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“Necesitamos que los traten como pibes enfermos, no como delincuentes”

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La actriz y productora Carolina Fernández compartió en redes sociales la tremenda historia de su hijo, con problemas de consumo, para graficar el horror y la desesperación que atraviesa cada madre que no sabe qué hacer, dónde acudir y cómo actuar ante una cadena de violencias que involucra al propio Estado. El resultado fue una catarata de mensajes de aliento, ayuda y muchos “lo vivo en carne propia”. Carolina denuncia que la justicia trata a su hijo como un delincuente, cuando en realidad necesita un tratamiento de adicción y contención psicológica y psiquiátrica. Reproducimos aquí la historia completa para aumentar la red y alentar la reflexión sobre un abordaje con perspectiva de derechos humanos.

Por Inés Hayes y Melissa Zenobi

“La pasión de Santi son el skate y la música. Desde muy chiquito competía en los torneos. También le gustan los caballos y ganó torneos de polo, antes de los 12 años, hasta que el consumo totalizó su vida”, dice Carolina Fernández recordando la feliz infancia de su hijo. Una vida cargada de futuro que comenzó a complicarse pronto: “Desde los 8 años empezó a mostrar ciertos aspectos de su personalidad que a mí me hacían mucho ruido, que nos llevaba a extremos de angustia: mucha ira de la nada, reacciones intempestivas, se golpeaba solo, lloraba y gritaba, comenzaba luego dolor fuerte de cabeza hasta que vomitaba”, recuerda Carolina con la angustia en la garganta.

Caro maternó a Santi prácticamente sola, como les pasa a muchas mujeres. “Lo llevé a psicólogos, pediatras: nada. Todos decían que era “conductual”. Durante mucho tiempo y a medida que estas reacciones o “crisis” se hacían más incontrolables, me sentí una madre que no podía. Me hablaban de límites y yo los ponía pero del otro lado había una gran violencia frente a cualquier “NO”. No le encontraba los bordes a Santi. Se empezó a escapar. Llamaba casi a diario a la policía para que salgan a buscarlo”, cuenta Carolina, pero podría ser la historia de muchas madres e hijos más.

“Obviamente yo me doy cuenta tarde que estaba consumiendo. Y todo se transforma en un infierno. Santi es un chico que necesita y da ternura, me dice que me ama unas 50 veces al día, es afectuoso, y es muy inteligente. Una parte de Santi, la parte sana, quiere vivir, pero su parte enferma quiere romper el mundo en pedazos y morir”, se la escucha a Caro con la voz entre cortada.

¿Y ahora quién podrá ayudarme?

Cuando Santi cumplió 12 años y a pesar de que su mamá seguía buscando intensamente un diagnóstico que permitiera ayudar a su hijo, los profesionales seguían poniendo el eje en la crianza: “Pero yo sentía que no, que algo más había, que la maternidad no podía ser tan dolorosa y que Santi tenía algo. Yo lo miraba y sabía cuándo todo iba a explotar”.

Fue cuando se enteró que Santi fumaba mariahuana que empezó a buscar tratamientos contra las adicciones. “Para cuando me entero de que fumaba marihuana ya Santi estaba tomando cocaína: me da la sensación de que las madres corremos a las adicciones desde muy atrás. No llegamos. No alcanzamos, simplemente porque no sabemos”, dice Carolina.

“Un día lo miro a Santi y lo veo raro, le dije: ‘vos tomaste algo’. Y ahí me abre un mundo atroz: me cuenta que era adicto. Que no quería salir, que debía mucho dinero a gente pesada del pueblo y que solo quería huir para que no lo maten. Por esos tiempos comienzan a golpearme la puerta los tranzas del pueblo, y hacíamos vaquita con mi familia y mi papá iba a pagarles. Yo, muerta de miedo. Un día tocan la puerta, abro y me ponen un revólver en el pecho: un hombre me dijo que le pague lo que le debe Santi que tengo media hora”, cuenta Caro desde Patagones.

Ese día y con el miedo y la angustia en la piel, Carolina hizo la denuncia en la policía local. “Me ponen custodia por este episodio y por otra ‘visitas’ que tuve por deudas de Santi, a pesar de que todo el mundo me decía: ‘No denuncies es peligroso. Están todos comprados. No confíes’.

