con eucaliptos: “Trabajo de 5 a 10 y otro poquito por la tarde, pero no puedo faltar porque no cobro, si no. Mirá”, dice y se muestra la pierna, con sangre aún sin cicatrizar. Se muestra el dedo: “Está machucado. Si te distraés, fuiste”.

Cobra 140 pesos la hora. “Una miseria”, dice, como si hiciera falta aclararlo.

Sobre humos & especulaciones

Los bomberos y los brigadistas se desplazan a la ruta a ordenar el tránsito porque el humo -ahora gris- ya impide la visión. Hay que pasar con cuidado. El tramo no llega a ser de un kilómetro pero es una prueba de cómo, en segundos, puede cambiar todo.

“Muchos echaron la culpa a los pobladores de los fuegos”, dice Spataro, cuando la visión se despeja un poco. “Muchos tienen únicamente la banquina para pastar las 3 ó 4 vacas que tienen, en otro efecto de la acaparación de tierras. Están acostumbrados a quemar el pastizal para que rebrote, pero nadie les dice ni les explica que estamos en un contexto de cambio climático: es responsabilidad del poder político difundir cuáles son las particularidades para que los pobladores no quemen”.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

También hay intereses sobre las tierras: en medio de este contexto crítico, Juntos por el Cambio pidió derogar la ley de Manejo del Fuego, que prohíbe la venta y el cambio de uso de tierras incendiadas en un lapso de 60 años para evitar especulaciones. “Es muy obvio”, dice Spataro. ¿Qué tipo de proyección productiva hay en esas tierras? “Plantaciones forestales y ganadería. Los humedales son caros de intervenir porque necesitan una inversión fuerte, pero ahora que están secos el fuego los destruye de forma barata”. Un ejemplo: “Tenés 10 mil hectáreas: 5 mil de pasturas y 5 mil de humedales profundos. Con fuego, para fin de año, podés tener 10 mil de pastura”.

Allí se entiende la importancia de la Ley de Humedales que el Congreso cajoneó y este año perdió por tercera vez estado parlamentario. Hay promesas de presentarlo con la apertura de sesiones en marzo, pero el humo no es exclusividad correntina: “La ley crearía los instrumentos de gestión del territorio necesarios para que esto no pase más. Implica que cada provincia tenga que incluir a sus humedales en un proceso de reordenamiento territorial participativo. Que haya sectores que discutan si es útil destruir buenas tierra de pastura, cañadas y lagunas para forestaciones homogéneas o si es buena idea forestar parajes rurales alrededor de los pueblos con el riesgo de incendio que significa. No estamos en contra de la producción, los extractivistas lo están. Hubiera cambiado esta historia si hace 10 años hubiéramos tenido ley de humedales”.

La naturaleza rebelde

Las camionetas de Guardianes del Yverá llegan al cuartel de bomberos de Concepción, a 190 kilómetros de Corrientes, a dejar donaciones: bidones de agua, bebidas isotónicas, mochilas, calzado, medicamentos. Les recibe la delegación con María Rosana Ojeda, 42 años, 12 como presidenta de la asociación civil: “Agradezco mucho a Dios que aquí no tuvimos pérdidas materiales de las casas. Muchos animalitos sí murieron porque se quemaron los bosques nativos. Otros que sobrevivieron están en problemas hoy, porque muchas personas están sin agua potable”.

Cuenta que no tuvieron visitas de brigadistas y que la única ayuda recibida fue de Nación. “Hay cuatro aviones hidrantes en el predio y bomberos de un lado a otro”. Dentro de la regional que integran, muchos pueblos no tienen móviles, entonces Concepción -con tres vehículos, una estructura que otros zonas no tienen, ni siquiera con cuarteles- puede asistir. Ojeda: “Esta crisis evidenció el abandono total. Da mucha bronca porque nadie aparece, nadie dice nada, vienen para la foto. Mintieron demasiado: si recibimos subsidios provinciales es porque se está quemando Corrientes (en el interior llaman Corrientes a la capital). Lo que tenemos son móviles nacionales, y después hay mucho chiquitito para hacernos callar la boca. A veces te aguantás y te tenés que agarrar de donde venga. Hay mucha impotencia”.

¿Qué queda? “Rogar que llueva, y que sea lo que Dios quiera”.

Cerca del cuartel vive Miriam Sotelo, delegada del Consejo de Participación Indígena (CPI), y referente de la comunidad Yahaveré, aquella que empezó a denunciar la tragedia anunciada hace años: “La naturaleza está en total rebeldía. En todo su esplendor, nos está mandando un mensaje. Cuando nos despojaron de nuestra tierra, nos sacaron y nos humillaron, nadie hizo nada. Nosotros somos dueños de esos lugares y no hicimos ningún negocio, pero no fuimos defendidos de la misma manera. Hoy la respuesta política está siendo subsidiar a las mismas empresas que nos llevaron a esto. Yo tengo un hijo y un sobrino de 9 años: ¿qué les estamos dejando a ellos?”.

