CABA
Corrientes, la guerra contra la naturaleza

lavaca recorrió rutas y parajes asolados por el fuego que, según el INTA, ya destruyó el 11% del territorio provincial: la superficie quemada equivale a 46 veces la Ciudad de Buenos Aires. Pobladores que perdieron sus casas. Familias sin agua. Bomberos que vienen de otras provincias a ayudar con lo que pueden. Cuarteles locales que rezan por la lluvia. Chicos del ejército casi sin entrenamiento. Las primeras comunidades que alertaron del desastre. La transformación territorial que cercó territorios ancestrales con monocultivos. Y un cacique guaraní que trajo la lluvia con chamamé. Una crónica desde la otra guerra.
El reloj marca las 10:45 de la mañana, la temperatura en la Ruta Provincial 5 alerta 41 grados, y en el pastizal que se está quemando a la derecha del camino en Loma de Vallejos, a 94 kilómetros de Corrientes, sobresale, primero, un sombrero.
Luego, un caballo.
Luego, un hombre.
Se lo ve arriando a sus vacas para alejarlas de un foco que humea denso, silencioso, aparentemente distante, pero que avanza sin pausa. El hombre se acerca a la ruta, transpirado -piel curtida, mirada cansada- y pide un poco de agua. Se llama Ireneo Mesa, propietario del campo, tiene 70 años, 300 cabezas de ganado, y tenía una casa: la acaba de perder.
“Se me quemó toda”, dice, voz tranquila, resignada. “Perdimos todo el material, el alambrado, la cocina. No puedo llamar a nadie porque no tengo teléfono. Todavía no vino nadie. El incendio empezó a las 5:30, antes de las 6. Para mí fueron unos que pasaron en moto, porque ayer no había nada. ¿Por qué? Para hacer la maldad, nomás”.

Hay enfrente un patrullero de la policía provincial. El comisario inspector Peralta saluda y dice que aguardan por una dotación de 16 brigadistas que llegaron de San Juan. “Fueron a cargar combustible”, avisa. Es del interior de la provincia y nunca vio algo así. Señala el lado izquierdo de la ruta, enfrente del campo de Ireneo: “Este comenzó a quemarse el sábado. Tuvimos que cortar el paso dos horas porque era imposible transitar por el humo. Parecía que salía fuego del asfalto mismo, porque cuando ya no hay nada que quemar, sigue por abajo. Mire lo que es: no quedó nada”.
Miramos: todo negro.
Causas y consecuencias
Los fríos números encadenan cada día un eslabón más al desastre: el cuarto informe del INTA Corrientes, en base a datos que aporta el Grupo de Recursos Naturales de la Estación Experimental Agropecuaria provincial, alertó que al 21 de febrero la superficie correntina arrasada era del 11%.
El porcentaje equivale a 934.238 hectáreas, unas 46 veces la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Sobre la ruta, los números toman forma: el color es negro, la textura de las raices se quiebra al tacto, el olor es a ceniza. “Esto era una cañada, un pastizal que se inundaba temporalmente”, señala Emilo Spataro, experto en gestión ambiental, uno de los fundadores de Guardianes del Y’verá, organización que hace décadas denuncia y alerta sobre las causas y consecuencias de la transformación de un modelo productivo que hoy estalló de forma dramática. Aquí, a 15 kilómetros del pueblo de San Luis del Palmar, lo que señala Emilio es un ejemplo: donde había agua este verano hubo vegetación seca.

Fotos: Juliana Faggi
Por la Ruta Provincial 5, entre el humo espeso, se comienza a ver un efecto de ese reordenamiento: de un lado bosque nativo, del otro pinos o eucaliptos. “De un lado, decenas de especies, y del otro especie única”, traduce Spataro. Las organizaciones señalaron que esa masa única es gran responsable de la crisis actual: uno de los clusters de forestaciones se produce todo alrededor del Parque Nacional Iberá, en el centro de la provincia, una de las zonas más afectadas por los fuegos.
“El monocultivo forestal, como todo monocultivo, es la destrucción total de variables ambientales de forma sistemática”, explica Spataro. “En el caso de las forestaciones, fumigan con glifosato para eliminar la vegetación. En los pastizales, hacen surcos para sembrar pinos y eucaliptos. En los humedales, introducen canales y terraplenes para sistematizar el manejo del agua: a medida que crecen, aumenta el consumo. La especie, además, es invasora: el viento lo dispersa y crece al borde de una laguna, lo coloniza y se arma un pinar espontáneo, que lo seca”.
El auto se detiene.
El humo lo tapa todo.


