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Cuando la plaza desborda

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Una multitud desbordó la Plaza de Mayo en defensa de la democracia, al día siguiente al atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La conmoción, la ideas sobre el odio y la respuesta de una marcha que recordó qué significa Nunca Más. Memoria, presente y reflexiones sobre cómo bordar un futuro. Por Lucas Pedulla.

El tren repleto, el subte colmado, las estaciones llenas, las miradas que se encuentran, el corazón que late y se siente en el pecho de la persona amiga, compañera, desconocida, que late y se percibe en el abrazo y en una 9 de Julio que se puebla de a poco, esa que Sabrina y Gabriel –40 y 42 años– cruzan hacia Plaza de Mayo, donde compran una bandera argentina a 500 pesos. Ella es docente de primaria, él profe de Historia y Geografía en secundarios, y sobre su hombro viaja Bruno, 3 añitos, que mira las columnas de banderas y de personas sueltas, como ellas, que se van formando a sus espaldas, como gotas que pueblan un mar. Vinieron de Tapiales, partido de La Matanza, y por una razón concreta: “Se cruzó un límite. La discusión tiene que ser política. Hace rato se vienen cruzando límites, y lo que se vio ayer dejó en evidencia lo que se venía gestando”.

Lo que se vio ayer es lo que Sabrina y Gabriel vieron por televisión en una imagen estremecedora para la historia argentina: el momento exacto en el que una persona, que luego la justicia identificaría como Fernando André Sabag Montiel, brasilero de 35 años, gatilló dos veces con una Bersa .32 a centímetros del rostro de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando llegaba a su casa en el barrio porteño de Recoleta. 

“Hay que cuidar la democracia”, dimensiona Sabrina. 

Gabriel suma: “No es menor. Más allá de si actuó solo o es parte de algo más que hasta ahora no se sabe, es un límite. Los mensajes de odio que vienen hace años calan hondo en muchas mentes. Y hay mucha gente que piensa así: no es un loco solitario, lo que pasó es que este tipo tuvo el agregado de hacerlo. Pero los mensajes se siguen viendo ahora, hoy mismo, con gente que duda, siempre anteponiendo algo metapolítico por arriba”.

Gabriel acaricia la cabeza de Bruno, que sigue mirando el mar de abrazos que se va formando a sus espaldas.

Y dice, en la clara interpretación del gesto: “Por eso, hay que poner un freno”.

La memoria, el edificio y el arma

La respuesta es inmediata, de reflejo y memoria, aún con el cuerpo temblando. No son las doce del mediodía y la Plaza de Mayo ya muestra indicios de un viernes que la va a desbordar. Esa memoria es histórica, un pulso de la sociedad argentina que venció la dictadura, explican Alicia y Cristina, de 73 y 70 años, que vienen de Avellaneda. 

Alicia recuerda: “Mi familia vivió cosas horrorosas en dictadura, solo porque éramos pobres. Mi primo desapareció y mi tía lo rescató en Córdoba. Mi padre era ferroviario y veía cómo se llevaban a trabajadores encapuchados. ‘No mires atrás porque podés ser fiambre’, le decían”. Cristina vivía a la vuelta de la sede de la Brigada de Investigaciones de Lanús, el centro clandestino conocido como El Infierno: “Las cosas que pasaban eran terribles”. 

Cuando la plaza desborda
Foto Martina Perosa para lavaca

El silencio de Cristina profundiza lo que no hace falta decir: las torturas, los secuestros, las desapariciones. Por eso, Alicia dice que el atentado la shockeó tanto que no pudo dormir. Cristina: “El odio no se justifica. Lo vemos en el barrio, con el vecino, que nos insulta y nosotras nos tenemos que quedar calladas”. Alicia y el edificio en el que vive: “Hay vecinos macristas que hoy decían: ‘La hubiesen matado’, ‘Eso no es verdad’, ‘es un arma de juguete’. ¿Qué le vas a discutir?”. Cristina pregunta: “¿Cómo frenás ese odio?”.

