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Pedagogía del virus: postales más acá de la grieta

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Crónica y voces de un día agitado en CABA, donde los chats del colegio se madrugaron con el desafío porteño al DNU nacional, con hijxs como rehenes de una pelea judicial-política. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar frente a la confusión, en medio de una pandemia? La vuelta a la virtualidad, de los chats de madres y padres a las clases por Zoom. La voz de docentes en paro, y lo que pasaba en algunas aulas; lo que dicen lxs chicxs, en casa. Las diferencias entre lo privado y lo público, o los privados de clases. Cómo no caer en la dicotomía entre abrir y cerrar, y tener criterios propios cuando la salud, la educación, el trabajo y la vida nos ponen ante el asombro y el aprendizaje constante.

Pedagogía del virus: postales más acá de la grieta

“Estimadas familias” comienza el mail enviado por el Ministerio de Educación porteño en la madrugada del lunes, a la 1.54.

Soledad lo abrió sorprendida por la hora y por la noticia. El asunto: “Continuamos con las clases presenciales” (pero todo con mayúsculas). El texto: “Queremos contarles que, dada la resolución judicial de público conocimiento, continuaremos con las clases presenciales en la Ciudad de Buenos Aires  tal como lo hicimos estos dos meses en todos los establecimientos educativos, dándole continuidad a los planes de organización establecidos por cada institución y aplicando el protocolo vigente”.

Días antes del mail un Presidente había anunciado otro pasaje a la virtualidad educativa durante 15 días en medio de las crecientes estadísticas sobre contagios y muertes, y un Jefe de Gobierno había decidido ir en sentido opuesto, promoviendo la presencia escolar.  

Pedagogía del virus: postales más acá de la grieta
Ilustración @agus.tina.olivera

Todo ocurre en un año electoral, lo cual permite sospechar que el SARS-CoV-2 no es el único virus suelto en estos extraños tiempos, ni lo único que explica estas batallas de poder, o tal vez de impotencia.

Soledad trabaja como empleada doméstica y vive con su hijo Patricio (11 años)  en Villa Alsina. Desde allí el niño debe viajar a la escuela Olegario Víctor Andrade, de Boedo. “Más allá de lo que digan yo tengo mi criterio: que no vaya a clases. Primero porque ni él ni yo somos de riesgo, pero mi mamá que vive al lado, sí”, explica Soledad. “En el WhatsApp de padres de la escuela había dos mamás que querían clases presenciales. Y 23 que no. Estaban de acuerdo con el paro o con clases virtuales. Yo creo que es porque se están viendo más contagios. Hay una mamá que tiene pensamiento de derecha, pero tampoco quería clases presenciales porque le pasa como a mí: sabe que la enfermedad no es solo un riesgo, sino un costo económico y un costo de energía que no podemos permitirnos. Ella sabe que Larreta no le va a bancar ese costo. Así que lo votará, pero no quiere contagiarse”.

Salió del grupo

Escenas de la vida laboral: “Yo trabajaba en cuatro casas, pero en dos se cortó por esto de la pandemia. O sea que me quedé con la mitad del trabajo. Me dijeron que no vaya, por ahora. Pero el ‘por ahora’ puede ser dos semanas, o meses, o nunca más. Si no salgo, no tengo ingresos. Pero si salgo, no me puedo permitir contagiarme. Y mi hijo tampoco”.  

Cree Soledad que no se entiende casi nada de lo que pasa: “Pero yo nací en Argentina, así que estoy acostumbrada a que las cosas no se entiendan”. La confusión en tiempo y espacio es uno de los signos de la locura, de la alienación. Agrega Soledad: “Ya de chica me llevaron a ver la Carpa Blanca, y no se entendía nada, o se entendía que estaba todo mal”.         

El domingo a la noche, frente al anuncio de Horacio Rodríguez Larreta de continuar con las clases presenciales, el grupo telefónico formado principalmente por madres,  ardió. “Unas decían que era una vergüenza que hubiera paro. Otras estaban de acuerdo. Una madre salió del grupo. Dos proponían hablar de los buzos de egresados. Y otra puso ‘váyanse a dormir que son las doce menos cuarto de la noche’. Después llegó el mail del gobierno”.

Soledad logró que su hijo vaya solo tres veces por semana a la escuela: “Así es menos exposición, y menos gasto de boleto. Estoy viendo de dejarlo ir solo, porque sería otro boleto menos. Yo trato de acompañarlo al estudiar, pero siempre es mejor que esté en la escuela, aprende más. Con lo de las tres veces por semana es una especie de equilibrio: que socialice, que aprenda, y que haya menos riesgo”. Antes de la pandemia la escuela era de 8 horas. Pasó a la virtualidad en 2020 y este año comenzó con turnos o burbujas de cuatro horas. “Antes les daban de comer a los chicos todos los días. Ahora les dan una bolsa de comida pero muy cada tanto. Esas cosas también cambiaron”.   