Bautismos de fuego
El fuego viene del estero Santa Lucía, en el departamento de San Miguel, a 167 kilómetros de Corrientes capital. Sobre la ruta 118 hay una dotación de tres bombreros del cuartel de Leones, de Córdoba, que ahora almuerzan porque fueron relevados. Otros dos cuarteles -Villa Dolores y Yacanto, también de Córdoba- están trabajando en otros parajes. Llegaron el sábado y se están quedando en una escuela rural a 30 km junto a otros bomberos y brigadistas que dependen del Sistema Nacional de Manejo de Fuego.

Bruno Maurer es bombero voluntario, tiene 28 años y un deseo: “Esperemos que llueva a ver si nos da una mano porque no damos abasto. Vamos cubriendo en la medida que podemos. Es triste por el medioambiente: podés hacer poco y nada mientras ves cómo daña un ecosistema que no se recupera más”. Jorge González, 40, y una hija que llama todos los días para que no se preocupe y se ponga a llorar: “Nos da impotencia, porque no podemos estar en todos lados”. Angel Pena, 46, y es el jefe: “Lo único que queremos es poner nuestro granito de arena, aunque sea lo mínimo, para ayudar en algo”.
A cinco metros hay un camión del ejército con cinco chicos del Batallón de Ingenieros Blindados de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, que están descansando. Lo de chicos no es una generalidad: David Zanabria es voluntario de segunda en comisión y tiene 23 años. “Llegamos el sábado y el domingo nos metieron de lleno contra el fuego. Los brigadistas lo llaman ‘bautismo de fuego’. Se nos reían porque nos decían: ‘Cómo los van a meter a ustedes que tienen un curso apenas en terrible bautismo’”.
Con el humo que lo inunda todo, cada testimonio suena aún más tremendo. El curso de un mes lo hicieron en el batallón: “Nada que ver con lo que estamos enfrentando ahora. Nos dijeron de técnicas, movimientos, herramientas, pero no hicimos las prácticas. Acá tenemos el fuego enfrente y tenemos que hacer una brecha en menos de cinco minutos para que no avance del otro lado. Sin ese curso, estaríamos en pelotas”.
Los soldados Ernesto Goydar y Marcelo del Valle cumplieron 20 y 22 años el martes: “Nos dieron un budín”, dicen, en festejos que pasaron entre el humo. “Es una tragedia lo que pasa: la gente llora, destrozada, ven que viene el fuego y no quieren abandonar sus cosas, su casa, intentan salvar lo que puedan, entre lágrimas. Por suerte los dos fuegos que estaban por llegar los pudimos tirar”.

Se levantan todos los días a las 5:30 y no tienen hora de repliegue. Zanabria: “Si estamos batallando y está calmado a las 8 de la noche tiran la orden, pero si se reactiva tenemos que quedarnos hasta que se apacigüe para irnos tranquilos. Si no se puede, nos vamos hasta el día siguiente”.
¿Y sus familias? “Tratamos de no pasarles el nerviosismo para que no se preocupen. Capaz nos duele todo, pero aunque estemos quebrados, lo camuflamos”.
Sobre la ruta, apoyados en una moto, Olegario (42) y María Ester (41) observan todo con lágrimas en los ojos, y no es por el humo. “Nacimos y nos criamos acá. Nunca vimos esto, desde el sábado que estamos así. El domingo se le quemó la casa a un abuelito, perdió todo. Lo vimos. Nosotros estamos muy cerquita, nos está rondando. Tenemos 5 hijos y una nietita de 2. Estamos en una crisis porque no hay fruta, no tenemos verdura, nada, porque no tenemos agua. ¡No hay agua! Todo seco, no se produce nada. El otro día alguien vino de Corrientes y nos trajeron agua mineral, pero nada más. A veces te largás a llorar de impotencia, porque nadie sabe lo que va a pasar. Antes se quemaba un pedacito, no tenías miedo: hoy tenemos miedo hasta de dormir”.
Ella trabaja haciendo changas de panadería en su casa en Paraje Caimán.
Él, en un aserradero, con eucaliptos: “Trabajo de 5 a 10 y otro poquito por la tarde, pero no puedo faltar porque no cobro, si no. Mirá”, dice y se muestra la pierna, con sangre aún sin cicatrizar. Se muestra el dedo: “Está machucado. Si te distraés, fuiste”.
Cobra 140 pesos la hora. “Una miseria”, dice, como si hiciera falta aclararlo.