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Fotos: Juliana Faggi

A nivel social también quedó, con el desastre en curso, que la respuesta política fuera que el gobernador correntino Gustavo Valdés y el ministro de Medio Ambiente de Nación, Juan Cabandié, se culparan mutuamente. Spataro: “La responsabilidad primigenia es del gobierno provincial porque es la titular de los recursos naturales. Además, lo del gobernador fue bochornoso: estaba de vacaciones, culpó a la mala suerte y pidió plata a Estados Unidos. Pero el ministro se escuda en falsedades”.

En 2021, la Corte Suprema revolvió que Nación tiene competencia para intervenir y regular el uso del agua en el caso del Río Ayuí: se trata del proyecto que unía al vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda, con el millonario George Soros, en la construcción de una represa. La provincia había demandado a Nación diciendo que violaba la autonomía provincial, pero la Corte lo rechazó. “Dijo que la tutela de los recursos no implica que Nación no tenga postedad de supervisar el cumplimiento de las leyes nacionales. Entonces Cabandié no sólo podía, sino que debía hacer más”.

Cristian Piriz es de San Miguel, una de las zonas afectadas ayer y hoy. Referente de Guardianes del Yverá, se sumó a la organización después de un encuentro de pueblos fumigados que se hizo en Pellegrini, luego de ver durante años cómo las forestales destruyeron las comunidades: “Vendían las tierras por monedas y se iban a vivir a otro lugar. Sabemos cuál es la raíz del problema. Más de uno la vivió en carne propia”.

Por eso, con las denuncias de años hechas realidad de forma trágica, hoy piensa que tiene que haber una acción diferente. “Tiene que haber un punto de quiebre. A la sociedad le hizo un click distinto el hecho de visualizar luchas que parecían aisladas, en distintos lugares, pero que tenían que ver con este tipo de eventos. Los únicos que no reaccionan es la clase dirigente, que sí sabe, pero no le importa, y continúa con decisiones que afectan los territorios. Hoy estamos básicamente dependiente de la lluvia. Si después de esto no hay un cambio mucho mayor, no va a haber solución”.

Hasta la raíz

Ceferino Ríos tiene 57 años, es el karaí guasú (cacique) de la comunidad guaraní Ñu Puhi, y es otro de los referentes que luchó en defensa del territorio contra las empresas que alambraron con púas y monocultivos el Iberá. “Querían sacar a todos los lugareños y adueñarse de los campos, porque el interés de ellos es el agua y el turismo. Este modelo nos hizo mucho daño. La forestación trajo muchos problemas. Si no fuera por la organización Guardianes del Yverá, nos hubieran echado hace años”.

Hoy siguen resistiendo. La comunidad pertenece al departamento de Ituzaingó, al norte de la provincia (otra de las zonas afectadas), pero Ceferino viene cada 15 días al potrero que era de su familia, en Concepción. Mientras habla, a 300 metros se ve fuego. Ya fue y vino una camioneta de bomberos (“Si se complica, avise”, le dijeron) y se ven avionetas que sobrevuelan y arrojan agua que parece no hacer nada.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

“Está desde enero el humo y nadie lo puede apagar”, dice, tranquilo. “Únicamente el de arriba puede, con lluvia, porque el fuego va bajo tierra: se quema arriba, se quema más abajo, y se quema hasta la raíz, ahí sigue bajo tierra. Era un monte con juncal y totora, de raíz gruesa. ¿Miedo? No. Estamos acostumbrados. Lo que sí es molestoso es el humo, porque algo así nunca vimos. Es, cómo te puedo decir: una epidemia”.

Ante la repregunta, el cacique insiste en su tranquilidad: “Lo único que queda es tener fe. No podemos inventar nada contra la naturaleza. Ella es la que manda”.

De fondo, el fuego ya no se ve: no porque no esté, sino porque lo tapó el humo. “No va a llegar”, confía Ceferino, cuenta que ya hizo un cortafuego (trazó una zanja con un tractor para impedir el avance de llamas), y dice que ahora van a “serenatear”. Saca una guitarra, se suma otra, un bajo y un acordeón. Comienzan a tocar y cantar chamamé. Las voces son bellísimas, la digitación de la guitarra es precisa, el acordeón marca el pulso, pero el humo avanza y, con los minutos, ya es una neblina dentro del concierto.

De pronto, cae una gota del cielo.

Y otra.

Y otra.

Está lloviendo.

Corrientes, la guerra contra la naturaleza
Fotos: Juliana Faggi

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

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