Palabras privadas

En una escuela de Almagro hay hojas A4 pegadas en las paredes con palabras que ningún niño pronunciaría: “Responsabilidad”, “Tolerancia”, “Empatía”, “Cuidado”, “Respeto”, “Acompañamiento”. Empatía figura cuatro veces. En la escuela no hay niños ni actividad aparente. Los gremios calcularon un 90% de acatamiento al paro. Una directiva, en la entrada, dice. “No podemos hablar con periodistas” y agrega “buenos días”, frase que aplicada a este lunes parece tan vacía como le ocurre tantas veces a esas palabras impresas con tinta negra y buenas intenciones en A4.    

Por la vereda, con mochilas rodantes y uniformes, pasan niños de una escuela privada cercana, que tuvo clases presenciales. Quienes viven lejos de la escuela, en esos casos, suelen ser  llevados y traídos en auto, cosa infrecuente para quienes asisten a las escuelas estatales y deben viajar en transporte público.   

Así fue la brecha en la Ciudad: privadas con clases y públicas, o privadas de clases.

Me quedé sin datos

“Es un desastre de los dos lados, tanto del Gobierno Nacional como del de la Ciudad. No puede ser que a las 11 de la noche nos enteremos si hay o no clase: no tienen en cuenta ni la organización familiar, laboral ni los sentimientos de los chicos. No están a la altura del momento político y de pandemia en el que vivimos; deberían parar con la política partidaria y electoral y gobernar para el pueblo”, dice Miguel, papá de Lola, de 11 años y de Amanda, de 6. Ambas van a la escuela pública en la Ciudad y no tuvieron clases presenciales. Lola, por el paro de los gremios docentes, y Amanda tuvo clases virtuales.

Lola discute con lo que escucha por televisión: “El año pasado ya lo vimos. Cerrar es para cuidarnos y no contagiarnos ni contagiar”. Lo dijo sabiendo que por 15 días no podrá ir a gimnasia, ni teatro ni a inglés. Cuenta Miguel que desde la escuela mandaron una comunicación el domingo diciendo que no habría clases presenciales. “Horas antes de recibirla, el nivel de incertidumbre en los grupos de WhatsApp fue algo nunca visto: padres, madres y cuidadores que no sabían cómo harían para ir a trabajar y para trasladarse a las escuelas, porque el transporte es solo para esenciales”. El rol que en otros tiempos podían cumplir abuelas y abuelos hoy está en tela de juicio por el riesgo de contagio de quienes no están vacunados o lo están solo con la primea dosis, en un sistema que sigue tomándose sus tiempos.

“Seguimos en estado de alerta y movilización. Este lunes 19 no vamos a las escuelas, paramos. La docencia defiende la no presencialidad en las escuelas”, se lee en un comunicado de Ademys, gremio de docentes de la Ciudad. En CABA, sólo el 15% de les docentes tienen alguna dosis de la vacuna y temen tal vez ser contagiados, y contagiar a su vez al alumnado y sus familias.

En uno de los grupos de WhatsApp una madre virtualizada clamaba ayuda este lunes: “No pude conectar a Santino porque me quedé sin datos en el celular, me pueden pasar lo que hicieron, por favor”. El caso se repite en miles de familias de la Ciudad que al no poder pagar los servicios que proveen Internet, se quedan afuera de la virtualidad.

Hacés algo o te callás

Cuenta Bernardina, empleada pública que vive con su hija que va al 7º grado de un colegio privado de Flores: «La síntesis es una frase del grupo de WhatsApp de mamis: ‘¿A las diez de la noche nos avisan que vamos a arrancar la semana así? Es demasiado’. Ya estamos acostumbradas a resolver lo que no hacen las instituciones. Así que ante el primer indicio de que se nos venía esto, nos pusimos a chequear la información y al mismo tiempo, a organizarnos para ambas opciones, más allá de lo que luego dijeran los anuncios. En el grupo nunca hubo ni un solo comentario con olor a grieta. Creo que a todas les pasó lo mismo que a mí: cuando iba a poner algo, pensaba: mejor acá no: es demasiado.  No es un lugar para indignarse ni descargar. Son esos momentos y espacios donde hacés algo o te callás”.