Sobre humos & especulaciones
Los bomberos y los brigadistas se desplazan a la ruta a ordenar el tránsito porque el humo -ahora gris- ya impide la visión. Hay que pasar con cuidado. El tramo no llega a ser de un kilómetro pero es una prueba de cómo, en segundos, puede cambiar todo.
“Muchos echaron la culpa a los pobladores de los fuegos”, dice Spataro, cuando la visión se despeja un poco. “Muchos tienen únicamente la banquina para pastar las 3 ó 4 vacas que tienen, en otro efecto de la acaparación de tierras. Están acostumbrados a quemar el pastizal para que rebrote, pero nadie les dice ni les explica que estamos en un contexto de cambio climático: es responsabilidad del poder político difundir cuáles son las particularidades para que los pobladores no quemen”.

También hay intereses sobre las tierras: en medio de este contexto crítico, Juntos por el Cambio pidió derogar la ley de Manejo del Fuego, que prohíbe la venta y el cambio de uso de tierras incendiadas en un lapso de 60 años para evitar especulaciones. “Es muy obvio”, dice Spataro. ¿Qué tipo de proyección productiva hay en esas tierras? “Plantaciones forestales y ganadería. Los humedales son caros de intervenir porque necesitan una inversión fuerte, pero ahora que están secos el fuego los destruye de forma barata”. Un ejemplo: “Tenés 10 mil hectáreas: 5 mil de pasturas y 5 mil de humedales profundos. Con fuego, para fin de año, podés tener 10 mil de pastura”.
Allí se entiende la importancia de la Ley de Humedales que el Congreso cajoneó y este año perdió por tercera vez estado parlamentario. Hay promesas de presentarlo con la apertura de sesiones en marzo, pero el humo no es exclusividad correntina: “La ley crearía los instrumentos de gestión del territorio necesarios para que esto no pase más. Implica que cada provincia tenga que incluir a sus humedales en un proceso de reordenamiento territorial participativo. Que haya sectores que discutan si es útil destruir buenas tierra de pastura, cañadas y lagunas para forestaciones homogéneas o si es buena idea forestar parajes rurales alrededor de los pueblos con el riesgo de incendio que significa. No estamos en contra de la producción, los extractivistas lo están. Hubiera cambiado esta historia si hace 10 años hubiéramos tenido ley de humedales”.


La naturaleza rebelde
Las camionetas de Guardianes del Yverá llegan al cuartel de bomberos de Concepción, a 190 kilómetros de Corrientes, a dejar donaciones: bidones de agua, bebidas isotónicas, mochilas, calzado, medicamentos. Les recibe la delegación con María Rosana Ojeda, 42 años, 12 como presidenta de la asociación civil: “Agradezco mucho a Dios que aquí no tuvimos pérdidas materiales de las casas. Muchos animalitos sí murieron porque se quemaron los bosques nativos. Otros que sobrevivieron están en problemas hoy, porque muchas personas están sin agua potable”.
Cuenta que no tuvieron visitas de brigadistas y que la única ayuda recibida fue de Nación. “Hay cuatro aviones hidrantes en el predio y bomberos de un lado a otro”. Dentro de la regional que integran, muchos pueblos no tienen móviles, entonces Concepción -con tres vehículos, una estructura que otros zonas no tienen, ni siquiera con cuarteles- puede asistir. Ojeda: “Esta crisis evidenció el abandono total. Da mucha bronca porque nadie aparece, nadie dice nada, vienen para la foto. Mintieron demasiado: si recibimos subsidios provinciales es porque se está quemando Corrientes (en el interior llaman Corrientes a la capital). Lo que tenemos son móviles nacionales, y después hay mucho chiquitito para hacernos callar la boca. A veces te aguantás y te tenés que agarrar de donde venga. Hay mucha impotencia”.
¿Qué queda? “Rogar que llueva, y que sea lo que Dios quiera”.

Cerca del cuartel vive Miriam Sotelo, delegada del Consejo de Participación Indígena (CPI), y referente de la comunidad Yahaveré, aquella que empezó a denunciar la tragedia anunciada hace años: “La naturaleza está en total rebeldía. En todo su esplendor, nos está mandando un mensaje. Cuando nos despojaron de nuestra tierra, nos sacaron y nos humillaron, nadie hizo nada. Nosotros somos dueños de esos lugares y no hicimos ningún negocio, pero no fuimos defendidos de la misma manera. Hoy la respuesta política está siendo subsidiar a las mismas empresas que nos llevaron a esto. Yo tengo un hijo y un sobrino de 9 años: ¿qué les estamos dejando a ellos?”.

