Nota
Claudia Acuña: «Es hora de que la Universidad se atreva a dejar soñar a sus alumnos»
La periodista, escritora y docente de la Maestría de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de Cuyo trabajó en los medios de comunicación más importantes del país hasta que «en enero del 2002, al calor de la hoguera de la crisis argentina y como necesidad de difundir informaciones que los medios de comunicación tradicionales no incluían en su agenda», creó el sitio lavaca.org.
-Usted trabajó en los diarios Clarín, Página/12, La Razón; las revistas Trespuntos, La Semana, Rolling Stones, Noticias; participó en la investigación periodística de distintos programas culturales y sociales en televisión; ¿Por qué desarrollar una productora de periodismo independiente?
-Por varios motivos. El primero, para hacer periodismo. Porque los medios comerciales hoy, en el mejor de los casos, son folletos y, en general, no venden información, sino su ocultamiento: viven de lo que no publican. Para hacer una vidriera se necesitan mercancías. Para hacer un garito, apostadores y putas. Y para hacer periodismo se necesita libertad. Y eso hoy solo se encuentra en los medios que, por eso, suelen llamarse independientes.
El segundo motivo: la carrera en donde se supone que se aprende y se enseña este oficio se llama Comunicación Social. Es decir: el periodismo tiene una función que excede lo que vulgarmente llamamos mercado. La sociedad es más grande, más importante, más interesante y más diversa que el mercado. Por suerte. En la Argentina esa brecha es aún más inmensa y se la puede medir todos los días cuando leemos el diario, escuchamos la radio o miramos televisión. ¿Está allí toda la sociedad argentina? ¿Y la uruguaya, guatemalteca, afgana o esquimal? ¿El barrio, la ciudad, el país, el planeta? ¿Las mujeres, los chicos, los viejos, los hombres?
El tercero: En un mundo y en un país en donde el 10 por ciento más rico del planeta impone su agenda al 90 por ciento restante, parecería haber espacio suficiente para quienes desenchufamos la Matrix y hablamos de otra realidad, más dolorosa, contradictoria, problemática y compleja. Pero real. La pregunta entonces es: ¿Podemos encontrar soluciones para problemas que no son reales? ¿O es necesario primero asumir la triste postal del presente para imaginar un futuro tan humano y feliz como seamos capaces de hacerlo? En la película Matrix, el héroe recibía una propuesta: podía tomar la pastilla azul o la roja. Una lo haría recobrar la ilusión de una realidad ordenada. La otra lo enfrentaría con la posibilidad de pelear, sin saber siquiera si el resultado sería un éxito o un fracaso. Imaginen cuál tomé.
-¿Hubo cambios en su función de comunicadora desde su paso por medios masivos, y privados, hasta lavaca.org?
-A veces pienso que no cambié, ni siquiera evolucioné. Comencé a trabajar en vísperas de la Guerra de Malvinas y para cuando terminó la contienda, la dictadura estaba mortalmente herida. Sin embargo, hubo quienes se creyeron eternos y actuaron como si la sociedad no hubiese cambiado. Los medios, por ejemplo. Algo muy similar está pasando ahora. La crisis del 2001, el 19 y 20 de diciembre y la debacle del sistema de representación institucional que siguió después, modificaron -más o menos profundamente- a toda la sociedad argentina. Tengo una noticia para darles: los lectores, oyentes y espectadores son esa sociedad. Sin embargo, lo medios comerciales continúan idénticos. En breve sabremos quién será nuestro moderno Gómez Fuentes. Y cuál será el Página 12 del futuro.
Pero a veces pienso que cambié demasiado: cada vez menos me interesa el rol de mediador que suele otorgarse al periodista. Ese intérprete barato de conflictos enriquecidos por matices, puntos de vista, contradicciones, sentimientos. Creo que estamos viendo nacer una nueva forma de periodismo, donde ya los llamados «periodistas profesionales» somos cada vez menos necesarios. Este proceso de lenta extinción se ve favorecido por la precariedad de herramientas que posee hoy el oficio: un reportero no sabe más que un piquetero. Conoce, en todo caso, algunos trucos que cualquiera puede aprender. Repetir quién, cuándo y dónde, edificar una pirámide invertida, preguntar obviedades, atragantar con un micrófono a un funcionario o a una de sus víctimas…hasta un orangután podría aprender a hacerlo. No alcanza con repetir palabras que parecen determinantes (como riesgo país, default o efecto 2000, solo para nombrar tres casos de papelones periodísticos notables), sino de averiguar quién los dicta, para qué y por qué. Tampoco se trata de leer libros, sino de entenderlos. Y para hacer todo esto, es necesario algo que hoy poseen solo aquellos que se atreven a desafiar un orden establecido. Hace falta coraje.
-¿Qué la motiva a vivir sus valores y proclamarlos junto a un equipo de periodistas de reconocida trayectoria?
-Saber que todo lo que hacemos, importa. Cambia lo que está mal. Salvo que tu objetivo sea el Pulitzer o el Oscar, todo lo que hagas, sirve, empuja, alivia y alienta.
-¿Cómo observa las nuevas corrientes de periodismo según las variadas ofertas y planes de estudio, tanto privadas como estatales? ¿Afecta el origen en la formación del periodista en su desempeño para los distintos medios?
-Afecta y mucho. La democracia sembró de carreras de periodismo el país y la consecuencia no ha sido un periodismo de mayor calidad. El resultado es claro: cumplió una función de domesticación. Intenta que todos los alumnos salgan de allí con un diploma y arrodillados. La dosis de obediencia debida en los medios no puede entenderse sin el aporte de un discurso de derrota moral que han transmitido los profesores a sus alumnos: nosotros no pudimos hacerlo, ustedes tampoco. También se han dedicado a pregonar saberes a la medida del mercado: esto se hace así. ¿Así cómo? ¿Así de mal? ¿Así de desocupados? ¿Así de miserables o de cínicos? Los años de estudio son los únicos en los que es posible experimentar, probar, inventar, fracasar y volver a experimentar hasta encontrar la propia voz, eso que llaman estilo a la hora de escribir y personalidad a la hora de plantarse en el ring side a dar pelea. Convertidos en disciplinados escribientes, lo que han largado al mercado es mano de obra reemplazable, prescindible y flexibilizable. Ahora que quedó claro que llegó el fin del mercado de trabajo, es hora de que las carreras se atrevan a dejar que los alumnos sueñen. Y el único lugar que hoy admite sueños no es el claustro, sino la calle.
-En los principios de lavaca.org (que figuran en la solapa de «Quiénes somos» de su página) recalca la honestidad como uno de los principales estandartes y en la última línea menciona el hacer todo «por lo que juntos podamos soñar». Bien, ¿cuál es su sueño y el de lavaca.org?
– Cuando escribimos eso, en la mesa del comedor de nuestra casa, no sabíamos qué, pero sabíamos por qué. Juntos soñamos lo que hoy somos. Y todavía no nos despertamos. Mi sueño es seguir soñando.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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