Antes de las 23 del domingo el colegio mandó una nota diciendo que el lunes iba a seguir tal cual lo anunciado el viernes (modalidad virtual) y que durante el día nos iban a avisar cómo seguía todo.

“A las 17 todavía no había ninguna comunicación, o cosas contradictorias. Entonces resolvemos las madres cómo organizarnos para poder trabajar y atender las tareas, si son virtuales, o correr para llevar y traer a los chicos del colegio. Esta semana justo habíamos comenzado a volver a una cierta normalidad de horarios. El año había empezado con una cursada de 4 horas, y en abril ya había alcanzado a 3 días de doble jornada y dos de jornada extendida. Y justo cuando habíamos alcanzado un respiro para poder trabajar sin cargar con todo el peso de la escolaridad encima, se vino esto, que es peor porque es incertidumbre que se suma al cansancio. Yo estuve todo el tiempo muy desconfiada de que las condiciones garanticen que la presencialidad no sea peligrosa, especialmente porque en los horarios de almuerzo, donde obviamente los chicos se sacan el tapaboca, no había control ni burbuja ni nada. Pregunté al colegio y no me respondieron. Sentí cierto alivio con los anuncios de cuidados, pero la verdad es que a mi hija le cambió el humor desde que volvieron las clases presenciales. Cambió la apatía por otra energía. Y eso es algo que no podés obviar.»

La educación vacante  

Muy serio baila León frente a la computadora. Tiene cuatro años y está en salita de cinco de un jardín público. Ana, su mamá, embarazada nuevamente, relata: “La primera propuesta que recibimos en febrero fue que tenía que ir una hora y media por día todos los días. Conciliar eso con el trabajo es imposible. Pero a la vez es obligatorio mandarlo si no tenés un justificativo que lo exceptúe, aunque el gobierno no te garantice las condiciones para que el mismo protocolo que confeccionó se cumpla. El riesgo de no mandarlo sin justificativo nos dijeron que es, directamente, perder la vacante”.  
Ana no quiere ser mal pensada: “Pero para mí lo que buscan es bajar el grandísimo déficit de vacantes que tienen. La falta de vacantes en la Ciudad es crónica y es mucha, aunque no se difunden datos oficiales. El otro día leí en el diario Tiempo que este año se solicitaron 117 mil para los tres niveles: inicial, primaria y secundaria, pero la recibieron 61.200. El resto, el 47,7% del total, quedó sin lugar asignado”.

Con el establecimiento abierto, el grupo de madres y padres solicitó por carta aireadores que se suponía que el gobierno de Ciudad debía mandar por protocolo. La opción, a la espera de tal milagro y sólo apta para tiempo templado: dejaban abierta la puerta de calle del jardín para que el aire pudiese correr. “Pero con el anuncio del Presidente y después el de Larreta fue una confusión total. León ya dijo que no quiere ver más a esos ‘señores’ en la televisión, sino dibujitos animados. En el grupo de WhatsApp mucha gente dijo que prefiere que sus hijos no vayan a clase hasta que todo esté más claro. Pero hubo que hacer cartas para aclarar la situación por lo que hablábamos antes: el miedo a perder la vacante”. Esta semana León sabrá si va a tener clase presencial o virtual, mientras clama por no seguir viendo a los señores.

Natacha, del barrio Agronomía, también mandó cartas a la escuela pública de sus mellizos para aclarar que no los enviará a clases porque cree que el DNU del gobierno nacional tiene el valor de una ley superior a lo que disponga la Ciudad, y no quiere dejar de cumplirla. “Mi situación es privilegiada, mi marido y yo trabajamos desde casa, tenemos Internet, computadora, y a la vez creemos que el eje del problema no es la educación ni la economía, sino la salud. Creo que las medidas restrictivas tendrían que haber llegado incluso antes, sin esperar los 30.000 contagios diarios. A mis hijos los veo bien, pero tienen períodos de mucha angustia, o en los que no pueden dormir. A mí también me pasa. Creo que es saludable estar angustiado en una situación pandémica tan difícil”. 

Pedagogía del virus: postales más acá de la grieta

Salir del binarismo

Juan Giménez dirige la escuela Creciendo Juntos de Moreno (inicial, primaria y secundaria), que no es estatal ni privada, sino de Gestión Social. “Somos el tercero en discordia” cuenta, matizando desde el Conurbano con su experiencia de una escuela autoconstruida, los vaivenes de lo que ocurre en estos días. “Este año armamos dos grupos por año intercalándose una semana cada uno para permitir la presencialidad, y los chicos venían. No faltaban. El año pasado pese a la pandemia armamos una olla popular, la escuela estuvo abierta para salir del binarismo de cerrar o abrir. Abríamos aunque no hubiera clases presenciales para que las familias tuvieran un punto de contacto. La escuela no es solo el lugar en el que se dictan clases, sino que es un elemento más de la comunidad en el territorio”.