Magalí y María tienen 32 y 35 años, son amigas, son profesionales de la salud y ambas viven en la ciudad de Buenos Aires. María piensa: “Nuestro país tiene 30 mil desaparecidos, miles de presos políticos, cientos de niños secuestrados por la dictadura. A nuestra Argentina le costó mucha sangre estar en democracia. Y hoy estoy acá por eso”. Magalí tiene una imagen que no se puede sacar de la cabeza: “Me horroriza pensar lo que podría haber pasado si eso funcionaba”. Eso, claro, es el arma, que se repitió en loop por canales y redes, y que genera que ambas cierren los ojos en un suspiro. 

Cuando la plaza desborda
Foto Nacho Yuchark para lavaca

María recuerda otra imagen, del sábado pasado, cuando la vicepresidenta habló en la esquina de su casa, frente a una movilización que por la tarde había sido reprimida: “Ese día bajó del departamento y se paró frente a la multitud. Dije: ‘Wow, que pueda hacer eso es un montón, cualquier otro tendría miedo de que le den un balazo entre ceja y ceja’. Y después pasa esto”. Coincide en la lectura sobre los discursos de odio que se ven en la calle, entre familias, entre amigos: “Disculpame, pero esto es de los medios, que echan leña al fuego y dividen la sociedad. Tienen que hacerse responsables por lo que magnifican”. 

Tienen razón.

Del infarto a la Plaza

Sobre Avenida de Mayo y 9 de Julio, una señora vende banderas de Néstor y Cristina a 500 y 1.000 pesos. Se presenta con una sonrisa: “Me llamo Cristina y mi marido, Néstor”. La coincidencia no sólo la divierte, sino que le realza el pecho. Tiene 61 y es de Florencia Varela, sur del conurbano bonaerense. Cuenta que durante el gobierno de Macri vendía pañuelos amarillos y la corría la policía: “Con el peronismo se puede laburar”. Por eso, remarca, este viernes agarró las banderas y se vino a la calle: “Todos los que recibieron ayuda de Néstor, de Cristina, de Eva Perón que descanse en paz, y de Perón, tienen que estar acá, apoyando, repudiando lo que pasó. Me pareció muy malo lo que pasó, yo como peronista no iría a ponerle una pistola a Macri ni a otro gobierno que esté”. 

A metros se encuentra Graciela, 74 años, de Ciudad Evita, vendedora de pañuelos de Cristina, Néstor y Nunca Más a $300: “Casi me da un infarto anoche cuando vi la tele. Soy cristinista a muerte, la amo, me dio la jubilación a mí y a mi marido, la obra social, todo”.

¿Qué piensa? “La gente está mala, no la entiendo, no sé si es la envidia o qué. ¿Por qué la maldad? No quieren que la gente pobre sea clase media, que pueda salir, quieren aplastarnos y que nos muramos de hambre”. 

En la Plaza de Mayo, ya colmada, Noemí y Leonardo –63 y 58 años– vinieron del barrio porteño de Boedo. “Somos gente mayor que vivió la dictadura –cuenta Noemí–. Mi padre fue exiliado político, sé lo que es la persecución y la proscripción. Hoy hay que defender la democracia”. Leonardo rememora: “Antes eran las botas, ahora son los jueces y los medios. Pero esta Plaza significa que el pueblo responde inmediatamente, como con Santiago Maldonado, como con el 2×1. Y a Cristina la vamos a defender porque, además, es la única que tiene una idea de país desde este lado. Hay que poner un límite”. 

Mara tiene 27 y está sentada sobre el cordón del Cabildo. Trabaja en una fiscalía y revolea los ojos: “Es tremendo ver cómo la justicia y los medios están llevando a la gente a un lugar de odio, de demencia, de ira, cómo fogonean que Cristina es la enemiga máxima que hay que destruir. No quiero pecar de ponerme técnica, pero se ve cómo se flexibiliza y se busca encuadrar en diversos tipos penales como la asociación ilícita, que es súper complejo de probar. Por eso es importante y mostrar repudio: el pueblo no se va a bancar estas cosas”.