Caro decidió que Santi hiciera un tratamiento ambulatorio en Mar del Plata porque por las denuncias, él corría más riesgo. “Fue un caos. Un desastre. Santi empieza a fumar crack, sigue tomando cocaína y robaba para consumir. Yo todas las semanas viajaba desde Patagones o Buenos Aires a verlo. Yo sentí que estaba muerto. La psicóloga que lo trataba me dijo que debía internarlo. Mi psicólogo y el psiquiatra de Viedma, también”.

Santi tenía 17 años. Junto a una defensora oficial de Río Negro y con el aval de profesionales solicitamos una internación compulsiva: “Había que traerlo de Mar del Plata engañado. Lo internamos”, sigue contando Caro.

¿Qué respuestas has recibido de las instituciones del Estado?

Cuando Santi era menor logramos en Río Negro la internación compulsiva, porque hasta ahí la ley llega. Fue muy extrema. En ese momento a Santi lo internan, hicimos por un engaño que entre al hospital: le dijimos que mi mamá estaba internada. Ahí estuvo 4 días medicado al extremo, atado de pies manos y hombros, se hacía pis, hacía frio, no tomaba agua, deliraba: toda esa abstinencia en un nene de 17 años recién cumplidos. Lo trasladamos a un centro privado donde estuvo casi un año. El Juez Leandro Oyola, con amparo ejemplar, obligó a OSECAC a cubrir la internación en este lugar. 

Santi cumplió 18 internado. En todas las visitas – Carolina recorría todas las semanas los 1.000 km que separan Carmen de Patagones de Mar del Plata- Santiago hablaba con fascinación de su pasado con las drogas y la delincuencia con orgullo: “En ningún momento se hizo un trabajo psicológico para intentar desarmar esto”, asegura ella. “En este instituto reafirman el diagnóstico de Carlos Názara y me dicen que Santi tiene rasgos psicóticos. Y en febrero del 2020 decide no volver al centro y ya era mayor. Ahí empieza un calvario aún mayor porque Santiago sale directo a consumir todo”.

¿Dónde vivía en ese momento?

Se queda dos meses exactos en Pilar con su papá con una convivencia violenta al extremo. Empieza a empeñar cosas, a reclamar dinero, comienzan las deudas. Su papá lo deja en Ciudad de Buenos Aires en la casa de una chica con la que salía. Yo empiezo a buscar desde acá psicóloga y psiquiatra. Tuvimos sesiones virtuales por cuarentena. Santiago hundido en la cocaína y el crack. Un día llama que se estaba muriendo. Que se había metido además con gente pesada, que lo iban a matar. Lo buscamos.

Era agosto, plena cuarentena. Carolina habla con el jefe de Salud Mental del Hospital Zatti y para pedir la internación de su hijo, en pleno consumo de crack y cocaína. “Necesitaba una internación y tratamiento integral. La respuesta fue: estamos en cuarentena, no puede ir a verlo un psiquiatra, que venga a un turno.  ¡Un turno!, pensé yo. Un adicto extremo en abstinencia y con el registro de una internación compulsiva, ¿cómo hacemos para que vaya? Imposible. Seguimos. Golpes. Intentos de suicidio. Agresiones con cuchillo. Una vez se tiró al río. Llamados al 911, a ambulancias. El horror.

Me imagino tu miedo

Sí, todos los días sentía que Santi podía morirse. Todos los días. Rogaba que hagan algo más. Comienza en un momento a ir al psiquiatra (para drogarse con pastillas supongo). Intentamos. Pero una consulta cada 15 días ¿sirve?, me pregunto. ¿Eso es lo que tiene el Estado? Arman un espacio terapéutico para que vaya una vez por semana. ¿En serio piensan que en estos extremos alcanza? En enero de 2021 Santi roba mis cámaras, mis herramientas de trabajo. No puedo seguir con el programa audiovisual. Santi llega con un brote paranoico gritando a las 4 de la mañana: ‘Los voy a matar a todos, me hicieron una emboscada. Voy a matar a toda mi familia’. Santi siempre salía con la cuchilla de casa, con un machete, con un bate de béisbol. Gritaba y su hermana (de 6 años) estaba durmiendo. Entonces le pego una cachetada. Me ahorca. Me desmayo. Al otro día hago una denuncia y pido la perimetral. También pido a gritos un tratamiento para mi hijo que ahora se quedaba en lo de mi mamá.

