Nota
Presentación del seminario: Cuerpo, Escena Política y Comunicación

No somos máquinas.
¿Cómo confrontar, entonces, a esa necesidad del poder corporativo de reducir lo humano hasta hacerlo equivalente a lo capturable por las pantallas desde celulares, computadoras, tevés, netflixs, etc y etcs? La coreógrafa, bailarina y comunicadora uruguaya Federica Folco lo cuestiona así, sintético y sencillo porque -y no aunque- maduró estas preguntas en infinitas cenas de debate y meditación en las que conversaron con personalidades de distintas disciplinas -filósofos, científicos, lingüistas y etcs- y en largas jornadas de digestión de textos que masticaron grupalmente hasta romper moldes y bordes. Tal como explica la presentación del proyecto publicada en su web, esta ruta de lectura tuvo estaciones muy variadas: “Nos atravesaron el enactivismo del neurobiólogo Francisco Varela, las relaciones de Dewey, lo que puede el cuerpo de Spinoza, los haceres de la danza, los fenomenólogos Marleau Ponty y Heiddeger, las comidas juntas, las neuronas espejo, la tensegridad de Castaneda, el yoga, Clark y Chalmers con su mente extendida, la estética de Boal, la experiencia del budismo, la teoría de los sistemas complejos, las emociones de Antonio Damasio, las respiraciones del Chi Kung, la teoría de los sistemas de desarrollo que Susan Oyama nos presenta, el lenguaje encarnado de Lakoff y Jhonson, las meditaciones Zen y Alva Noé sacándonos de la cabeza”.
Salir de la cabeza, entonces, es la propuesta.
Y para hacerlo, hay que salir también de la palabra, nos explica Federica.
A las lecturas interdisciplinarias y los debates gastronómicos hay que sumarle entonces el sudor que han producido en acciones que bautizó Lamasa, así, todo junto porque todojunto es la clave de esta experiencia urbana, que practican en las calles de Montevideo y de la cual sacan lo necesario para seguir, así, sin exigirle a ese hacer juntxs ningún resultado concreto, aunque lo hay, por supuesto, y es valioso, aunque intransferible: se hace, se siente… brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss.
Ampliar los posibles podría dar una idea de esta propuesta, aunque quizá las palabras de Federica sean más precisas cuando habla de “la imaginación” como terreno a disputar: “Nos cuestionamos los modos de compartir, producir y crear heredados, que son parte de una realidad que no queremos encarnar”, enuncia la presentación del proyecto, y ese cuestionamiento es una práctica y esa práctica es técnica y esa técnica es entrenamiento y ese entrenamiento es… brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss.
O sea nada que signifique una intención: un resultado, por ejemplo.
Y todo lo que representa un hacer colectivo: poder.
Entrenar lo sensible, entonces, representa poder hacer otras cosas que las determinadas y eso es exactamente lo que se propone este seminario.
En palabras de Federica: «Venimos de años de estar sentados, de pensar que el de al lado es un problema, porque además no sé qué hacer con sus emociones. Desinstalar ese mecanismo es un ejercicio: no se trata solo de pensarlo, sino de entrenar nuestra escucha y nuestra mirada, pero siempre buscando que sea una mirada generosa y que pueda reconocer la fragilidad, un término que me parece que necesitamos habitar de una vez por todas. Somos frágiles, por suerte, y en esa fragilidad nos construimos y nos hacemos mutuamente. O nos deshacemos. Hay una potencia en esa fragilidad que necesitamos reconocer. Si yo quiero construir una comunidad solidaria tengo que practicarla cada vez que puedo, como Messi practica meter la pelota en el arco. En ese sentido la práctica es una potencia conmovedora. Es el hacer. Hay un desafío, que es crear otra sensibilidad, y con la sensibilidad no quiero decir “qué lindo el perrito”, sino que es lo que sentimos, lo que deseamos, y eso es algo que está en la columna vertebral. Ahí hay una potencia de entrenar lo sensible con otro orden, con otra sensibilidad. ¿Qué realidad vamos a crear? ¿Qué sentido les vamos a dar a las cosas? ¿Qué es lo importante ahora? ¿Qué va a ser lo importante para mí? ¿Cómo cambio que lo que para mí es importante, me conmueve y me moviliza tenga otros órdenes, otro registro de lo sensible? Ahí hay algo que tenemos que ir sacando, esa costra de capitalismo y neoliberalismo que está en nuestra columna vertebral y que nos hace accionar en esos términos. ¿Cómo la saco de ahí? El control es una pulsión, y es una de las herramientas más potentes que ha tenido justamente este sistema. ¿Cómo no reproduzco yo ese control? ¿Cómo hago yo para quitarme la pulsión del control? ¿Cómo creo una comunidad, un colectivo, un medio de comunicación donde esto se ponga a ejercitar? ¿Cómo hacemos para que la vida sea otra cosa si no es haciendo que la vida sea otra cosa? ¿A qué le dedicamos nuestro tiempo, nuestras ganas, nuestra energía? «.
Estas son algunas de las preguntas con las que nos espera Federica.
Entrenar el sentir colectivo
Seminario Internacional a cargo de Federica Folco
En esta difusa pospandemia un espacio de experimentación colectiva de lo sensible para conjurar, reflexionar y crear otros posibles.
Tres encuentros intensivos: viernes 12 de agosto de 19 a 21hs.; sábado 13 de agosto de 14 a 18hs.; y domingo 14 de agosto de 14 a 18 hs.
Más información e inscripción: observatorioluciaperez@gmail.com
Cupos limitados.
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Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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