El bordado

Son las cuatro de la tarde y la Plaza está colmada. Por Avenida de Mayo ingresan partidos políticos. Por Diagonal Sur, sindicatos. Por Diagonal Norte, movimientos sociales. Desfilan banderas del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, de la Unión Obrera Metalúrgica, de La Cámpora, del Evita, de La Dignidad, de la Unión de Trabajadorxs de la Economía Popular, de Barrios de Pie, de la Asociación de Trabajadorxs del Estado, del Frente Popular Darío Santillán, del Movimiento de Trabajadorxs Excluidos. Del. Del. Del.

Y así.

Y así.

El mar que miraba Bruno ya es océano. 

La actriz Alejandra Darín lee un comunicado que concluye: “El pueblo argentino está conmovido, impactado por lo ocurrido, incluyendo a millones que no simpatizan con Cristina ni con el peronismo. En honor a todos nuestros compatriotas es que hacemos este llamamiento a la unidad nacional pero no a cualquier precio: el odio afuera”.

La Plaza desborda en una ceremonia en la que, más acá del documento, no se preveían palcos ni oradores, sino solamente la potencia política del estar, en defensa de la democracia. Con hijes, amigues, familias. Estar, ni más ni menos, y con el abrazo como un hilo transmisor de emociones, sensibilidades, historia, memoria, verdad y justicia.

Eso también transmiten los ojos y las sonrisas amables de Nora y Margarita, ambas de Lomas de Zamora. Nora es docente jubilada y su papá fue perseguido político por la dictadura fusiladora que derrocó a Perón en el 55. Margarita es enfermera jubilada y llegó de Chile en el 75 escapando de la dictadura de Augusto Pinochet, y al año se tuvo que refugiar de la dictadura argentina. Ambas cruzan pasado y presente, con rigor y dulzura.

Nora: “Yo soy peronista, mi marido es radical, pero cuando la patria estuvo en peligro, como con los levantamientos contra Alfonsín, me vine sin banderas. Cuando Perón muere el 1º de julio del 74, Ricardo Balbín dice: ‘Este viejo adversario despide a un amigo’. Hoy hay mucho odio”. Margarita se emociona: “Todos los que estamos acá tenemos historias parecidas porque el ADN nuestro está marcado. Defendemos la democracia porque la hemos vivido: no nos dejaron pensar, nos mataron, nos torturaron, nos desaparecieron. Acá no estamos por nosotras: ya estamos hechas, ya sumamos, restamos, multiplicamos y dividimos. Hicimos todo. Lo que queremos sembrar es por el futuro, nuestros nietos, por vos”. 

Margarita teje, y apela a su práctica: repasa los doce años de Néstor y de Cristina, las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo, la defensa de derechos, la llegada del macrismo. “Tejer un hermoso pulover lleva un largo tiempo, 15 o 20 días, pero desarmarlo lleva dos minutos: tirás del hilo. Es lo que hizo Macri”.

Frente a las imágenes de conmoción, a las banderas de Cristina, los pañuelos de Graciela, la mirada de tres años de Bruno, la Plaza infinita, ¿qué es lo que hay que tejer?

Margarita no duda: “Esperanza y confianza”.

Cuando la plaza desborda
Foto Martina Perosa para lavaca

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57 femicidios en el año, infancias huérfanas cada dos días: Informe mensual del Observatorio Lucía Pérez

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Según datos del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez, hubo 26 femicidios durante febrero, contabilizando un total de 57 en los dos primeros meses del año. Estos crímenes dejan, a la vez, un saldo de 35 infancias huérfanas. Si bien existe una ley que obliga al Estado a brindarles una protección integral económica, de acompañamiento y de acceso a la salud, desde que asumió la actual gestión no se otorgó ninguna: la Ley Brisa no se cumple. Los otros indicadores de la violencia patriarcal de este 2025: 43 intentos de femicidio, 15 desaparecidas, 595 funcionarios denunciados.