¿Cómo siguió todo?

El jueves 5 de agosto efectivos de la prefectura rompen la puerta de mi casa y la de la casa de mi mamá con una orden de allanamiento y una orden de detención para Santiago. No encuentran nada. Porque Santiago es adicto y tiene una patología psiquiátrica. No es narco, aunque en su fantasía lo crea. Aunque sueñe con eso. No lo es. Los allanamientos dan negativo. Sin embargo, secuestran mis herramientas de trabajo. Yo soy periodista, además de actriz y tengo información confidencial en mi celular y en mi computadora. Además, necesito trabajar. Me encantaría descansar pero no puedo. Me violentan una vez más: el Estado aparece solo para violentar a una mujer y su hija, a una madre que le pdiió a ese mismo Estado que contenga a su hijo adicto.

¿Por qué entró la policía en tu casa?

La orden de allanamiento habla de comercialización de estupefacientes por parte de Santiago. Santi ahora tiene una causa penal y el proceso de investigación dura mucho tiempo. Mi pregunta es: ¿en este tiempo Santi será condenado a ir a un penal en etapa de investigación con un diagnóstico severo, con medicación antipsicótica, con brotes y abstinencia? ¿Santi será expuesto a un penal por ser adicto y hacer lo que sea para conseguir droga? Santi estaba dejando la cocaína. Estaba orgulloso de cada día sin tomar. Pedía ayuda. ¿La justicia verdaderamente piensa que Santiago y tantos pibes no necesitan que el Estado sea quien hoy ordene un tratamiento?

¿Cómo deberían tratarse este tipo de casos?

Según mi experiencia, el camino es una internación en comunidad terapéutica con custodia policial. El camino es que empecemos a sanar a las personas adictas y que contengamos a las personas con patologías de salud mental. No podemos las madres convivir con la muerte, escondiendo cuchillos, encerrándonos en los cuartos.

El pedido y la denuncia de Caro es clara:

“NECESITAMOS QUE A SANTI Y A TANTOS PIBES LOS TRATEN COMO PERSONAS QUE ESTÁN ENFERMAS NO COMO DELINCUENTES. Hoy Santi está detenido en prefectura. Tuvo un brote, intentó autolesionarse, lo trasladaron al hospital una noche. Está medicado al extremo en la prefectura. DEBEN ESTAR BAJO TRATAMIENTO.

COMBATIR EL NARCOTRÁFICO ES RESPONSABILIDAD DEL ESTADO. CADA PIBE MUERTO CADA MADRE DESTROZADA CADA PERSONA VÍCTIMA DE VIOLENCIA INSTITUCIONAL ES RESPONSABILIDAD DEL ESTADO. UN ESTADO AUSENTE QUE APARECE PARA SEGUIR DESTROZANDO LO POCO QUE PODEMOS SOSTENER EN MEDIO DEL INFIERNO. Esto que vivimos tantas familias confirma que el ESTADO LOS QUIERE PRESOS O MUERTOS, NO SANOS. ¿QUÉ INTERESES HABRÁ PARA QUE EL CIRCO PERSIGA A LOS ADICTOS Y NO A LOS NARCOS, NO?

¿Cuáles son los mensajes que recibiste de otras madres en situaciones parecidas?

Recibí cientos de mensajes del tipo: “Lo vivo en carne propia. Mi hijo está preso. Mi hijo se mató hace 10 meses. Jamás me dieron un turno en el hospital. Hagamos algo. El Estado nos deja a la deriva”. El “lo vivo en carne propia” es muy recurrente.

¿Eso te hace sentir menos sola?

La red sostiene como nada. Cientos de personas apoyando. Las colectivas que integro me dan lucidez amor fuerza ideas. La colectiva local de periodistas feministas, Acá Estamos sacó un comunicado que me conmovió tanto. Acá todxs conocen mi lucha. Jamás la guardé debajo de la alfombra. Materno a Sofi y a Santi. Todxs saben; tengo el privilegio de ser una persona pública, que se reconoce mi trabajo como periodista y mi militancia, entonces hoy el amor es infinito. Luchar con otres es la única y maravillosa posibilidad de cambiar el status quo, lo establecido, lo que ya no va, lo que daña, lo que mata.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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