La escuela cobra una cuota de 1.500 pesos por alumno. El año pasado los ingresos fueron del 30%. “Nos salvó que hay algunos sueldos que se pagan directamente desde el Estado y las ATP”. Inscribieron de todos modos a quienes no podían pagar, con el plan de trueque por trabajo de mantenimiento de la escuela, y fundamentalmente para que no se sigan cayendo chicos del sistema, explica Juan. “Y hasta pudimos crear un nuevo primer grado, para garantizar que puedan entrar todos los chicos que vienen del preescolar”.

Lo actual: “Todo es muy complejo. El virus no es una pavada, hemos tenido familiares de estudiantes fallecidos, y toda una situación muy tremenda. El año pasado hubo también el suicidio de un chico de 16 años. Entonces es complejo lo pedagógico, pero también lo social”.   

En Moreno la conectividad es muchas veces una ilusión óptica y se hace a veces impensable la virtualidad al estilo porteño. “Ya hay profesores que armaron grupos de WhatsApp al menos para estar en contacto con el grupo de chicas y chicos, mandarles algún material, que contesten con algún audio, pero que no se pierda la conexión. Yo veía escuelas que en la virtualidad aparecían en la pantalla con uniformes y hasta preceptores que tomaban lista. Eso es un sector minúsculo. Nosotros no podemos hacerlo”.

En 2020 varios cursos de primaria estuvieron en contacto a través de Facebook. “Con los grandes se va haciendo más difícil, porque consiguen trabajo, porque se desenganchan. El año pasado pudimos mantener un 60% de contacto razonable, pero el resto no tenía conexión, o era muy inestable, y así empezás a perder el vínculo”. 

Creciendo Juntos aceptó las restricciones frente a la pandemia. “Vemos lo que está pasando en Moreno” aunque siguen defendiendo como cuestión de fondo la educación presencial: “La educación es presencial. Lo virtual puede ser un rato, pero imagínate que aquí hay familias que no tienen celulares para cada hijo, y ni hablar de computadora. Además, esa virtualidad muchas veces se transforma en un simulacro educativo”.    

Por eso Juan tampoco acuerda cuando gremios o escuelas suspenden o postergan las clases con argumentos débiles: “No anda el inodoro, no empiezan las clases. Yo comparto que las escuelas tienen que estar impecables, pero tampoco podés dejar a los chicos en el aire. Acá hay problemas desde siempre. Con Scioli, agravados por Vidal, porque en el macrismo terminaron de destrozar a la educación. Pero hay que romper también esa cosa burocrática de dejar a la familia afuera. Lo estatal perdió la dimensión de la escuela como territorio, y se quedó con la escuela como edificio del que no se apropia la comunidad”.      

Por eso Giménez plantea, como suele ocurrir en Creciendo Juntos, que hay que generar cosas nuevas. “Las escuelas tienen que ser un espacio, un motor de organización en las comunidades. Pero si los maestros están en la idea de salvarse, de lo individual… lo individual nos comió a los docentes. Yo tengo mi salario, pero muchas familias no. Entonces, ¿qué hacemos con eso? Cuando caemos en eso se empantana todo en el temor, en el miedo, que permite que rebrote el discurso de que los docentes son vagos que no quieren trabajar. Ese discurso es injusto, porque no siempre es así. Pero es el discurso que gana la batalla comunicacional”.

Juan cree que muchas veces la escuela trata a las familias como maniquíes. “Aquí las familias forman parte activa de la comunidad educativa. Incluso hemos insistido y logrado que intervengan y cuestionen también lo pedagógico. Eso ha generado algunas crisis, nos obligó a hacer cambios, pero no hay que tenerle miedo a los conflictos sino comprende el protagonismo, la participación, la toma de decisiones. Porque ahí está la posibilidad de cambiar las cosas”.

No se sabe qué formas tomará ese proyecto de cambio durante estos meses, entre un virus cada vez más excitado y una sociedad cada vez más confundida. Por ahora, la sensación es que más y más docentes van sumándose al paro. Los días dirán, y se verá mejor el rol político y judicial de personas y espacios de poder que consideran tener entre manos el destino de millones de personas.

Frente a tales incertidumbres, Juan, con los pies en el Conurbano, recuerda algo que siempre plantea Cristina, una de las fundadoras de Creciendo Juntos: “Todo se puede, menos rendirse”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Actualidad

Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

Marcha de jubilados: balas y bolitas
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