El cuerpo de Carolina Ríos, 43 años, fue encontrado por una de sus diez hijas. Maite y Carolina, las mayores, le pidieron luego a la prensa que difundiera este mensaje : “Necesitamos ayuda para poder criar, vestir y mandar a nuestros hermanitos a la escuela. Hoy estamos destruidas, y hacemos todo lo posible para seguir adelante y no quebrarnos ante nuestros hermanos menores». 

Tres días antes asesinaban a Ailén Oggero, de 32 años, delante de sus hijos de 11  y 4 años. El mayor fue quien avisó del crimen a los vecinos. 

A Otilia Cubilla Jara, de 65 años, también la encontró asesinada su propio hijo. 

Estos son solo tres de los 26 femicidios y travesticidios que ocurrieron durante febrero. 

Una síntesis de la violencia que marca los dos primeros meses del año:

Toda la información sobre cada uno de estos casos está disponible en la web del Observatorio Lucía Pérez, el primero y único autogestionado y público.

Una herramienta de información, análisis, debate y acción creada por nuestra cooperativa. 

www.observatorioluciaperez.org

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Trabajadores de Morvillo toman la fábrica tras el anuncio del cierre de la planta, que implica 200 despidos

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Una histórica empresa gráfica de Avellaneda -donde se imprimen títulos de la editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias– anunció su cierre dejando a 200 trabajadores en la calle. Se enteraron por un comunicado pasadas las once de la noche del martes y la respuesta fue unánime: ingresaron a la imprenta e iniciaron una permanencia pacífica en defensa de los puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la firma faltó a la audiencia. Los argumentos empresariales de caída de la producción y los argumentos obreros: “Somos las principales víctimas de esta situación”.

Por Lucas Pedulla

El obrero gráfico Enrique Andina terminó su jornada de trabajo en Anselmo Morvillo SRL a las 22 horas y se marchó a su casa, como todos sus compañeros, como todos los días. Muchos estaban llegando a sus hogares cuando pasadas las 23 horas les llegó un comunicado de la histórica imprenta, que terminaba de la siguiente manera:  

“Con una tristeza difícil de describir tenemos que contarles que ya no podemos seguir adelante. Sabemos acerca del impacto, no sólo económico, sino emocional que tiene para cada uno dejar parte de nuestra historia en el recuerdo, y los relatos que hemos compartido siempre con nuestras familias. Le dejamos a cada uno de ustedes, nuestra gratitud por su invaluable esfuerzo y el deseo de que todos puedan superar este trago amargo con la capacidad de levantarse que los caracteriza”.

El texto cerraba con esta firma: “La Dirección”.

Así como llegaron a sus casas, los obreros volvieron a la gráfica, ubicada en Avellaneda, municipio al sur del conurbano bonaerense. Andina contextualiza: “Somos 200 compañeros; yo tengo 17 años de trabajo y muchos tienen más de 30 y 40 años de antigüedad. En la pandemia vivimos una situación similar pero logramos mantener nuestras conquistas. Somos la gráfica que más cobraba dentro del gremio, pero esto fue imprevisto”.

La respuesta fue unánime: los trabajadores votaron la permanencia.

Avon, papel & toma

Anselmo Morvillo SRL inició sus actividades en 1974 desarrollando folletos cosméticos. En su página web cuentan que en 1988 incorporó la primera rotativa de tecnología de punta, “única en el país en esa época”, y sumó la segunda tres años después. Cuentan que crecieron más del 70% en la segunda década de los noventa y que hoy, en su planta de 13500 metros cuadrados de Avellaneda, los folletos comerciales representan un 70% de la producción, mientras que los trabajos editoriales significan el 30% restante. Andina cuenta que, entre las publicaciones, se encuentran títulos de la Editorial Perfil como las revistas Caras y Noticias.

