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La fila del hambre: El virus de la pobreza

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Los comedores en el centro y la periferia de la Ciudad demuestran que quienes llegan allí no son los mismos de siempre: inmigrantes, trabajadores independientes, madres y padres de familia y hasta jubiladxs hacen fila por un plato de comida. Esta es apenas la foto de una película que incluye a 150 mil personas en en Capital que acuden a alguno – o por día, a varios- de los 471 comedores comunitarios reconocidos por el gobierno porteño. Cuánto creció la demanda. Cuántos platos y viandas se reparten. La suspensión de la misa para dar de comer. Y la desesperación porque «acá nadie mira lo que está pasando: somos invisibles».

La fila del hambre: El virus de la pobreza
Foto: Nacho Yuchark

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Nacho Yuchark

Vi a un hombre llorar de hambre. Las mejillas gastadas, las manos castigadas, los mocasines agotados y él, parado al final de la fila de cuadra y media que espera su turno para retirar el bolsón de comida, derrumbado por la noticia que nadie le adelantó: hay que anotarse.

-Yo sólo quiero comer…

-Espere. Algo vamos a hacer.

El hombre espera.

La fila del hambre: El virus de la pobreza
Comedor de la parroquia San Carlos, en Almagro. Foto: Nacho Yuchark

No quiere hablar, advierte frenando con la palma de la mano la pregunta, que casi a los gritos responde la mujer que está parada delante:

-Vengo desde Once, con dos de mis tres hijos. Me habían dado el número 68, pero me lo sacaron cuando les dije que no estaba anotada y ahora no sé…espero. No sé cómo funciona. Nunca hice esto.

La mujer espera.

La fila del hambre: El virus de la pobreza
Sacerdotes Facundo y Fabián de la parroquia San Carlos. Foto: Nacho Yuchark

La primera de la fila está sentada en un banquito de plástico azul. Llegó a las 10 de la mañana y el reparto comienza a las 17. Ese es el reloj de la necesidad: siete horas a la intemperie para recibir un paquete de fideos, una lata de duraznos al natural, cinco saquitos de té, una lata de salsa de tomates, un kilo de yerba, otro de arroz y los tesoros de este reparto, verduras y un trozo de carnaza común.

“Repartimos 200 cajas cada martes y cada viernes. El 70% lo aporta el ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad, el resto las donaciones”, explica el párroco Fabián Alonso, con guantes de goma azules y barbijo. “Todos los que estamos ahora atendiendo el comedor somos ordenados (sacerdotes) porque las voluntarias que estaban a cargo ya no pueden hacer este trabajo: son población de riesgo. Y bueno: nosotros ya no damos misa, así que esta es una oportunidad que nos brinda este momento para hacer algo importante en épocas así, que nos obligan a todos cambiar. Y entre todas esas cosas que tenemos que cambiar, la iglesia es una”.

La fila del hambre: El virus de la pobreza
La cola al comedor da la vuelta la cuadra, de la calle Yapeyú hacia Quintino Bocayuva, en Almagro. Foto: Nacho Yuchark

Hace apenas tres meses que el cura Fabián llegó desde Constitución a la parroquia de San Carlos, que en Don Bosco y Quintino Bocayuba sostiene desde hace décadas un comedor que alimenta a las personas en situación de calle y les acerca, además, ropa, remedios, asistencia social y psicológica, entre otras urgencias. Todos esos servicios se vieron interrumpidos por la cuarentena obligatoria, al igual que el trabajo aportado por las personas voluntarias. Queda en pie la entrega de una ración de comida, de lunes a viernes, desde las 19 , a la que han sumado el reparto de cajas de alimentos dos veces por semana. “Tuvimos que abrir otros espacios porque nos sobrepasa la demanda. Se sumó la parroquia de San Francisco, los viernes, que hace el reparto en el gimnasio de Castro Barros al 200. Nos pidieron ayuda para organizarlo porque no tenían experiencia en este tipo de tareas. Eso se está notando hoy en esta ciudad: no sabemos cómo ayudar a quienes más lo necesitan. O bien porque no tenemos esa experiencia, o bien porque estamos cumpliendo el aislamiento. Y eso resiente la capacidad de respuesta de los centros comunitarios, que dependemos esencialmente de la sensibilidad y el compromiso social. Así que decidimos ponernos a trabajar nosotros, los curas, que para eso estamos: es nuestra tarea pastoral en estas circunstancias tan especiales”.

La fila del hambre: El virus de la pobreza

Los pobres del virus

Este comedor que ya ha atajado tantas crisis, ¿qué nota de nuevo en esta?