A nivel social también quedó, con el desastre en curso, que la respuesta política fuera que el gobernador correntino Gustavo Valdés y el ministro de Medio Ambiente de Nación, Juan Cabandié, se culparan mutuamente. Spataro: “La responsabilidad primigenia es del gobierno provincial porque es la titular de los recursos naturales. Además, lo del gobernador fue bochornoso: estaba de vacaciones, culpó a la mala suerte y pidió plata a Estados Unidos. Pero el ministro se escuda en falsedades”.
En 2021, la Corte Suprema revolvió que Nación tiene competencia para intervenir y regular el uso del agua en el caso del Río Ayuí: se trata del proyecto que unía al vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda, con el millonario George Soros, en la construcción de una represa. La provincia había demandado a Nación diciendo que violaba la autonomía provincial, pero la Corte lo rechazó. “Dijo que la tutela de los recursos no implica que Nación no tenga postedad de supervisar el cumplimiento de las leyes nacionales. Entonces Cabandié no sólo podía, sino que debía hacer más”.


Cristian Piriz es de San Miguel, una de las zonas afectadas ayer y hoy. Referente de Guardianes del Yverá, se sumó a la organización después de un encuentro de pueblos fumigados que se hizo en Pellegrini, luego de ver durante años cómo las forestales destruyeron las comunidades: “Vendían las tierras por monedas y se iban a vivir a otro lugar. Sabemos cuál es la raíz del problema. Más de uno la vivió en carne propia”.
Por eso, con las denuncias de años hechas realidad de forma trágica, hoy piensa que tiene que haber una acción diferente. “Tiene que haber un punto de quiebre. A la sociedad le hizo un click distinto el hecho de visualizar luchas que parecían aisladas, en distintos lugares, pero que tenían que ver con este tipo de eventos. Los únicos que no reaccionan es la clase dirigente, que sí sabe, pero no le importa, y continúa con decisiones que afectan los territorios. Hoy estamos básicamente dependiente de la lluvia. Si después de esto no hay un cambio mucho mayor, no va a haber solución”.
Hasta la raíz
Ceferino Ríos tiene 57 años, es el karaí guasú (cacique) de la comunidad guaraní Ñu Puhi, y es otro de los referentes que luchó en defensa del territorio contra las empresas que alambraron con púas y monocultivos el Iberá. “Querían sacar a todos los lugareños y adueñarse de los campos, porque el interés de ellos es el agua y el turismo. Este modelo nos hizo mucho daño. La forestación trajo muchos problemas. Si no fuera por la organización Guardianes del Yverá, nos hubieran echado hace años”.
Hoy siguen resistiendo. La comunidad pertenece al departamento de Ituzaingó, al norte de la provincia (otra de las zonas afectadas), pero Ceferino viene cada 15 días al potrero que era de su familia, en Concepción. Mientras habla, a 300 metros se ve fuego. Ya fue y vino una camioneta de bomberos (“Si se complica, avise”, le dijeron) y se ven avionetas que sobrevuelan y arrojan agua que parece no hacer nada.

“Está desde enero el humo y nadie lo puede apagar”, dice, tranquilo. “Únicamente el de arriba puede, con lluvia, porque el fuego va bajo tierra: se quema arriba, se quema más abajo, y se quema hasta la raíz, ahí sigue bajo tierra. Era un monte con juncal y totora, de raíz gruesa. ¿Miedo? No. Estamos acostumbrados. Lo que sí es molestoso es el humo, porque algo así nunca vimos. Es, cómo te puedo decir: una epidemia”.
Ante la repregunta, el cacique insiste en su tranquilidad: “Lo único que queda es tener fe. No podemos inventar nada contra la naturaleza. Ella es la que manda”.
De fondo, el fuego ya no se ve: no porque no esté, sino porque lo tapó el humo. “No va a llegar”, confía Ceferino, cuenta que ya hizo un cortafuego (trazó una zanja con un tractor para impedir el avance de llamas), y dice que ahora van a “serenatear”. Saca una guitarra, se suma otra, un bajo y un acordeón. Comienzan a tocar y cantar chamamé. Las voces son bellísimas, la digitación de la guitarra es precisa, el acordeón marca el pulso, pero el humo avanza y, con los minutos, ya es una neblina dentro del concierto.
De pronto, cae una gota del cielo.
Y otra.
Y otra.
Está lloviendo.

Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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