En el comunicado que “la Dirección” les mandó a los obreros, a quienes se refirió como “queridos compañeros de tantos años”, la empresa expresó su posición:

  • “Hemos atravesado las reiteradas crisis económicas de nuestro país, los cambios en el mercado gráfico con la marcada implosión por el avance tecnológico y el comportamiento poco ético de algunos de nuestros colegas competidores”. 
  • “Fuimos golpeados por la Presentación en Concurso de algunos de nuestros clientes y por la Quiebra de nuestro cliente número dos, ARCA Distribuidores. Luego, a la escalada de precios internacionales de la mayoría de los insumos y repuestos, se le sumó la exigencia de pago anticipado del papel y la desaparición del crédito internacional. Todas situaciones que enfrentamos con mejor éxito que muchos de nuestros colegas”. 
  • “En el año 2014 RR Donelley cerró su planta de Argentina, en enero de 2016 AGR también cerró sus puertas, y en enero de 2020 IPESA cerró la mayor parte de su operación”. Una aclaración: tras el abandono empresarial, Donelley fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras y, hoy, es una cooperativa gestionada sin patrón.

La empresa describe un contexto “tan negativo” en el que inscribió la caída del 63% del volúmen de producción: “Avon, que como bien saben representa más de la mitad de nuestro trabajo, dejó de imprimir catálogos y mudó su comercialización a internet. Esto nos dejó en una situación económica y financiera terminal”.

Los trabajadores respondieron con la permanencia pacífica y otro comunicado que respondía los argumentos de la empresa: “Todos factores ajenos a la responsabilidad de los trabajadores, que somos las principales víctimas de esta situación”.

Gris de espera

Enrique Andina integra la Comisión Interna y explica: “Estamos en permanencia pacífica para preservar las fuentes de laburo. A lo largo del día se hizo presente el sindicato. Exigimos una presentación en el Ministerio de Trabajo y también hicimos un pedido de plenario de delegados para discutir con todos los delegados los pasos a seguir”.

El Ministerio de Trabajo bonaerense dictó la conciliación obligatoria pero la empresa no se presentó a la audiencia. “Está incumpliendo -dice Andina-. Mientras tanto, nosotros seguimos sin tener comunicación de la empresa. Tampoco atienden los teléfonos. La última comunicación oficial fue el comunicado de anoche. Eso deja un gris, porque estamos en la calle sin un mango, pero no hay un telegrama de despido ni nada”.

Los trabajadores tienen sólo rumores, desde un cierre definitivo hasta la posibilidad de la llegada de inversionistas “que reclaman despidos masivos”, según denuncian. “Se olfateaba que la situación venía rara, pero nadie pensó que todo fuera de esta manera -dice-. La convocatoria acá fue masiva, y agradecemos también que se acercaron de otras ramas, como médicos del Garrahan. La intención es difundir el conflicto y rodearlo de solidaridad para lograr lo que necesitamos, que es que la patronal se siente a discutir”.

Mientras esperan, en las próximas asambleas decidirán los pasos a seguir: “Es un golpe fuerte, pero uno tiene que estar fuerte, también, por la familia. La mayoría de los compañeros son sostén de hogar. Estamos dispuestas a lucharla hasta el final y no aflojarle hasta encontrar una solución, que es sostener las fuentes de trabajo con las mismas condiciones que teníamos hasta ayer antes de recibir el comunicado”.

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Juicio a la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu: absurdos sin pruebas

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Empezó el segundo proceso judicial a integrantes de la lof mapuche, a quienes se les endilga el delito de usurpación en la localidad de Villa Mascardi, en Bariloche, Río Negro. 