Responde el padre Facundo:

-Las personas venezolanas están en una situación muy vulnerable. Muchas sin documentación en regla porque la cuarentena ha parado hasta esos trámites. Es gente que ha venido al país para huir del hambre y ahora se encuentra con esto: no tienen resto. Y sienten mucha vergüenza. Se nota que tienen otra formación o educación, como quieras llamarla, y que estas circunstancias las ha puesto prácticamente en situación de calle. Vienen muy golpeadas de allá y reciben esta trompada acá. Es demasiado…

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Equipo de la Asamblea de San Telmo, encargado del comedor de la calle México. Foto: Nacho Yuchark

A pocas cuadras, sobre la calle que también se llama Venezuela, la fila del hambre se repite en la parroquia Santa María, donde reparten 120 viandas todos los martes y viernes, a las 19. Hoy hay guiso de fideos con carne y verdura, acompañado con un pan, un sándwich y una factura. En la fila solo hay hombres, algunos muy mayores, dos con bastón. “En tiempos normales funcionamos como un comedor, con mesas donde compartimos no solo la comida, por eso vienen muchos abuelos que cobran la mínima y así ahorran unos pesos para poder comprarse los remedios”, detalla Antonio, uno de los cuatro voluntarios que está a esa hora a cargo del reparto. “Ahora nos turnamos porque no podemos estar todos al mismo tiempo, así que escalonamos las tareas para no ser más que cuatro. Arranca el primer turno a las 9 y nos vamos repartiendo tareas y horarios hasta terminar la entrega”.

La fila del hambre: El virus de la pobreza
Viandas preparadas en la parroquia Santa María. Foto: Nacho Yuchark

Sobre uno de los tablones están ya listas las 120 bolsitas blancas y en un lateral, la bolsa de pan y el fiambre cortado con el que improvisan si la demanda es mayor . “La idea es que nadie se vaya sin comida”.

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El menú del día en San Telmo. Foto: Nacho Yuchark

La misma frase es la que repite al teléfono Javier Mayorca, jefe de prensa del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad, cuando se le pide datos sobre el hambre en tiempos de pandemia. “La demanda creció un 30%”, precisa. “Antes de la pandemia los comedores recibían una demanda de 100 mill personas. En marzo creció a 115 mil y en abril cerraremos en unas 150 mil”.

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Cola para el comedor de San Telmo. Foto: Nacho Yuchark

Los otros datos que completan este dramático panorama:

· En la Ciudad de Buenos aires hay 471 comedores comunitarios,

· 316 están en barrios populares: villas asentamientos, complejos habitacionales.

· 155 en lo que podríamos llamar el casco urbano.

La fila del hambre: El virus de la pobreza
Foto: Nacho Yuchark

¿Es requisito que las personas se anoten para recibir la comida?

Responde Mayorca:

Es un requisito para garantizar que come sólo aquel que lo necesita y para garantizar que los recursos del Estado lleguen donde hace falta. También, para dimensionar la demanda.

¿Y cómo es el pulso de esa demanda en este contexto?

-De constante crecimiento. Y a mucha velocidad.

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Foto: Nacho Yuchark

Sobre la estrecha vereda de la calle que también se llama Venezuela, a la altura del barrio de San Telmo, a las 11 de la mañana comienza a hilvanarse la fila del hambre.

Una persona a metro de la otra, plato o tupper en mano, espera.

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Foto: Nacho Yuchark

Sobre el escritorio del comedor está el remito de la mercadería que le ha enviado esta semana el Ministerio de Desarrollo Social porteño:

-60 kilos de carne

-33 kilos de pan

-192 huevos

-254 kilos de zanahoria

-480 manzanas.

La fila del hambre: El virus de la pobreza

Esa es la única cifra que se corresponde con la fila: por día allí se reparten 480 raciones de comida. El resto hay que estirarlo con donaciones y magia hasta hacerlo coincidir con la fila.

Ahora mismo hay trabajando allí seis personas que hacen malabares para que los ravioles lleguen al dente y calientes a cada plato que se asoma por el umbral. “Dejamos abierta la puerta porque la mercadería que no usamos para la comida del día también la repartimos y eso por la ventana no pasa”, explica Rubén, referente de la Asamblea que sostiene ese comedor desde hace dos décadas.

La fila del hambre: El virus de la pobreza

A su lado, Analía sonríe irónicamente cuando escucha la pregunta sobre cómo reconoce el Estado el trabajo que allí hacen. “Nos dan 52 mil pesos cada seis meses. Se supone que es para pagar los gastos, es decir, no incluye el trabajo que aportamos. Solo para gastos. Pero mensualmente de luz tenemos 13 mil pesos, 5 mil de gas y 16 mil de alquiler, así que no llega a cubrir el 10% de lo que gastamos”.

Rubén sacude la cabeza de lado a lado. No es eso lo que le preocupa. Lo que lo agita y le provoca el insomnio que lo tiene atrapado desde que comenzó la cuarentena es la ceguera. “Nadie está mirando lo que pasa acá. Somos invisibles. Esta gente es la que sale todos los días a ganarse el mango en la calle. Y ahora le sacaron hasta eso. Y a nadie parece importarle”.

La pregunta que le saca el sueño es esa: a quién le importa que alguien llore de hambre.

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Hombre mayor espera con barbijo su turno en el comedor. Foto: Nacho Yuchark

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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