El juicio, a cargo del Tribunal Oral Federal de General Roca y que se realizará de manera virtual, tendrá 132 testigos que serán llamados a declarar y como mínimo, se espera que dure hasta abril. Expresan desde la comunidad: “Somos sometidos injustamente, acusados de usurpar nuestro propio territorio, el mismo que libremente caminaron nuestros kuifikecheiem (antepasados) cuando aún no existían alambrados, ni parques nacionales, ni ningún winka que con su ambición destructora mirara nuestra tierra”.

Para entender el conflicto hay que retroceder a 2017, cuando la lof inició la recuperación de su territorio a partir del levantamiento de una machi –guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche–, y la construcción del rewe –un sitio sagrado de conexión con otras energías del espacio en donde la machi atendía a quien fuera a curarse–. La respuesta del Estado fue de terror: un operativo de desalojo comandado por la vigente ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que terminó con el asesinato de Rafael Nahuel, a manos del grupo Albatros de Prefectura, el 25 de noviembre de aquel 2017. Todo ese proceso derivó en el primer juicio contra la comunidad, donde fueron condenados siete mapuche.

Tiempo después del crimen de Rafita, la comunidad volvió al territorio hasta que en 2022, ya en el gobierno de Alberto Fernández, se ejecutó otro desalojo represivo.

En el juicio que arrancó hoy y continúa mañana, se juzga de la usurpación de distintos terrenos a Luciana Jaramillo, Yéssica Bonnefoi, Romina Rosas, Betiana Colhuan, Celeste Ardaiz Guenumil y Matías Santana. Se defienden desde la comunidad: “Nos encontramos frente a un contexto muy difícil alimentado por un sistema político y judicial perverso, que agudizó la persecución hacia el Mapuche con más violencia y encarcelamientos, con el fin de debilitarnos y quitarnos nuestro territorio”. 

El juez a cargo se llama Alejandro Silva y es el mismo que presidió el proceso por el fusilamiento de Rafael Nahuel y que condenó a sus responsables con penas ínfimas. 

Ataques

El contexto al que hacen referencia refiere a un gobierno que agudizó el hostigamiento preexistente hacia el pueblo mapuche, además de un avasallamiento de derechos a las 40 naciones originarias que habitan lo que hoy es Argentina. Algunos ejes de esa persecución: el desguace del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI); el decreto que barrió a la Ley de Emergencia Territorial Indígena (26.160) que mantenía la suspensión de los desalojos sobre tierras comunitarias de los pueblos originarios y que allanó el terreno para el desarraigo de la comunidad Paillako a principio de este año; y el señalamiento sin pruebas como causantes de los incendios en la Patagonia. Por citar un caso, Victoria Heredia Núñez, integrante de Lof Pillan Mahuiza, cumple arresto domiciliario desde el 12 de febrero acusada del incendio en la Estancia Amancay, en la localidad chubutense de Trevelin, pese a demostrar mediante georreferenciación que al iniciarse el fuego estaba a más de 90 kilómetros.

La gente de la comunidad frente a la policía durante una inspección ocular en octubre de 2023. Fotos: Jaime Carriqueo

Absurdos

La defensa de la comunidad está a cargo de la Gremial de Abogadas y Abogados. Uno de ellos, Gustavo Franquet, le dice a lavaca ni bien concluida la primera audiencia: “Esto comenzó en 2017 y estamos en 2025; llevamos más de 7 años donde se supone que juzgados de instrucción federal, fiscalías federales, fuerzas federales de investigación como Gendarmería, la Policía Federal y Prefectura investigaron a la comunidad y no pudieron conseguir elementos para acusarlos de otra cosa que no fuera usurpación, motivo por el que ni tendrían que estar en el banquillo. El Estado argentino, desde la Constitución de 1994, reconoce los derechos preexistentes de los pueblos originarios, por lo que no puede ni debe criminalizar el conflicto territorial; en una recuperación, no hay delito. Si esto fuera juzgado como corresponde, no pueden de ninguna manera condenar a nadie”.

En cuanto a cómo abrió el juicio, cuenta: “Sólo en un par de horas que duró, ya se cometieron varios despropósitos jurídicos, aunque estamos seguros que lo más horroroso de este juicio está por venir; vamos a escuchar cosas muchísimos más jodidas, hoy fue un precalentamiento”.

¿Qué despropósitos?

Entre las barbaridades que dijeron, hubo tres que no se pueden creer. 

A una de las mujeres, Yéssica Bonefoi, la quisieron acusar de la usurpación de una cabaña, que cuando la fiscalía pidió la elevación a juicio, ni se mencionó. Fue algo insólito, porque no pueden inventar elementos nuevos. Pidieron un cuarto intermedio y cuando volvimos retiraron ese planteo porque obviamente estaba fuera de lugar. Es tanta la voluntad de persecución, de acusación gratuita, que ni se fijaron en eso.

Un segundo despropósito es que cuando se produce lo que llaman la usurpación del ex Hotel Mascardi, una de las acusadas (la machi Betiana) seguía siendo menor. Por ley de minoridad, hay todo un proceso que en este caso no se cumplió cuando se acusa a menores de entre 16 y 18 años y que ahora imposibilita al juez a dictar sentencia contra ella. Como una cuestión lógica le exigimos al juez que no la someta al juicio, y en vez de aceptarlo, dijo que lo va a decidir al final del proceso. Algo totalmente absurdo y re victimizante para la machi.

Y un tercer punto que es la pretensión de la fiscalía y de las querellas de que consideren a la usurpación como un delito continuado. Se denomina con esta tipificación a delitos como la desaparición forzada, o un secuestro, pero no a una usurpación, que es un tipo específico de hurto o de robo, en este caso de un inmueble. Si alguien comete un robo, el delito es en ese momento, no continúa en el tiempo. Ahí hay otro absurdo.

Truchos

En 2022, antes del segundo desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu, se incendió un trailer y un remolque de Gendarmería. Desde los gobiernos provinciales y nacionales se acusó al pueblo mapuche, al igual que de usurpar una cabaña. Recuerda Gustavo: “Ahí empezó toda esta farsa. Esa zona está protegida por fuerzas federales, pero señalaron a la lof y así allanaron el camino para desalojarlos”. 

Ese desalojo fue brutal, con más de 250 efectivos del Comando Unificado que irrumpieron en el territorio. Romina Rosas, una de las mapuche detenidas, estaba embarazada de ocho meses y fue golpeada y arrastrada por el piso; días después, parió a su bebé rodeada de policías. Celeste, decía esto de aquel 4 de octubre de 2022: “Me tiraron al suelo, a mí y a mi nena de 5 años. Nos apuntaron con el arma en la cabeza. Fue una cacería”.

Retoma Gustavo Franquet: “A las seis personas que están enfrentando el juicio jueces federales les dictaron su falta de mérito, porque no hay ningún elemento que los ligue a lo que se los acusa. Toda esta causa es trucha porque fue creada para criminalizar, para desalojar y para allanar a la comunidad. Y por ende, todo este juicio es trucho”.

Lafken, en mapudungún, significa espejo de agua. Winkul, espíritu guardián de la montaña. Y Mapu, tierra. Desde la lof Lafken Winkul Mapu, concluyen: “Seguimos llamando a la unión, a mantenernos fortalecidos en nuestro feientun (creencia) y esencia mapuche. A enfrentar al winka con nuestra verdad, por más que el aparato estatal utilice todos los medios a su alcance para difamarnos pretendiendo poner a la opinión pública en nuestra contra, con falsas acusaciones. Pero tenemos total confianza en la fortaleza de nuestro pueblo milenario que ha resistido y preservado el territorio a pesar de los atropellos”.

Juicio a la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu: absurdos sin pruebas

Matías Santana, la Machi Betiana, Luciana Jaramillo y Romina Rosas son cuatro de los seis acusados, durante la primera audiencia del juicio en su contra.

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